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El hombrecillo verde (Noel Loomis) » II

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II

Fue al día siguiente —día uraniano—, es decir cuando se acordó del hombrecillo verde con las cejas coloradas, Nolos, según dijo se llamaba. En aquellos momentos Engar estaba cansado y somnoliento y apenas era capaz de pensar con claridad; pero se acordó de la advertencia de Nolos y también del ultimátum de Corinne Madison sobre la radiación. Una cosa era del todo segura: después de la afirmación en la que le creía capaz de ir hasta cualquier extremo para desembarazarse de ella, poco más o menos, ni siquiera podía esperarse que aceptara la idea de enviar un mensaje sugiriendo la suspensión de las funciones de la estación…

Dos días más tarde, las columnas estaban trabajando a través de salas de ilinium; Engar comenzaba a relajarse, cuando volvió a aparecer el hombrecillo verde.

—Hola —dijo Engar—. Me alegro de verte.

—¿De veras? —preguntó Nolos. Sus ojos dorados y relucientes abarcaron el laboratorio de intercambio iónico con la mirada—. Siguen aún funcionando las columnas —dijo con su voz pajaril—. ¿Debo juzgar que la respuesta de la Tierra fue negativa?

Engar tragó saliva, luego se permitió el lujo de mostrarse malicioso. Después de todo, esa sería la respuesta si se efectuaba la consulta.

—Eso me temo —dijo.

La cola de pavo real se abrió y se agitó despacio, pero los ojos del hombrecillo no ardieron como la vez anterior.

—Lo siento —dijo por último Nolos—. Nos va a costar un gasto enorme de energía a nosotros cinco.

Engar miró al abanico de la cola del ser y luego a los ojos relucientes; se sintió intranquilo.

—No comprendo por qué estáis en contra de que nos quedemos aquí. Sé que hay algunas cosas que no te gustan, pero en realidad no os hacemos ningún daño, ¿verdad?

—No demasiado… por ahora —admitió Nolas— ¿pero qué pasará mañana?

—¿Mañana?

—Hoy queréis presodimio. Quizás mañana queráis el amoníaco. ¿Qué pasará entonces en Urano? ¿No es la historia de la Tierra un relato continuo de gente que quería algo propiedad de otros seres?

Engar frunció el ceño.

—Es verdad que los terrestres como conjunto son agresivos. Pero es una tara biológica y no algo que podamos rechazar voluntariamente, además, hay muchos de nosotros que creen que eventualmente esa tara será desviada hasta un buen uso del que se beneficie todo el Sistema Solar.

Pero no parecía estar interesado en la discusión. Desapareció…

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