Congo

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Día 5. Moruti » 1. Zaire

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Manipuló torpemente las hebillas, y cayó a tierra. Mientras se levantaba, vio que Kahega y Ross corrían hacia él. Le preguntaron si estaba bien.

—Muy bien —dijo Elliot, y en realidad se sentía extraordinariamente bien, más lleno de vida que nunca. Al instante siguiente sintió las piernas de goma, y vomitó.

Kahega se echó a reír.

—Bienvenido al Congo —dijo.

Elliot se limpió la barbilla y preguntó:

—¿Dónde está Amy?

Munro aterrizó un momento después. Le sangraba una oreja, ya que Amy, aterrorizada, se la había mordido. Pero la gorila había aceptado la experiencia y fue corriendo sobre los nudillos a ver cómo estaba Elliot. Después de asegurarse de que se encontraba bien, expresó:

«Amy volar no gustar».

—¡Cuidado!

La primera de las cajas Crosslin tocó tierra y estalló como una bomba desparramando equipo y paja en todas direcciones.

—¡Ahí viene la segunda!

Elliot se tiró para que no lo golpeara. La segunda caja dio a unos pocos metros, y recibió latas de comida y cajas de arroz. En el aire se oía el zumbido del Fokker, que seguía dando vueltas. Elliot se puso de pie a tiempo para ver cómo caían las dos últimas cajas Crosslin, mientras los hombres de Kahega corrían a buen resguardo y Ross gritaba:

—¡Cuidado, que ésas tienen los láser!

Era como estar en medio de un bombardeo, pero terminó enseguida. El Fokker se elevó, y el cielo se tornó silencioso. Los hombres empezaron a guardar el contenido de las cajas y a enterrar los paracaídas, mientras Munro impartía instrucciones en swahili.

Veinte minutos después avanzaban en fila india a través de la selva. Iniciaban una marcha de trescientos veinte kilómetros, adentrándose en las inexplorables regiones del Congo, hacia el este, donde los aguardaba una recompensa fabulosa.

Si llegaban a tiempo.

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