Criminal

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Reconocimientos

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Ben Hecht dijo: «Intentar saber lo que pasa en el mundo leyendo los periódicos es como intentar conocer la hora mirando la manecilla de los segundos de un reloj». Teniendo eso en cuenta, leí detenidamente muchas de las ediciones de los años setenta del

Atlanta Journal y del

Atlanta Constitution, cuyos archivos ofrecen una visión fascinante de la vida cotidiana de los ciudadanos de Atlanta. El

Atlanta Daily World presentaba en ocasiones una visión más profunda y compensada de los mismos acontecimientos. El

Atlanta Magazine fue de gran ayuda a la hora de establecer un contexto histórico, incluida esa sección dedicada a lo «mejor de», así como un perfil muy divertido del desinhibido complejo de apartamentos Riverbend. Los artículos del

Cosmopolitan Magazine me proporcionaron muchas ideas sobre los peinados, las celebridades y la forma de conseguir satisfacción sexual en aquella época, muy diferentes a los de hoy en día. Revistas como

Newsweek,

Time Magazine,

Ladies Home Journal y el catálogo de

Sears también fueron de gran ayuda en lo que respecta a la ropa y la decoración utilizada en aquellos años. La página web

AtlantaTimeMachine.com muestra innumerables fotos de antes y después de los principales lugares de la ciudad. Hay un increíble número de anuncios televisivos de los años setenta en YouTube que me quitaron muchas horas de mi vida que nunca recuperaré. Mi único consuelo es que las personas que los colgaron emplearon más tiempo en cargarlos que yo en verlos.

Contraté a Daniel Starer de Reseach for Writers para que me ayudase a recopilar el material que necesitaba para este libro. Pensé que había sido un truco muy inteligente por mi parte hasta que recibí los volúmenes de estudio y me di cuenta de que debía leerlos todos. (En mi página web se enumera la lista completa). Dan también localizó a un hombre llamado Robert Barnes, que realizó un documental sobre el cuerpo de policía de Atlanta en 1975. Robert, un ciudadano nativo de Atlanta, tuvo la amabilidad de enviarme una copia del documental, donde se ven muchos edificios de Atlanta y un buen número de planos tomados desde un helicóptero de Techwood Homes y del centro de la ciudad. También compartió muchos de sus recuerdos de Atlanta, por lo que le estoy sumamente agradecida.

He pasado muchas horas en línea o en persona en el Centro Histórico de Atlanta, la biblioteca Auburn Avenue Research, la biblioteca de Georgia Tech, la biblioteca de la Universidad Pullman del Estado de Georgia y la Biblioteca del Congreso. (¿Te has dado cuenta de que todos esos sitios incluyen la palabra «biblioteca» en sus nombres? Puede que, después de todo, las bibliotecas sean necesarias).

Decir que he descubierto cosas de gran valor en el Centro Histórico de Atlanta sería quedarme corta. Fue allí donde oí por primera vez hablar de

Patrullaje de Patricia W. Remmington: el trabajo y la introducción de los agentes de policía femeninos (University Press of America, 1981). Esta disertación se basa en el trabajo de campo de un año de duración realizado por Remmington sobre el cuerpo de policía de Atlanta en 1975. Ella acompañó a muchos agentes en sus rondas, observó los interrogatorios e incluso le proporcionaron un revólver. Gracias a su trabajo, pude seleccionar las rotaciones de la plantilla, obtener datos estadísticos, conocer detalles de la estructura organizativa y socioeconómica del cuerpo de policía de Atlanta. Puesto que su estudio estaba centrado en las agentes, había transcripciones de entrevistas realizadas con algunos oficiales masculinos y femeninos sobre el trabajo que desempeñaban las mujeres en el cuerpo. Muchos de los código diez y del argot que he empleado («coleguita», «chochete» y «crac»), así como algunas de las bromas que empleaban los agentes, las he sacado de sus observaciones.

Aunque he utilizado su tesis como punto de partida, he hablado también con otras agentes de policía que empezaron a trabajar en los años setenta. Marla Simms del GBI es una de las narradoras más entretenidas que he conocido. También quiero expresar mi agradecimiento a las oficiales de policía Dona Robertson, Barbara Lynch y Vickye Prattes por venir a Atlanta para hablar conmigo. SL, EC y BB también me han proporcionado muchos datos sobre cómo funcionan las cosas hoy en día (o no) en los diversos cuerpos de Georgia. Y, aunque los hombres no quedan muy bien en este libro, también quiero dar las gracias, como siempre, al director Vernon Keenan y a John Bankhead del GBI. En realidad, deseo agradecer a todos los agentes que cuidan de nosotros, porque realizan un trabajo muy encomiable.

Debo mencionar a Reginald Eaves, que aparece en muchas ocasiones en esta historia. Eaves ha sido una figura muy controvertida en la política de Atlanta. En 1978, un escándalo sobre unas pruebas de admisión le obligó a dimitir del cuerpo policial. En 1980, lo eligieron para formar parte de la junta de comisionados del condado de Fulton. En 1984, lo investigaron por extorsión y, finalmente, lo encarcelaron en 1988. Sin embargo, nadie puede negar que, bajo el mandato del comisionado Eaves, la tasa de criminalidad descendió notablemente en Atlanta. Elevó el nivel de formación de los nuevos agentes, desarrolló un método formal de ascenso e hizo que todos los agentes asistieran a clases de «intervención de crisis» para que aprendiesen una mejor forma de gestionar los casos de violencia doméstica. Centró la mayoría de los recursos en los delitos cometidos entre negros y esgrimió que «no importaba lo pobre que una persona fuese. Nunca había una excusa para golpear a una mujer en la cabeza o robarle el bolso». En mi opinión, eso lo convierte en un gran político.

Aunque muchos consideran aún que la década de los setenta fue una época de amor y libertad, las mujeres de ese tiempo tuvieron que afrontar una ardua batalla. Abrir una cuenta bancaria, conseguir un préstamo para comprar un coche o una casa —incluso firmar el alquiler de una vivienda— estaban fuera del alcance de muchas mujeres estadounidenses, a no ser que sus maridos o sus padres las avalasen. (No te pases de lista, Nueva York, hasta 1974 no se abolió la discriminación de género). Hasta 1972, las mujeres solteras no pudieron comprar legalmente píldoras anticonceptivas, aunque muchas tuvieron muchos problemas para encontrar un médico que se las prescribiese o una farmacia que se las proporcionase. La Ley de Discriminación de Género de 1975 tuvo como finalidad reforzar la Ley de Igualdad Salarial de 1963; las mujeres solo ganaban un treinta y ocho por ciento menos de salario que los hombres. El Departamento de Policía de Atlanta, como todos los cuerpos de policía, tuvo que cumplir con la ley. Por eso, poder patrullar fue uno de los pocos trabajos que les otorgó a las mujeres un poder económico y social.

Así fue, en cierta medida, el aspecto progresivo del trabajo policial por parte de las mujeres. La mayoría de los hombres —y muchas mujeres— pensaban que las mujeres no debían desempeñar el trabajo de un agente. Las historias que se describen sobre las personas que se reían cuando una agente aparecía en la escena de un crimen son ciertas. Las mujeres estaban condenadas al fracaso, y se las castigaba cuando no lo hacían. Había muchas áreas prohibidas para ellas en los cuerpos de seguridad. Con eso no quiero decir que los hombres fuesen el único problema. En un artículo de 1974 del

Atlanta Constitution se describen las llamadas que recibían en la comisaría —todas procedentes de mujeres— diciendo que habían visto a una mujer robando un coche patrulla. No podían comprender que la «ladrona» era, en realidad, una agente de policía que hacia la ronda en un coche de policía. (Otra cita, esta procedente de H. L. Mencken: «Misógino: un hombre que odia tanto a las mujeres como ellas se odian entre sí»).

Agradezco a Valery Jackson que me haya dado una visión de la forma de pensar del alcalde Maynard Jackson durante su primera candidatura. Las afirmaciones que hizo en nombre de las mujeres y de las minorías son muy comunes entre los políticos de hoy en día, aunque muy pocos de ellos las aplican tal como él lo hizo. Creo que hablo en nombre de muchos ciudadanos de Atlanta cuando digo que su legado perdura en muchos aspectos positivos.

Vernon Jordan fue de gran ayuda al darle contexto a esta historia. Le agradezco sus perspicaces sugerencias, ya que me dieron la clave para desentrañar la forma de narrar. Aunque digas que no me proporcionaste muchos detalles, lo hiciste. Además, estoy segura de no ser la única persona a la que le has causado ese efecto.

Linda Fairstein no es una de mis autoras favoritas, pero es una mujer que sirvió en primera línea en la primera Unidad de Delitos Sexuales de Nueva York. Su innovador trabajo fue posible gracias a las mismas becas LEAA que beneficiaron a muchas mujeres para poder dedicarse a ser policía. Linda, te agradezco los esfuerzos por transmitir una imagen positiva de todas las mujeres del país.

Debo mostrar un especial agradecimiento a Jeanene English por mostrarme cómo se hacen las extensiones de pelo. A Kate White, por recordarme constantemente los grandes logros que pueden conseguir las mujeres cuando se apoyan entre sí. Y a Monica Pearson (cuyo nombre de soltera es Kaufman) por una de las tardes más agradables que he pasado en mi vida. A Emily Saliers por contarme cosas sobre tu Atlanta. Y, aunque nunca tuve el honor de conocer a Tyne Daily o Sharon Gless, cualquier mujer de mi edad sabe que esta historia tiene una deuda de gratitud muy especial con ambas.

Como siempre, el doctor David Harper me ayudó a que Sara y Pete pareciesen saber lo que estaban haciendo. También creo que debo decir algo acerca del hospital Grady, el hospital público más grande del país. Este gigantesco edificio en forma de H es un testamento a lo mejor y lo peor de nosotros. El trabajo de Sara en la sala de urgencias no es nada comparado con el trabajo que se desempeña en el verdadero Grady, principalmente porque se necesitarían miles de páginas para hacer justicia al despliegue de humanidad que se muestra en sus pasillos todos los días. Me quito el sombrero ante los doctores y enfermeras del Grady por afrontar los problemas, en lugar de esquivarlos.

Henrik Enemark, mi traductor danés, me envió algunas fotos geniales sobre su viaje de fin de curso a Atlanta. Ineke Lentin, mi traductora al holandés, fue también de mucha ayuda. Marty, conservador del museo Pram, respondió a una pregunta muy extraña de forma rápida y sin pestañear. Kitty Stockett le prestó su nombre a una prostituta (puede que eso le otorgue a su trabajo la atención que merece). Pam Canale fue la gran ganadora de la subasta para «que aparezca tu nombre en el próximo libro de Karin Slaughter», cuya finalidad es beneficiar al sistema de Bibliotecas Públicas del Condado de Dekalb. Diane Palmer me dio una idea genial. A Debbie T le agradezco su continua ayuda a la hora de reproducir el mundo de Will. Beth Tindall del Cincinnati Media lleva mucho tiempo siendo el administrador de mi sitio web y uno de mis mejores amigos. Victoria Sanders, Angela Cheng Caplan y Diane Golden son el mejor equipo con el que se puede contar. Mi agradecimiento también a Kate Elton, mi buena amiga y mi editora, por facilitarme el trabajo. A Jennifer Hershey, Libby McGuire, Cindy Murray y Gina Centrello les agradezco que hayan traído el beicon a casa y lo hayan frito en una sartén.

Mi padre me regaló toda una noche contándome anécdotas de la parte más vulnerable de Atlanta durante la década de los setenta. Me habló de Mills Lane y del caso de secuestro (así como de Mike Thevis, que seguro que aparecerá en otras historias, aunque no me decido a preguntarle a mi padre sobre su conexión con el hombre que cambió el rostro de la pornografía estadounidense). También le doy las gracias a mi hermana, Jatha Slaughter, por hablarme tan sinceramente sobre su vida. Y a D. A., como siempre, por ser el amor de mi vida.

La historia es algo peligroso, especialmente en manos de una novata. Al realizar las investigaciones pertinentes para esta novela, comprendí que no todo el mundo ve el pasado de la misma forma. Para Atlanta, hay una perspectiva blanca y una perspectiva negra, así como las (en ocasiones opuestas) perspectivas de los hombres y las mujeres dentro de esas categorías. Extrapolar eso a la diversidad cultural de nuestra población actual te hará entender por qué, como escritora, escogí establecerme en un solo punto de vista.

Además, soy novelista, no historiadora, y no me considero una experta en la Atlanta de los años setenta ni en la actual. Me he tomado ciertas libertades con algunos detalles. (No hay edificios de cinco plantas en Techwood Homes. Monica Kaufman, como Spike, el hermano de Snoopy, no apareció en Atlanta hasta agosto de 1975. Y probablemente te arrestarían si pasas mucho tiempo delante del Fours Seasons buscando esa fuente de mármol). Mi principal intención a la hora de escribir este libro fue contar una buena historia. Desde el principio, supe que había varias trampas inherentes a ser una mujer sureña que escribía sobre los problemas raciales y de género. Por eso quiero que, por favor, se sepa que trabajé mucho para asegurarme de que todos —sin importar la raza, la religión, el credo o la nacionalidad— fuesen igualmente vilipendiados.

KARIN SLAUGHTER

Atlanta, Georgia

www.karinslaughter.com

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