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Bingo telefónico » 1

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No había razón alguna para no retomar un ritmo de vida más normal y empezar a viajar de día, pues Clay sabía que los telefónicos no le harían daño. Era un intocable, y de hecho querían que llegara a Kashwak. El problema residía en que se había habituado a vivir de noche. Ya solo me falta un ataúd y una capa para abrigarme cuando me meta dentro, pensó.

Cuando el día siguiente amaneció rojizo y frío, Clay se hallaba a las afueras de Springvale. Había una casa pequeña, probablemente la residencia del guarda, junto al Museo de la Madera de Springvale. Parecía muy acogedora. Clay forzó la cerradura de la puerta lateral y entró. Lo entusiasmó encontrar un fogón de leña y una bomba manual en la cocina. Asimismo había una despensa pequeña pero bien surtida e intacta. Celebró el hallazgo con un enorme cuenco de gachas de avena que preparó con leche en polvo, grandes cantidades de azúcar y pasas.

En la despensa encontró también paquetes de beicon y huevos concentrados, alineados con pulcritud en un estante como libros de bolsillo. Cocinó uno de los paquetes y guardó el resto en la mochila. Fue una comida mucho más opípara de lo que había esperado, y al llegar al dormitorio, situado en la parte posterior de la casita, concilió el sueño casi al instante.

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