Check-in

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– Siempre me concentro. No he perdido el tiempo saliendo de fiesta hasta que no he acabado exámenes. Además, estoy cansado de la pandilla, son muy inmaduros y los diálogos de siempre no me entusiasman.

– Pues la que no saldrá este fin de semana, seguro, seré yo. Hoy habían montado una pequeña fiesta en la carpa del puerto, pero no voy a ir. Mejor que me vaya a casa de mi madre, a descansar.

– Algo me dijiste entonces, que se estaban separando. Lo siento.

– Bueno, lo llevo bien. No es tan terrible como parece, una vez te has acostumbrado. Incluso diría que ellos ahora se llevan mejor y son más felices. Este fin de semana estaba con mi padre, pero ya le he dejado un mensaje en el contestador que iría a ver a mi madre, de paso. ¿Por qué no te vienes?

– ¿A dónde?

– A casa, me acompañas por el camino y de paso, saludas a mi madre. Ella es profesora de instituto, y le podrás preguntar cosas de la carrera y de cómo es el trabajo de docencia. Y comes allí, si quieres. Me puedes pasar los apuntes de las asignaturas que has hecho este cuatrimestre, porque un par de ellas están en mis estudios como optativas. Y si no, las cogeré como créditos de libre elección

– Bueno, lo mismo digo de las tuyas, aunque apenas me faltan optativas para acabar la carrera. No tenía pensado nada. Para volver a casa puedo irme luego, un poco más tarde, mi padre me ha dejado el coche.

– ¡Oh, perfecto! ¡Pues mejor aún! ¡Yo te indico el camino! Bueno… si no te importa llevarme.

– Espera un momento que coja mi pequeño equipaje. ¿Disculpe?

Ahora no tengo más remedio que girarme, disimulando, como si no hubiera estado todo el rato escuchando lo que decían. Debía asegurarme que estos dos no hayan tenido nada que ver con la agresión a la habitación B-220.

– Dígame.

– Tiene que haber una pequeña bolsa por ahí. La he dejado en consigna a su compañero, un rato antes.

– Sí, aquí la tengo. Y una anotación en el registro de su habitación, la B-١٢١, si no está mal anotado.

– Exacto, a nombre de Arnau.

– Correcto, tenga.

Le doy su bolsa y veo como continua hablando con la tal Jennifer. Le ha entusiasmado más el comentario sobre los apuntes de universidad que la insinuación de que vaya a comer con ella. Este chico no está interesado en ella. Es más, no parece interesado en ninguna chica que sea como ella. ¿Será gay? O quizás no le gusten las chicas de su edad.

– Mi madre te gustará cuando la veas. A veces es un poco alocada o juvenil, se ha vuelto una juerguista desde que se separó, pero es buena persona. Te podrá dar consejos sobre lo que es ser profesor.

– Estoy estudiando para ser maestro, no profesor. Eso lo hacen los licenciados que ejercen en secundaria.

– Bueno, para el caso es lo mismo. Las oposiciones, la bolsa de sustituciones, como dar las clases y el salario y condiciones laborales. Lo que te interesa y que comienzas a aprender cuando sales de la universidad.

– Ya hablaré con ella. Seguro que me gusta su opinión.

– Lo que puede que no te guste sea la sopa que hace, jejeje. Pero como ha salido esta noche con mi padre, puede que toque hacer algo rápido y congelado.

Bueno, ¿dónde tienes el coche?

– Por aquí, sígueme.

La parejita universitaria se larga. Que aprovechen. Tienen todo el tiempo del mundo por delante y pueden disfrutar ahora de todo su optimismo. Ya les llegará el momento de amargarse y preocuparse por el mundo que deben afrontar. A mí me llegó antes de tiempo y tuve que tomar decisiones.

Míralos. Quizás incluso acaben juntos o sean novios un tiempo. Quién sabe. Si lo hacen, espero que debieran separarse, sea por conflictos que nazcan de ellos mismos, y no del entorno.

Y me recuerda a mí, ¿verdad? Todavía me acuerdo de ella. El momento en que tuvimos que dejarlo porque el trabajo y los estudios me absorbían y no tenía tiempo para dedicarle. Nunca entendió que eso era mi sustento y que si me llamaban a una determinada hora, debía responder para no perder mi trabajo.

¿Y los estudios? Pues al final los tuve que aparcar también. E incluso ahora los he retomado desde que se ha puesto de moda lo de estudiar desde casa. Pero no creo que un Grado en Ciencias Políticas me sirviera de mucho para dar un impulso a mi carrera en este hotel.

Ella no lo supo entender y tuvimos que cortar. Pensaba que no le tenía respeto ni la apreciaba, pero nada más lejos de la realidad. Simplemente, no había tiempo para todo y del aire no se vive.

Pero la echo de menos. Y mucho. Hubiera representado otra manera de vivir la vida, menos centrado en el trabajo y más centrado en ella. Probablemente tendría una familia a esta edad y me esperaría algún renacuajo cada día que llegara a casa. Sí, aunque no sé si hubiera sido un futuro mejor que el que tengo ahora. Eso, sólo Dios lo sabe.

Estoy bien situado a mis años y probablemente tenga aquí el trabajo garantizado si hago lo que me toca. El jefe confía en mí y ya realizo tareas comerciales y he progresado en un trabajo que me gusta mucho.

Veo a diario, pasando por este hotel, parejas, amantes, matrimonios que inician y acaban su andadura en estas habitaciones, amores que comienzan y otros que acaban, los que creen haberlo encontrado y los que nunca supieron que lo han perdido.

En cada habitación y en cada cliente he visto un mundo. Y esos mundos, como sus órbitas, a veces se cruzan. Y surgen nuevas órbitas, nuevas relaciones entre las personas que abandonan sus antiguas interacciones por otras nuevas.

Todo eso, sucederá siempre enfrente de mí. Yo seguiré aquí, intentando darles todo lo que necesiten para que su estancia sea lo más agradable posible. Las decisiones que tomen ellos al respecto de qué hacer con su vida y con quién relacionarse ya es cosa suya.

Y, un nuevo cliente, uno de estos nuevos mundos a punto de forjarse, me aleja de mis pensamientos para pronunciar una frase muy familiar. Una frase que oigo cada día y con la cualquier cosa puede pasar.

– Buenos días, tenía reserva aquí. Venía a hacer el check-in.

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