Congo

Congo


Día 12. Zinj » 6. Amy hablar cosas hablar

Página 67 de 78

6Amy hablar cosas hablar

A las tres de la tarde, Elliot y Amy estaban totalmente ocultos entre el follaje de la colina. La única indicación de su presencia era el pequeño cono del micrófono que asomaba entre las hojas. El micrófono estaba conectado a la cámara de vídeo a los pies de Elliot, quien se valía de ella para grabar los sonidos de los gorilas.

La única dificultad era tratar de determinar cuál era el gorila enfocado por el micrófono direccional, y cuál el que enfocaba Amy, y si se trataba del mismo. No podía asegurar que ella estuviera traduciendo las expresiones del mismo animal que él estaba grabando. Había ocho gorilas en el grupo más próximo, y Amy se distraía continuamente. Una hembra tenía un hijo de seis meses, y en un momento dado en que lo picó una abeja, Amy expresó: «Bebé furioso». Pero Elliot estaba grabando a un macho.

—Amy —le dijo él—, presta atención.

«Amy prestar atención. Amy buen gorila».

—Sí. Amy buen gorila. Amy prestar atención.

«Amy no querer».

Elliot maldijo en voz baja, y borró media hora de las traducciones hechas por Amy. Evidentemente, había estado escuchando al gorila equivocado. Cuando volvió a conectar la cinta, decidió grabar al que Amy observaba.

—¿Qué cosa observa Amy? —le preguntó.

«Amy observar bebé».

Eso no servía, porque el bebé no hablaba.

—Amy observar cosa mujer.

«Amy querer observar bebé».

Depender de esa manera de Amy era una verdadera pesadilla: estaba desconectado de la sociedad de los seres humanos y de las máquinas creadas por éstos, a disposición de un animal cuyo pensamiento y cuyo comportamiento desconocía, y a pesar de ello no tenía más remedio que confiar en él.

Después de otra hora, a medida que el sol palidecía, bajó con Amy en dirección al campamento.

Munro planeó todo lo mejor que pudo.

En primer lugar, cavó fuera del perímetro del campamento una serie de pozos semejantes a trampas para elefantes; eran profundos, con estacas afiladas en el fondo, y estaban cubiertos de hojas y ramas.

Ensanchó en varios lugares el foso que rodeaba el campamento, y retiró cualquier tronco o maleza que pudiera ser utilizado como puente.

Cortó las ramas de los árboles que caían sobre el campamento, de modo que si los gorilas subían a ellos, estarían por lo menos a diez metros de altura, con lo que no saltarían a tierra.

A los tres porteadores sobrevivientes —Muzezi, Amburi y Harawi— les dio fusiles para disparar gas lacrimógeno, y varios botes de humo.

Junto con Ross, aumentó la potencia de la cerca perimétrica a casi doscientos amperios. Éste era el máximo de energía que la delgada red podía soportar sin fundirse; se habían visto obligados a reducir las pulsaciones de cuatro a dos por segundo. Pero la corriente adicional convirtió la cerca en una barrera letal. Los primeros animales que la tocaran morirían instantáneamente, aunque también crecía la posibilidad de que se produjese un cortocircuito y la cerca quedara inutilizada.

A la caída del sol, Munro tomó su decisión más difícil. Cargó los dispositivos montados sobre los trípodes con la mitad de las municiones que les quedaban. Cuando se terminaran, las ametralladoras dejarían de disparar. Desde ese momento, Munro tendría que confiar en Elliot y Amy y sus traducciones.

Y cuando Elliot estuvo de regreso en el campamento, no parecía muy contento.

Ir a la siguiente página

Report Page