Cian

Cian


OCHO

Página 10 de 22

OCHO

Fueron hasta su club en el carruaje de Amélie y no dejó ni un momento de observar su cara, pero seguía sin despertarse; al menos, la herida ya no sangraba. Le había extraído el cuchillo y vendado el costado con su propia camisa, ayudado por Al que era el que estaba conduciendo el coche. Luego, la había metido en el carruaje después de ordenar a Buck que llevara a los sirvientes de Killian al club en uno de alquiler.

Cuando llegaron, le dijo a Devan a gritos que enviara a alguien a buscar a Aidan Perkins. Era uno de los mejores médicos de Dublín y, además, un amigo. La tumbó en la cama de su dormitorio y la desnudó dejándola en ropa interior, luego cambió la camisa que le había puesto en la herida por una toalla limpia, sin atreverse a hacer nada más.

Esperó sentado junto a ella, inmóvil, a pesar de que lo que deseaba era ponerse a aullar, destrozarlo todo y salir a buscar al responsable de que la hubieran herido, seguro de que no había sido una casualidad. Afortunadamente, Aidan tardó poco en llegar. Lo dejó pasar y señaló la cama, pero su amigo quiso hablar con él antes de examinarla:

—Devan me ha contado lo ocurrido. ¿Es grave?

—Tiene una cuchillada en el costado, pero no parece profunda —Aidan asintió con sequedad y se acercó a la cama.

—¿Hace mucho que está inconsciente?

—Veinte minutos, puede que media hora.

—¿Y el golpe del pómulo? —Por alguna razón, a Cian ese ataque le parecía más ofensivo que la herida de las costillas.

—Creo que fue el mismo hijo de puta que le clavó la daga, pero ya está muerto.

—Me alegro. —Aidan sentía la misma piedad que él hacia los que maltrataban a las mujeres: ninguna—. Veamos. —La destapó después de lavarse las manos y echarse alcohol, y luego retiró la toalla—. Tengo que cortarle parte de la ropa interior para poder trabajar. —Cogió unas tijeras y después de escuchar el gruñido de Cian, lo miró arqueando una ceja, antes de añadir—: Si no puedes permanecer callado, prefiero que te vayas. No puedo pelearme contigo y coserla a la vez. Si sirve para tranquilizarte, te diré que la herida no es grave, apenas un rasguño. Ha sangrado tanto y es dolorosa por la cercanía de las costillas.

—Perdona. —Se sentó, decidido a no abrir la boca a pesar de que en su interior odiaba que otro estuviera viéndola prácticamente desnuda. Se obligó a no hacer ningún ruido, pero su tranquilidad se esfumó cuando Amélie se despertó sin que hubieran terminado de coserla. Cian se levantó de la silla y se sentó en la cama sujetándole las manos, ya que intentaba tocarse la herida. Aidan había dejado de coserla y esperaba a que se estuviera quieta para poder seguir.

—Amélie. —Cian hizo un gesto a Aidan para que siguiera cosiéndola, ya que la tenía sujeta por las muñecas. Ella lo miraba con los ojos llenos de lágrimas.

—¿Qué… qué ha pasado? Aidan, me estás haciendo daño —se quejó, intentando no llorar. Se sentía mareada y dolorida, pero el médico estaba muy ocupado con la herida y contestó Cian:

—Te hirieron con un cuchillo, pero no es grave. —Ella quería ver lo que le estaba haciendo Aidan porque notaba unos pinchazos muy molestos en el costado, pero Cian no la dejó mirar—. Ya queda muy poco, Aidan está terminando de coserte. Aguanta un poco más. —Le sorprendió comprobar que ella obedecía cerrando los ojos y respirando profundamente, seguramente estaba poniendo en práctica las enseñanzas de Lee. Él también había oído hablar de sus clases, como todos los amigos de Killian.

—Ya está. —Cuando Aidan terminó de coser y hacerle la cura, levantó la mirada y le dio la impresión de que Cian estaba más pálido y necesitado de unas sales que ella—. No puedes hacer demasiados esfuerzos durante unos días. Voy a dejar unos polvos que hay que poner en la herida dos veces al día, después de lavarla con jabón y secarla. Este ungüento —les enseñó un frasco pequeño de vidrio que tenía una mixtura cremosa en su interior, antes de dejarlo en la mesita que había junto a la cama— es para ese golpe tan feo —señaló el golpe que le había hinchado y amoratado la mejilla—, y estas pastillas son para el dolor. Puedes tomar tres al día como máximo, pero prefiero que las tomes solo en caso de necesidad. —Sacó todo de su maletín y lo fue dejando en la mesilla—. Deberías tomarte una lo antes posible. ¿Hay agua por aquí? —Cian acercó un vaso en silencio y Amélie se incorporó con una mueca y se tragó la pastilla blanca, volviendo a tumbarse enseguida.

—Creo que eso es todo. —Cian lo acompañó a la puerta; los dos esperaron a estar junto a las escaleras para que ella no pudiera escucharlos.

—¿Cómo está de verdad?

—He limpiado a fondo la herida antes de coserla, pero es posible que tenga fiebre. Al menos, con la pastilla que le he dado dormirá unas horas. —Miró con aspecto preocupado hacia la puerta del dormitorio—. Hay que avisar a Killian.

—Fenton ya le había avisado por lo de los asesinatos y ya está de camino. Me imagino que sabes a lo que me refiero… —Aidan asintió antes de que terminara.

—Desgraciadamente, sí. Tuve que examinar a los cadáveres. Una carnicería. —Hizo un gesto de asco pensando en los animales que habían hecho algo así. Al ver la expresión de preocupación de su amigo, le dijo—: Procura que esté cómoda y no dejes de hacerle las curas. Y que beba mucho líquido. No creo que tenga ganas de comer, pero si es así, que lo haga. Y si empeora, llámame a la hora que sea. De todas maneras, mañana volveré a verla.

—Gracias. —Se quedaron callados al escuchar unos pasos que subían por las escaleras. Era Devan.

—Al y Buck esperan abajo con los sirvientes de Killian a que los veas —Aidan asintió.

—¿Dónde están?

—En los dormitorios de los empleados. —Antes de que bajaran, Cian ordenó:

—Devan, manda a alguien a buscar a Fenton. Que le digan que es muy urgente.

—Claro.

En el sótano había cuatro dormitorios para los trabajadores del club que se quedaban a dormir, ya que no se cerraba por la noche.

Cuando volvió a la habitación, Amélie se había calmado. Su mano izquierda reposaba sobre la herida vendada como si ese pequeño gesto la consolara. Acercó una silla a la cama para hablar con ella. Había cosas que necesitaba saber.

—¿Cómo estás?

—Mejor, esta habitación es muy grande. No imaginaba que vivías encima del club, porque debajo está el club, ¿no? —su tono de voz era muy bajo, como si no tuviera energías. Cian asintió mirando a su alrededor intentando adivinar qué pensaría de su casa.

La antigua fábrica que había comprado para albergar el club Enigma tenía unos techos lujuriosamente altos de los que decidió aprovecharse, construyendo su vivienda encima de la primera planta. Era un piso grande y casi la mitad de él lo había destinado a su habitación, en la que se encontraban, y que le servía de dormitorio, comedor y biblioteca. Era donde estaba casi todo el tiempo que no pasaba en el club ya que la cocina no la utilizaba, cualquier cosa que quería se la subían del restaurante. También tenía un baño en el que había instalado un invento reciente llamado ducha y dos dormitorios más.

—Sí, debajo está el club, donde por cierto hay un excelente restaurante. Te lo digo por si luego tienes hambre. —Al ver su mueca de asco decidió no insistir.

—¿Cómo están Tom y Roberts?

—¿Quiénes son esos dos?

—El conductor y el lacayo que me acompañaban.

—¡Ah! Aidan está con ellos ahora mismo, enseguida bajaré a ver cómo están. ¿Hay algo que necesites de tu casa?

—¿No puedo volver allí?

—Ya has oído a Aidan, creo que será mejor que esperes unos días. Además, después de lo que te ha pasado y de lo del ministro, prefiero que te quedes conmigo. Al menos mientras vuelva Killian, así estarás más segura —le sorprendió que ella no se opusiera.

—¿Has sabido algo más sobre los asesinatos del ministro y su familia?

—No, pero va a venir Fenton y se lo preguntaré.

—Tienes que avisar a Sarah y a James de que estoy aquí, para que no se preocupen. Y otra cosa, ¿cómo sabías que necesitaba ayuda?

—Había enviado a los gemelos a que te vigilaran.

—Menos mal, pero la próxima vez que hagas algo parecido, espero que me avises —él asintió con convicción.

—Por supuesto. Una vez aclarado ese punto, dime qué quieres que te traigan de casa de Killian.

—Que James le pida a la doncella que me prepare una bolsa con lo necesario para unos cuantos días, ella sabrá qué meter. —Cian observó con preocupación sus ojeras y la palidez de su rostro. Necesitaba descansar.

—Cuéntame lo que recuerdes sobre los tres vampiros que os han asaltado. ¿Los habías visto antes?

—No, nunca. —Se encogió de hombros—. Puede que quisieran robarme.

—Es posible —aceptó, aunque él sabía que esa no era la finalidad del ataque—. ¿Puedes decirme cómo ha ocurrido todo?

Se lo explicó con voz monótona, interrumpiéndose un par de veces por un bostezo repentino, lo que le confirmó que la pastilla de Aidan estaba empezando a hacer efecto. Cuando terminó, pocos minutos después, Cian tuvo más claro, todavía, que lo ocurrido formaba parte de un siniestro plan.

Amélie, mientras, luchaba por mantener los ojos abiertos, hasta que no pudo más.

—Tengo mucho sueño —musitó, antes de quedarse dormida.

Cian la arropó y le dio un beso antes de marcharse. Si Aidan tenía razón, tenía al menos un par de horas antes de que se despertara.

Primero se dirigió a los dormitorios del sótano donde Aidan estaba terminando de vendar a Tom y a Roberts, y le explicó a Al lo que tenía que decir a James, el mayordomo, cuando los devolviera a casa de Killian. Después, esperó a que Aidan se lavara las manos para que lo acompañara.

Ninguno de los dos habló hasta llegar a su despacho; allí Cian le hizo un gesto para que se pusiera cómodo y su amigo obedeció sentándose con un suspiro, y aprovechó para bajarse las mangas de la camisa que se había remangado para trabajar cómodamente.

—¿Whisky? —Aidan arqueó una ceja.

—Demasiado pronto para mí, pero imagino que para ti no, después de lo de esta mañana… —Cian se sentó con un vaso en la mano y lo miró, suspicaz.

—¿Qué quieres decir?

—Al me ha contado que los tres vampiros estaban muy bien entrenados. Tus chicos se han traído los cuchillos y todo lo que llevaban encima para entregárselo a los de La Brigada. Te habrás vuelto medio loco al encontrarte con Amélie en medio de una pelea como esa.

—¿Por qué dices eso? —El lobo lo miró con una sonrisa burlona.

—Te recuerdo que tengo muy buen olfato y tú despides un olor a emparejamiento inconfundible. —Cian parecía cómicamente alarmado.

—Espero que sea una de tus bromas malas.

—Pues no. Lo siento, pero es la verdad. Si tuvieras algo de lobo, tú también lo notarías. —Levantó la cara y olfateó ligeramente el aire, como si estuviera oliendo un perfume—. No creo que aguantes mucho sin unirla a ti.

—Creía que eso de que podíais olerlo era una leyenda.

—Ya. Bueno, si no quieres nada más tengo que atender a más pacientes, aunque con la factura que te voy a pasar por lo de hoy podría no atender a nadie más esta semana —bromeó.

—¿Cómo están los sirvientes de Killian? Al y Buck no tienen nada grave por lo que he podido ver…

—Esos dos son los que han salido peor librados, pero no tienen nada grave, se curarán en pocos días. En cuanto a los gemelos, son fuertes como toros. Ni siquiera necesitan guardar cama.

—Bien. Envíame la factura cuando quieras.

Después de que se marchara, pudo dedicar algo de tiempo a sus asuntos, aunque se distraía frecuentemente pensando en Amélie. Devan apareció, cuando iba a subir a comprobar si seguía dormida, acompañado por Fenton. Cian se puso en pie y le estrechó la mano. Cuando todos se sentaron, Fenton se explicó:

—Devan me acaba de decir que me habéis enviado un mensaje para que viniera, pero no lo he recibido. He venido porque me he enterado de lo ocurrido por la policía. Han encontrado a los vampiros muertos hace más de una hora y me han pedido que fuera a ver los cadáveres. Por cierto, que no llevaban nada encima —recalcó. Fenton lo conocía bien.

La Brigada y los polis humanos habían pactado, muchos años atrás, informarse mutuamente de todos los sucesos violentos de los que tuvieran conocimiento.

—Devan tiene todas las cosas que esos cerdos llevaban en los bolsillos. Ahora te las dará. No quería que alguien les robara y no pudieras examinar sus pertenencias.

—Me alegro, quizás podamos sacar algo de ahí. ¿Te has fijado en el tatuaje que todos llevaban en la muñeca?

—¿El de la serpiente? —Fenton asintió—. Sí.

—No es la primera vez que lo veo. Creo que es el símbolo de una especie de sociedad secreta. Ah, por cierto, un testigo que te ha reconocido, le ha dicho a los de la policía que te había visto por allí. Quería decírtelo.

—Te habrán preguntado por mí, ¿qué les has dicho?

—Que habrás tenido un buen motivo para cargarte a tres jóvenes vampiros. Afortunadamente, el testigo también les ha comentado que has salvado a una dama. —Cian se dio cuenta de que no sabía a quién se refería, por eso parecía tan tranquilo. Lo mejor era decírselo lo antes posible.

—Era Amélie. —Fenton agrandó los ojos, incrédulo.

—¿Qué Amélie?

—¿Cuántas mujeres conoces con ese nombre, Fenton?

—¡No jodas! ¿Dónde está? —Se puso en pie abruptamente y Cian lo imitó—. ¡Si sigue aquí, me la llevaré a su casa ahora mismo!

—¡De eso nada! ¿Te has dado cuenta de cómo fue el ataque? Iban a por ella, creo que querían secuestrarla. Al final, cuando han visto que no les salía bien la jugada, le han lanzado un cuchillo intentando matarla.

—¿Qué dices? ¿Está herida? —Fenton palideció pensando en lo que le haría Killian cuando volviera.

—Sí, pero está bien. La herida es superficial. —Los ojos de Fenton se achicaron y su cara mostró un gesto de crueldad que no era habitual en él.

—Quiero verla. Ahora. —Cian analizó su rostro y asintió.

—Acompáñame. —Mientras subían las escaleras, le puso al día—: Aidan le ha dado una pastilla para dormir. La ha cosido, pero dice que no es grave, aunque no debe hacer esfuerzos durante unos días. —Fenton se mantuvo callado, asimilando las noticias.

Entró el primero, dirigiéndose a la cama y se quedó de pie al lado de Amélie, contemplándola.

—Está muy tranquila.

—Sí. —Fenton observó cómo Cian la miraba y se sorprendió de no haberse dado cuenta antes. Ahora entendía mejor algunas cosas.

—¿Te haces responsable de ella?

—Sí. Yo cuidaré de ella. —Cian era extremadamente protector y Amélie no podía volver a su vida normal, al menos de momento. Y él no podía ocuparse de ella, ni siquiera tenía tiempo para dormir debido a lo que estaba ocurriendo.

—De acuerdo, pero Killian vendrá en pocos días y querrá que vuelva a su casa. —Cian apretó los labios, sin contestar. Fenton abrió la boca para pedirle que no se aprovechara de las circunstancias, pero no era ningún hipócrita—. Imagino que aumentarás la seguridad del club. No creo que pase nada, pero puede que intenten entrar aquí.

—Ya lo he pensado. En cuanto te vayas, me encargaré de eso. —De repente, se le ocurrió algo—. Fenton, ¿crees que esto puede tener que ver algo con los asesinatos que estás investigando? —Fenton movió la cabeza, indeciso.

—Normalmente, te hubiera dicho que no, pero después de ver esas serpientes… —Se pasó la mano por el pelo, agotado—. No tenemos pistas de quiénes fueron los que mataron al ministro y su familia, pero mi intuición me dice que son los mismos. Me voy, Cian. —Se estrecharon las manos—. Si te enteras de algo u ocurre alguna cosa, dímelo.

—De acuerdo. Lo mismo te digo.

Cuando se marchó, Cian se sentó con Devan y estuvieron distribuyendo los turnos de los hombres para aumentar la vigilancia, de manera que nadie pudiera entrar en el edificio sin su autorización.

Ir a la siguiente página

Report Page