Chime

Chime


Capítulo 32

Página 40 de 41

Hay campos, pero no hay campos de centeno. No aún. No hay niebla verde.

Me siento. Estoy demasiado cansada. Soy un bebé con orejas de albaricoque que necesita llorar. Pero no lo hago. Me siento al borde de los campos y miro la tierra marrón.

Todo está quieto, excepto por una pequeña nube de polvo en la distancia. Está acompañada por un sonido. La nube y el sonido se acercan. Se vuelve de un hermoso tono de rojo, uno puede llamarlo cardenal.

El automóvil se detiene a unos pocos metros de donde estoy sentada. Eldric emerge.

Levanto la mirada cuando su sombra cae sobre mí.

—Bueno, si no es la Srta. Briony Larkin —dice.

—Digamos que no es. Quizás te guste más.

Eldric se sienta junto a mí.

—¿Qué quieres decir?

—Quería ver la niebla verde —digo.

—¿Qué me gusta más? —dice.

Me encojo de hombros, lo cual yo debo recordar no hacer. Mi hombro aún duele.

—Es sólo una de esas cosas que la gente dice.

—No, no lo es.

¿Qué sabe él acerca de eso? Nos quedamos en silencio por un momento. ¿Qué sabe él acerca de nada? Luego me sorprendo a mí misma y digo:

—Siento que ya no te conozco.

—Sabes todo sobre mí —dice—. Incluidas unas pocas cosas que no deberías saber.

Chicas, quiere decir él. Sé cosas sobre Eldric y las chicas que no debería. Yo estaba achispada en ese momento, pero sé por Cecil que eso no es excusa.

—Nunca hablas acerca de tu mano —digo.

—¿Esta mano? —Él levanta su brazo derecho. Las mangas están enrolladas. Nunca se molesta es disfrazar el muñón.

—Esta mano.

—¿Qué hay de ella? —dice.

—¿Recuerdas lo que dije acerca de quejarse? Nunca lo haces.

—¿Quieres saber si la extraño?

—Sí.

—La respuesta a eso depende de otras respuestas —dice Eldric—. Pero no las tengo aún.

Aquí tienes un ejemplo: ¿tú extrañas mi mano?

—Sólo si tú lo haces —digo—. Quiero saber que sientes tú. ¿Es horrible cuando quieres hacer algo y tienes que pedir ayuda? ¿O es horrible cuando se relaciona con el boxeo?

—¿Quieres decir que ya no puedo enfrentarme a Cecil Trumpington?

Cecil Trumpington, magnánimo Cecil, distribuyendo arsénico a sus amigos, incluyendo Fitz. Incluyéndome a mí. Me he disculpado con Cecil una docena de veces, pero sé que aún no cree que pueda haberme olvidado de él, del arsénico, del asesinato.

—Supongo —digo.

He intentado recordar el día en que me di cuenta que Madrastra había comenzado a alimentarse de Rose. Lo recordaba tan vívidamente como podía. Recordaba cuando las miraba a las dos, bajo la mesa de la sala. Recordaba haber mirado a Madrastra tijereteando los infinitos pedazos de papel de Rose. Recordaba mirar mi mano, pensando que la había quemado para nada: Madrastra ya no podía alimentarse de la escritura de Briony, pero había otra hermana Larkin que podría ser igualmente sabrosa.

Eldric gira su muñón en una dirección y en otra, examinándolo.

—¿Qué te hace pensar que no puedo enfrentarme a Cecil?

—No lo sé. Yo sólo asumí...

—Por favor no asumas nada. —Su voz se hace apretada—. ¿Te das cuenta de que no he sido emasculado?

Emasculado. Esa es la palabra que el Dr. Freud querría usar.

—¿Quién dijo algo acerca de estar emasculado?

—Tú lo hiciste. Tú lo haces. Cada vez que me miras, lo haces. Odio la manera en que deslizas tus ojos lejos de mí.

—¡No lo hago!

—¡Lo haces! Piensas, pobre hombre. Lo que quiere es una dosis de arsénico. Mejorar las cosas.

Él se acerca, demasiado, y ahora yo me estoy alejando.

—Todavía puedo besar a una chica, sabes. Todavía puedo desprender su vestido.

Intento empujarlo, pero él me empuja, en cambio. Todo lo que necesita son dos dedos, dos dedos empujando en mi esternón, y yo caigo a la tierra.

—Hay, por supuesto, ciertas desventajas al haber perdido una mano —dice—. Si la chica está inclinada a huir, tienes que sentarse sobre ella... ¡así! —No se sienta completamente, se arrodilla a cada lado de mí. Atrapa mi parte media con sus rodillas.

—¡Aléjate! —Golpeo su parte central, su pecho, lo que sea que pueda alcanzar. Pero él atrapa mis dos manos con una de las suyas. El sol está detrás de él.

Sus ojos están en las sombras.

—Todavía puedo desatar la blusa de una chica.

Todo el horror de Cecil vuelve a mí: ajada espuma de mujer; y duros labios; y ojos lunares; y sangre, y saliva, y enfermo, y ahogo y ahogo; y el recuerdo del ahogo me hace ahogar de nuevo. Vuelvo mi cabeza hacia el lado para no ahogarme.

Eldric deja ir mis manos. Todavía puedo desatar la blusa de una chica. Pero no me toca. Apoya su mano en mi rostro.

Está llorando.

Me siento muy mal.

—¿Dejarás que me levante, por favor?

Eldric se pone de pie. Yo me pongo de pie. Camino hacia el campo. Camino entre las filas de grano. Todo ha cambiado. Respiro y camino, respiro y camino.

No diré que me odio a mí misma.

No diré que me odio a mí misma.

Es difícil, sin embargo. Había una cierta comodidad en odiarme a mí misma. Entonces, al menos, sabía lo que era. Pero ahora que sé que no soy una bruja, he perdido mi camino hacia mí misma.

No me odiaré a mí misma.

Me paro en el medio del campo. Es una hora del día de la Chime Child, un tiempo en medio. El cielo empuja su hombro azul a través de pedazos de la luna.

—¡Briony!

Camino más rápido.

—¡Briony!

—¡Vete!

Se está acercando. Giro rápidamente.

—¡No me toques!

Se detiene. Levanta una mano en señal de derrota. Se desordena al llorar. Tiene grandes manchas rojas en sus mejillas.

—Por favor, dejame mostrarte la verdadera razón por la que vine a buscarte.

—¿No viniste por las violaciones y el pillaje?

Él da un respingo.

—¿Puedo mostrarte?

—No respondiste a mi pregunta.

—Déjame mostrarte. Luego lo sabrás.

—Muéstrame, luego déjame sola.

Abre sus dedos. En su palma descansa el más pequeño artefacto.

—Tengo que confesar que no lo hice todo solo.

El artefacto es un resplandor de dorado y perla, excepto que la perla no brilla y ésta sí.

—No espero que lo aceptes. Pero quería mostrarte que no vine a... —Él muerde la parte interna de sus labios, pero lágrimas vienen a sus ojos.

—En Halloween —dice—, te dije que te amaba. No dijiste nada entonces, no has dicho nada desde ese momento. Quiero decírtelo de nuevo, esta noche, pero las primeras palabras en salir de tu boca fueron sobre mí queriéndote más si no eres tú misma.

¿Por qué dije eso? Si no estuviera enojada, podría estar avergonzada.

—Pero no podrías gustarme más de lo que me gustas. Y cuando dijiste eso... bueno, he aceptado un montón de golpes en mi vida, boxeando o no, pero nunca uno se ha sentido así. Fue como la patada de una mula, al pecho.

¿Por qué dije eso?

—Una persona se pregunta, se pone nerviosa, pierde confianza junto con su mano. La chica reía con él cuando él tenía ambas manos. La chica lo besaba cuando él tenía ambas manos. Pero ahora apenas lo mira. Él culpa a su mano.

—Eso —digo—, es la cosa más estúpida que oí jamás. No te ríes con tu mano. No besas con tu mano. ¿Vas a la Noche de las Moras con tu mano? Yo no lo sabría, por supuesto, porque no tenía un joven en la Noche de las Moras. Él huyó.

—¡No huí! —dije Eldric, pero sus labios de león comienzan a enroscarse.

—Me encuentro a mí misma preguntándome como será una verdadera Noche de las Moras —digo—. El tipo de Noche de las Moras donde el joven no recuerde palabras como virtud o boda de Adviento. El tipo de Noche de las Moras donde el joven se queda en el centeno.

Eldric sonríe.

—Puedes salir adelante sin una mano.

—No amas a una persona por su mano.

—¿Por qué amas a una persona? —dice—. Quiero decir, ¿por qué amas tú a una persona?

Aquí viene al final. Tengo que admitir que no amo a nadie.

—Amo a una persona por saber que necesito ser tocada. Amo a una persona por limpiar sangre de mi frente. Amo a una persona por saber que necesito ser una bebé una vez más y por cantar canciones de cuna. Amo a una persona por saber que no soy una figurilla de Dresden. Amo a una persona por hacerme una chica lobo.

¿Qué estoy diciendo? Soy valiente cuando se trata de golpear a Petey y de pelear con la Mano Muerta, pero soy una cobarde con las palabras. ¿Qué estoy diciendo? Mi cuero cabelludo siente cien pies de miedo. ¿Pero cómo puedo saberlo si no lo digo?

—Amo a una persona por comunión, comunión con vino y abrigos y ayuda y confianza, aún si esa persona siente que es el único que confía y se pone de mal humor. Amo a una persona por saber que soy la Amazona del Swampsea, y por ayudarme a ser aún más Amazona, aunque él no debiera entregar esos pequeños puñetazos de mariposa, porque eso es hacer trampa. Lo amo por hacerme reír, y amo hacerlo reír...

No hay final para las cosas que podría decir. Siento mi corazón desdoblándose. He sentido ese desdoblamiento antes, pero no lo he dejado ser real. Presta atención, Briony; ¡presta atención!

—Amo a una persona por saber que debo huir en la Noche de las Moras, aun si yo misma no lo sé, y aun si ciertas cosas imprevistas y complicadas suceden, y lo amo por jugar con los niños, y por hacer que los niños lo adoren, y por confiar en que puedo ser Robin Hood...

Realmente, podría decir cualquier cosa, y sería verdad. Excepto...

—Excepto cuando una persona actúa como Cecil, y se preocupa por su propia masculinidad, y piensa que es bueno mostrarle a una chica que es masculino, porque las chicas aman a los hombres fuertes, por supuesto que lo hacen, ellas aman cuando alguien sostiene sus muñecas con demasiada fuerza, y hace sangrar sus labios, y y aplastan todo su encaje y espuma y brillo.

Eldric pasa un antebrazo por sus ojos. Está llorando de nuevo.

—Qué estúpido soy.

—Sí —digo.

Él ríe y llora.

—Tienes razón, y no puedo soportarlo. Nunca pensé que alguna vez podría actuar como Cecil.

Apoyo una mano en mi corazón. Nuestros padres nos enseñan las primeras cosas que aprendemos. Nos enseñan sobre nuestros corazones. ¿Qué sucedería si yo pudiera ser tratada como si fuera pequeña de nuevo? ¿Qué sucedería si yo fuera mimada de nuevo?

¿Podría obtener mi corazón de nuevo?

Mi corazón se está abriendo.

¿Pero no es eso lo que Eldric hizo? Él me mimó y me devolvió el corazón. Tengo que decirle.

Le cuento mi teoría acerca de asentar y sacar senderos en el cerebro. Le explico sobre ser de nuevo un bebé.

Eldric llora y ríe.

—De vez en cuando —digo—, podría gustarme oír sobre cuán adorables son mis orejas de albaricoque.

Él ríe, llora, extiende sus brazos.

Doy un paso hacia él, lo dejo envolver sus brazos alrededor de mí. No es vergonzoso cuando Eldric llora.

—Me gustaría ver tu artefacto —digo—, pero siento que debo advertirte sobre todos los senderos que debo sacar y asentar. Apenas parece justo. Quizás deberías volver cuando haya crecido.

Estoy bromeando, por supuesto, excepto que no lo estoy. Para el momento en que crezca, Eldric se habrá ido con una chica que realmente haya crecido.

—Ésta es la chica crecida que me gusta —dice Eldric. Él toma mi mano. Desliza su artefacto en mi dedo—. El relojero fue muy amable —dice—. Me dejó usar su taller, y me prestó sus dos manos.

Piedras de luna. Esas son las perlas falsas que brillan. No reconozco las piedras amarillas brillantes. Pregunto y él me dice. El anillo tiene piedras de luna y diamantes amarillos.

—Pienso en nosotros como el sol y la luna —dice él.

Mi corazón es un desastre. Si los corazones realmente tuvieran cuerdas, yo diría que él está punteando las mías.

Él le murmura al bebé Briony. Adora sus queridas orejas de albaricoque y sus pequeñas uñas. Él susurra a la adulta Briony.

—No quiero otra chica. Podemos hacer nuevos senderos, sé que podemos.

—Pero no sé si alguna vez podré cantar de nuevo. —Y ahora, al final, estoy llorando. Uno puedo hacer nuevos senderos en el cerebro, pero no puede hacer un sendero de voz.

—Pero creaste el sendero de memoria de tus queridas orejas de albaricoque —dice Eldric—. ¿Creíste que alguna vez lo harías?

No lo hacía.

—Entonces podemos crear otros senderos —dice Eldric—. Los abriremos, sólo así. Algunos serán duros, algunos serán fáciles. Lo haremos juntos.

Quizás tiene razón. Miro el anillo.

—¿Cómo supiste que iba a entrar?

—No sé la décimo segunda declinación —dice—, pero sé cómo te gusta tu crema y tu mermelada. Conozco cada uno de tus dedos.

—Lo amo —digo—. ¿Sabías que lo haría? ¿Sabías eso también?

—Sí —dice.

Caminamos hacia el automóvil. Subo al estribo, pero él me atrapa.

—Te amo.

Palabra mágica. Si dices una palabra, esta salta y se vuelve la verdad. Te amo. Lo creo.

Creo que puedo ser amada. ¿Cómo puede algo tan frágil como una palabra construir un mundo entero?

Fin

Ir a la siguiente página

Report Page