China

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Henry Kissinger

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Hasta el momento de esta decisión, Mao se había planteado como próximo paso militar el ataque a Taiwan, y a tal fin había reunido las principales fuerzas en la provincia de Fujian, en el sudeste de China. Estados Unidos había insistido en una serie de declaraciones —entre ellas, una rueda de prensa de Truman el 5 de enero— en que no iba a bloquear aquella operación.

Truman tomó la decisión de mandar la Séptima Flota al estrecho de Taiwan para apaciguar la opinión pública y limitar el riesgo para los estadounidenses en Corea. Al anunciar el envío de la flota, Truman habló de la importancia de la defensa de Taiwan, aunque también insistió: «El gobierno chino de Formosa debe poner fin a todas las operaciones por aire y por mar contra el continente». Y advirtió además: «La Séptima Flota se ocupará de que esto se cumpla».34

Mao consideró que era inconcebible un gesto de imparcialidad e interpretó como gestos hipócritas las ofertas de seguridad. Según el dirigente chino, Estados Unidos intervenía de nuevo en la guerra civil china. El día después del comunicado de Truman, el 28 de junio de 1950, Mao se dirigió a la octava sesión del Comité Central de Gobierno Popular para describir la iniciativa estadounidense como un paso adelante en la invasión de Asia:

La invasión de Asia por parte de Estados Unidos solo puede provocar la firme resistencia del pueblo asiático. Truman afirmó el 5 de enero que Estados Unidos no intervendría en Taiwan. Él mismo ha demostrado ahora que mentía. Ha roto asimismo todos los acuerdos internacionales que garantizaban que su país no iba a interferir en los asuntos internos chinos.35

En China se pusieron en marcha de inmediato todos los mecanismos del

wei qi. Según los chinos, Estados Unidos había enviado soldados a Corea y la flota al estrecho de Taiwan, con lo que colocaba dos piedras en el tablero del

wei qi, y ambas amenazaban a China con el temido cerco.

Cuando se inició la guerra, Estados Unidos aún no había trazado un plan militar para Corea. Declaró que su objetivo en aquella guerra era el de vencer «la agresión», un concepto legal que llevaba implícito el uso no autorizado de la fuerza contra un ente soberano. ¿Cómo iba a definirse el triunfo? ¿Como un retorno al

statu quo anterior a lo largo del paralelo 38, en cuyo caso el agresor iba a enterarse de que lo peor era no haber vencido, lo que tal vez alentaría otro intento? ¿O tal vez para abordar la agresión hacía falta destruir la capacidad militar de Corea del Norte? No existe constancia de que se planteara tal pregunta en los primeros estadios del compromiso militar de Estados Unidos, en parte porque hacía falta toda la atención gubernamental para defender el perímetro de alrededor de Pusan. Se dejó que fueran las operaciones militares las que determinaran las decisiones políticas.

Después de la aplastante victoria de MacArthur en septiembre de 1950 en Inchon —donde un aterrizaje anfibio sorpresa lejos del frente de Pusan detuvo el avance de los norcoreanos y abrió una vía para la reconquista de Seúl, la capital surcoreana—, la administración de Truman decidió seguir con sus operaciones militares hasta la reunificación de Corea. Dio por supuesto que Pekín aceptaría la presencia del ejército estadounidense a lo largo de la tradicional vía de invasión a China.

Una resolución de la ONU del 7 de octubre autorizó la continuación de las operaciones en territorio norcoreano, aunque esta vez lo hizo la Asamblea General sirviéndose de un órgano parlamentario creado recientemente, la Unión por el Mantenimiento de la Paz, que permitía a dicha Asamblea tomar decisiones sobre seguridad internacional con el voto de dos terceras partes de esta. Autorizó todos «los actos constitutivos» para instaurar «un gobierno unificado, independiente y democrático en el Estado soberano de Corea».36 Se creía que la intervención china contra las fuerzas estadounidenses estaba por encima de la capacidad de este país.

Ninguna de estas perspectivas coincidía remotamente con la forma en que Pekín se planteaba los asuntos internacionales. Después de que las tropas de Estados Unidos hubieron intervenido en el estrecho de Taiwan, Mao calificó de «invasión» de Asia el despliegue de la Séptima Flota. China y Estados Unidos estaban al borde del enfrentamiento a raíz de la interpretación errónea de sus estrategias mutuas. Los estadounidenses hacían todo lo posible por conseguir que China aceptara su idea de orden internacional, basado en organizaciones internacionales como la ONU, de la que era incapaz de imaginar una alternativa. Desde el comienzo, Mao nunca tuvo intención de aceptar un sistema internacional en el que su país no tuviera voz. Así pues, la estrategia militar estadounidense podía conseguir como mucho un armisticio siguiendo la línea divisoria que surgiera a lo largo del río Yalu, que señalaba el límite entre Corea del Norte y China, en caso de que primara el plan de Estados Unidos; y siguiendo alguna otra línea pactada si China intervenía o Estados Unidos se detuviera en seco de forma unilateral antes de la frontera de Corea del Norte (por ejemplo, en el paralelo 38 o en una línea, de Pyongyang a Wonsan, que surgió más tarde en un mensaje de Mao a Zhou).

Lo más sorprendente fue el visto bueno de China a la presencia estadounidense en una frontera que había constituido la ruta de invasión tradicional, y más en concreto, la base desde la que Japón había emprendido la ocupación de Manchuria y la invasión de la parte septentrional de China. Menos motivos tenían aún los chinos para mostrar su pasividad cuando esta postura implicaba un contratiempo en dos frentes: el estrecho de Taiwan y Corea, en parte debido a que Mao había perdido hasta cierto punto el control sobre los acontecimientos en los inicios de la guerra de Corea. Los malentendidos de una y otra parte agravaban la situación. Estados Unidos no contaba con la invasión; a China la cogió de improviso la reacción. Cada cual afianzaba con su propia actuación la interpretación errónea del otro. El proceso se saldó con dos años de guerra y veinte de marginación.

LAS REACCIONES DE CHINA: OTRO ENFOQUE DE LA PREVENCIÓN

Ningún erudito en cuestiones militares habría concebido nunca que el Ejército Popular de Liberación, apenas acabada la guerra civil, equipado tan solo con el armamento requisado a los nacionalistas, podía imponerse a un ejército moderno provisto de armas nucleares. Pero Mao no era un estratega militar convencional. Para comprender la actuación de Mao en la guerra de Corea, hay que tener claro cuál era su visión de lo que en estrategia occidental se denominaría prevención o incluso anticipación, que en el pensamiento chino combina elementos a largo plazo, estratégicos y psicológicos.

En Occidente, la guerra fría y el poder destructor de las armas nucleares han creado la idea de prevención: la amenaza de la destrucción a un posible agresor de una forma desproporcionada respecto a cualquier hipotética ganancia. La eficacia de la amenaza se mide por medio de los hechos que no se producen, es decir, las guerras que se evitan.

Para Mao, la idea occidental de prevención era excesivamente pasiva. El mandatario chino rechazaba una postura en la que su país se viera obligado a esperar para el ataque. Dentro de lo posible, Mao intentaba llevar la iniciativa, un modo de actuar que tenía puntos en común con la idea occidental de anticipación: adelantarse a un ataque asestando el primer golpe. Pero en la doctrina occidental, en la anticipación se busca la victoria y una ventaja en el ámbito militar. El enfoque de Mao sobre la anticipación difería por la extraordinaria atención que dedicaba a los elementos psicológicos. La fuerza que lo motivaba no se basaba tanto en infligir un primer golpe militarmente decisivo como en cambiar el equilibrio psicológico, y no exactamente para vencer al enemigo, sino para alterar su cálculo de riesgos. Como veremos en los capítulos posteriores, las acciones llevadas a cabo por China en la crisis del estrecho de Taiwan de 19541958, en el enfrentamiento en la frontera india de 1962, en el conflicto con los soviéticos a lo largo del río Ussuri de 1969-1971 y en la guerra chino-vietnamita de 1979 aparece el rasgo común de un golpe repentino al que sigue inmediatamente una fase política. En cuanto la cuestión psicológica queda resuelta, según los chinos, se consigue la prevención.37

En el momento en que la perspectiva de anticipación choca con el concepto occidental de prevención puede crearse un círculo vicioso: las acciones que China considera defensivas, el mundo exterior puede verlas como agresivas; las maniobras de prevención de Occidente pueden ser interpretadas como cerco en China. Estados Unidos y China han luchado con este dilema en un sinfín de ocasiones durante la guerra fría, y hasta cierto punto aún no han encontrado la forma de superarlo.

La opinión convencional ha atribuido la decisión china de participar en la guerra de Corea a la determinación estadounidense de cruzar el paralelo 38 a principios de octubre de 1950 y al avance de las fuerzas de la ONU hacia el río Yalu, la frontera entre China y Corea. Otra teoría es la de la agresividad innata de los comunistas, siguiendo el modelo de los dictadores europeos de la década anterior. Los estudios recientes demuestran que ninguna de estas teorías era correcta. Mao y los suyos no tenían planes estratégicos respecto a Corea en el sentido de poner en cuestión su soberanía; antes de la guerra, su máxima preocupación era la de mantener el equilibrio con Rusia en aquel punto. Tampoco pretendían retar militarmente a Estados Unidos. Entraron en la guerra después de largas deliberaciones y mucha indecisión, en una iniciativa de anticipación.

El desencadenante de la planificación fue el envío de soldados estadounidenses a Corea, junto con la neutralización del estrecho de Taiwan. Desde aquel momento, Mao ordenó preparar la entrada de China en la guerra coreana, con el objetivo mínimo de evitar el hundimiento de Corea del Norte, y con la meta revolucionaria máxima de echar de la península a las fuerzas estadounidenses.38 Dio por supuesto —mucho antes de que las fuerzas de Estados Unidos y de Corea del Sur hubieran superado el paralelo 38— que, a menos que interviniera China, Corea del Norte sería derrotada. El freno del avance estadounidense hacia Yalu constituía un elemento añadido. Mao opinaba que creaba la oportunidad de un ataque sorpresa y la posibilidad de movilizar a la opinión pública; no se trataba de un factor de motivación principal. Cuando Estados Unidos hubo rechazado el avance inicial de los norcoreanos en agosto de 1950, la intervención china tuvo ciertos visos de realidad; en cuanto dio la vuelta a la situación bélica y aventajó al ejército norcoreano en Inchon y cruzó el paralelo 38 se convirtió en algo inevitable.

La estrategia china suele presentar tres características destacadas: análisis meticuloso de las tendencias a largo plazo, estudio esmerado de las opciones tácticas y exploración objetiva de las decisiones operativas. Zhou Enlai inició el proceso organizando conferencias de dirigentes chinos los días 7 y 10 de julio —dos semanas después del despliegue estadounidense en Corea— con el objetivo de analizar las consecuencias que habían tenido en China las acciones emprendidas por los norteamericanos. Los participantes acordaron destinar las tropas preparadas en un principio para la invasión de Taiwan a la frontera coreana y constituir con ellas el ejército de defensa de la frontera nororiental, cuya misión iba a ser la de «defender los límites del nordeste y preparar si hacía falta el apoyo a las operaciones bélicas del Ejército Popular coreano». A finales de julio —es decir, cuando habían pasado más de dos meses después de que las fuerzas estadounidenses cruzaran el paralelo 38—, en la frontera coreana se habían reunido más de 250.000 soldados chinos.39

Durante el mes de agosto se siguieron reuniendo el Politburó y la Comisión Militar Central. El 4 de agosto, un mes y medio antes del desembarco en Inchon, cuando la situación militar seguía siendo favorable a las fuerzas invasoras norcoreanas y el frente iba penetrando en Corea del Sur, alrededor de la ciudad de Pusan, Mao, escéptico respecto a la capacidad de Corea del Norte, dijo en el Politburó: «Si los imperialistas estadounidenses salen victoriosos, se embriagarán de éxito y se encontrarán en una situación idónea para amenazarnos. Tenemos que ayudar a Corea; asistir a este país. Podemos hacerlo como fuerza voluntaria y cuando nosotros decidamos, pero hay que empezar a prepararse».40 En la misma reunión, Zhou hizo un análisis muy parecido: «Si los imperialistas estadounidenses aplastan a Corea del Norte se crecerán, se llenarán de arrogancia y estará en peligro la paz. Para asegurar la victoria, hay que aumentar el factor China; con ello puede producirse un cambio en la situación internacional. Debemos adoptar una perspectiva a largo plazo».41 En otras palabras, a lo que tenía que hacer frente China era a la derrota de Corea del Norte, que seguía con su avance, y no a la situación específica de las fuerzas estadounidenses. Al día siguiente, Mao ordenó al alto mando: «Concluid los preparativos durante este mes y estad dispuestos a seguir las órdenes para llevar a cabo las operaciones bélicas».42

El 13 de agosto, el XIII Cuerpo de Ejército de China celebró una reunión de los principales mandos militares para discutir la misión. Los participantes, a pesar de expresar sus reservas sobre la fecha límite de agosto, concluyeron: «China tiene que tomar la iniciativa, colaborar con el Ejército Popular de Corea, seguir adelante sin vacilación y acabar con las ansias de agresión del enemigo».43

Entretanto se llevaban a cabo los análisis de personal y los ejercicios sobre el mapa. Todo ello llevó a los chinos a unas conclusiones que los occidentales habrían considerado contrarias a toda lógica y que tuvieron como efecto la idea de que China podía ganar una guerra contra las fuerzas armadas estadounidenses. Según el argumento de los comunistas, los compromisos de Estados Unidos en el mundo limitarían su despliegue militar a un máximo de 500.000 efectivos, mientras que China podía echar mano de 4 millones de soldados. La proximidad respecto al campo de batalla les daba, por otra parte, una ventaja logística. Los planificadores chinos también contaban con el factor psicológico, pues la mayor parte de la población mundial iba a apoyar a China.44

Ni siquiera la probabilidad de una guerra nuclear acobardó a los planificadores chinos, tal vez porque no poseían experiencia directa en cuanto a armamento nuclear ni medios para adquirirlo. Concluyeron (no sin ciertas discrepancias importantes) que no era probable una respuesta nuclear por parte de Estados Unidos, dada la capacidad nuclear soviética y el riesgo, teniendo en cuenta el «modelo rompecabezas» del despliegue en la península, de que un ataque nuclear estadounidense contra las tropas chinas en Corea pudiera causar también destrozos en sus propias filas.45

El 26 de agosto, Zhou se dirigió a la Comisión Militar Central para resumir la estrategia china diciendo: «Pekín no debe abordar el problema coreano considerándolo meramente algo que atañe a un país hermano o una cuestión relacionada con los intereses del nordeste. Al contrario, tiene que verlo como un asunto internacional importante. Corea es, en efecto, el centro de las luchas en el mundo. [...] Después de conquistar Corea, Estados Unidos atacará sin duda a Vietnam y a otros países coloniales. Por consiguiente, el problema coreano es como mínimo la clave de Oriente».46 A causa de los últimos reveses en Corea del Norte, Zhou insistía: «Nuestro deber tiene ahora un peso mucho mayor [...] y debemos prepararnos para lo peor y hacerlo con rapidez». Zhou hizo hincapié en la necesidad de la reserva, para, en palabras suyas: «Entrar en la guerra y asestar un golpe súbito al enemigo».47

Todo esto tenía lugar unas semanas antes del desembarco anfibio de MacArthur en Inchon (previsto de antemano por un grupo de estudio chino) y más de un mes antes de que las fuerzas de la ONU cruzaran el paralelo 38. En resumen, China entró en la guerra sobre la base de una minuciosa valoración de las tendencias estratégicas y no como reacción a una maniobra táctica estadounidense o a raíz de una decisión legalista de defender la inviolabilidad del paralelo 38. La ofensiva china constituía una estrategia de prevención contra un peligro que aún no se había materializado, basada en opiniones sobre objetivos esenciales estadounidenses respecto a China que se habían malinterpretado. Era también la expresión de la función clave que ejercía Corea en los cálculos de China a largo plazo, un punto aún más importante en el mundo contemporáneo. La insistencia de Mao en su proceso tal vez estaba influida por su convencimiento de que era la única forma de remediar su aquiescencia en la estrategia de invasión de Kim Il-sung y de Stalin. De lo contrario, los otros dirigentes podían haberle acusado de empeorar la situación estratégica de China con la presencia de la Séptima Flota en el estrecho de Taiwan y de las fuerzas estadounidenses en las fronteras de China.

Los obstáculos con los que se topó la intervención china fueron tan abrumadores que Mao tuvo que hacer valer toda su autoridad para arrancar la aprobación de sus colegas. Dos de los dirigentes principales, entre ellos, Lin Biao, se negaron a aceptar el mando del ejército de defensa de la frontera nordeste con distintos pretextos, hasta que por fin Mao encontró a Peng Dehuai, un comandante preparado par asumir el cometido.

Mao se impuso, como en todas las decisiones clave, y empezaron de forma inexorable los preparativos para la entrada de las fuerzas chinas en Corea. En octubre, las fuerzas estadounidenses y aliadas se trasladaron hacia Yalu, decididas a unificar Corea y a situarla bajo la protección de una resolución de la ONU. Su objetivo era el de defender el nuevo

statu quo con dichas fuerzas, que constituían técnicamente un mando de las Naciones Unidas. Así, los dos ejércitos avanzaron en sentido opuesto como predestinados; los chinos preparaban el golpe mientras los estadounidenses y sus aliados permanecían ajenos al desafío con el que iban a encontrarse al final de su marcha hacia el norte.

Zhou preparó la vía diplomática con sumo cuidado. El 24 de septiembre presentó una protesta a la ONU ante lo que denominó el esfuerzo de Estados Unidos por «extender la guerra de agresión contra Corea, organizar el ataque armado en Taiwan y ampliar la ofensiva contra China».48 El 3 de octubre, advirtió al embajador indio K. M. Panikkar que las tropas estadounidenses cruzarían el paralelo 38, añadiendo: «Si Estados Unidos pasa realmente el paralelo, no podremos quedarnos de brazos cruzados. Tendremos que intervenir. Sírvase informar de ello al primer ministro de su país».49 Panikkar respondió que calculaba que el cruce se produciría durante las doce horas siguientes, pero que el gobierno indio no sería «capaz de emprender una actuación efectiva» hasta que hubieran transcurrido dieciocho horas después de haber recibido su telegrama.50 Zhou respondió: «Esto es cuestión de los estadounidenses. La conversación de esta noche tiene como objetivo aclararle nuestra actitud sobre una de las cuestiones planteadas por el primer ministro Nehru en su carta».51 La comunicación era más para guardar constancia de lo que ya estaba decidido que para pedir la paz, como se ha dicho tantas veces.

En aquel punto apareció en escena Stalin como

deus ex machina para seguir con el conflicto que él mismo había fomentado y no quería dar por terminado. El ejército norcoreano se venía abajo y el servicio de inteligencia soviético de Wonsan contaba (erróneamente) con que se produciría otro desembarco estadounidense en la costa de enfrente. Las preparaciones chinas para la intervención habían avanzado mucho, si bien todavía no eran irremediables. Stalin decidió pedir la intervención china y lo hizo en un mensaje enviado a Mao el 1 de octubre. Al ver que Mao aplazaba la decisión, aduciendo el peligro de la intervención de Estados Unidos, Stalin envió un segundo telegrama. En él insistía en que estaba preparado para brindar apoyo militar soviético en una guerra a gran escala en caso de que Estados Unidos reaccionara ante la intervención china:

Evidentemente he tenido en cuenta también [la posibilidad] de que Estados Unidos, a pesar de que no esté preparado para una guerra de envergadura, podría verse envuelto en una importante contienda por [consideraciones de] prestigio, que, por otra parte, arrastrarían a China hacia la guerra y con ella a la Unión Soviética, vinculada a China por el pacto de asistencia mutua. ¿Debemos temer esta contingencia? Opino que no, puesto que juntos tendremos más fuerza que Estados Unidos e Inglaterra; en cuanto al resto de los estados capitalistas europeos (a excepción de Alemania, incapaz hoy por hoy de proporcionar apoyo a Estados Unidos), no cuentan con unas fuerzas militares serias. Si la guerra es inevitable, hay que iniciarla enseguida y no esperar unos años a que los militares japoneses se hayan recuperado y se coloquen en el bando estadounidense, o a que Japón tenga preparada una cabeza de puente hacia el continente en forma de una sola Corea bajo el mando de Syngman Rhee.52

Aparentemente, esta extraordinaria comunicación parecía afirmar que Stalin estaba dispuesto a entrar en guerra con Estados Unidos para evitar que Corea formara parte de la esfera estratégica de este país. Una Corea unida y proestadounidense —a la que, en opinión de Stalin, tarde o temprano iba a asociarse Japón, una vez que se hubiera recuperado— presentaba, en este análisis, el mismo peligro en Asia que el nacimiento de la OTAN en Europa. Los dos bloques podían convertirse en algo difícil de controlar por parte de la Unión Soviética.

En el momento de la verdad, Stalin no se mostró dispuesto al compromiso que había contraído con Mao, ni tan solo a abordar ningún aspecto de la confrontación directa con Estados Unidos. Era consciente de que el equilibrio de poder no era favorable para el enfrentamiento, y mucho menos para una guerra de dos frentes. Pretendió comprometer el potencial militar estadounidense en Asia e implicar a China en iniciativas que exageraran su dependencia respecto al apoyo soviético. Lo que demuestra la carta de Stalin es que los estrategas soviéticos y chinos evaluaron con gran seriedad la importancia estratégica de Corea, aunque por razones distintas.

La carta de Stalin ponía a Mao en un brete. Una cosa era planificar la intervención en sentido abstracto, en parte como ejercicio de solidaridad revolucionaria, y otra llevarla a la práctica sobre todo con el ejército norcoreano al borde de la desintegración. La intervención china exigía suministros soviéticos y, sobre todo, cobertura aérea, puesto que el Ejército Popular de Liberación en realidad no contaba con unas fuerzas aéreas modernas. Así pues, cuando se planteó el tema de la intervención en el Politburó, Mao obtuvo una respuesta inusitadamente ambigua, que le hizo pensárselo dos veces antes de responder de forma definitiva. Mandó a Lin Biao (quien había rechazado el mando de las fuerzas chinas alegando problemas de salud) y a Zhou a Rusia para tratar de la posible ayuda soviética. Stalin se encontraba de vacaciones en el Cáucaso, pero consideró que podía cambiar sus planes. Obligó a Zhou a desplazarse hasta su lugar de retiro a pesar de que (o tal vez porque) desde la dacha el dirigente chino no tendría forma de comunicarse con Pekín si no era a través de los canales soviéticos.

Zhou y Lin Biao habían recibido instrucciones de informar a Stalin de que, si no se garantizaban los medios, China finalmente no seguiría adelante con lo que llevaba dos meses preparando. Hay que tener en cuenta que China iba a ser el principal escenario de operaciones del conflicto que fomentaba Stalin. La perspectiva dependería totalmente del abastecimiento y del apoyo directo que proporcionara Stalin. Cuando tuvieron que enfrentarse a esta realidad, los camaradas de Mao reaccionaron de forma contradictoria. Algunos de los que se oponían a la iniciativa incluso llegaron a plantear que había que dar prioridad al desarrollo interior. Por una vez, Mao pareció dudar, aunque tal actitud no duró más que un instante. ¿Acaso era una maniobra para obtener la garantía de apoyo de Stalin antes de que las fuerzas chinas se hubieran comprometido de forma irrevocable? ¿O realmente estaba indeciso?

Un síntoma de las divisiones internas chinas es el misterioso caso de un telegrama enviado por Mao a Stalin la noche del 2 de octubre, del que existen dos versiones contradictorias en los archivos de Pekín y Moscú.

En una de las versiones del telegrama de Mao —escrito de su puño y letra, guardado en los archivos de Pekín, publicado en una recopilación china

neibu («solo de circulación interna») de manuscritos de Mao, que probablemente nunca llegó a Moscú—, el dirigente chino decía: «En Pekín hemos decidido enviar parte de nuestras tropas a Corea bajo el nombre de Voluntarios [del pueblo chino] para luchar contra Estados Unidos y su lacayo Syngman Rhee y ayudar a nuestros camaradas coreanos».53 Mao hablaba del peligro que supondría que China no interviniera diciendo: «Las fuerzas revolucionarias coreanas se encontrarán con una aplastante derrota y el agresor estadounidense causará estragos en cuanto haya ocupado toda Corea. Es algo que va en contra de Oriente en sentido global».54 Mao precisaba: «Debemos prepararnos para una declaración de guerra por parte de Estados Unidos y para la subsiguiente utilización de las fuerzas aéreas de este país, que van a bombardear las principales ciudades chinas y sus bases industriales y atacar a la vez con su armada nuestras zonas costeras». China había decidido mandar el 15 de octubre doce divisiones desde el sur de Manchuria. «En un primer estadio —escribió Mao —se desplegarán al norte del paralelo 38 y se centrarán en las tareas defensivas contra las tropas enemigas que cruzan dicho paralelo.» Mientras tanto: «Esperarán la llegada del armamento soviético. Una vez que estén [bien] equipadas, colaborarán con los camaradas coreanos en los contraataques para aniquilar a las tropas agresoras estadounidenses».55

En una versión distinta del telegrama de Mao del 2 de octubre —mandado a través del embajador soviético en Pekín, recibido en Moscú y guardado en los archivos presidenciales rusos—, el dirigente chino informaba a Stalin de que Pekín no estaba preparada para el envío de tropas. Dejaba abierta la posibilidad de que después de otras consultas con Moscú (y, daba a entender, del compromiso de más apoyo militar soviético), Pekín decidiera participar en el conflicto.

Los estudiosos analizaron durante años la primera versión del telegrama como si aquella fuera la única versión operativa; cuando surgió la segunda, algunos se preguntaron si uno de los documentos no era una invención. Lo más plausible es la explicación dada por el erudito chino Shen Zhihua: que Mao redactara la primera versión del telegrama con la intención de enviarlo, pero que, con la división existente entre los mandos chinos, se sustituyera por otro más ambiguo. La discrepancia sugiere que incluso cuando las tropas chinas ya avanzaban hacia Corea, la dirección seguía debatiendo durante cuánto tiempo tenía que esperar un compromiso definitivo de apoyo de sus aliados soviéticos antes de dar el último e irrevocable paso.56

Los dos autócratas comunistas se habían formado en una dura escuela de política de poder, cuyos principios se aplicaban en aquellos momentos mutuamente. En este caso, Stalin demostró ser la quintaesencia de la inflexibilidad. Informó con frialdad a Mao (por medio de un telegrama que entregó Zhou) de que, dada la indecisión de China, la mejor opción sería replegar lo que quedaba de las fuerzas norcoreanas hacia China, donde Kim Il-sung podía formar un gobierno provisional en el exilio. Los enfermos y discapacitados se trasladarían a la Unión Soviética. Stalin afirmó que no le importaba la presencia de estadounidenses en la frontera asiática, puesto que ya se había enfrentado a ellos en las líneas divisorias europeas.

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