Congo

Congo


Día 9. Zinj » 2. Noticias de Swenson

Página 54 de 80

2

N

o

t

i

c

i

a

s

d

e

S

w

e

n

s

o

n

Por un momento, Elliot no reconoció el nombre. ¿Swenson? ¿Quién era Swenson? ¿Un error de transmisión? De pronto, se dio cuenta:

¡la señora Swenson! La mujer que había descubierto a Amy, la que la había llevado a Estados Unidos desde África, y la había donado al zoo de Minneapolis. La mujer que estaba en Borneo desde hacía varias semanas.

SI HUBIÉRAMOS SABIDO MADRE AMY NO MUERTA POR NATIVOS.

Elliot leyó detenidamente el mensaje. Siempre había creído que la madre de Amy había sido muerta por los nativos en una aldea llamada Bagimindi. La habían matado para comerla, y Amy había quedado huérfana…

¿QUÉ SIGNIFICA?

MADRE YA ESTABA MUERTA NO COMIDA.

¿Los nativos no habían matado a la madre de Amy? ¿Ya estaba muerta?

EXPLICAR

SWENSON TIENE FOTO / ¿PUEDO TRANSMITIR?

TRANSMITE, respondió rápidamente Elliot, nervioso.

Se produjo una pausa que pareció interminable, y luego la pantalla de vídeo recibió la transmisión, empezando de arriba hacia abajo. Mucho antes de que la foto llenara la pantalla, Elliot se dio cuenta de lo que era.

Una foto brutal del cadáver de un gorila con el cráneo aplastado. El animal yacía de lomo en un claro de tierra apisonada, presumiblemente en una aldea africana.

En ese momento, Elliot sintió que el misterio que lo preocupaba, que le había ocasionado tanta angustia todos esos meses, se solucionaba. Si hubieran podido comunicarse antes con ella…

La brillante imagen electrónica se oscureció.

Elliot se vio asaltado por un sinfín de preguntas. Había cráneos aplastados en la remota —y supuestamente deshabitada— región del Congo conocida como

kanyamagufa, el lugar de los huesos. Pero Bagimindi era una aldea mercantil sobre el río Lubula, a más de mil quinientos kilómetros de allí. ¿Cómo habrían llegado a Bagimindi Amy y su madre?

—¿Algún problema? —preguntó Ross.

—No entiendo la secuencia. Necesito hacer algunas preguntas…

—Antes de hacerlo —dijo ella—, vuelva a ver la transmisión. Está grabada íntegramente. —Apretó la tecla de repetición.

La conversación transmitida anteriormente fue repetida. Mientras Elliot leía las respuestas de Seamans, una le llamó la atención: MADRE YA ESTABA MUERTA NO COMIDA

¿Por qué no comieron a la madre? La carne de gorila era un alimento aceptable —preciado, en verdad— en esa parte de la cuenca del Congo.

Escribió una pregunta:

¿POR QUÉ MADRE NO COMIDA?

MADRE / CRÍA ENCONTRADAS POR LA PATRULLA EJÉRCITO NATIVO DE SUDÁN TRANSPORTÓ CADÁVER / CRÍA 5 DÍAS A BAGIMINDI PARA VENDER A TURISTAS. SWENSON ALLÍ, fue la respuesta.

¡Cinco días! Rápidamente, Elliot escribió la pregunta importante:

¿DÓNDE ENCONTRADAS?

La respuesta vino enseguida: ÁREA DESCONOCIDA CONGO

ESPECIFICAR.

NO HAY DETALLES. Una breve pausa, luego: HAY MÁS FOTOS.

ENVIAR, pidió Elliot.

La pantalla quedó en blanco, y luego volvió a llenarse, de arriba hacia abajo. Mostró un primer plano del cráneo aplastado de la gorila muerta. Y al lado del cráneo aplastado, una criatura pequeña y negra, acostada, con las manos y patas apretadas y la boca abierta en un alarido.

Amy.

Ross repitió la transmisión varias veces, hasta que finalmente apareció la imagen de Amy, pequeña, negra, dando un alarido.

—No es extraño que haya sufrido pesadillas —dijo Ross—. Probablemente vio cómo mataban a su madre.

—Bueno —dijo Elliot—, al menos podemos estar seguros de que no fueron gorilas los que lo hicieron. No se matan entre sí.

—En este momento —dijo Ross— no podemos estar seguros absolutamente de nada.

La noche del 21 de junio fue tan tranquila que a las diez apagaron las luces infrarrojas nocturnas para ahorrar energía. Casi de inmediato percibieron un movimiento en el follaje que circundaba el campamento. Munro y Kahega apuntaron sus armas. El rumor aumentó, y oyeron un extraño ruido, como un suspiro o una especie de resuello.

Elliot también lo oyó, y se estremeció: era el mismo sonido grabado en las cintas de la primera expedición al Congo. Encendió el magnetófono y apuntó el micrófono en esa dirección. Todos estaban tensos, alertas, expectantes.

Pero durante la hora siguiente, nada sucedió. El follaje se movía alrededor de ellos, pero no vieron nada. Luego, poco antes de la medianoche, el perímetro electrificado estalló en chispas. Munro apuntó y disparó. Ross conectó las luces nocturnas y el campamento se vio bañado en un rojo profundo.

—¿Han visto algo? —preguntó Munro—. ¿Han visto lo que era?

Todos negaron con la cabeza. Nadie había visto nada. Elliot oyó la cinta. Sólo había registrado los disparos de las armas, y el sonido de las chispas. La respiración, no.

El resto de la noche pasó sin novedad.

Ir a la siguiente página

Report Page