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Correo del caos (Poul Anderson) » 2

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Muchos millones de años más tarde, Ushtu se quedó plantado mirando a la gran máquina, notando una sequedad en la garganta. Su pensamiento era desgarrado, vibrante por la tensión interior, y no podía reprimir el pequeño pánico final antes de embarcarse.

—Es un salto largo.

—Sí —replicó Zanasthuwain despacio—. Sí, lo es. Pero no tengas miedo; sabemos que dará resultado.

—Oh, eso no lo dudo. Es sólo cuestión de más potencia… ¿verdad?

Zanasthuwain agitó la cola para mostrar su asentimiento.

—La energía completa de seis enjambres. No se pueden deformar las líneas mundiales tanto sin expandirse proporcionalmente. Pero sin embargo, no hay diferencia en el principio para los saltitos en el tiempo que hemos estado efectuando durante los pasados cien mil años poco más o menos. Sólo que éste es mayor.

Su pensamiento estaba impregnado de simpatía.

—Comprendo que no te pongas contento ante la idea de ser arrancado de la mente-enjambre… aun cuando sea para un breve período… y quedarte completamente solo, en una era de la que conocemos únicamente que era incomprensiblemente extraña a la nuestra. Pero es justo demasiado distancia para que nosotros mantengamos un rayo comunicador —puso una zarpa en el lomo de Ushtu—. No temas; no estarás mucho tiempo. Te daremos tres días y luego te devolveremos aquí. Es sólo una inspección preliminar.

Esto resulta una tosca expresión de la sutil oleada de pensamientos que se agitaba y giraba entre ellos. Una raza telepática, en la que claramente tenían un lazo subliminal con los demás, en la que en caso de necesidad, cada personalidad separada podía unirse en la gran mente multifacetada que era el alma del enjambre y que sobrevivía a los individuos mortales, abarcándolos… tal raza no necesitaba de la conversación, de la recapitulación y de la discusión entre los miembros, cosa que un no telépata tiene dentro de su propia consciencia.

Sin embargo él no telépata atisba algo de esa especie. Discute consigo mismo; recuerda por centésima vez todos los factores que le condujeron a esta decisión; ensaya de nuevo y se pregunta si lo ha hecho bien después de todo… y finalmente se lanza hacia adelante para escapar de la tortura de sus propias dudas. De una manera vaga las dos personalidades de Ushtu y Zanasthuwain (designaciones que no son del todo nombres personales) reexaminaron las facetas de una decisión que ya habían tomado. Muy hondo dentro de ellos, uniéndoles, corría todavía la fuerte corriente de la mente enjambre, la basta potencialidad viva que ahora les abrumaba y que sin embargo era más real para ellos que el mundo físico exterior.

—Estoy… —Ushtu balbuceó dentro de las limitaciones de su consciencia individual de expresión—. Nunca me vi tan desgajado antes; no conozco de nadie que lo hubiese sido.

—Me parece —pensó reflexivo Zanasthuwain—, que la mente-enjambre conoce unos cuantos casos similares. Una vez nos hemos visto obligados a manejar cierto problema psíquico; y quedó dentro de las más viejas memorias de la raza… más aún que la de cualquier individuo vivo… y allí buceamos en busca de datos. Me parece recordar algo acerca de individuos que han sido desgajados temporalmente y que han regresado para implantar una versión hacia la experiencia en la memoria racial. Pero ha sido sólo un dato pasajero y no se ha quedado en mi memoria personal muy bien.

—Me sentiré muy solitario —pensó Ushtu—. Pero tres días… supongo que puedo soportarlos.

No se le ocurrió revelarse contra la decisión de la mente-colmena. Eso habría sido rebelión contra sí mismo y contra algo más que el propio yo que era su certeza de inmortalidad. Quizás su cuerpo muriese, pero su mente —el sistema de recuerdo y de pensamiento que era su yo esencial— seguiría en la memoria de la raza.

—¡Después de todo… era una misión interesante!

—Descubrirás tanto como puedas sin exponerte a un peligro innecesario —pensó Zanasthuwain—. Más tarde, enviaremos equipos completos de investigación; pero no queremos arriesgar demasiados organismos la primera vez. Te traeremos de nuevo en el tiempo cuando sea necesario y ahora te enviamos al momento aproximado de la extinción de la vieja raza… bueno, lo más cerca que hemos podido calibrarlos… pero dudo que te sea posible descubrir mucho más en este viaje que su exacta apariencia exterior y un poco acerca de sus sistemas de pensamiento y de suptonología. Es más, no importa cuántos científicos enviemos allá a su época, nunca lograremos comprenderles. Eran demasiado extraños a nosotros.

Miró por la ventanilla hacia el panorama desnudo del desierto más allá… yermo, con recortadas rocas, con onduladas dunas, y con una maleza gris en el horizonte. Los ojos de Ushtu siguieron los suyos; era, como si viese los fantasmas diminutos de aquella raza enterrada agitándose bajo el implacable y brillante sol… como si un aumento de antigüedad y de extrañeza soplara por la cansina Tierra. Se estremeció un poco y volvió la mirada hacia la confortadora solidez de la máquina del tiempo.

—El clima era húmedo entonces, ¿verdad? —preguntó Zanasthuwain.

Ushtu agitó la cola. Él —su propio cerebro físico— había sido adiestrado por la mente-enjambre que contenía todo el recuerdo de la raza sobre las conclusiones geológicas y panteológicas, En cierto modo, Zanasthuwain era físico. Cuando la mente-enjambre era requerida, habían partes de él que contribuían más a aclarar tales cuestiones. Pero como individuos, tenían poco conocimiento fuera de sus propias especialidades.

—Por lo menos más húmedo que ahora —replicó Ushtu—. Lo máximo que podemos determinar, aunque la evidencia es condenadamente confusa, resulta que el extremo final de esa época coincidió con una era glacial. Los desiertos parecían ser una excepción, más que la norma general. Luego, de pronto… aparentemente de manera simultánea, con la desaparición de la vieja raza, y con la extinción de la mayor parte de la vida terrestre… La época del desierto comienza, Es más, este caso era mucho más acusado entonces que ahora. La tierra ha reverdecido considerablemente y la humedad aumentó también después de la catástrofe.

—¿Y qué fue… eso?

—¿Quién sabe? Eso es lo que queremos descubrir, ¿verdad? Quizás algún desastre astronómico.

—Improbable —gruñó Zanasthuwain vocalmente para demostrar su impaciencia con esa idea—. Considerando las grandes zonas quemadas encontradas en aquella época, me inclino hacia la teoría de que fue una reacción de conversión total que se escapó de la mano de sus creadores.

—Eso es muy bonito —objeto Ushtu—. Sabemos qué la vieja raza era una especie de mamíferos altamente evolucionados, dividida en varios subtipos y distribuida por todos los continentes. Conocemos que trabajaban con piedra y cemento, y hay motivo para sospechar que habían progresado tan lejos como para llegar hasta los metales. Conocemos que fueron destruidos por la misma catástrofe que barrió todas las altas formas de vida y que obligó a la evolución a comenzar de nuevo. Y eso es todo cuanto sabemos. ¡Pero imaginar que tuviesen energía atómica… bueno, es excesivo!

—Es sólo una sugerencia —vibró Zanasthuwain con una nota de perdón en su pensamiento—. Y sufre por causa del lógico retroceso de cualquier raza que conociese bastante para disparar el gatillo de una conversión total de masa a energía y que no supiera tomar las debidas precauciones. Bueno…, bueno… tendremos que formular hipótesis.

—Eso —vibró Ushtu, no sin una ansiedad sobreponiéndose a sus temores—, es lo que no tendremos que hacer durante mucho tiempo. Pronto sabremos.

La fecha del salto en el tiempo más largo había sido un millón de años, volviendo a los días primitivos de la raza… teoría y práctica estaban de acuerdo en que sólo el pasado era alcanzable; al futuro únicamente puede llegarse por el proceso normal de la espera. Pero el monstruo brillante que asomaba en esta pequeña y mal iluminada y fresca cámara podía lanzar una masa a una impensable distancia en el tiempo; y entonces, soltando las tensiones artificialmente creadas, devolverla a la realidad presente. Enviarla a la edad de aquellas especies misteriosas que vivieron antaño en el planeta, dejaron sus huesos y trabajaron la piedra para confundir al futuro, y luego morir en una extinción general de sus formas de vida más complejas. Las mentes-enjambre de la Tierra estaban más que simplemente curiosas sobre aquel desastre, querían saber por el bien de sus propias vidas. Aquello algún día podía volver a suceder.

—Estoy dispuesto —pensó Ushtu. Avanzó hasta la plataforma del proyector.

Brevemente, como el toque flotante de una mano, otra mente se enlazó a la suya… Chutha, la madre de sus cachorros. Había una ternura en la caricia que impresionó a Ushtu enronqueciéndole la garganta.

—¡Adelante! —Vibró con aspereza.

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