Cosmos

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XII. Enciclopedia galáctica

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Una civilización técnica emergente, después de explorar su sistema planetario original y de desarrollar el vuelo espacial interestelar, empezaría a explorar de modo lento y por tanteo las estrellas cercanas. Algunas estrellas carecerán de planetas adecuados: quizás todos serán mundos gaseosos gigantes o diminutos asteroides. Otros contarán con un séquito de planetas adecuados, pero algunos estarán ya habitados o la atmósfera será venenosa o el clima inconfortable. En muchos casos los colonos tendrán que cambiar un mundo —o como diríamos en casa, terraformarlo— para hacerlo más adecuado y benigno. La reingenierización de un planeta exigirá tiempo. Ocasionalmente se descubrirá o se colonizará un mundo favorable de entrada. La utilización de los recursos planetarios para construir localmente naves interestelares será un proceso lento. Al final una misión de exploración y colonización en segunda generación partirá hacia estrellas no visitadas todavía. Y de este modo una civilización podrá abrirse paso lentamente entre los mundos, como una enredadera.

Es posible que en una época posterior, con colonias de tercer orden u orden superior desarrollando nuevos mundos, se descubrirá otra civilización independiente en expansión. Es muy posible que hubiera ya contactos por radio o por otros medios remotos. Los recién llegados podrían ser un tipo diferente de sociedad colonial.

Es imaginable que dos civilizaciones en expansión de exigencias planetarias diferentes se ignoren mutuamente, y que sus formas afiligranadas de expansión se entrelacen sin entrar en conflicto.

Ambas podrían cooperar en la exploración de una provincia de la Galaxia. Incluso civilizaciones próximas podrían pasar millones de años en empresas coloniales de ese tipo, conjuntas o separadas, sin tropezar nunca con un oscuro sistema solar.

Una civilización colonial interestelar, que se difunde de un sistema estelar a otra dando saltos relativamente cortos (verde) se encuentra con otra civilización (rojo) capaz de realizar viajes más largos. (Animación de Dov Jacobson).

Ninguna civilización puede probablemente sobrevivir a una fase de viajes espaciales si no limita antes su número. Cualquier sociedad con una notable explosión de población se verá obligada a dedicar todas sus energías y su habilidad técnica a alimentar y cuidar de la población de su planeta de origen. Esta conclusión es muy potente y no se basa en absoluto en la idiosincrasia de una civilización concreta. En cualquier planeta, sea cual fuere su biología o su sistema social, un aumento exponencial de población se tragará todos los recursos. En cambio, toda civilización que se dedique a una exploración y colonización interestelar seria tiene que haber practicado durante muchas generaciones un crecimiento cero de población o algo muy próximo a él. Pero una civilización con un ritmo lento en el crecimiento de su población necesitará largo tiempo para colonizar muchos mundos, aunque después de encontrar algún fértil Edén se levanten las restricciones que impiden un crecimiento rápido de la población.

Mi colega William Newman y yo hemos calculado que si hubiese emergido hace un millón de años una civilización de viajeros espaciales con un ritmo de crecimiento lento de la población a doscientos años luz de distancia y se hubiese extendido hacia el exterior colonizando en su camino los mundos adecuados, hasta ahora no estarían entrando sus naves estelares de exploración en nuestro sistema solar. Si la civilización más próxima es más joven de lo indicado, todavía no nos habrían alcanzado. Una esfera de doscientos años luz de radio contiene 200.000 soles y quizás un número comparable de mundos de posible colonización. Nuestro sistema solar sería descubierto accidentalmente, si el proceso sigue un desarrollo normal, después de haberse colonizado 200.000 mundos más, y entonces se comprobaría que contiene una civilización indígena.

¿Qué significa que una civilización tenga un millón de años de edad? Tenemos radiotelescopios y naves espaciales desde hace unas cuantas décadas; nuestra civilización técnica tiene unos cuantos centenares de años de edad, las ideas científicas de tipo moderno unos cuantos milenios, los seres humanos evolucionaron en este planeta hace sólo unos millones de años. Si una civilización sigue un ritmo semejante en cierto modo a nuestro actual progreso técnico, una edad de millones de años significa estar mucho más avanzados de nosotros que nosotros de un bebé bosquimano o de un macaco. ¿Podríamos captar siquiera su presencia? ¿Estaría interesada en la colonización o en el vuelo interestelar una sociedad que nos llevara un millón de años de adelanto? La gente tiene su vida limitada en el tiempo por algún motivo. Un progreso enorme en las ciencias biológicas y médicas permitiría descubrir este motivo y aplicar los remedios correspondientes. ¿Es posible que la razón de nuestro interés por el vuelo espacial sea que nos permite en cierto modo perpetuarnos más allá de nuestras vidas limitadas? ¿Podría una civilización compuesta por seres fundamentalmente inmortales considerar la exploración interestelar como algo en el fondo propio de niños? Quizás todavía no nos han visitado porque las estrellas están esparcidas de modo tan abundante en las profundidades del espacio que una civilización próxima, antes de llegar, ya ha alterado sus motivaciones exploradoras o ha evolucionado dando formas que no podemos detectar.

Un tema estándar de la ciencia ficción y de la literatura sobre ovnis es suponer que los extraterrestres son más o menos capaces de lo mismo que nosotros. Quizás disponen de un tipo distinto de nave espacial o de un cañón de rayos, pero en las batallas y a la ciencia ficción le gusta describir batallas entre civilizaciones, ellos y nosotros estamos más o menos igualados. De hecho es casi imposible que dos civilizaciones galácticas entren en interacción al mismo nivel. En cualquier enfrentamiento una de ellas dominará de modo absoluto a la otra. Un millón de años son muchos años. Si llegara una civilización avanzada a nuestro sistema solar, seríamos totalmente impotentes ante ella. Su ciencia y su tecnología superaría en mucho a la nuestra. Es inútil preocuparse sobre las posibles intenciones malévolas de una civilización avanzada con la cual podríamos entrar en contacto. Es muy probable que el solo hecho de que hayan sobrevivido tanto tiempo demuestra que han aprendido a vivir con ellos mismos y con los demás. Quizás el miedo a un contacto extraterrestre sea una simple proyección de nuestro retraso, una expresión de nuestra consciencia culpable ante nuestra historia pasada: los estragos causados en civilizaciones que estaban sólo algo más atrasadas que las nuestras. Recordemos a Colón y los arawaks, a Cortés y los aztecas, incluso el destino de los dingit en las generaciones posteriores a La Pérouse. Lo recordarnos y nos preocupamos. Pero si una armada interestelar aparece en los cielos yo predigo que será muy acomodaticio.

Es mucho más probable un tipo de contacto muy diferente: el caso que ya hemos discutido en el cual nosotros recibimos un mensaje rico y complejo, probablemente por radio, procedente de otra civilización en el espacio, pero con la cual y por lo menos durante un tiempo no entramos en contacto físico. En este caso la civilización transmisora no dispone de medios para saber si hemos recibido el mensaje. Si encontramos el contenido ofensivo o atemorizador, no estamos obligados a contestar. Pero si el mensaje contiene información valiosa, las consecuencias para nuestra civilización serán asombrosas: penetrar en la ciencia y la tecnología de los extraterrestres, su arte, música, política, ética, filosofía y religión, y sobre todo conseguir una desprovincialización profunda de la condición humana. Veremos qué cosas más son posibles.

Creo que la comprensión del mensaje interestelar será la parte más fácil del problema, porque compartiremos ideas científicas y matemáticas con cualquier otra civilización. La parte difícil será convencer al Congreso de los EE. UU. o al Consejo de ministros de la URSS de que dé fondos para la búsqueda de inteligencias extraterrestres.[80] Quizás las civilizaciones puedan dividirse en el fondo en dos grandes categorías: en una de ellas los científicos no consiguen convencer a los no científicos para que autoricen la búsqueda de inteligencias extraterrestres, y las energías se dirigen exclusivamente hacia dentro, nadie pone en duda las percepciones convencionales y la sociedad titubea y se repliega abandonando las estrellas; y en la otra categoría es aceptada ampliamente la gran visión del contacto con otras civilizaciones y se emprende una búsqueda de gran envergadura.

Esta es una de las pocas empresas humanas en la cual incluso un fracaso es un éxito. Si lleváramos a cabo una búsqueda rigurosa de señales de radio extraterrestres que abarcara millones de estrellas y al final no oyéramos nada, podríamos concluir diciendo que las civilizaciones galácticas son como máximo muy raras, y calibraríamos nuestro lugar en el universo. El hecho demostraría elocuentemente lo raros que son los seres vivientes de nuestro planeta, y subrayaría de un modo inigualado en la historia humana el valor individual de cada ser humano. Si tuviéramos éxito, la historia de nuestra especie y de nuestro planeta cambiaría para siempre.

Sería fácil para los extraterrestres hacer un mensaje interestelar artificial carente de ambigüedad. Por ejemplo los primeros números primos, los números que sólo son divisibles por ellos mismos y por la unidad son 1, 2, 3, 5, 7, 11, 13, 17, 19, 23. Es muy improbable que cualquier proceso físico natural pueda transmitir mensajes de radio que sólo contenga números primos. Si recibiéramos un mensaje de este tipo deduciríamos que allí fuera hay una civilización que por lo menos se entusiasma con los números primos. Pero el caso más probable es que la comunicación interestelar sea una especie de palimpsesto, como los palimpsestos de antiguos escritores que no disponían de papiro o piedra suficiente y sobreponían sus mensajes a los ya existentes. Quizás en una frecuencia adyacente o con un ritmo más rápido habrá otro mensaje que será una especie de texto elemental, de introducción al lenguaje del discurso interestelar. El texto elemental se irá repitiendo una y otra vez porque la civilización transmisora no sabrá en absoluto cuándo empezaremos a sintonizar el mensaje. Y luego, a un nivel más profundo del palimpsesto, por debajo de la señal de sintonía y del texto elemental, habrá el mensaje real. La tecnología de la radio permite que este mensaje sea increíblemente rico. Quizás cuando lo sintonicemos nos encontraremos a mitad del volumen 3267 de la Encyclopaedia Galactica.

Descubriremos entonces la naturaleza de otras civilizaciones. Habrá muchas, compuestas cada cual por organismos asombrosamente diferentes de cualquier organismo de nuestro planeta. Su visión del universo será algo distinta. Tendrán diferentes funciones artísticas y sociales. Estarán interesadas en cosas que nunca imaginamos. Al comparar nuestro conocimiento con el suyo, creceremos de modo inmenso. Y después de distribuir la información recién adquirida dentro de la memoria de una computadora, estaremos en disposición de ver qué tipo de civilización vivió en qué lugar de la Galaxia. Imaginemos una gran computadora galáctica, un almacén de información, más o menos al día, sobre la naturaleza y actividades de todas las civilizaciones de la galaxia Vía Láctea, una gran biblioteca de la vida en el Cosmos. Quizás entre las materias contenidas en la Encyclopaedia Galactica haya un conjunto de resúmenes sobre estas civilizaciones, con una información enigmática, tentadora, evocativa, incluso después de haber conseguido traducirla.

Al final, y después de haber esperado todo el tiempo que hubiésemos querido, nos decidiríamos a contestar. Transmitiríamos alguna información sobre nosotros —sólo lo básico para empezar— que sería el inicio de un largo diálogo interestelar, diálogo que nosotros empezaríamos, pero que, a causa de las vastas distancias del espacio interestelar y de la velocidad finita de la luz, sería continuado por nuestros remotos descendientes. Y algún día, en un planeta de una estrella muy distante, un ser muy diferente de nosotros solicitará un ejemplar de la última edición de la Encyclopaedia Galactica y recibirá un poco de información sobre la última sociedad que entró en la comunidad de civilizaciones galácticas.

Posibles resúmenes por computadora de dos civilizaciones tomados de la Encyclopaedia galáctica. (Por Jor Lomberg y el autor).

Resumen posible de una civilización técnica de reciente emergencia sacado de la Encyclopaedia Galactica. (Por Jon Lomberg y el autor).

Un emisario de la Tierra: el Apolo 14 dispuesto para su lanzamiento nocturno a la Luna. El mismo cohete y la misma tecnología nuclear que, mal utilizada, puede provocar un holocausto global, puede llevarnos también a los planetas y las estrellas. (Foto de Dennis Milon).

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