Control

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Capítulo 22

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Capítulo 22

MONICA

La manta con la que me había envuelto olía al viejo Jonathan. Salvia. Humo. Jessica lo había escogido para él, pero igual enterré mi cara en él. Miré fijamente la reja abierta. Un taxi estaba en camino. Si él no se presentaba antes del taxi, simplemente volvería a mi mundo y nunca lo vería de nuevo. No podría ser más duro que antes.

Lo olí antes de oírlo. Al Jonathan de cuero y aserrín. Mire hacia dentro y le vi detrás de la silla cercana a la puerta. Su pelo estaba mojado, pero su ropa seca. Llevaba su máscara de marca registrada de inmutable.

—Esperaste.

—El taxi está llegando.

Él se sentó en la silla.

—Siento haberme descargado en ti.

—Está bien.

—Siento que debo explicarlo.

—Mira, te enfadaste. Sé por qué. —dije.

—No, no lo sabes. —Se apoyó atrás en la silla y cruzó un tobillo encima de su rodilla—. Cuando me casé con Jessica, yo era un lindo hombre vainilla. Teníamos el sexo suficiente, y pensamos que simplemente estábamos bien. Existíamos. Excepto que yo siempre tenía este lugar oscuro debido a lo que pasó con Rachel. Yo era tan joven, y no estaba listo. Y mi padre… bueno, yo no podía mirarlo. Todavía no puedo. Nunca le conté a nadie. Nadie supo sobre eso, excepto Jessica. Su conocimiento me hizo feliz, y estando contento, bueno, yo empecé a tener ideas sobre cómo de bien se sentiría follarla sólo un poco más duro. Sujetar sus manos. Decirle cuándo venirse. Golpear su trasero. —Hizo una pausa, como si recordara algo específico—. No salió muy bien. No sabía cómo detenerme, y ella no supo callarse. Todas sus amigas estaban convencidas de que la maltrataba. Ellas les dijeron a sus maridos, y antes de que lo supiera…

—Nadie estaba hablándote en la muestra de Eclipse.

—Sí. Y la perdí. Cuando te divorcias, no dejas solo a la persona, dejas todos los sueños que tenías con esa persona. Aquéllos son más duros de dejarlos ir. —Descruzo su tobillo y puso sus codos en sus rodillas—. Ahora yo estoy con alguien más, y ella es hermosa conmigo. Pero canta esta canción, y todos la escucharan y pensaran que estoy intentando violarla y abusarla. Todo de nuevo.

—No puedo decirte cómo de apenada estoy.

—Debes cancelar ese taxi.

—Realmente quiero ir a casa.

—No vas esta noche a casa. Ellos encontraron cámaras.

—Oh, Dios. —Mi pecho se sintió como si una púa pasara por él. Esa era mi casa. Siempre había sido mi casa. Me sentía violada y tuve que moler mis dientes para mantenerlos juntos.

—Está ahora limpio. Y no había ninguna en la cocina.

Me reí con alivio. El episodio en el suelo de la cocina fue la primera cosa que me había preocupado y la única cosa que intenté no considerar como una posibilidad.

—Necesitamos averiguar quién lo hizo. Y ahora realmente quiero tenerte vigilada.

Agité mi cabeza.

—Me quedaré con Darren.

—Esa no es una solución a largo plazo.

Me moleste. Él había tomado la conversación y la había hecho suya.

—Jonathan, detente. Las soluciones a largo plazo son mi problema.

—¿Cómo es eso?

Tomé una respiración profunda. Sabía lo que quería decir, pero después de averiguar lo de mi casa, y su historia, no sabía si tenía la fuerza. Me hundí más profundamente en la manta.

—Lo siento, Jonathan. Lo que hice con la canción estuvo mal. Haré todo el control de daños que pueda. Grabaré algo más y se lo daré a Jerry. No puedo hacer que Jessica lo desescuche, pero no es como si ella no supiera sobre tus preferencias.

—Yo conozco a Eddie de Carnival Records, a propósito. Lo conociste en el Loft Club. El compañero de…

—Penn. Cierto. Lo siento. No puedo hacer que él no lo escuche. Quizá piense que eres una mierda sexy ahora.

Él se encogió de hombros y giró sus piernas encima del brazo de la silla. Lucía muy relajado para un tipo que parecía que iba a darme correazos hace veinte minutos.

—Fui descuidada con tus sentimientos —continué—, debí de haber pensado primero en ti. Porque es tu vida, y no puedes querer que toda tu mierda pervertida ande suelta por ahí. Quiero decir, se ha terminado, pero no necesitas a tu amante confirmándolo. Pensé sobre eso, y no quiero eso por ahí. Yo podría tocarla como una metáfora, pero por tu reputación no puedo. Entonces nos volvemos la pareja con la que nadie puede hablar porque les hacemos reírse estúpidamente.

Él se rió una pequeña risa amarga, como si supiera exactamente sobre lo que estaba hablando. Lo sabía. Yo era solo una historia repetida para él. Sería la segunda mujer que lo dejaba porque era dominante. Antes de que saliera, me había consolado con el hecho de que él no me amaba y no nos habíamos conocido tanto. Eso parecía falso, sin embargo. Yo iba a herirlo, y no podía evitarlo.

—Así que —continué—, fue cuando comprendí que si voy a estar contigo, no puedo hablar con nadie. Tengo que guardar una parte entera de mi vida cerrada con llave firme o las personas me mirarán. Soy la sumisa aquí. Soy la idiota que consigue su culo zurrado. Soy la única que anda con cardenales en sus muñecas. Tú eres el amo, y yo estoy por bajo de ti. Quiero decir, ¿Qué mierda estoy haciendo? ¿No me preocupo por mi vida y mi carrera? ¿Cómo se supone que levante una pierna en una reunión cuándo el tipo en el otro lado del escritorio está imaginándome con una mordaza de pelota? ¿Cómo puedo verme como un músico que se entrega delante de una muchedumbre si ellos piensan que soy la esclava de un hombre?

El taxi se detuvo en la entrada de autos con un resplandor de faros.

—Lo enviaré de vuelta. —Jonathan giró sus piernas directamente.

Me desenvolví de la manta y me puse de pie.

—No, me voy. Lo que nosotros tenemos no es lo que yo quiero. Es demasiado. Yo nunca me he encontrado a un hombre como tú, y dios no lo permita, nunca lo quiero de nuevo porque no pienso que pueda tomarlo. Ya no puedo imaginarme con nadie más.

Él me miro.

—No estás yéndote, Monica. —Tomó mis manos. Las suyas estaban frías, y la tentación de calentarlas entre las mías era insufrible.

Dije:

—Quería que supieras, antes de que me vaya, que te amo. Creo que no quiero amar a alguien de nuevo, y quizá no lo haga. Quiero decir, mira con lo que viene, ¿no? Mientras más me enamoro de ti, más duro es dejarte. Es la cosa más dura que he hecho alguna vez.

Cuando él estuvo de pie, parecía más alto, más cercano, más sólido.

—No te vas.

—Si me voy.

—No. ¿No ves cómo de perfectos somos? ¿Qué lo que estás rompiendo no es alguna pequeña, pareja sin sentido? No somos una follada casual, y nunca lo fuimos. No desde la primera noche. No desde la primera vez que puse los ojos en ti. Fuiste hecha para mí. Lo negué tanto como pude, pero estamos destinados a estar juntos. Tú eres el mar bajo mi cielo. Estamos confinados en el horizonte.

—Por favor no lo hagas peor. —Mi voz crujió. Dios. Maldición. Estas jodidas lágrimas.

Se enderezo y puso sus brazos alrededor de mí, encerrándome. Cómo encajamos. Cómo su toque se sentía perfecto en mí. Cómo yo lo quise cuando besó mi mejilla y cuello y respiró mi nombre.

—No te vayas. —dijo suavemente—. Te quiero, pequeña diosa. Siempre. Por favor. Dime lo que quieres. Dime lo que tengo que hacer.

El chófer del taxi tocó la bocina.

—Permíteme ir, Jonathan.

—No.

Lo empujé lejos con toda la fuerza que tenía, y todavía él me sostuvo.

—Déjame ir.

Él me apretó más duro.

—Nosotros no hemos terminado.

Quise caer en él, asentir completamente. Ceder ante su abrazo y su toque, permitirle tomarme arriba habría sido tan fácil. Esta noche habría sido bonita y tierna, pero ¿que el próximo día, y la próxima semana, y el próximo mes?

Cuando lo empujé lejos de nuevo, él me soltó. Yo retrocedí, casi cayéndome. Ofreció su mano para ayudarme, pero lo evité.

—Adiós. Lo siento. —dije.

—No lo hagas.

Estaba erguido, su barbilla alta, orgulloso y sus hombros relajados.

—Esto no está terminado.

Quise decirle que lo amaba de nuevo, pero hubiese hecho más daño que bien. Corrí abajo los escalones. El taxi estaba a punto de irse sin mí, pero agarré el asa de la puerta y la abrí. El chófer se detuvo, y yo entré.

Atrás, con una última mirada vi a Jonathan en ese magnífico porche, de pie como si él tuviera completo mando de la situación, cada pulgada un rey.

Continuara...

Burn

Songs of Submission #5

CD Reiss

Así es como va a ser, diosa.

Hasta que no te rindas ante mí totalmente, no voy a tocarte.

Hasta que el mundo sepa que me perteneces, no voy a besarte.

Voy a estar a centímetros de distancia, a tu lado. Voy a susurrar en tu oído y poner mi aliento en tu cuello, pero el calor de mi piel no sentirá el estremecimiento de la tuya hasta que no te comprometas a mí por completo y sin reservas.

CD Reiss

CD Reiss es una autora best-seller de USA Today y Amazon. Ella todavía tiene que cortar leña y llevar agua, lo cual estaba escondido en la letra pequeña. Su abogado está resolviéndolo con Dios, pero mientras tanto, si llamas y ella no contesta, está en el pozo, acarreando baldes.

Nacida en la ciudad de Nueva York, se mudó a Hollywood, California para obtener su maestría en escritura de guiones de la USC. En caso de que quieras saber, eso llevó a ninguna parte, pero realmente empotró la estructura de una historia de televisión en su cabeza lo suficientemente bien como para que tomara un gran riesgo en una serie erótica con estructura de serie de televisión llamada Songs of Submission. Se trata de un multimillonario pervertido colgado de su ex mujer, una cantante ingenua con una boca ocurrente; arte, música y pecado en la ciudad de Los Ángeles.

Los críticos han apodado los libros como "poéticos", "literarios", y "atmosféricamente evocadores", lo que es suficiente halagador para que lo pusiera en una biografía, pero lo suficiente vergonzoso para no decirle a su marido, o él podría pensar que es una especie de charlatana demasiado buena para echarle a los baños una mirada cada par de semanas o cortar leña. Si te la encuentras en persona, deberías llamarla Christine.

 

Traducido, corregido y diseñado en:

Notas

[←1]

Screwball: Bola curva a la inversa.

[←2]

Invictus: es un poema breve por el poeta William Ernest Henley (1849 —1903).

[←3]

Pinakbet (también llamado pakbet o apostar Pinak) es un plato filipino indígena de las regiones del norte de Filipinas.

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