City of Dreams

City of Dreams

Nina

—Lo hicimos…

—Sí, lo hicimos. 

Estaba recostada a su lado, las sábanas cubrían nuestros cuerpos desnudos. Frente a mi estaba alguien que, tal vez no amaba, pero su sonrisa me cautivaba. 

Y allí estaba él, sonriente, enrojecido, sudado. Era todo un poema hecho persona, y yo… un pequeño desastre. 

“No debimos...” objeté, “deberíamos estar en clases”. 

“Deberíamos, sí, pero no estamos”. 

Yo sabía perfectamente que una oportunidad así no se presentaría nunca, ¿cómo decirle que no a esa sonrisa?

Doyoung y yo nacimos el mismo año y cursábamos el quinto año de colegio; no éramos novios, no éramos nada. No me gustaba, y estoy segura de que yo tampoco a él. Las hormonas nos jugaron una mala pasada y, un tercero de Mayo ambos perdimos nuestra virginidad. 


————

“…Han pasado los años, pero no dejo de recordar con anhelo el brillo de sus ojos después de ese momento, de como en su torpeza y mi torpeza terminamos haciendo de un lugar común un paraíso solo para dos. Algo que nunca conseguí lograr contigo, aunque te amé y me amaste; aunque construimos nuestra vida juntos después de todos mis errores, nunca fuimos más nada que eso; tú y yo. Espero entiendas por qué me voy.”

Terminé de escribir mi pequeña carta y la dejé del lado de su cama. 

“Ya tenemos tres años viviendo juntos”, pensé. 

Terminé de hacer mis maletas y las de mi hija. Se me hacía muy extraño ver nuestro closet medio vacío, solo con su ropa acomodada.

Mi hija estaba en casa de su abuela ya que no iba a entender todo lo que estaba sucediendo, ella tiene tan solo tres años y la única figura paterna que ha tenido en su vida ha sido Jaehyun. 

Creo que el único momento donde casi me arrepiento de dejarle fue cuando me aproximé al baño a recoger mi cepillo de dientes, posado al lado del de él. Era irónico y gracioso que el de él era rosado y el mío azul, pero así éramos, un desastre. 

Me senté en «nuestra» sala a esperar a que viniera por mi el Uber, ahí fue donde el mundo se me vino abajo y lloré, y lloré…


Después de que me gradué del colegio nunca más supe de Doyoung, me fui de la ciudad a estudiar en la universidad y allí conocí a Lucas. Nuestra relación fue muy simple, sinceramente, simplemente me sentía sola en una ciudad desconocida y creía que él podía protegerme; no estaba equivocada pero no era exactamente lo que quería. 

Volvíamos, terminábamos, volvíamos y terminábamos; así estuvimos durante tres años de universidad hasta el verano del cuarto año, un verano que me cambiaría la vida para siempre…


“Vamos a la playa”. 

“No quiero, Johnny”. 

“C’mon, todos tus amigos quieren ir… Sicheng, Kun, Ten, Luc-“

“No digas su nombre por favor”. Interrumpí a mi compañero de habitación. 

“Eres una aburrida”. 

“Y tú un fastidioso”. 

Cerré la puerta del refrigerador y me dirigí a mi compartido cuarto, típica vida de universitario; hubiese sido aún más aburrida sin el desastre que tenía Johnny en toda la casa. Revistas Playboy, posters, medias olorosas y brownies a medio comer… de igual manera me encantaba estar con él, era muy divertido. 

“Si no vas Lucas irá con otra”. Me gritó desde la sala. 

“¿Tú crees que me importa?”, ya la actitud de Johnny me tenía molesta.

Me levanto de mi cama y en zancadas llego hasta el sofá donde se encontraba. 

“Johnny limpia este desastre por favor, estoy harta de tener que oler tus sucios bóxers”. 

“Make me”, me dijo con una sonrisa. 

“Aún sigo molesta contigo por el incidente del condón”, lo golpe suavemente en el hombro. Él se ríe. 

“Vamos a la playa, por favor, va una chica que me gusta y...” 

“Ok Johnny, lo que tú digas, pero limpia este desastre”. Me doy por vencida.


En mi mente parecía una buena idea ir a la playa con mis compañeros de clases. Lo único malo: todas las universidades de la zona habían planeado lo mismo. Era un completo desastre, una muchedumbre. Y en esa muchedumbre, conocí a Jungwoo. 

Ya estaba lo suficientemente ebria como para poder articular bien, de repente estaba bailando y lo último que recuerdo fue besarlo en un rincón oscuro. 

En la mañana desperté sólo recordando lo hermoso que era. A mi lado estaba Johnny, ebrio hasta el culo con el pantalón a medio abrochar; a mi otro lado estaba mi mejor amigo, Taeyong, también ebrio hasta el culo pero completamente desnudo. Era una escena de película, ahí estaba yo, digna de escultura de capilla sixtina. 

Con cuidado me moví al rededor de ellos solo para descubrir que yo también estaba semi desnuda. 

“Vaya noche”, me eché a reír.

Me serví un vaso con agua del pequeño refrigerador que tenía nuestra habitación de hotel; al voltearme casi muero de un infarto. 

En el mueble de la pequeña sala yacía dormido plácidamente Jungwoo, sin camisa y sin zapatos, completamente babeado. 

Después de el susto me eché a reír y mi voz lo despertó. Aturdido trató de recuperar consciencia, tal vez estaba igual o más confundido que yo. 


————

«Beep» suena mi teléfono. 

El Uber se encuentra afuera. 

Dejo de lado mis pensamientos y mis recuerdos de aquel verano; recojo mis maletas y poco a poco las voy colocando en la camioneta. No derramé ni una lágrima ni volteé a ver «nuestra» casa nunca más.

Cerré la puerta de la camioneta, adiós para siempre, Jung Jaehyun. 


———


“¿Cómo terminé aquí?”

“¿Cómo terminaste aquí?” reí, él también conmigo. 

“¿Hicimos...”

“No lo sé.” Vuelvo a reír, de verdad no lo recordaba. Juzgando que en el lugar se encontraban Johnny y Taeyong, no lo creo. Ellos me sobreprotegian como una hermana menor. 

“Creo que es mejor que te vistas y te vayas”. Le digo a Jungwoo. Él obedece. 

Antes de salir se me acerca y me dice: ¿puedo saber tu nombre? 

“Ya lo sabes…” le dije, y saqué de su bolsillo el papelito que le había escrito la noche anterior; con mi nombre y mi número de teléfono. Él sonrió y miró a mi al rededor, observó las figuras desnudas de Taeyong y Johnny. 

“Creo que es mejor que te vistas… y vengas conmigo.” Me sonrió. 

Vaya, que difícil. 

Era un fuckboy, está de más decirlo, pero qué hermoso era, maldición. 

Pasamos todo el día juntos, curamos nuestra resaca con más alcohol y más baile, con una ducha de playa y un manjar de besos. Estábamos sobrios de placer y ebrios de compañía; todas las esquinas parecían el lugar perfecto. 

No sé cómo es que tengo piel después de pasar ese verano con Jungwoo. Todos los días me sorprendía con algo nuevo, con algo interesante. Todos los días dejaba de lado a mis amigos para hundirme en el mar de posibilidades que se escondían detrás de los labios de Jungwoo. Todos los días dormía y despertaba en una posición distinta, en un sitio distinto y cada vez con menos ropa. El verdadero viaje era él y no la playa. 


————

El Uber estacionó en mi antigua casa luego de tres largas horas de viaje. Han pasado siete años desde que me fui de mi ciudad para no volver, y aquí estoy, desempacando toda mi vida en mi vieja habitación. Desempacando la vida de mi hija en la ciudad que me vio crecer.


————

Me encontraba de nuevo en mi habitación compartida, llorando mientras esperaba un resultado. Johnny se acerca a mi con mi prueba. 

“Positivo…”, me dice, con ojos llorosos. 

Positivo, positivo… un positivo tan negativo. 

Fueron tantas las veces que traté de comunicarme con Jungwoo sin éxito, tantas veces que pierdo la cuenta. Nunca apareció, mi amor de verano se quedó en el verano y había sembrado una semilla en mi que quedaría para siempre. 

Abandoné todo para siempre, la universidad, Johnny... conseguí un trabajo y ahorré por mucho tiempo. Hasta que nació lo más hermoso de mi vida. 

Ella no se parecía mucho a mi, pero sí a su padre. Ironías de la vida. 

La amé más que a nadie y por ella luché todo lo que podía, siempre fue mi inspiración. 

Conseguí un trabajo de medio tiempo en la empresa de Jaehyun, nos enamoramos y vivimos juntos; me aceptó pero más importante, aceptó a mi hija. Pude continuar la universidad y graduarme, tenia suficiente dinero para hacerlo. 

Jaehyun nunca estaba en casa, siempre estaba viajando en reuniones de negocios; pero los fines de semana siempre se aseguraba de volver a «nuestro» hogar, de volver a mis brazos. 


—————

Al terminar de desempacar todo en mi antiguo hogar, decidí dar un paseo por la ciudad. 

Observe tantas cosas que me traían recuerdos, mi vieja escuela, la iglesia... todo estaba exactamente igual a como lo dejé hace siete años. 

Decidí bajarme. 

Nunca he sido una persona verdaderamente religiosa pero la solemnidad de la iglesia siempre me cautivó. Caminé lentamente hacia el altar, se escuchaba el eco de mis tacones en cada paso.

Contemplé minuciosamente los detalles de la pared bañada en oro, era hermoso y contaba una historia. 

Lentamente escucho pasos entrar a la iglesia, muchos de ellos. Bajo mi cabeza y regreso a la salida lentamente, no podía permitirme asistir a misa.

En mi camino entre sillas y sillas lo observé, mirándome fijamente como si observara un objeto extraño. Me costó unos segundos, pero al final lo reconocí. 


————

“Jaehyun, te extraño”, dije al teléfono, “¿cuándo volverás?”

Recibí la misma respuesta que me había dado durante tres años. 

“Cuando termine mi junta de negocios”. 

Pero esta vez fue diferente, esta vez yo sabía que me estaba mintiendo. 


—————

Me sonrió cálidamente y se acercó a mi. 

Su sonrisa no había cambiado en lo absoluto, ni sus pómulos enrojecidos. 

“¿Me recuerdas?” 

“¿Cómo olvidarte?” sonrió. 


Tomábamos un café mientras nos actualizábamos en nuestras vidas. 

Él se había quedado aquí, había estudiado medicina y trabajaba como pediatra. 

Yo soy una simple contadora, graduada a duras penas. 

Le conté de mi, de mi hija, de mi vida. Hablar con él fue como desahogar años reprimidos de dolor y sufrimiento, años de estar rodeada de gente que no me comprendía. 

Nunca me juzgó. 

Era exactamente igual a cómo lo recordaba. 

“Entonces ahora que volviste… espero verte más seguido.” 

Asentí, yo esperaba lo mismo. 

Pasaron los días y los meses y ya mi hija poco a poco se estaba acostumbrando a su nuevo hogar. Tiene solo tres años pero entiende muchísimo, y me pregunta a diario por Jaehyun. 

————

Reviso mi reloj y se me hacía tarde, ya no podía permitirme la vida ostentosa y adinerada que tenía antes, había vuelto a la completa y total normalidad; normalidad que acarrea gastos y responsabilidades, dinero que tenía que generar. 

Salí corriendo de mi casa, en tacones y llovió a medio camino. Empapada en la estación de bus me di cuenta de que me había dejado. 

Me senté a llorar y admito que sollocé, frente a muchas personas, no me importó. 

Me regresé caminando lentamente a casa, empapada de dolor de pies a cabeza.

Escuché su voz gritando mi nombre, era él, era Doyoung. 

Con su impecable y limpia bata de medicina bajó de su automóvil, y me tomó el hombro. 

“¿Qué haces aquí?” Me dice.

Mi instinto me hizo seguir llorando, posé mi cara en su pecho y lo abracé. El me abrazó también. 

Y ahí estábamos, debajo de la lluvia, después de tantos años. 


Me llevó a su casa y me preparó un poco de chocolate caliente. 

Conversamos un rato y tuve la fuerza de comentarle mi secreto mejor guardado. 

“Él estaba casado, y yo era su otra”. Dije con lágrimas en los ojos. 

“Estoy cansada de ser una segunda opción, Doyoung, eso es lo que siempre he sido… lo fui para Lucas, lo fui para Jungwoo, hasta lo fui para Jaehyun…”, el dolor me entrecortaba las palabras. “Siempre fui la segunda, nunca la primera. Cuando me creía feliz, todo fue una mentira. Cuando me creía amada, todo fue un engaño. Siempre fui la segunda, siempre fui la segunda…”. 

Mis llantos retumbaban las paredes de su apartamento, Doyoung se me acercó lentamente y retiró el chocolate caliente de mis manos, y me tomó de ellas. 

“Tú fuiste mi primera” me dijo suavemente, y pude notar la sinceridad de su voz al hablar. “Seguirías siéndolo si te hubieses quedado aquí. Ya he tenido segunda, tercera, cuarta, quinta… no sé, pero fuiste y eres mi primera”. 

Respiré hondo y recordé aquel día de escuela en el cual nos escapamos a su casa y terminamos haciendo el amor en su habitación. Él también lo recordaba. 

Poco a poco se acercó a mi y retiró mi mojado cabello de mi rostro, mientras lo tomaba con sus manos. 

“No sé cómo hacerte feliz, sólo sé que quiero que lo estés”. 

No me besó, no se me acercó más. Solo me dijo esas palabras que se quedaron grabadas en mi para siempre. 

De camino a casa no dijimos una palabra, al estacionarse me despedí de él con un beso en la mejilla. 

“No sé cómo ser feliz, sólo sé que quiero que tú me hagas serlo”. 

Camine hacia la entrada de mi casa cuando escuché la puerta de su carro abrirse, Doyoung me volteó con sus manos y me besó. 

Me besó como no me habían besado antes, me besó como me había besado en nuestra primera vez.

Su toque me calaba hasta en los huesos, no era pasión, no era amor… era algo más. Éramos él y yo, yo y él. 


—————

—Lo hicimos…

—Sí, lo hicimos. 

Estaba recostada a su lado, las sábanas cubrían nuestros cuerpos desnudos. Frente a mi estaba alguien que amaba, cuya sonrisa me cautivaba. 

Y allí estaba él, sonriente, enrojecido, sudado. Era todo un poema hecho persona, y yo… un pequeño desastre. 

“Gracias por existir”. 

“Gracias por volver”. 

Me besó tiernamente en los labios, los cuales ya estaban manchados de mi pintura de labios. 

Le retiré un poco el cabello sudado de la frente y la besé.

“Siempre fuiste mi primera opción, aún cuando no estabas”, me susurró. 

“Nunca me iré, mi lugar está aquí, contigo”. 

Con sus suaves manos tocó gentilmente mi cara y acarició mis ojos. 

“Duerme, hoy ha sido un largo día”. Rió, yo también reí. 

Cerró los ojos y yo seguía contemplándolo y seguía contemplando el anillo de oro que estaba posado sobre su dedo. 

“Gracias por esta noche de bodas”, le susurré. Sonrió suavemente y me acercó a él. 

Ahí entre sus brazos yo estaba en paz, ahí entre sus brazos yo sabía lo que realmente era estar feliz. 

Y dormimos, aunque no nos había falta dormir para vivir en un sueño. 


Report Page