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La academia Gaiten » 3

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Con la luna jugando al escondite entre las nubes,

como en una ilustración de una novela juvenil de piratas y tesoros enterrados, pensó Clay, dejaron atrás las caballerizas y reanudaron su viaje hacia el norte. Aquella noche empezaron a toparse con otras personas como ellos.

Porque éste se ha convertido en nuestro período, se dijo Clay mientras se cambiaba de mano el fusil automático, que cargado pesaba una tonelada.

Los chiflados telefónicos son dueños del día, y cuando salen las estrellas nos toca a nosotros. Somos como vampiros; hemos sido desterrados a la noche. De cerca nos reconocemos unos a otros porque aún podemos hablar. A cierta distancia podemos estar bastante seguros gracias al equipaje que llevamos y las armas que cada vez más de nosotros nos hemos procurado. Sin embargo, la única confirmación cierta es el haz de las linternas. Hace tres días no solo gobernábamos el planeta, sino que vivíamos con el sentimiento de culpabilidad del superviviente por habernos cargado a miles de especies en nuestro ascenso hacia el nirvana de los canales de noticias de veinticuatro horas y las palomitas para microondas. Y ahora nos hemos convertido en Los Tipos de las Linternas.

Miró a Tom.

—¿Adónde van? —preguntó a éste—. ¿Adónde van los locos cuando se pone el sol?

Tom le lanzó una mirada cargada de cinismo.

—Al Polo Norte. Todos los elfos murieron a causa de la enfermedad de los renos locos y ahora estos tipos ayudan a Papá Noel hasta que las nuevas crías crezcan.

—Madre mía, veo que alguien se ha levantado con el pie izquierdo esta noche…

Pero sus palabras no lograron arrancar ni media sonrisa a Tom.

—Estaba pensando en mi gato —dijo—, preguntándome si estará bien. Seguro que piensas que es una chorrada.

—Claro que no —aseguró Clay, aunque en comparación con su preocupación por su mujer y su hijo, lo cierto es que sí le parecía una chorrada.

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