Cell

Cell


El pulso » 10

Página 14 de 147

1

0

—¡No hay tiempo! —chilló Tom.

Sin perder un instante, agarró una de las sillas de respaldo alto imitación reina Ana que flanqueaban el sofá del vestíbulo y corrió con ella patas arriba hacia la puerta principal.

La chica lo vio acercarse y retrocedió un paso, llevándose ambas manos al rostro para protegérselo. En ese momento, su perseguidor apareció ante la puerta. Era un tipo inmenso con aspecto de obrero de la construcción, tripa enorme que le abombaba la camiseta amarilla y una grasienta cola de caballo canosa que le rebotaba contra la espalda.

Las patas de la silla se estrellaron contra el vidrio de la puerta; las dos patas izquierdas atravesaron las palabras

ATLANTIC AVENUE INN y las dos derechas,

EL MEJOR HOTEL DE BOSTON. Las de la derecha golpearon el grueso hombro izquierdo envuelto en tela amarilla del hombre justo en el instante en que éste aferraba a la chica por el cuello. La cara inferior del asiento quedó encallada en la estructura central de la puerta doble, y Tom McCourt trastabilló, aturdido.

El obrero de la construcción parloteaba enloquecido en aquella lengua ininteligible, y la sangre empezaba a correrle por la piel pecosa del bíceps izquierdo. La chica había conseguido zafarse de él, pero tropezó y cayó al suelo, medio cuerpo sobre la acera y el resto sobre la rejilla del alcantarillado, gritando de dolor y miedo.

Clay estaba de pie bajo uno de los marcos de la puerta ahora hecha añicos, sin recordar cómo había llegado hasta allí y recordando a duras penas haber apartado la silla.

—¡Eh, cabronazo! —gritó.

Experimentó una punzada de satisfacción al ver que el parloteo incomprensible del hombretón cesaba por un instante.

—¡Sí, tú! —prosiguió Clay—. ¡Estoy hablando contigo! —Y luego, porque fue lo único que se le ocurrió en aquel momento, añadió—: ¡Me he tirado a tu madre y estaba más seca que un tronco viejo!

El corpulento chiflado de la camiseta amarilla gritó algo que se parecía sobrecogedoramente a lo que había gritado la Mujer Traje Chaqueta justo antes de morir, algo así como ¡

Rast!, y se volvió hacia el edificio al que de repente le habían salido dientes, voz y ganas de atacarlo. Viera lo que viese, a buen seguro no sería a un tipo sudoroso y enfurecido con un cuchillo de carnicero en la mano y asomado a un rectángulo de madera que hasta unos segundos antes había sostenido un vidrio, porque Clay no tuvo necesidad de atacar. El hombre de la camiseta amarilla se abalanzó sobre la hoja del cuchillo, el acero sueco se deslizó con facilidad en el rollo de carne quemada por el sol sobre el que descansaba el mentón, y de inmediato brotó de la herida un potente chorro de sangre. La sangre empapó la mano de Clay, un baño increíblemente caliente, casi tanto como café recién hecho, le pareció, y tuvo que contener el impulso de apartarse. Lo que hizo fue seguir empujando hasta que la hoja del cuchillo encontró resistencia. El acero vaciló un instante pero, testarudo como era, siguió desgarrando músculo y cartílago hasta que por fin salió por la nuca del hombretón. El tipo cayó hacia delante sin que Clay pudiera frenarlo con una sola mano, ni hablar, porque debía de pesar ciento cuarenta o ciento cincuenta kilos, y por un momento quedó apoyado contra la puerta como un borracho contra una farola, los ojos castaños saliéndose de las órbitas, la lengua manchada de nicotina colgando a un lado de la boca, el cuello convertido en una fuente sin fin. Al cabo de unos instantes, las piernas se negaron a seguir sosteniéndolo y cayó desplomado al suelo. Clay aferró con fuerza la empuñadura del cuchillo y se sorprendió al comprobar la facilidad con que abandonaba el cuerpo del hombre. Fue mucho más fácil que liberarlo del cuero y el cartón reforzado de la carpeta de dibujo.

Una vez reducido el chiflado, Clay vio de nuevo a la chica, una rodilla apoyada en la acera y la otra sobre la rejilla, gritando tras la cortina de cabello que le cubría el rostro.

—Tranquila, cariño —musitó—. Tranquila.

Pero la muchacha siguió gritando.

Ir a la siguiente página

Report Page