Chime

Chime


Capítulo 15

Página 17 de 35

Capítulo 15

Comunión

 

Había dejado a Eldric en la Taberna. Había dejado a Nelly detrás de la esquina.

Pero no podía dejar atrás a Rose, jamás podría dejar a Rose. Me quedé afuera de la habitación que compartíamos. La escuché toser.

Rose se había estado sintiendo miserable, había dicho Pearl. Rose se había ido temprano a la cama.

Estuve encantada de oír eso. No necesitaba decírselo de una vez a Rose. No necesitada decirle que había tenido razón, que Nelly no había sido una bruja, que el cabello de la bruja no encajaba con el de Nelly, que el Juez y la Chime Child debían haberle prestado atención a Rose. Pero el Juez y el Chime Child se habían quedado, en su mayor parte, en el hecho que Nelly no podía contar acerca de su paradero la noche de los problemas.

Rose tosía mientras yo caminaba con dificultad por las escaleras. Rose tosía mientras yo ponía mi mano en la perilla de la puerta. Rose tosía. Tenía una húmeda y lastimera tos.

Ella tenía la tos del pantano.

Dejé caer mi mano. No había nada para mí en esa habitación. Si entraba, simplemente me recostaría en nuestra cama, en el hueco que había dejado de mí misma.

La vida y las historias son parecidas en una forma: están llenas de huecos. El rey y la reina no tienen niños: tienen un niño hueco. La niña tiene una malvada madrastra: tiene una madre hueca.

En una historia, un bebé llega para llenar al hijo hueco. Pero en la vida, los huecos continúan vacíos. Una hermana continúa sola y sin amor; la otra tose detrás de la puerta. Me senté en el pasillo. Esperé. Padre regresó de la Taberna. Esperé. Él se sentó ante la chimenea en la sala. Esperé.

Algunas veces, por supuesto, la hermana es la malvada, no la madrastra.

Yo había vivido en un hueco el año anterior. Un Fitz hueco, un Brownie hueco, una Madrastra hueca. Cuando vives en un vacío así, tu vida es pequeña. Es todo un montón de tijeretazos de papel y polvo y fríos chorros y la costra en las sobras de la salsa.

Esperé. Padre se fue a la cama. Nada más que esperar. Hora de irse, pequeña bruja. Tu hermana tiene la tos del pantano.

El viento había reemplazado a la lluvia. Lanzaba ramitas, suciedad y pedacitos de sauce contra el banco lejano, me lanzaba a mí a través del puente. Los pescadores tienen un nombre para el viento del noreste. No le digas a Padre que lo sé. Lo llaman la “Perra”.

La Perra golpeaba con fuerza las zonas llanas con la palma de su mano. Golpeaba el aire de mis pulmones.

La Perra podía, fácilmente, empujar a una chica de siete años de un columpio. ¿Era a la Perra a la que había llamado yo ese día? ¿Había sido la Perra la que había enviado a Rose de un golpe al piso?

Probablemente.

Si Briony Larkin, con siete años de edad, quería llamar al viento, tendría que haber llamado al más poderoso que pudiera. Probablemente no había sabido con certeza lo que estaba haciendo, pero yo sé lo suficiente sobre la joven Briony para saber que cuando ella hacia una cosa, lo hacía minuciosamente.

Y también la Perra. Ella tenía al agua corriendo. Los lagos estancados se habían ido, las gotas progresivas. Ella rezumaba la humedad deslizante, que caía por su estómago, golpeando sus labios.

La Perra me mantenía en marcha también. Me empujaba, me apresuraba. Me hacía difícil el regresar. Me hacía añorar el yacer en el cálido vacío de mí misma y odiarme por la comodidad, pero tenía que seguir adelante.

Intenta preocuparte por alguien más que por ti, Briony. Piensa en Rose, yaciendo en casa, tosiendo sus pulmones a pedacitos. Recuerda a Rose, mientras la Perra te persigue con risitas, silbando bajo su aliento. Mientras marchas agotadoramente a través de los sonidos burbujeantes y de los de salpicaduras, mientras vas por los manotazos y los ruidos.

No tenía otra opción. Una vez había pensado en girarme y salvar a Rose. Pero lo entendía bien ahora. ¿Recuerdas lo que el alguacil dijo en el juicio? Una persona no puede confiar en nada de lo que pueda ser dicho por una bruja.

¿Qué habría sucedido si yo me hubiera dado la vuelta como lo había planeado? Y si, después de haber derrotado a Petey, le revelaba todo al alguacil. Habría sido colgada y el sumidero habría continuado.

La estación de bombeo se alzaba justo más adelante, incluso más roja y atestada que antes. Ninguno de los Antiguos estaba afuera. No esta noche, con la Perra merodeando.

Se estaban quedando cómodamente en la tierra de las medusas.

Arañé mi camino a través de la Perra, recostada contra la pared de la estación.

¡Soplaré, soplaré y tu casa derumbaré! Gritaba la Perra. Me arrojaba lo que quedaba de la lluvia, la sal del mar, el polvo, las ramitas y el veneno.

Ella no tenía una oportunidad. Los ladrillos podrían estar pegados, pero estaban pegados con fuerza. Me orillé contra la pared, hacia la puerta. Sólo unos cuantos metros más y rodearía la esquina hacia el lindo rincón, en donde la Perra no podía alcanzarme.

Rodeé la esquina. El farol hizo volar mi entendimiento de la situación.

—¡Atrapada! —dijo una gran voz. Llegó un golpe de oscuridad, el crujido de un collar. No podía respirar. Palpé una chaqueta, una manga.

—Bueno, miren —dijo la voz—. ¡Una chica!

La luz vino de nuevo, presionando en mis ojos entrecerrados por la Perra.

—¡Srta. Briony!

La mano se alejó. Tropecé con los ladrillos. El aire entró en mis pulmones como un pececito plateado.

¿Robert? Intenté hablar, pero mi voz no salía.

—Lamento que se haya caído de semejante forma, señorita. —Sí, era Robert, el bombero de Rose. Me ayudó a ponerme de pie—. Pero nunca he estado tan… lo que quiero decir es, bueno, ¿es usted, señorita? ¿Qué es lo que…?

Robert hizo una pausa, tragó y en el silencio que llegó, apareció la voz de Eldric.

—Todo está bien, Robert. Puedes dejarme a la Srta. Briony a mí.

La luz de Robert se movió, iluminando a Eldric. ¿Por qué estaba yo sorprendida de que él luciera tan completamente como él mismo, con un gran abrigo y una burla de corbata?

—Discúlpeme —dijo Robert—, pero su Pa fue quién me encomendó vigilar este lugar. Me dijo que agarrara al culpable y lo llevara con él para que tomara las medidas por sí mismo.

—¿Al culpable? —dijo Eldric—. ¡No querrá decir que sospecha de la Srta. Briony!

Robert me miró por un buen rato.

—No puedo decir lo mucho que lo lamento, señorita —dijo al final—, lamento haberla tratando tan rudamente.

—Era tu trabajo, Robert. —Respiré con dificultad a través de mi garganta de acordeón—.

Tenías que hacer tu trabajo.

Robert se fue, disculpándose todavía y protestando. Eldric y yo nos quedamos a solas, en la calma. Miré a Eldric. ¿Podía salir yo con una excusa creíble? Nunca me había perdido

en el Pantano; Eldric lo sabía. Me miró. Cada uno de nosotros estaba esperando a que el otro hablara.

—Empezaré yo —dijo Eldric—. Vi tu farol por la ventana, y siendo el noisy parkerius que soy, decidí venir hasta aquí.

Me abstuve de corregir su latín.

—¿Sabías que tu padre había puesto un guardia?

—Sí —dijo Eldric.

—¿Sospechaste de mí?

Eldric hizo una pausa.

—No sospeché de ti.

—Ahora lo sabes —dije.

—Ahora lo sé.

Un poco de silencio. Es bueno que Eldric empezara. Me vio ir… él habría sabido cualquier historia que yo pudiese haber inventado.

—¿Debería preguntarte por qué lo hiciste?

Me deslicé por la pared, sentándome.

—Buena idea —dijo Eldric—. Pongámonos cómodos y esperemos que el viento decaiga.

Me desplomé contra la pared.

—¿Por qué lo hiciste? —dijo Eldric.

—No puedo decírtelo.

—Tal vez puedo averiguarlo de esta manera. —Trajo el farol hacia mi rostro—. ¿No dicen que los ojos son las ventanas del alma?

Cerré los ojos.

—Pero ahora, la única cosa que puedo discernir es el vivido azul de tus labios.

Puso su gran abrigo a mi alrededor. Protesté, como debe hacer uno; incluso, abrí los ojos para mayor cortesía. Pero él insistió en que estaba cálido con su ropa de tweed. Me desafió a encontrar un rastro de azul en sus labios.

Noisy parkerius: Significa “Metiche”.

Tweed: tipo de tejido característico del siglo XIX. Es de lana, rayón o algodón, cálido, fuerte y resistente, que rechaza el agua por la pelusa que tiene en su superficie.

Esto es lo que quiero. Quiero que las personas me cuiden. Quiero que me brinden comodidad. Quiero la sensación tan suave como una almohada que asocio con los recuerdos de estar enferma cuando era más joven, suaves almohadas y frescos linos, sábanas de satén y chocolate caliente. La comodidad no es tanta en sí misma como cuando sabes que hay alguien que quiere cuidar de ti.

—¿En qué estás pensando? —dijo Eldric.

—Estoy pensando en lo que pasará cuando le digas a tu padre, y él le diga al mío. —

Había estado pensando exactamente en eso, pero en un revés o algo así. Recibiría todo lo contrario, lo contrario a sábanas de satén y chocolate caliente.

—Al final, el alguacil aparecerá para atraparme.

—¿Y pasarás tu vida en la cárcel?

Cerré los ojos de nuevo. Eldric pensaba que yo estaba bromeando.

—Padre es un hombre justo —dije.

—¡Estás loca! —dijo Eldric—. Por supuesto que no va traer a la ley sobre ti.

—No si tu padre lo hace primero —dije.

—¿En verdad crees que tu padre te entregará, o el mío?

Sí, lo creía. Madrastra lo había creído también. Es por eso que prometió una y otra vez que nunca se lo diría a Padre. Ella sabía lo que pasaría si él alguna vez lo descubría.

Pensé en el alguacil, en sus ojos descolgados y descuidados labios. ¿Tendría que tocarme para arrestarme?

—No le diré a nadie —dijo Eldric—. Ni mi padre, ni tu padre, ni nadie.

—¡Pero eso no es justo!

—¿Cómo así? —dijo Eldric.

—Destruí una estación muy cara, y no se lo he pagado a nadie, además, no sería justo para Robert. Se supone que debe decírselo a tu padre.

—Déjame encargarme de mi padre —dijo Eldric—. Mentiré si tengo que hacerlo. Y si necesitas pagármelo, esto es lo que puedes hacer: últimamente, he querido tener una fiesta en el jardín, en la Casa Parroquial, pero soy visitante y no quiero pedírselo a tu padre.

—¿Quieres que se lo pida a Padre? —dije—. Eso apenas compensa una estación cara.

Era maravillosamente reconfortante que Eldric mintiera por mí. ¿Lo haría? En serio, ¿lo haría?

—Hay tal cosa como ser irritantemente ético —dijo Eldric—. Esa eres tú, justo ahora.

Eso es un cambio placentero. Las brujas raramente son acusadas de ser irritantemente éticas.

—Ahora —dijo Eldric—, hablemos de la Fraternicus.

—Fraternitus —dije.

—Te estaba probando —dijo Eldric—. Pasaste. Ahora, dime el significado de Fraternitus.

—Fraternidad. —¿A dónde estaba yendo esto?

—¿Y qué es una fraternidad?

—Una hermandad.

—En una hermandad —dijo Eldric—, cada uno de los miembros confía en los demás.

¡Oh-ho!

—No me vas a convencer de decirte porqué lo hice.

—Parece que no —dijo Eldric—. Pero tengo algo que decir. Lo siento con cada fibra de mí ser de chico malo. Cuando pongo a trabajar a mi mente no estudiada en porqué destruiste la estación, puedo pensar en una única cosa: estás en alguna clase de problema.

—Quizá soy una de esas personas a las que les gusta ver las cosas quemarse.—Estás siendo irritablemente ética de nuevo —dijo Eldric—. Pero sin la parte de “ética”.

—Te mostraré lo ética que soy. —Me estiré por la cartera y saqué una botella.

—¿Es de la iglesia? —Eldric habló suavemente, como si estuviéramos rezando.

—De la iglesia.

—¿Vino de Comunión?

—Vino de Comunión. —Sabía que el Sr. Clayborne no era un tonto, que no era el hombre que dejara el gas iluminante causar un segundo accidente. Lo habría apagado, o contenido de alguna manera. De modo que llené mi cartera con el tipo de cosas que causan fuego, papel, trapos, parafina y alcohol.

—¡Brillante! —dijo Eldric.

Que adorable no tener más la opción de destruir la estación. ¡Qué alivio! No sería un alivio al día siguiente cuando me despertara para escuchar a Rose tosiendo. Puede que deba disfrutarlo por ahora.

Quité el corcho.

—¿Cómo lo bebe uno?

—De la botella.

—¿Un trago? —dije—. Nunca he tomado un trago.

Bebí. El aroma se desplego por el techo de mi boca. Me sequé la boca con la manga del abrigo de Eldric justo como un chico malo.

—He bebido. —Le pasé la botella a Eldric—. ¿O se dice “bebí”?

—Bebí —dijo Eldric—. Al menos así es en los círculos de los chicos malos. —Él bebió—.

Sabe mucho mejor fuera de la iglesia.

—Es el principio del picnic —dije—. Las cosas saben mejor afuera. Y si es una cosa prohibida, es muchísimo mejor.

—Lamento haberte llamado irritablemente ética —dijo Eldric—. Claramente, estaba equivocado. Ahora, de vuelta a la idea, de la que obviamente estás intentando distraerme.

No estoy diciendo que los miembros de la Fraternidad no pueden tener secretos entre sí. Algunas veces, es inevitable. Pero, ¿no crees que podemos confiar en el otro y pedir ayuda?

No había ningún punto en decir lo que en verdad pensaba. Asentí y bebí de nuevo.

—Tal vez nuestra iniciación nos cegará en la confianza mutua y la ayuda.

—He estado esperando y esperando —dije—, no hay ninguna iniciación.

—Sigue esperando —dijo Eldric—. Ahora que lo he mencionado, tendré que retrasarlo por meses. La iniciación nunca debe venir cuando la esperas.

Nos acompañamos, pasándonos la botella entre nosotros. Me hice olvidar del día siguiente.

Nos recostamos contra la pared, deslizándonos muy gradualmente hacia cada uno. Apoyé la cabeza en su hombro; el descansó su cabeza en la cima de la mía; y la cosa sorprendente es que no fue incómodo.

No me preocuparía por mañana. Dejaría que el día de hoy fuera suficiente.

Nos reímos mucho y me sentí aun más cálida, agradable y cálida. Me di cuenta que algo de esa calidez se debía al vino, pero había mucho más que eso. Hay dos aspectos distintos sobre el vino de Comunión: un aspecto es el vino en sí mismo, el otro es la idea de comunión. El vino es, ciertamente, cálido, pero la comunión es un tema más importante que ese.

Ir a la siguiente página

Report Page