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Día 3. Tánger » 4. Hora de alimentar

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—Es hora de alimentar —dijo Travis alegremente—. ¿A quién tenemos?

—Cinco bailarines en la línea de referencia Beta —respondió Rogers. Rogers era el experto en vigilancia electrónica, el que pescaba a los que escuchaban clandestinamente.

—¿Conocidos nuestros?

—Los conocemos a todos —dijo Rogers, levemente enfadado—. La línea Beta es nuestra principal línea interna, de manera que quien quiera enterarse de nuestro sistema naturalmente se conectará a ella. De ese modo se enterarán de más cosas. Por supuesto, no estamos usando Beta, excepto para casos de rutina, sin código, como impuestos y salarios, ese tipo de cosas.

—Tenemos que preparar una alimentación —dijo Travis. Se refería a poner datos falsos en la línea que era escuchada clandestinamente, para que los recogieran. Era una operación delicada.

—¿Están los oblicuos en la línea?

—Seguro. ¿Con qué quiere alimentarlos?

—Con coordenadas de la ciudad perdida —dijo Travis.

Rogers asintió, enjugándose la frente. Era un hombre corpulento, que sudaba profusamente.

—¿Cómo de buenas?

—Lo mejor posible —dijo Travis—. No vamos a engañar a los oblicuos con estática.

—¿No querrá darles las coordenadas exactas?

—Dios, no. Pero razonablemente cerca. Digamos, a unos doscientos kilómetros.

—Es posible —dijo Rogers.

—¿En código? —preguntó Travis.

—Por supuesto.

—¿Tiene un código que puedan descifrar en doce o quince horas?

Rogers asintió.

—Tenemos una joya. Parece dificilísimo, pero cuando se empieza a trabajar, salta la solución. Tiene una debilidad interna en la frecuencia oculta de las letras. Del otro lado, parece como si hubiéramos cometido un error, pero es descifrable.

—No debe ser demasiado fácil —advirtió Travis.

—Oh, no, se ganarán bien sus yenes. Nunca sospecharán que los hemos alimentado a nuestra conveniencia. Le pasamos el código al ejército y ellos quedaron encantados de poder enseñarnos una lección. Nunca sospecharon que el error era deliberado.

—Está bien —dijo Travis—, preparen los datos y alimentémoslos. Quiero algo que les dé seguridad durante las siguientes cuarenta y ocho horas, o más. Que luego se den cuenta de que los hemos engañado.

—Encantado —dijo Rogers, y se dirigió a la terminal Beta.

Travis suspiró. Pronto comenzaría la alimentación, y esperaba que protegiera a su equipo en el terreno, dándole tiempo para que llegara primero a los diamantes.

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