Control
Capítulo 9
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JONATHAN
No sé cómo puede un hombre sentirse desgarrado y entero al mismo tiempo.
Bajo las mantas, del lado mío de la cama, y de cara hacia ella, aún no me sentía lo suficientemente cerca suyo. Enrollé mis piernas con las de ella, toqué su rostro mientras hablaba, y sostuve su mano sobre el colchón.
Cuando la cargué fuera de la cocina, estaba toda pegajosa en su parte delantera. Su trenza era un gran nudo. Los cachetes de su trasero estaban rosados e irritados. Su garganta estaba llena de mi orgasmo.
La llevé derecho al baño para que nos pudiéramos duchar. Nos enjabonamos, besamos y reímos, pero ella estaba agotada. Sus ojos se cerraban, y sus manos se deslizaban por su cuerpo perezosamente. Cuando terminamos, coloqué una toalla alrededor suyo, y peiné su cabello. Insistió que le hiciera una trenza, así que le hice una trenza floja sobre su espalda, sólo para terminar con ese asunto, y la llevé a la cama.
—Siento haber arruinado el momento con las bolsas de plástico —susurró.
Acaricié su mejilla.
—Está bien. No quiero asfixiarte, Monica. Eso está fuera de mi umbral.
—Estaba asustada.
—Lo sé. Y tampoco quiero que te asustes.
—Debería haber puesto eso en la lista.
—Haremos una nueva lista.
Toqué su frente con mis dedos, y los deslicé por su cara, obligándola a cerrar los ojos.
—Eres mi rey, Jonathan.
Abrió sus ojos, pero lucían pesados. Los besé una y otra vez, párpados, mejillas, nariz, labios y párpados de nuevo, obligándola a que los cerrara una y otra vez. Cuando mantuvo los ojos cerraos, supe que estaba dormida, y yo podía descansar.
Pero no pude hacerlo. Reproduje la noche en mi cabeza mientras miraba por la ventana. Se escuchaban perros ladrando. La sirena de un policía sonó, y luego se alejó. Monica canturreó algo mientras dormía, luego se detuvo. Pensó que iba a asfixiarla. Pensó que iba a poner una bolsa de plástico sobre su cabeza hasta que su cuerpo no aguantara más. Por diversión.
Obviamente, todavía no confiaba en mí. Llevaría tiempo y paciencia. No me había entregado a ninguna mujer desde Jessica porque le había entregado mucho a ella. Mi relación con Monica sólo podía terminar en un lugar. Yo, expuesto ante ella, crudo en los bordes, rompiéndome en una reunión de accionistas. Llorando como…
No me dejé terminar ese pensamiento.
En lo profundo de la noche, cuando todos estaban dormidos, era cuando sucedía. Nunca tuve un sueño profundo, llegando a un máximo de cuatro horas por noche cuando terminé la adolescencia. Tener negocios en Asia me ayudaba. Podía hacer llamadas y mandar e-mails a altas horas de la noche. Llevar muchas mujeres a la cama también ayudaba un poco con las voces, pero las horas más tardías de la noche las seguía pasando solo. Entonces, tomaba el control.
Era la voz de mi padre. Me decía que las cosas que había hecho mal eran irreversibles. Mis errores eran yugos que podían o bien romperme o hacerme más fuerte para arrastrarlos, pero no podía deshacerme de ellos. Casarme con Jessica, que era la única cosa
buena que consideré haber hecho, permanecía en el centro. Arruiné todo cuando intenté introducirla en mis fantasías sexuales. Si me hubiera mantenido callado, haciendo las cosas a su manera, habría sido feliz. En lo profundo de la noche, el remordimiento de poner mis deseos por sobre el amor me quebraba, me consumía, me arrastraba a la desesperación. Al llegar la mañana, la voz disminuía, pero el tormento continuaba sonando en un círculo infinito hasta que el sol desaparecía bajo la línea del horizonte.
La voz estaba en silencio esta noche, era sólo un susurro de advertencia. Podía ser ese hombre de vuelta muy fácilmente. No era más difícil que tropezarse con algún bulto en la vereda, o cortarme con la navaja mientras me afeitaba, tan sólo necesitaba un desliz en la concentración suficiente para perder el control. Podría caer para cualquier lado de la cuerda floja con tan sólo pestañear en el momento incorrecto.
Me obligué a cerrar los ojos y escuchar la respiración de Monica. Eventualmente, me quedé dormido.