Control

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Capítulo 3

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MONICA

Era una bolsa abrumada cuando caminé al café. Jonathan había llamado a Bordelle y les había dicho que envolvieran todo lo que me había probado en el camerino. Así que fui a Nordstrom y conseguí mi propio condenado vestido. Esperaba que le gustara porque me costó dos semanas de propinas, mucho dinero por algo que acabaría tirado encima de la silla en su porche. Pero necesitaba sentirme correcta conmigo. Lo aceptaba como un dominante en la cama, y eso funcionaba muy bien para nosotros. En el mundo externo, yo era mi propia mujer. 

Salvo los ochocientos dólares en ropa interior. 

Me apresuré a la entrada del Terra Café. Yvonne está sentada en una mesa del patio con su bebé de catorce meses, cuchareando helado fuera de una taza. 

—Chica —dijo ella cuándo nos abrazamos—. ¿Dónde infiernos has estado yendo de compras? ¿Y que con los zapatos?    

Incline mi pie para hacer visible la planta del pie roja. Usaba los zapatos que había conseguido en Barney’s más a menudo de lo que debía, pero dejarlos tirados al fondo de mi armario parecía un crimen. Yvonne me miraba de costado mientras servía el helado. Su afro estaba arreglado cuatro veces el tamaño de su cabeza, sus ojos delineados con oro, y sus labios pintados del color del chocolate justo como su piel. Ella era absolutamente atractiva. 

—¿Te gustan? —pregunté. 

—Sé lo que costaron, porque sé dónde los conseguiste. Así que si me gustan o no me gustan depende.

Me senté y pedí un té verde y una torta de chocolate. Aaron, en su camisa rayada y mameluco, se sentó con su boca abierta. El helado de vainilla goteó fuera de las esquinas de su boca como si fuera un vampiro de helados. 

—Siento lo de tu amiga. —dijo ella—. ¿Eran cercanas?

—Era como una hermana para mí. —Sentí un pequeño tirón en mi garganta, un sollozo empujando en mis entrañas. Lo tragué. No lloro en público. En privado, los últimos días habían sido una avalancha de lágrimas y dolor—. Sin embargo. Estoy bien. Estoy tratando con eso. Todavía no he vaciado su cuarto. Pero de todos modos… ¿cómo va el año escolar? Es tu último año, ¿no?

—Tratando de que acepten mi tesis. Pensando en hacer sobre género en lugar de la raza. Algo con los cuerpos de mujeres y política. 

—Confluencias sexuales. —Mi té vino. 

—Oh, eso es bueno. —Raspó el fondo de la taza—. Ahora, no te pedí que almorzaras para hablar sobre UCLA. 

—El tiempo, ¿entonces?

—¿Mi jefe? ¿Tu anterior jefe? ¿El ardiente gilipollas? ¿Seis dos? ¿Estatura promedio? ¿El castaño rojizo por arriba… y por debajo?   

—No delante del bebé. 

—Oí que él es un dominante. —Escupí mi té—. Bien… —ella continuó—, las palabras se esparcen. Así…  —se deslizó en su silla—. ¿Qué mierda? 

—Yvonne, realmente. Totalmente impropio. —La mire por encima de mi taza, deseando una muerte rápida y sin dolor. Yo había sabido que ella quería preguntarme por Jonathan, pero no sabía que era consciente de sus tendencias. 

—Él es muy privado sobre quién está… —se detuvo—… con quién está pasando el tiempo. Pero todos vimos tu foto en el show de L.A. Mod en el periódico. Y no fue ningún secreto en el velorio de tu amiga. 

—No sé cómo nos llamaría a estas alturas. —contesté. Aaron hizo un largo 

aaaaaahhh de puro deleite. Pataleo bajo la mesa y la vajilla de plata reboto—. Es bonito este bebé. ¿Tú lo hiciste?   

—Yo y ese arrastrado. No puedes negar que es un arrastrado bien guapo. 

—¿Él todavía está acechándote?

—La policía tuvo que venir la semana pasada. Puso una cámara en la ventana de mi alcoba para mirarme dormir. Es dulce ¿no? Oh, y consiguió información de mi cuenta bancaria para poner directamente la manutención de Aaron allí para ahorrarme el problema de ir al banco. Yo dije, hombre, espero que el desorden de personalidad narcisista no sea genético. 

—Siento oír eso. 

—Te llamé para que puedas ayudarme con un poco de escapismo, y hasta ahora eres una gran falla. 

Sabía que preguntaría, y había preparado los límites, pero ella los afectó inmediatamente revelando el rumor dominante. La cosa era, quería decirle. No tenía a nadie para hablar. Darren no quería oírlo. Gabby estaba muerta. Debbie y Jonathan eran amigos. Conocía a algunas de mis amigas mejor que a Yvonne, pero ninguna de ellas había preguntado por el hombre guapo a mi lado. Ellas habían levantado las cejas y se habían presentado. Conseguí llamadas telefónicas, preguntas azarosas, e invitaciones a fiestas. Me negué a todos pero no a Yvonne, probablemente porque ella estaba muy al frente sobre demandar información. 

—Estamos teniendo sexo. —dije—. Mañana por la noche, tenemos una cita, algo que no hemos hecho todavía. 

Ella puso un libro delante de Aaron y se apoyó hacia mí, plegando sus largos y flacos brazos.

—¿Están 

teniendo sexo? ¿Quién eres, tu abuela? Venga. Oí que él está en los látigos y cadenas. 

Apreté los labios entre mis dientes. Tendría que tratar con los rumores en algún punto.

—Nunca le he visto sostener o usar un látigo o una cadena. Ni he observado cualquiera de esas dos cosas en su casa o su alcoba. Sin embargo…  —permití que mi voz se arrastrara fuera y bebí a sorbos mi té—. No negaré que puede haber alguna verdad en esos rumores. 

—Chica. —dijo con no poca excitación. 

Me encogí de hombros, queriendo dejar el tema, pero Yvonne había venido a aprovechar. No estaba saliendo con generalizaciones y admisiones vagas.

—¿Cómo es?  —preguntó. 

—Es increíble. 

—Dime. —Su cuchicheo era ronco con anticipación. 

—No puedo. —susurré en respuesta—. No es cinemático. No es excitante a menos que estés en ello. Él me habla. Me dice lo que quiero antes de que yo lo sepa y antes de que pueda negarme. Soy libre con él, pero no de la manera que piensas. —di vuelta a mi taza de té en el platillo. 

Me detuve. Podría decir más. Podría decirle que él me dominaba, y me sometía dejando ir todo lo que yo espera de mí. Cedía todo el mando, toda la emoción, todos los límites físicos, y haciéndolo, encontré la honestidad sexual. Me sentía más cerca de él de lo que me sentía a nadie más porque él vio partes de mí que yo no hacía. Las temblorosas, débiles y temerosas partes que yo negaba que existieran, él las sacó y acarició. Pensar sobre sus demandas me hacía quererlo de nuevo. Crucé mis piernas, Yvonne no podría entender. 

Su expresión me dijo que tenía razón. Su cara todavía estaba, enmarañada en el drama que rodeaba mis aventuras con un hombre rico. Ella no estaba involucrada tanto exactamente como aprehensiva.

—¿Así que adónde va? ¿Serio? ¿Cosa firme? ¿Sólo sexo?   

—No lo sé.

—¿Cómo te sientes sobre eso?   

Definitivamente no estaba teniendo una respuesta honesta a eso.

—Tomándolo lentamente. Me gusta estar alrededor de él. Estoy también intentando no involucrarme, pero no sé si quedarme aislada está funcionando.

Aaron se fastidio, y Yvonne lo sacó de su silla. Él descansó su cabeza en su hombro.

—¿Te compras los zapatos y la ropa interior?  —preguntó. 

—Claro que no. Los zapatos solo…  —fruncí mis labios. No me gustaba donde ella iba, y yo no tenía el corazón para golpearla de la manera en que había golpeado a Darren. 

—Voy a preguntarte algo porque me gustas. Puedes conseguir tus bragas en una torcedura si quieres, pero no deberías.

—No puedo contestar.

—¿Él te abusa?   

—¡No!  —lloré—. Dios, Yvonne, ¿qué parte de lo que dije te hace pensar en

 abuso?   

Mi reacción fue ofensiva, no por mí, sino por Jonathan. Ella no lo conocía. No nos conocía juntos. 

Pero no podría sostenerla a mi nivel de lealtad. El tejido retorcido de rabia en mi pecho me sorprendió, sin embargo. ¿La rabia se causó por su implicación de que Jonathan era un abusador? ¿O porque acababa de enterarme que él tenía una reputación? 

Yvonne no podía ver mis neuronas pulsando como fuego de ametralladora continua.

—La  perversión es a menudo una simulación para el abuso y explotación. Sé que no es todavía de esa manera. Pero si se pone incómodo, ¿me llamarás?    

—No. —No sólo no la llamaría, yo no llamaría a nadie. Lo que Jonathan y yo hacíamos, y cómo lo hacíamos, era privado. Que una persona lo supiera me estaba incomodando. 

—Seguro, lo que quieras. Mira, yo sé cómo un tipo bueno puede convertirse en una bolsa de basura en el giro de una moneda de diez centavos, así que todo lo que estoy diciendo es…  —su expresión cambió, como si lo que ella quisiera decir cayera muerto en sus labios. Sonrió en cambio—. Estoy totalmente celosa. Si él 

no está abusando de ti, yo podría tener fe de nuevo en los hombres. Eso es todo.

Exhalé una larga respiración, como si hubiera estado sosteniéndola. Había sido injusta e insensible. La historia de Yvonne incluía a un hermano que la había manoseado y a un novio que la encerró con llave a ella y su hijo cuando él se iba a trabajar. Claro ella armonizó al posible abuso cuando vine con bolsas de ropa cara y un hombre que me ataba y me zurraba para nuestro placer. Empujé mi pastel hacia ella.

—Come, por favor. Tengo que quedarme flaca si quiero verme bien en esta mierda.  

 

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