Chime

Chime


Capítulo 6

Página 8 de 35

Capítulo 6

¡Por favor, déjalo vivir!

 

Anduve a la deriva a través de las Llanuras. A la deriva, esa es la manera apropiada para navegar por el pantano. No persiguiendo a Rose, no golpeando mi camino a través de los Espíritus de los juncos, sin ninguna posibilidad de detenerme para oír el canto de los juncos. Anduve a la deriva al lado de Eldric, escuchando su bajo silbido. ¿Cómo podía haber olvidado que el pantano no tiene principio? ¿Cómo podía haber olvidado que el pantano simplemente se filtra en la existencia? ¿Que sangra y llora a la existencia?

La picazón se había ido… la picazón de mi cicatriz, la picazón de ansias por el pantano.

Cuan encantador era filtrar, sangrar y llorar en el pantano. Tomaría más de tres años para mí olvidarlo. Si pudiera amar algo, amaría el pantano.

¿Es esto lo que una monja siente cuando corre salvajemente? Tal vez correr salvajemente no tiene porque significar vestir de satén y fumar cigarrillos. Tal vez significa correr en la naturaleza, en el mundo real, en el lodo, la suciedad y el olor al limpio barro de la vida.

El silbido de Eldric se deslizó hasta formar palabras.

—Tu padre dice que conoces el pantano como el dorso de tu mano.

—No estoy interesada en el dorso de mi mano.

—Pero estás interesada en el pantano —dijo Eldric—. Así que, ¿por qué te has mantenido alejada tanto tiempo?

—¡¿Quién te dijo eso?!

—Tú lo hiciste —dijo Eldric.

¿Lo hice? Eldric y yo anduvimos a través del pantano. Barrimos a través de las Llanuras, sangramos alrededor de los restos de los árboles antiguos. El Sr. Dreary cayó detrás de nosotros; él no sabía como ir a la deriva. Se enredó con sus deprimentes piernas.

—Veo que amas el pantano —dijo Eldric.

No amaba nada. Pero no podía decir eso, y no podía explicar por qué había abandonado el pantano.

Había tantas cosas que no podía decir. Que Madrastra me había probado que el pantano y yo, juntos, éramos peligrosos. Que había prometido no volver a poner un pie en el pantano.

Cuando estuviera ahogada en ansiedad, me recordaría a mí misma que el pantano y yo éramos una combinación explosiva. Cuando mordiera mis propios dientes, me recordaría que mis combustiones pantanosas hieren a la gente.

—Siempre hay que cuidar a Rose —dije—. Ella necesita mucho cuidado.

Pero no estaba cuidando a Rose, no ahora. Estaba en el pantano, por segunda vez en dos días, dejando a Rose en la Casa Parroquial. Pero estaba bien, ¿no? Pearl había prometido no quitar sus ojos de Rose, ni siquiera por un momento —aunque le había dicho que podía parpadear—. Todo estaba bien, ¿no? Porque estaba haciendo lo mejor. Lo estaba haciendo para salvar al Sr. Dreary, ¿no? Una bruja es suficientemente malvada para engañarse a sí misma.

Mejor chequéalo… sí, ahí estaba él, en las peores condiciones. Pero no te hagas la tonta, sigue chequeándolo.

—Pero tú siempre has tenido que cuidar de Rose —dijo Eldric.

—No olvides que todos nos enfermamos —dije—. Primero Padre, luego yo, después Madrastra. Rose también, sólo un poco, casi al final de la vida de Madrastra. Cada uno de nosotros tuvimos que preocuparnos por el otro.

Todo esto es para salvar a Padre. Él no cuidaba a nadie, y a mí me importaba eso. Él había estado bastante enfermo el primer año después de casarse con Madrastra. Pero entonces mejoró y se marchó, o tal vez se marchó y mejoró. No lo sé y no me importa. Todo lo que sé es que venía a casa sólo para dormir. Raramente lo veíamos.

—Ella no se suicidó, sabes.

No sabía que estaba a punto de decir esto, pero era demasiado tarde para retirarlo.

—Mi Madrastra no era del tipo que se suicida.

—¿Fue asesinada? —dijo Eldric.

Traté de responder sin responder, como si esto no fuera una hipótesis popular.

—Ella no se habría suicidado.

—¿No? —dijo Eldric.

Lo miré, sus mejillas no eran exactamente rosas, sino color oro rosado.

—¿No me crees?

Él hizo una pausa.

—Yo te creo.

Nunca debí haber dicho nada. Por supuesto que él no me creía. Yo no me crería. ¿Por qué no pensé en ello todo este tiempo? ¿Por qué no me convertí en el Sr. Sherlock Holmes y llevé su asesinato a la justicia?

Nos quedamos en silencio. Eldric volvió a silbar; su silbido se convirtió en canto.

— El cuerpo de Gin encontró a un cuerpo, viniendo a través del centeno. —Más allá de las Llanuras descansan los campos. Solía amar descansar en ellos en otoño, el centeno ondeando sobre mi cabeza, bronceado y emplumado.

— El cuerpo de Gin besó a un cuerpo, ¿necesitas el llanto de un cuerpo?

Eldric y yo sangramos y lloramos alrededor de las retorcidas ramas negras. Era de lo más peculiar escuchar a Eldric cantar. Sentía que él estaba cantando sólo para mí. No sentía eso desde que Padre dejó de cantarnos a la hora de dormir. Supongo que crecimos demasiado para eso, Rose y yo, pero aun así, lo extrañé durante mucho tiempo.

Ahora tenía que luchar para mantener el paso de Eldric. Él no estaba corto de aire, estaba tan fresco como una proverbial margarita. ¡Qué injusto! Este es mi pantano y yo soy la chica lobo, incansable y feroz. ¡Qué injusto! Desearía poder arrancarlo de raíz y deshojar sus pétalos, uno por uno.

Él me ama.

No me ama.

Me ama.

Pero sé como terminará.

No me ama.

—Vayamos más despacio —dijo Eldric—. No hay necesidad de apresurarse, no hoy.

—Crees que no estoy en forma —dije.

—Es el Sr. Dreary quien no está en forma —dijo él—. Eres tú quien no ha estado bien.

—Pero no soy una chica del tipo frágil y miedosa —dije—. Además, podría correr por siempre. —Ni siquiera recuerdo cuando aprendí a correr por siempre. Parecía que siempre hubiera sido una chica lobo. Padre nunca se había preocupado porque fuera al pantano hasta que cumplí diez años. Entonces él comenzó a tener dudas. Me dijo que debía actuar más como una dama. Aunque nunca me lo prohibió, y gracias a Dios, Madrastra llegó

para decir que yo podría visitar el pantano tanto como quisiera; hasta que, por supuesto, ella me dijo que no podía.

El cuerpo de Gin encontró a un cuerpo,

viniendo a través del centeno,

El cuerpo de Gin besó a un cuerpo,

¿necesitas el llanto de un cuerpo?

Él tenía una linda voz, no hermosa, pero agradable. Cantaba tan naturalmente como hablaba.

La chica Ilka tiene a su chico,

Nada, dicen, tengo yo,

Sin embargo, los chicos me sonríen,

Cuando vienen a través del centeno.

Él regresó a su silbido subterráneo. Yendo a la deriva, llorando, sangrando a través del negro laberinto de árboles, a través del bosque antiguo. Yendo a la deriva, llorando…

¡Maldición!

El Sr. Dreary, nos pide que esperemos. Su Tristeza era lenta e hinchada. Sus pequeñas piernas no estaban a la deriva, sólo tristes.

—Sostenga fuerte su Bible Ball —dije—. Estamos cerca de entrar a los Rápidos. Lo devorarán si no tiene cuidado.

—A menos —dijo el Sr. Dreary en su forma de sopa enlatada—, que demos con un Horror que sea inmune a la Biblia. —¿Cómo podría una voz de sopa enlatada sonar burlona? El Sr. Dreary no creía en los Horrors.

—¿Cómo puede un Horror ser inmune? —dijo Eldric.

—Selección natural —dijo el Sr. Dreary, muy orgulloso sin duda de haberlo oído del Sr.

Darwin.

—No es tiempo suficiente —dije—. La Biblia sólo ha estado en Swampsea durante el último siglo. La selección natural no funciona tan rápidamente.

—¿Cómo puedes tú también saber tanto? —dijo Eldric.

—Padre me consiguió un tutor brillante. Su nombre era Henry Fitzgerald, pero lo llamábamos Fitz. No le importaba. A veces lo llamábamos Genio. Tampoco le importaba.

Él estaba interesado en todo: en el Sr. Darwin, en el Dr. Freud, en esas máquinas que fotografían los huesos de la gente.

—Mis pies están húmedos —dijo el Sr. Dreary.

—Le falta el equipo adecuado —dije. Nos tambaleamos a lo largo de un tramo de tierra que serpenteaba entre agua y lodo—. Aquí en el pantano, incluso los cisnes usan botas de goma.

—No por mucho —dijo el Sr. Dreary—. Denle a Clayborne un par de años, va a drenar el pantano hasta que esté seco.

Oh, ¡me deprimo!

—Pero el pantano es tan hermoso —dijo Eldric—. Me preocupa la idea de drenarlo.

—Es progreso —dijo el Sr. Dreary—. No puedes interponerte en el camino del progreso.

—Sí puedo —dijo Eldric.

—Pero la Srta. Briony entiende —dijo el Sr. Dreary—. Ella sabe lo que el progreso significará para Swampsea. Ganado, cultivos, educación, comercio, medicina.

La Srta. Briony no entendía tal cosa, pero justo entonces, un par de faisanes tuvieron la sensatez de salir a nuestros pies. El Sr. Dreary saltó. Eldric y yo pretendimos no reírnos.

Bordeamos los hambrientos agujeros, los cuales simplemente morían por beber cualquier viajero desprevenido. Bueno, en realidad es el viajero quien estaría muriendo. Pero los cisnes no tenían nada que temer y se estaban alimentando en los agujeros del pantano, hurgando en ellos con sus picos amarillos. El agua brillaba amarilla, reflejando el cielo amarillo y los cisnes blancos, los bronceados faisanes y los picos amarillos. La tierra tembló bajo nuestros pies, inhalando aire, exhalando niebla.

—Cuéntame sobre los Horrors —dijo Eldric.

—Después —dije—. Tenemos que llegar hasta el alguacil y el Juez. El pantano se vuelve hostil de noche.

Los llamé, pero estaban demasiado lejos.

—Puedo lanzar mi voz tan lejos como tiré la roca —dijo Eldric—. ¿La recuerdas, la que rompió el cristal?

Él lanzó su voz, perfectamente, con el efecto destructor adecuado. El alguacil y el Juez se giraron y esperaron.

—No te preocupes —dije mientras acelerábamos—. Experimentarás los Horrors pronto.

Londres parecía ser un lugar emocionante, mucho más emocionante que Swampsea.

Pero se me ocurrió que Swampsea podría parecer igual de emocionante para Eldric. Él nunca habría visto nada acerca los Antiguos: muchos de ellos habían muerto en grandes

ciudades: Londres, Manchester y Liverpool. Nadie sabía que eran las máquinas y el metal lo que los enfermaba, los mataba.

Sólo los vampiros pueden sobrevivir. Ellos son naturalmente fuertes, lo cual es afortunado para ellos, así no tienen que vivir en el campo.

Para cuando alcanzamos al alguacil y al Juez, la puesta de sol se había convertido en polvo.

Sólo teníamos dos linternas entre los cuatro. El agua era gris, los juncos eran negros. Con cada paso, comprimíamos los pulmones del pantano. Exhalaba niebla y veneno.

El Sr. Dreary tosió y se frotó los ojos.

—Huele como el Lugar Caliente.

No dije nada, por no tener experiencia personal.

Ahora que el crepúsculo había caído, venían los Horrors. Voces gemían cerca de nosotros, las voces de los moribundos y los condenados. Ramitas se quebraban bajo pies invisibles; algo invisible golpeaba sus labios.

El Sr. Dreary se giró y luego giró otra vez.

—¡No corra! —Agarré su manga.

—No es nada, sólo los Horrors —dijo el Juez—. Ellos disfrutan asustando a la gente, pero usted tiene una Bible Ball.

—¡No corra! —Sostuve mi agarre en la manga del Sr. Dreary, girándome hacia los otros—.

¡No lo dejen correr! —Un coro de gritos cortó mis palabras. Resiste, Briony. Esto es por lo que estás aquí, para salvar al Sr. Dreary.

—¡Miren las luces! —La voz del Sr. Dreary rasguñó como un clavo viejo—. Una villa,

¡estaremos a salvo allí!

—¡No! —El Juez, el alguacil y yo hablamos uno sobre el otro, intentando explicarlo—. Son luces falsas; ellos son los Wykes, ¡le están engañando para que vaya hacia el peligro!

El Sr. Dreary no estaba en forma, pero era lo suficientemente fuerte, de alguna forma horizontal. Él tiró su manga de mi agarre, huyendo profundamente hacia los Rápidos.

Fui tras él, subiendo mis faldas.

—¡Deténgase! —El Sr. Dreary bufó, silbó y resbaló. Sacudí su faldón, pero él rebotó a toda velocidad hacia las luces. Ellas brillaban suavemente, una razonable imitación de una villa cuyos habitantes entendían el valor de un buen fuego y una gran entrada.

—¡No corran! —Eldric vino tras nosotros. Una franja de luz capturó los faldones del Sr.

Dreary. Él gritó. Eldric giró hacia delante, pero todo lo que él iluminó fue el oscuro corazón del pantano.

—Ustedes dos, síganlo por ese camino —gritó el alguacil—. El Juez y yo lo seguiremos por el otro.

¡Qué tonta era! Nunca debí haber venido al pantano. Debí mantener mi promesa a Madrastra. Debí haber recordado que en el pantano, mi malvada energía se manifiesta en desastre y muerte.

—No mires las luces —le dije a Eldric—. Los Wykes te engañarán como hicieron con el Sr.

Dreary. Te llevarán directo a los Rápidos.

—¡Demonios! —dijo Eldric.

—Tal vez sea eso.

No podíamos correr, no en la oscuridad, no en los Rápidos, donde velocidad equivale a muerte. Recogí trozos de barro, caminé en la cuerda floja entre los agujeros del pantano.

Eldric me seguía, sosteniendo la linterna en alto. La luz de las estrellas nadaba en la oscuridad.

—Estamos buscando trozos de hierba que nos soporten —dije—. Se elevan en los Rápidos, como islas.

Tomé una respiración profunda.

—¡Sr. Drury!

—¡No se mueva, Sr. Drury! —gritó Eldric—. Podemos salvarlo si se queda donde está.

Por favor, deja que el Sr. Dreary viva. ¡Por favor, déjalo vivir!

Pero la magia de las brujas no escucha por favor ni porfis y, de todos modos, no es que realmente importara. Yo sólo pretendía preocuparme porque no hacerlo me haría un monstruo.

El agua de agujeros brillaba delante de nosotros. Saltamos una mata de hierba, la cual se estremeció debajo de nosotros. Las estrellas flotaban en los charcos, las linternas flotaban en los charcos. No sólo una linterna, no sólo nuestra linterna. Decenas de linternas, cientos de linternas, brillaban sobre nosotros.

—Los Wykes de nuevo —dije—. No puedes evitar ver el reflejo de sus luces, pero no las mires directamente.

—¡Sr. Drury! —llamó Eldric.

Agua negra se extendía tan lejos como podíamos ver, agua negra y herbosas matas de hierba. Tal vez pudiéramos salvarlo. Tal vez. Me enrollé en mí misma tan apretadamente como un resorte. Saltamos a la siguiente mata de hierba. Eldric aterrizó a mi lado, casi tumbándome en el lodo. Él agarró mi codo.

Saltamos de una mata de hierba a la otra. Nuestros pulmones eran aplastados por el cieno.

Era respirar su venenoso aire. Tosimos y frotamos nuestros ojos.

Huele como el Lugar Caliente.

—Pero, ¿no nos estamos olvidando de algo? —dijo Eldric—. Él tiene una Bible Ball.

—Lo protegerá de la mayoría de los Horrors —dije—. Pero no lo protegerá de su propia estupidez, de permitir a los Wykes atraerlo a las partes más traicioneras del pantano.

Ninguna Bible Ball puede prevenirle de caer y ahogarse.

Pero era tu propia estupidez, ¿no Briony? Eso es justo sobre lo que Madrastra había estado hablando. Tú, en el pantano, con tus celos de bruja y tu furia bullendo siempre en la superficie. No crees que signifiquen peligro, pero el peligro eres tú. Tú matarás al Sr.

Dreary al igual que mataste a Madrastra… o como lo habrías hecho, si el arsénico no hubiera actuado primero.

Tienes que recordarlo, recordar que fuiste tú quien llamó al maremoto. ¡Recuérdalo!

Seguramente recordarás tu furia de bruja, ¿cómo hacer estallar el río en ebullición?

Sé que recuerdas estar al lado del río, mirando la Casa Parroquial. Mirando el jardín trasero, el árbol de manzanas, de donde los columpios colgaron una vez. Mirando a Madrastra, inclinada sobre el jardín de las verduras. Recuerdas el río hirviendo, recuerdas el Rostro Mugriento elevándose —elevándose desde el río— tres metros, cinco metros y medio, curvándose sobre sí mismo.

Curvándose en una ola.

Habías llamado a Rostro Mugriento y él vino. Vino arrastrándose como una serpiente, creciendo a la altura de la Casa Parroquial. Era un rizo de hierro, duro y negro, a excepción de sus ojos de remolino, y su espumosa boca.

Él golpeó contra la Casa Parroquial, golpeó a Madrastra y al jardín de verduras. Rostro Mugriento inundó la Casa Parroquial, pero nada más. Rostro Mugriento hirió a Madrastra, pero a nadie más.

Pero fue suficiente. Rostro Mugriento ahogó nuestros libros, Rostro Mugriento hirió la espina dorsal de Madrastra.

—¡Mira! —Eldric levantó la linterna.

Esta apuntó la forma de Dreary en el espacio, un espacio negro donde no brillaban estrellas.

—¡No se mueva, Sr. Drury!

Madrastra habría muerto por sus heridas si el arsénico no la hubiera alcanzado primero.

Incluso entonces, no lo entendía. Tuve que preguntarle a Madrastra —mientras ella descansaba en la cama— si estaba segura de que era peligroso que yo deambulara por el

pantano. No tenía sentido: después de todo, había estado parada del otro lado del río del pantano cuando Rostro Mugriento apareció.

Madrastra me ordenó que mirara por la ventana hacia el jardín. Me preguntó cuán ancho era el río. Le dije que cerca de nueve metros. Ella me preguntó dónde vivía Rostro Mugriento. Le dije que vivía en el río. Me preguntó si Rostro Mugriento sería capaz de escucharme llamarlo desde el pantano al lado del río. Le dije que lo haría. Me preguntó si Rostro Mugriento sería capaz de oírme llamarlo desde el otro lado del río donde no estaba el pantano. Le dije que lo haría.

Tal vez él hubiera llegado antes si yo hubiera estado en el pantano. Más rápido y más fuerte. No lo sé y, de todas formas, fue lo suficientemente fuerte.

—¡No mire las luces!

—Sostenga su Bible Ball.

El pantano sorbió y tragó. Las estrellas borraron la forma de Dreary en el espacio. Eldric se tensó detrás de mí; las matas de hierba jadearon y balbucearon.

El pantano más Briony… Briony más el pantano…

La próxima vez, Briony, mantén tu promesa a Madrastra. No finjas estar interesada en hacer el bien. ¿Cuánto tiempo puede engañarse una chica inteligente? Han pasado tres años desde que te enteraste de que eras una bruja. Tal vez no mataste a Madrastra, no técnicamente, pero eso no significa que San Pedro va a dejarte entrar a través de las puertas del cielo.

Sorber y tragar, sorber y tragar. El Sr. Dreary se había desvanecido. Demasiado tarde para sacarlo. Las falsas luces se habían desvanecido. Todo se había desvanecido excepto Eldric y yo. Todo se había desvanecido excepto nosotros dos, la linterna, las estrellas y el pantano, el cual respiraba lentamente a través de sus gelatinosos pulmones.

Ir a la siguiente página

Report Page