Chernobyl

Chernobyl


Frederik Pohl. Consideraciones finales

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CONSIDERACIONES FINALES

Ya que

Chemobyl es una obra de ficción basada en la realidad, puede resultar difícil entender qué hay que aceptar como hechos reales y qué es licencia del novelista. Para empezar, todos los personajes que aparecen en la novela son ficticios. Algunas de las cosas que se hacen en la novela fueron hechas efectivamente por personas reales, como es el caso de los tres hombres que entraron en los corredores inundados, debajo del reactor, para abrir las válvulas de drenaje. Los nombres de los tres hombres son Alexei Ananenko, Valeriy Vezpalov y Boris Baranov, pero los personajes de la novela de ningún modo han sido modelados a su imagen. La naturaleza y la cronología de la explosión y sus consecuencias corresponden a la realidad lo máximo posible, aunque me he tomado libertades menores con su ubicación en el tiempo. Los hechos secundarios también han sido tomados de la realidad, si bien en algunos casos es discutible en qué consiste la realidad. Un dato especial es el «documento de las diecisiete páginas». El documento descrito existe realmente. Es un manifiesto razonado en el que se piden drásticas reformas en ámbitos tales como la libertad de expresión, las prioridades industriales y los procedimientos políticos. El documento circula subrepticiamente por la Unión Soviética y, después de Chernobyl, incluso fuera de ella. Lo que no está claro es si este documento dimana de algunos altos cargos, como se dice, o si es una invención de ciertas personas exiliadas en Occidente. Por otro lado, hay claras evidencias de que muchos de los cambios revolucionarios que el documento propone están siendo contemplados seriamente por altos funcionarios…, aunque otros funcionarios de igual rango se oponen a ellos vigorosamente.

Un signo particularmente visible del cambio es la continua protección de Mijail Gorbachov a la política de

glasnost, o transparencia y honestidad en informar de los hechos de la vida soviética y en discutir qué medidas hay que tomar para tratarlos adecuadamente. Dicha política no empezó con la tragedia de Chernobyl, pero ésta ha hecho posible que se comprendiera. Fue la

glasnost lo que permitió la publicación del artículo ferozmente crítico de Lyubov Kovalevska sobre las irregularidades de la central nuclear de Chernobyl en el número del 27 de marzo de 1986 de

Literaturnaya Ukraina, sólo unas semanas antes de la explosión. Fue la

glasnost lo que hizo posible el informe soviético completo, sincero y sin precedentes, que sobre el accidente se remitió a la Agencia Internacional de Energía Atómica de Viena, en septiembre de 1986 (de donde proceden gran número de los detalles técnicos de esta novela). Fue también la

glasnost lo que ha informado desde entonces, en la prensa soviética y en el extranjero, sobre revueltas, accidentes, manifestaciones y otros sucesos que casi nunca antes salieron a relucir…, incluidas historias de malversación de altos cargos del Partido Comunista, y hasta de miembros de la KGB. Y, en mucha menor escala, creo que también fue gracias a la

glasnost que pude recibir la gran asistencia y la firme cooperación que encontré cuando regresé a la Unión Soviética para completar mi documentación con destino a esta novela. Por ello debo dar las gracias a muchos funcionarios soviéticos, pero en especial a los directivos del Sindicato de Escritores. Estas personas me abrieron muchas puertas, y no impusieron ninguna restricción respecto a lo que podía escribir o a quién podía ver. Con su ayuda logré entrevistar a docenas de personajes con información directa del accidente de Chernobyl: periodistas, testigos, bomberos que combatieron para controlar los daños, expertos nucleares que estaban en el lugar de los hechos, y muchos otros. Hicieron más para ayudarme a escribir esta historia de lo que yo habría imaginado, y por ello les quedo profundamente agradecido.

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