Cristal

Cristal


42. Luz

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Varias horas después de la medianoche, los dos seguían despiertos, aunque Luca comenzaba a sumergirse en el sueño. Cristal se levantó y le dio un beso en la frente.

Miró a su alrededor. La ventana estaba abierta. Por ella entraba la luz de la luna y, de vez en cuando, se filtraba algún sonido nocturno. Siempre que podía, dormía con la ventana abierta; le encantaba el ambiente de la madrugada.

Salió de la habitación procurando no hacer mucho ruido para no desvelar a Luca, y, por otra parte, para no despertar a ninguno de los inquilinos de la casa. Recorrió el largo pasillo que llevaba hasta el mirador como si fuera la primera vez que lo hacía.

Escuchó el ruido que hacían sus pies descalzos al separarse del suelo cuando daban un paso tras otro. Rozó con sus dedos las paredes, los marcos de los cuadros, los pomos de las puertas... Por insignificantes que fueran esas cosas, por efímeros que fueran esos instantes, por muchos siglos que le quedaran por delante, ya nada volvería a ser igual, no sin él, no sin Luca.

Aunque sentía el dolor en lo más profundo de su ser, aún no había asumido que fuera a desaparecer para siempre.

Llegó hasta el mirador y evocó el día en el que los dos se habían sentado allí una noche, también el día en el que lo había visto por primera vez saliendo de él. Era pequeña, pero aún así lo recordaba a la perfección, sería uno de esos momentos que nunca olvidaría.

Se sentó en el borde de la barandilla, y dejó que el aire la revitalizara, revolviéndole la melena. Todo podría haber sido diferente, una simple elección condicionaba el resto de tu propia vida y de la de aquellos que te rodeaban.

Dejó caer su cabeza hacia delante, abatida, desanimada... Sin saber qué debía hacer. Al poco tiempo, sintió una presencia a su lado; una presencia que la incomodaba, que le ponía el vello de punta.

Alzó la vista y, a su lado, descubrió a la despreciable y ruin criatura culpable de su desgracia. El hada escarlata la observaba con una expresión neutra. Sus ojos no inspiraban compasión, ni tampoco burla. Eran completamente indiferentes y eso la enfureció aún más, sin saber por qué.

Al principio, sintió ganas de abalanzarse sobre ella y de estrangularla con sus propias manos. Pero después recapacitó y se dio cuenta de que sería absurdo. Esa criatura había crecido en el infierno, y no sería tan fácil deshacerse de ella. Además, iba desarmada, por lo que consideró que hablar con ella, intentar anular el trato... sería lo mejor ya que, si estaba allí, con ella, sería por algo y quizá quisiera negociar.

Pensó en cómo comenzar la conversación, pero se sintió incapaz de iniciar con esa criatura una charla sin articular menos de dos palabras despectivas en cada frase. Así que se contuvo y esperó a que fuera ella quien hablara.

―Está en la naturaleza de criaturas como el ser humano o los vampiros cometer estupideces por quimeras y sueños imposibles. ―Dijo con voz neutra, casi con un deje amable. ―No se lo tengas en cuenta.

―¿Intentas darme consejos sobre mi relación con él? ―La cortó ella, fría e indignada.

―Claro que no, ¿por qué habría de hacerlo? Ni tú ni él me importáis en realidad.

―¿Entonces por qué no te olvidas de él y le dejas en paz? ―Propuso Cristal.

―Porque él es una parte del puente hacia mi objetivo. Te contaré una cosa, un secreto. Al fin y al cabo, después de lo que te voy a decir... no creo que se lo cuentes a nadie. ―Hizo una pausa, y esperó a que se mostrara interesada, pero ella no reaccionó, y el hada siguió. ―Las entidades del infierno nos alimentamos de la esencia de la gente, del alma si prefieres llamarlo así. Cada cual tiene sus gustos y preferencias pero, por lo general, cuanto más oscura, más corrupta, más perversa, codiciosa, y llena de crueldad esté el interior de una persona, más atracción sentimos hacia nuestra presa.

―¿Entonces por qué quieres a Luca? Él es todo lo contrario. ―Murmuró, ofendida.

―Ya te he dicho que él solo es un puente hacia ese alma que tanto deseo. Esa persona hizo un trato conmigo, y conseguiré lo que busco si cumplo mi parte del trato y le entrego lo que necesita para hacerse con lo que quiere. Por cierto, cuanto más crece su codicia, más valor adquiere para mí el plato final.

―Y esa persona... ¿necesita a Luca? ―Comenzó a entender Cristal.

―No, es algo más complicado. Esa persona necesita a un ser querido de Luca. Pero no especialmente porque tenga relación con él. En realidad, yo lo elegí a él porque sé que es la persona a la que más afecto le tiene el eslabón que falta. Y al igual que a las entidades del infierno nos mueve la maldad, la perversión, la corrupción... a criaturas como a vosotros os mueven las quimeras, los sueños inalcanzables, el amor... ―Pronunció la última palabra con un tono diferente, y Cristal empezó a entender lo que ocurría.

―¿Quién me quiere en sus planes y por qué? ―Preguntó directa, seria, severa.

―Eso podrás hablarlo con esa persona después, hay mucho tiempo. ―Enseñó una falsa sonrisa. ―Ahora será mejor que tramitemos nuestro trato antes de que amanezca, ¿no crees?

―¿Cuál es el trato?

―La vida de Luca a cambio de la tuya. ―Contestó el hada risueña, agitando su larga melena color bermellón.

―Pero deseo saber por qué yo. ―Puso ella como condición.

―Eso ya te lo contará ella. Te queda poco tiempo para el amanecer, y querrás aprovecharlo con él, ¿no? ―La apremió el hada, impaciente.

―Está bien. ―Afirmó seria y segura de sí misma. ―Mi vida a cambio de la de él. <<Al fin y al cabo>> Pensó. <<Ya le dije una vez que me pondría en su lugar, que me cambiaría por él si su vida corriese peligro>>

Al cabo de unos minutos, cuando terminaron de hablar, Cristal volvió a entrar en la casa. No tenía sueño, los últimos acontecimientos la habían desvelado por completo. Cuando entró en la habitación de Luca, él continuaba dormido, seguía en la misma postura que cuando se había marchado.

Pensó en él, en cómo podía dormir creyendo que moriría en unas horas. Pensó en despertarle, en contarle lo que había pasado, en decirle que todo estaba bien, que no moriría. Sin embargo, decidió enseguida que no le contaría nada. Se volvería loco de rabia. Lo pasaría tan mal como lo había pasado ella. Y no quería que hiciera ninguna locura.

Se recostó a su lado, frente a él, y jugueteó con un mechón de su pelo hasta que se despertó. Apenas había abierto los ojos, le regaló una cálida sonrisa como si fuera un despertar más... como si nada sucediese y le acarició la mejilla. Cristal le devolvió la sonrisa, pero más triste, más apenada y cansada. Le dio un beso en los labios y volvió a separarse de él.

―Te quiero. ―Le susurró con voz temblorosa, mientras un par de lágrimas resbalaban de sus ojos verdes.

Se quedaron abrazados hasta que amaneció. Para entonces, Luca ya se había despejado del todo, y se incorporó con Cristal entre sus brazos para despedirse de ella. Le abrazó y al separase le cogió de las manos.

―He tenido una larga existencia. ―Empezó a decir él. ―Pero a pesar de eso, estos últimos han sido los años que más intensamente he vivido. Sin duda han sido los mejores, gracias a ti. Nunca pensé que tendría que despedirme para siempre de ti. Pero supongo que al menos podremos decirnos adiós.

―Yo no quiero decir adiós, Luca. ―Dijo ella, cerrando los ojos.

―Ni yo. ―Murmuró él, con un nudo en la garganta, sintiendo que las lágrimas empañaban sus ojos azules. ―Te quiero más que a nada en este mundo. Antes de conocerte, esto no me habría importado, porque no tenía nada que perder al morir. Ahora lo pierdo todo, porque te tengo a ti, Cristal de Liánn. Quizá debería haber pensado mejor qué decir... Pero no he tenido mucho tiempo, y no quería pensar en nada... Tú ya sabes lo que siento.

―Dímelo.

Luca vaciló, sabía que si seguía hablando acabaría por llorar también.

―Te quiero, pequeña.

―Y yo. ―Cristal se dio la vuelta. El sol asomaba ya por el horizonte, llegaba el momento. ―Si pudieras, ¿cambiarías algo?

―Muchas cosas. ―Le acarició el rostro. ―Pero eso no importa ahora, ¿no? ―Le dirigió una triste sonrisa, y Cristal le secó las lágrimas, con ternura.

Los primeros rayos de luz del alba se fundieron con la oscuridad y, poco a poco, la habitación se fue iluminando por el resplandor de la mañana.

―Prométeme que seguirás viviendo al máximo. Prométeme que disfrutarás de la vida.

―¿Qué dices, Cristal? Si pudiera prometerte eso lo haría... pero...

―Pues prométemelo. Prométeme que nunca dejarás de apreciar tu vida y que no volverás a venderla por tan poco.

Luca frunció el ceño. No entendía qué quería decir, pero ella sí parecía entenderlo, y no quiso estropear sus últimos momentos juntos.

―No entiendo a qué te refieres, pero te prometo que viviré lo que me queda de vida al máximo, sin desperdiciar ni un solo segundo... Aunque sea poco lo que me quede. ¿Era eso lo que querías oír?

―Sí. ―Contestó Cristal, entre sollozos, intentando contener las lágrimas.

Su piel empezó a brillar, y un leve resplandor emanó de ella. Era una sensación cálida y fría a la vez. Luca la observó con los ojos muy abiertos, intentando entender qué ocurría, pero Cristal lo sabía muy bien. El resplandor que la envolvía deslumbraba cada vez más, y poco a poco llenó de luz la habitación.

―¿Qué es eso? ―Preguntó Luca, confuso al ver que la luz procedía de ella y no de él.

―¿Recuerdas que una vez dije que me cambiaría por ti? ―Le susurró al oído.

No hizo falta más para que Luca comprendiera y se alarmara. Abrió los ojos como platos y la agarró por los hombros.

―Dime que no, ¡Dime que no! ―Gritó fuera de sí. ―¡¿Cómo has...?! Cristal... tú... ―Murmuró, cambiando el tono de voz. ―No, no, no, no puedes. ―La aferró con más fuerza creyendo, inconscientemente, que quizá, así, no se marcharía.

Luca negó con la cabeza, abatido. Se sentía impotente y disgustado, no sabía cuándo se había cambiado por él, y por qué no se lo había dicho antes. Intentó encontrar una solución a aquello, pero dedujo que no tenía demasiado tiempo. Se sentía exasperado, incapaz de hacer nada por evitar lo que parecía inevitable.

La luz tintineó durante unos segundos, redujo su intensidad, y brilló con destellos blanquecinos. Después, volvió a intensificarse. Luca no dejó de mirarla, sin importarle que la luz fuera demasiado fuerte para sus ojos acostumbrados a la oscuridad.

Cristal le puso la mano tras el cuello y se acercó a él, hasta que sus rostros estuvieron tan solo a unos centímetros.

El resplandor adquirió más fuerza. Cristal vio cómo el brazo que mantenía en alto rodeando el cuello de Luca comenzaba a desintegrarse. Se convertía en partículas de luz que se expandían... Supo que todo su cuerpo repetía el mismo proceso.

Por un momento, le entró el pánico. No volvería a ver a Luca jamás. Pero, si no hubiera hecho aquel trato, tampoco lo habría visto y, además, tendría que sufrir durante el resto de su vida. No, la decisión que había tomado era la correcta. Tenía miedo a morir, al olvido... pero era feliz, porque sabía qué hacía lo correcto.

―Recuerda que una promesa es inquebrantable. No me falles, amor. ―Le susurró al oído, sin cerrar los ojos ni un solo instante, tratando de no pestañear siquiera para llevarse con ella el último recuerdo de su rostro.

La luz la envolvió por completo, y una última irradiación se la llevó de allí.

 

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