Cristal

Cristal


32. Prácticas

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Consiguió desarmar a uno de sus rivales y, una vez en el suelo, le clavó su espada. Pero perdió el control del compás del duelo, y el Verdugo que quedaba vivo aprovechó para arrastrarla a su juego. Tuvo que dejar de atacar para defenderse de sus estocadas y tardó unos segundos en acostumbrarse a su nueva situación.

Los golpes que daba habían perdido fuerza. Pensó en cambiarse la espada de brazo, quizá no se diese cuenta. Pero le costó bastante decidirse a hacerlo; tuvo suerte, su contrincante no pareció notarlo.

Sus golpes recuperaron fuerza, pero era mucho peor combatiente luchando con la izquierda, por lo que le costó derrotarlo.

Cuando lo hizo, giró la cabeza hacia su compañero. Olía a sangre, y por el aspecto de la pelea era la de él. Corrió en su ayuda y el Guerrero Esmeralda se retiró a apoyarse en un rincón; estaba herido. Enseguida se dio cuenta de que su contrincante era, en efecto, muy buen espadachín. Además, el Verdugo pareció advertir que Cristal combatía con un brazo que no era el habitual.

Sus continuos ataques y golpes la obligaron a volver a cambiar la espada de brazo. Pero antes de seguir, Cristal intentó ganar tiempo haciendo uso de la lucha cuerpo a cuerpo. Trató de desarmarlo de una patada en la muñeca pero, a pesar de que lo alcanzó, este no soltó el arma.

Creía que ya había sido derrotada cuando escuchó las sirenas de un coche, tal vez de policía. Su contrario se detuvo, y miró al suelo en busca de los cadáveres de sus compañeros. Estaban haciendo mucho ruido, alguien los podría haber visto.

Ella aprovechó y ayudó a su compañero a ponerse en pie. Buscó una salida y escapó. Mientras, el Verdugo parecía haberse olvidado de ellos e intentaba apilar los cuerpos de sus colaboradores.

Lograron escapar por los pelos. Antes de desaparecer, Cristal echó una última mirada al Verdugo. Con el pañuelo no distinguía sus rasgos, pero él tampoco podía ver los suyos con la bufanda que llevaba, por lo que estaba tranquila; si la veía por la calle no la podría reconocer.

Él no apartó la vista hasta que Cristal desapareció. Le dirigió una mirada desafiante, rabiosa, por no haber podido derrotarla, por tener que encargarse de hacer desaparecer los cuerpos. La joven pudo ver, volviendo la cabeza, cómo sacaba un pequeño bote de un líquido inflamable y rociaba los cuerpos para prenderles fuego, antes de que llegara la policía.

Cristal echó un último vistazo al callejón, pero el vampiro al que debían interrogar había desaparecido.

Salieron de allí corriendo y, cuando llegaron a calles transitadas, volvieron a caminar con normalidad. Unos minutos después, decidieron que lo mejor sería marcharse cuanto antes para acudir a un hospital en Deresclya.

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