Control

Control


Capítulo 20

Página 21 de 23

C

a

p

í

t

u

l

o

2

0

MONICA

Contarle sobre mi conversación con Jessica, y la canción, pesaba mucho para mí. No podía pensar en nada más. No podía hacerlo en un espacio neutral. No podría tan solo decirle y alejarme. Mi casa estaba invadida.

Jonathan colocó su mano en mi muslo y descansó la otra en el volante.

—Van a salir de ahí para esta noche.

—Sí. Es una casa pequeña. ¿La tuya tomó cuánto tiempo?

—Un par de horas. —Miré por la ventana. Aun así me sentí invadida—. Si no hay nada allí, estas en problemas por hacer algo tan grande de esto.

—Trabajaremos en un castigo acorde. —Él no se veía como si esperara ser castigado, sin embargo. Lucía como si estuviera aplacándome. No me importaba. Hubiera dado cualquier cosa por que fuera aún ayer.

Esperamos mientras la puerta se abrió. Pareció tardarse una eternidad, retumbando y chasqueando en una forma que no recordaba que hiciera antes. Cuando Jonathan tomó mi mano y miró hacia mí, pareció cansado. Hermoso y poderoso como siempre, pero agotado.

—No quiero que te preocupes —dijo.

Apreté su mano.

—Estoy bien.

—Pero quiero que pienses en quien podría haber hecho esto.

—Algo me dice que tienes una idea.

No lo dijo, pero sabía que pensaba que era Kevin. De hecho, Kevin no tenía nada que ganar de estar observándome, no obstante cualquier cosa mala en mi vida, y acosarme era verdaderamente malo, podía ser solo responsabilidad de una persona. ¿La carrera iba mal? Kevin. ¿El espectáculo de arte tiene un inconveniente? Kevin. ¿Mal día en el trabajo? Kevin. ¿Una cámara apuntada a mi porche delantero? Kevin.

Cuando entramos, soltó mi bolso y coloco sus brazos alrededor de mí. Descansó mi cabeza en su hombro. Nos mecimos juntos, enlazados, encajando como piezas de rompecabezas. Besó mi mejilla, mi mandíbula. Un cosquilleó de calor inundó entre mis piernas. Alcé la mirada, dándole acceso a mi cuello. Iba a tomarme de nuevo, y seria lento, dulce y generoso. Sus manos subieron por mi espalda, y puse mis dedos en su cabello mientras besaba mi hombro.

Mi cuerpo gritaba por él. Sólo una vez. Antes de contarle lo que paso en Frontage. Sólo un poco de comodidad. Sólo para estar envuelta dentro de él. No necesitaba una follada. Necesitaba hacer el amor, y la forma en que me tocaba me mostró que lo entendía.

—Jonathan.

—Monica.

—Espera.

—No.

—Por favor.

—Eres mía.

—Mandarina.

Se detuvo y se echó hacia atrás, mirándome a los ojos. Su cabello estaba revuelto, y sus ojos estaban cubiertos de calor.

—Está bien, pequeña diosa. ¿Qué es?

—Tengo que decirte cosas. No puedo posponerlo más.

—Está bien. Vamos por algo de aire. —Tomó mi mano y me llevó al patio.

Nos sentamos en el sillón de afuera, cerca de la oscuridad, lo que aprecié. No quería una luz brillante iluminando nuestra conversación. Sus manos se quedaron sobre mí, acariciando mi palma, mi muslo, tranquilizándome.

—Entonces, viste a Jessica ahí esta noche —dije—. No tengo que contarte esa parte.

—Sí.

—Y nos viste hablando.

—Sí.

—Me dio su tarjeta y se ofreció a contarme todo sobre ti. —Su expresión no cambió—. Dije “no, gracias, si necesito saber sobre Jonathan, se lo preguntaré a él.”

Apretó mi mano.

—Eres perfecta.

—Bueno, tal vez no. preguntó si me habías contado sobre Rachel, y dije que sí. Preguntó si me contaste todo, y casi me fui sobre ella.

—¿De verdad?

—Le dije que no sabía qué era lo que quería, pero que no podía tenerte de vuelta porque eres demasiado bueno en la cama.

Él se rio con fuerza, arrojando su cabeza hacia atrás y mostrándole al cielo nocturno su cara. Su risa llenó el gran patio, e incluso yo sonreí un poco, pero de verdad, ¿qué hombre podría enojarse por eso? quería terminar la conversación ahí. Si me subía a su regazo, él pondría sus brazos alrededor de mí, me llevaría escaleras arriba, y haríamos el amor con dulzura. Sólo el pensamiento de eso hizo que mis brazos cosquillearan.

—No he llegado a la parte incomoda aún.

Limpió las lágrimas de sus ojos y se inclinó hacia atrás, sonriendo, totalmente relajado, su brazo envuelto sobre el respaldo del sofá.

—Adelante, entonces.

—De verdad eres bueno en la cama, ya sabes.

—Gracias. Se necesitan dos.

—Correcto. Bien. Hay una canción —dije la última oración como si hubiera saltado de un acantilado.

Hay una canción. Tres palabras, y estaba comprometida a terminar. Miré hacia mi regazo. No podía mirarlo—. Jessica la escuchó. —Aclaré mi garganta—. La escribí después de que me llamaras sumisa y antes de que te diera la lista. —Miré hacia él. Su sonrisa se había ido—. La grabé como un corte de cero, que es algo que pasa a través de la industria como una muestra. No había escrito una canción en un tiempo, y era todo lo que tenía. Así que, salió bien. Uno de los chicos de las adquisiciones la escuchó y quería escucharme cantarla. Vinieron esta noche.

—¿Cuál es su nombre? ¿El del tipo?

—Eddie algo. —Los ojos de Jonathan se cerraron lentamente, y su boca se tensó—. ¿Qué? —pregunté.

—Escuchémosla.

—¿Escuchar qué?

—La maldita canción.

Mi corazón latió tan rápido que mis costillas iban a romperse. Mis pulmones se estremecieron, llenos y parecieron vaciarse sólo la mitad. No tenía un instrumento para esconderme o un pedazo de papel con mis requerimientos para que él leyera. Sólo tenía dos minutos de pura, cruda y maldita vulnerabilidad en su patio trasero mientras él reflexionaba no sólo sobre lo que pensaba de la canción, sino de mí, lo que sentía por mí, lo que su ex esposa escuchó, y lo que

ella pensó.

—No tiene un nombre aún.

—La canción, Monica. —Su voz era como un ladrillo, romo y duro, sin matices. Él esperó. No sabía que estaba pensando, pero me di cuenta que mientras más tiempo me tomara para empezar, más mierda pasaría por su cabeza, y tal vez eso no era algo bueno.

Canté en mi suave voz de jazz. No lo miré porque no quería ver su reacción. Sólo quería pasar de esto. Comencé a romperme en el último puente, donde pregunté si tendría que hacerle las cosas que él me hizo a mí, porque las preguntas ya no eran sobre el sexo. La canción revelaba demasiado. Mierda. Odié la música en ese instante, cuando canté la última línea. Deseé jamás haber escuchado una nota musical.

Su rostro estaba en sus manos, y sus codos sobre sus rodillas.

—¿Qué estabas pensando?

—En ti.

Él levantó la cara.

—¿Cuándo la

grabaste? ¿Qué demonios estabas pensando?

No pude responder. Había estado pensando en mi misma. Que eso podría ser una oportunidad. Que era una buena canción, y una vez fue canción, fue mía, sin importar sobre que era.

Incluso en la oscuridad, su rostro me atemorizó. Había visto esa expresión antes. En mi padre, justo antes de arrojar algo o destrozar las cortinas de la sala.

—Lo siento —susurré.

—Me alegra que lo sientas. ¿Por qué lo sientes? ¿Exactamente? ¿Lamentas que hayas tenido que contarme o sientes haber sido tan egoísta en primer lugar? Porque no es sobre ti. Es sobre

nosotros, y no somos un gran secreto. A menos que rompamos mañana, esa canción es sobre mí y me seguirá a donde sea que vaya. Mierda, Monica, sé que eres ambiciosa. No espero nada menos. Lo que no esperaba era que hicieras algo tan estúpidamente egoísta.

Incluso aunque estábamos afuera, sentí como si una caja se cerrara a mí alrededor. Si hubiera estado equivocado o si no hubiera podido probarlo, la caja tal vez no se sentiría como si estuviera llenándose de agua y estuviera a tres segundos de ahogarme. Pero me había equivocado. No me di cuenta cuando grabé la canción al principio, pero lo supe cuando la canté frente a Jessica. Había escogido mi ambición por sobre mi respeto hacia él, y no había manera de negarlo.

Su expresión era impasible, amurallada. La caja se llenó más, y me sentí no sólo atrapada, sino sola y asustada. Si él decía otra palabra, perdería el control.

—Está bien, lo entiendo —dije antes de caminar de regreso a la casa.

 

 

Ir a la siguiente página

Report Page