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Sobre los ángeles

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La muerte de Dios dejó a los ángeles en una extraña situación. Quedaron de pronto sobrecogidos ante un interrogante fundamental. Podemos intentar imaginarnos el momento. ¿Qué

apariencia tendrían en el instante en que les invadió aquella duda, anegando la conciencia angélica, tomando posesión de ella con fuerza aterradora? El interrogante era, «¿Qué son los ángeles?».

Novicios en la duda, no habituados al terror, no preparados para la soledad, los ángeles (suponemos) cayeron en la desesperación. La pregunta qué «son» los ángeles tiene una larga historia. Swedenborg, por ejemplo, habló con una gran cantidad de ángeles y recogió fielmente lo que ellos le dijeron. Los ángeles parecen seres humanos, dice Swedenborg. «Que los ángeles son formas humanas, hombres, lo he comprobado yo miles de veces». Y de nuevo: «Por toda mi experiencia, que en este momento es de muchos años, estoy capacitado para declarar que los ángeles son totalmente humanos en la forma, que poseen rostros, ojos, oídos, cuerpos, brazos, manos y pies…». Pero un hombre no puede ver a los ángeles con sus ojos corporales sino únicamente con los del espíritu.

Swedenborg tiene mucho más que decir sobre los ángeles, todo de gran interés: que a ningún ángel le está permitido colocarse detrás de otro y mirarle la parte posterior de la cabeza, pues esto perturbaría el flujo de bien y de verdad que llega del Señor; que los ángeles tienen el Este, donde se ve al Señor como un sol, siempre ante sus ojos; y que los ángeles se visten según su inteligencia. «Algunos de los más inteligentes tienen vestiduras como de llamas, otros tienen vestiduras que brillan como luz. Los menos inteligentes llevan vestiduras de un blanco brillante o de un blanco opaco; y los aún menos inteligentes tienen vestiduras de colores varios. Pero los ángeles del cielo interior no están vestidos».

Es de suponer que todo esto ya no es así.

Gustav Davidson en su útil

Dictionary of Angels, ha recopilado mucho de lo que se conoce sobre ellos. Se citan sus nombres: El ángel Elubatel, el ángel Friagne, el ángel Gaap, el ángel Hatiphas (genio de la elegancia), el ángel Murmur (un ángel caído), el ángel Mqttro, el ángel Rash, el ángel Sandalphon (más largo que una jornada de quinientos años a pie), el ángel Smat. Davidson distingue categorías: Ángeles del Temblor, que rodean el trono celestial; Maestros del Lamento y Señores del Clamor cuya tarea consiste en alabar; mensajeros, mediadores, guardianes, amonestadores. El diccionario de Davidson es un libro muy extenso; su bibliografía incluye más de mil cien citas.

La conciencia angélica anterior ha sido bellamente descrita por Joseph Lyons (en un trabajo titulado

The Psychology of Angels, publicado en 1957). Cada ángel, dice Lyons, sabe todo lo que hay que saber sobre sí mismo y sobre todos los demás ángeles. «Ningún ángel puede hacer nunca una pregunta, porque preguntar implica una situación de no conocimiento, y ser, de algún modo, consciente de no saber. Un ángel no puede ser curioso; no hay nada que pueda causarle curiosidad. No puede maravillarse. Sabiendo todo lo que hay que saber, el mundo del conocimiento posible ha de aparecérsele como una serie ordenada de hechos que se halla absolutamente por debajo de él, completamente fija y clara, y a su alcance…».

Pero esto, igualmente, ya no es así.

Lo curioso de escribir sobre los ángeles es que, muy a menudo, al hacerlo uno viene a escribir sobre los hombres. Los temas son gemelos. Así, uno ve finalmente que Lyons, por ejemplo, está escribiendo realmente, no sobre los ángeles sino sobre los esquizofrénicos —pensando en los hombres mediante la invocación de los ángeles. Lo cual es igualmente cierto respecto a muchos otros trabajos sobre el tema lo cual, suponemos, no escapó a los ángeles cuando comenzaron a considerar su nueva relación con el cosmos, cuando empezaron a barajar analogías (¿se parece un ángel más a un quetzal, o a un hombre? ¿O es quizás más parecido a la música?).

Podemos suponer también que se llevó a cabo algún intento de autodefinición por su función. Un ángel es lo que hace. Por tanto era preciso investigar los nuevos papeles posibles (se recuerda que esto es impura especulación). Después que la alabanza, había durado cientos y cientos de lo que los ángeles usan para medir el tiempo, un ángel propuso que la lamentación fuese función de los ángeles eternamente, como lo había sido anteriormente la adoración. La forma de alabanza sería el silencio, en contraste con el incesante canto de Glorias que había sido su anterior trabajo. Pero no corresponde a la naturaleza de los ángeles el silencio.

Una contrapropuesta fue que los ángeles afirmaran el caos. Tenía que haber cinco grandes pruebas de la existencia del caos, de las cuales la primera era la ausencia de Dios. Seguramente podrían ser localizadas las otras cuatro. La tarea de definición y explicación, podría, de hacerse con la suficiente perfección, ocupar a los ángeles para siempre, al igual que la tarea contraria había ocupado a los teólogos humanos. Pero entre los ángeles no hay muchos entusiastas del caos.

La propuesta más seria, por ser la más radical, de las consideradas por los ángeles fue negativa: pasar del ser al no ser. La tremenda dignidad que este acto significaba, se consideró una manifestación de orgullo espiritual. Se negó la vía negativa.

Hubo otras sugerencias, más sutiles y complicadas unas, menos otras, ninguna irresistiblemente atractiva.

Yo vi a un ángel famoso en la televisión; sus vestiduras brillaban como con luz propia. Habló de la actual situación de los ángeles. Los ángeles, dijo, son como los hombres

en algunos sentidos. El problema de la adoración se considera vital. Dijo que durante un tiempo los ángeles habían intentado adorarse unos a otros, tal como hacemos nosotros, pero finalmente habían descubierto que esto «no era bastante». Dijo que en la actualidad siguen buscando un nuevo principio.

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