Celestial

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Capítulo 9

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Capítulo 9

—¿Es que ha perdido la cabeza? —preguntó Leiza abriendo mucho sus ojos claros.

—No ha sido una decisión acertada, pero Oizys estaba convencida de que era la única manera de salvar a Ykar y a la vez, el plan.

—Madre mía —Leiza caminaba de un lado a otro llevándose las manos a la cabeza—. ¡Madre mía!

—Puede que Oizys lo alcance a tiempo.

—Están los dos muertos, Ilaria —afirmó con rotundidad—. Y cuando Ixchel se entere va a querer ir a por Ykar y entonces morirá también.

—No, Ixchel no va a enterarse de nada. Vamos, es de Oizys y Lyone de quienes hablamos.

Leiza se detuvo en seco y después caminó hacia mí.

—¿Qué crees que hará Hoth cuando llegue a palacio? Los profesores de Shyzengard no pueden estar en Clyros bajo ninguna circunstancia.

Entonces entendí cuales eran sus intenciones y un escalofrío me recorrió la espalda.

—Hoth no quería Oizys fuera a palacio, por eso se ha ido él solo —continuó Leiza.

Apreté el aparato que la Celestial había colocado en mi mano.

—Va a delatarse —susurré—. Va a decir que fue él quien liberó a Ixchel antes de que ella llegue a palacio.

—Así será el único culpable —dijo Leiza a la vez que asentía.

El pesar emanaba por todos sus poros.

—Joder —susurré—. ¿Qué hacemos?

—Tenemos que contárselo a los demás. Ideemos un plan.

—No, Ixchel no puede saberlo —afirmé.

Solo faltaba que él también se largara, seguro que diría algo tipo «soy un Celestial, puedo convencerles».

—¿Y qué hacemos entonces, Ilaria? ¡No podemos dejar que los atrapen a los dos!

—Tengo una idea. —Me acerqué el aparato que la Celestial había puesto en mis manos y hablé—. Oizys, ¿me oyes? Por favor, contesta.

—No voy a volver, Ilaria. Ni siquiera tú puedes pedirme eso.

—No voy a hacerlo —dije—. Tengo otra idea. Pero tienes que encontrar a Hoth antes de que hable con Emryn o Akir.

—Ya he llegado —informó Oizys. Por lo agitada que estaba su voz supimos que estaba andando muy deprisa—. Voy a ir a ver a Emryn primero. Sin Akir esto será más fácil, ojalá no sea tarde.

—De acuerdo —contestó Leiza—. Esperaremos noticias.

Había llamado a Zalen de forma discreta mientras Ixchel, Isleen, Chloe y el resto seguían arriba. No podía dejar de mover la pierna de manera nerviosa. Todos teníamos en gran estima al señor Lyone. Ya lo teníamos antes de saber que formaba parte del grupo en la sombra.

—¿Qué creéis que pasará si no le convencen? —preguntó Leiza con preocupación en el rostro.

Solté una larga exhalación.

—Nada bueno.

—Va a salir bien —intervino Zalen cruzando los brazos a la altura del pecho—. Ambos tienen capacidad de sobras para engañar a Emryn de nuevo. Oizys lo ha estado haciendo durante años, siendo miembro en secreto del grupo en la sombra.

—El despacho de Emryn está vacío —informó Oizys y me dio un calambre en el estómago provocado por la angustia—. Voy al de Akir.

—De acuerdo, buena suerte, Oizys —dije tratando de sonar segura.

La Celestial dejó el micrófono encendido, pero ya no hablaría más. Dado que iba sola, podría resultar sospechoso que hablara en voz alta por el palacio.

Mis dedos bailaban nerviosos y no podía parar de morderme el interior de la mejilla.

Por el transmisor, oímos unos golpes de alguien que picaba a la puerta.

—Adelante —dijo la voz de Akir.

—Hola Emryn, Akir —saludó Oizys—. Subdirector, ¿qué está haciendo en Clyros? —preguntó con una impresionante confusión fingida.

—Mierda —dijimos a coro los tres.

El próximo en hablar fue Emryn.

—Ha venido a informarnos sobre el ataque inminente a Clyros. Según dice, el ambiente ha estado intranquilo en Shyzengard desde lo que pasó en la Matanza de Dragones.

Una tranquilidad arrolladora había aparecido en mi interior. No había dicho nada, bien.

—Por un momento creímos que no vendrías —dijo Akir como si no hubiera escuchado nada.

—Vivo aquí, ¿sabes? —contestó ella.

Akir soltó una especie de risa cortante.

—Pensaba que después de liberar a mi hijo, tal vez hubieras decidido mudarte a otra parte.

—Entiendo que estés enfadado, pero no podía permitir que siguieras tratándolo así —contestó con voz neutra.

—¿Dónde está Ixchel, Oizys?

—¿Para qué son tus guardias, Akir?

—Oh, ¿ellos? —preguntó—. Los he llamado yo.

—Entiendo que estés enfadado, pero.

—Más que enfadado, me siento… curioso. —El tono de voz del padre de Ixchel sonaba afilado como cuchillas—. ¿Por qué lo has hecho?

Oizys suspiró.

—Estaba herido, no debía estar en Rejas Negras, sino recuperándose. Salvó a Ilaria, de acuerdo. No te avisó cuando debía, entiendo que sientas que te ha traicionado. Pero, ¿encerrarlo como un animal? No, no es la solución.

—No es cosa tuya decidirlo —escupió Emryn con desprecio—. No es hijo tuyo.

—Espera Emryn, déjala terminar —pidió Akir.

—Ixchel necesitaba ayuda y se la di —dijo Oizys—. Después de todos estos años conviviendo con él, no puedes pedirme que sea indiferente a su sufrimiento.

—Espero que Zeoden se de prisa —deseó Leiza en voz alta.

Zeoden se encargaba de la seguridad de los dragones de la guardia de Clyros. Él no había sabido que Ykar no estaba allí cuando fuimos a rescatar al resto, pero había podido encontrarla después de que nos fuéramos.

Por eso Zeoden era el único, además de los presentes, que sabía lo que estaba pasando. Fuimos discretos con el resto, en especial con Chloe e Ixchel.

Zeoden tendría que liberar a Ykar y avisarnos cuando lo consiguiera. Nuestra única ventaja era que Emryn y Akir estaban distraídos con Oizys y Lyone y bueno, que Zeoden fuera un guardia también era de gran utilidad. Él había sido quien había convencido a Lyone de que no mintiera sobre haber sido él quien sacó a Ixchel.

Por suerte, cuando Hoth se marchó, se llevó consigo el transmisor que habíamos llevado cuando rescatamos a Vysseldur y el resto. Sin él, no quiero pensar a qué habríamos llegado.

—Entiendo —contestó Akir en tono tranquilo después de una larga pausa—. Es muy considerado por tu parte. Pero verás, necesitaba a Ixchel, para evitar la guerra con Khandalyce, ¿sabes? Ilaria tenía que ceder y lo único que tenía contra ella era a Ixchel.

Me revolví incómoda en el sitio por quien estaba sentado a mi lado.

—Esperaba que su amor fuera mayor a su sed de venganza. Pero —continuó Akir—, ahora no tengo nada. La guerra con Khandalyce es inminente y lo único que me queda por hacer es matar a su líder.

Lo cual confirmaba que todavía no sabían que habíamos huido.

—Esa opción puede dar resultado —contestó Oizys.

Zalen negó repetidas veces y se llevó una mano hasta la mandíbula.

Le miré con el ceño fruncido.

—¿Por qué sigue Lyone ahí? —preguntó Zalen—. ¿Por qué dejan que escuche la conversación?

—Pero verás, había algo que no me cuadraba —continuó Akir—. En el momento en que supimos que Ixchel había desaparecido de su celda, comprobamos que Ilaria y los otros tres ganadores de Limbo siguieran en la suya. —La voz de Akir sonó más cerca del transmisor—. Ya sabes, por estar seguros.

—¿Y bien? —preguntó Oizys.

—Seguían —contestó Akir y supe, sin verlo, que estaba sonriendo—. Pero eso no tenía sentido. ¿Verdad, Emryn?

—Ninguno —contestó.

—Porque fuera de que Ilaria pueda o no aceptar su amor por mi hijo, no tengo duda alguna de que Ixchel la ama, lo dejó claro en Limbo.

No, no, no…

Leiza soltó un gemido que salió de su alma.

—Igual que también dejó claro que estaría dispuesto a lo que fuera con tal de salvarla, incluso de morir —continuó Akir—. Así que no tenía sentido que lo liberases y se fuera de palacio sin más. Sabiendo que una vez descubriéramos la celda vacía, mataríamos a Ilaria. —Akir bajó más el tono—. Pero los cuatro ganadores seguían allí, las cámaras no mienten. Entonces, pensé ¿qué se me escapa?

La voz de Akir sonó un poco más lejana, como si ya no estuviera mirando a Oizys.

—Akir —dijo ella.

—Reconozco que no hubiera imaginado un plan tan ingenioso viniendo de usted, señor Lyone.

Joder.

—El uso de bolas calco es temporal, pero si tienes la experiencia suficiente sabes que hay una manera en la que puedes conseguir prolongar el efecto incluso veinticuatro horas.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Oizys.

Intentó sonar incrédula, pero le tembló la voz.

—Es una reacción al ADN que contienen las bolas calco al mezclarlo con Juk-han, también conocido como cenizas de serpiente —continuó Akir—. Verás Oizys, el subdirector de Shyzengard no ha venido para avisarnos de ningún ataque, ¿verdad que no?

—¿Para que iba a intervenir él? —preguntó Oizys hablando antes que Lyone—. Además, estoy segura que acaba de llegar. Estás acusándole sin pruebas.

—Resulta Oizys, que sí hay pruebas —contestó Akir—. Es curioso, pero puedes esconder cámaras casi en cualquier parte. Siento no haberte dicho nada, pero creí oportuno reforzar la seguridad de las salidas de palacio, incluido el pasillo noroeste, cercano a la salida del faraón. Así que lo preguntaré otra vez. Señor Lyone, no ha venido para avisarnos de ningún ataque, ¿verdad que no?

—No —contestó de inmediato—. No he venido para eso.

Me tapé la boca como acto reflejo.

Akir soltó otra risa fría y desagradable.

—Bien, ¿por qué los liberó? —preguntó Akir.

—Eran mis alumnos, los había visto crecer, no podía permitir que trataran así a los ganadores.

—Sí, puede que eso tuviera algo que ver —contestó Akir—, pero, entonces recordé que en los muchos años que lleva siendo subdirector de Shyzengard. Ha visto morir a decenas de alumnos, ya sea en Limbo o durante la Matanza de Dragones y jamás había llegado hasta Clyros. Entonces me dije, ¿por qué ahora? ¿Por qué arriesgarlo todo por ellos?

—Nunca había sucedido nada igual al ataque producido durante la Matanza de Dragones. Ellos cuatro eran los ganadores Limbo y algo me decía que no los tratarían como tal. Pude comprobar que no estaba equivocado —insistió Lyone. Era asombroso lo seguro que parecía.

—¿Sabe qué, señor Lyone? No le creo —dijo Akir con absoluta calma—. Lo que de verdad creo es que el motivo que tenía, era todavía más personal de lo que dice.

—¿De verdad no podemos hacer nada? —pregunté.

—¿Hacer qué? ¿Aceptar su trato y Khandalyce vuelve a la servidumbre? —preguntó Leiza.

—Suponiendo que esa opción siga sobre la mesa —dijo Zalen.

—¿Akir, de qué hablas? —preguntó Emryn, callándonos a los tres.

—¿Se lo cuentas tú Oizys, o lo hago yo? —preguntó Akir con seriedad en la voz.

—No sé qué insinúa, pero ella no… —empezó Lyone.

—¿Qué tiene que contarme Oizys? —interrumpió Emryn.

Sería un buen guerrero, pero no era excesivamente brillante.

—¿Desde cuándo lo sabes? —preguntó Oizys.

—Nunca me gustó esa Chloe —contestó Akir y sentí que dejaba de respirar—. Siempre estaba preparada para luchar contra las injusticias, grandes o pequeñas, y parecía tener opinión sobre todos los temas. Aunque sé que te esforzaste en corregirla, no puedes obligar a un gallo a poner huevos. Confieso que al principio creí que era con ella con quien mantenía una relación el señor Lyone. A pesar de la diferencia de edad, era una posibilidad. Lo gracioso es, Oizys, que si hubieras venido sola esta noche, hubiera podido creer que era Chloe la que había estado ayudando a Lyone. Pero en cuanto te he visto entrar, todas mis sospechas han quedado confirmadas. A pesar de tus intentos, el miedo se ha reflejado en tus ojos cuando has visto cuántos guardias había.

Hubo una pausa.

—Lo siento —dijo Hoth Lyone.

—No es culpa tuya —respondió Oizys—. No podíamos saberlo.

—Conmovedor —interrumpió Akir—. Una Celestial protegida por un simple profesor. Podría echarme a reír.

—¿Eres una traidora? —La voz del Celestial menos avispado sonó cada vez más cerca—. ¿Cómo te atreves?

Después sonó una bofetada.

—¿Cómo te has atrevido a traicionarnos, Oizys? —gritó Emryn.

Me di cuenta de que el transmisor había caído al suelo porque cuando Oizys habló, sonó mucho más distante.

—Hoth, quieto —ordenó Oizys.

Pude imaginarme su reacción al ver al Celestial pegar a Oizys.

—Podrían ser tus hijos los que murieran allí, ¿es que no lo ves?

—Hablas como una de ellos —contestó Emryn mordiendo las palabras.

—No puedo juzgar los actos de mis antepasados —dijo la única mujer Celestial de la sala—. Pero tampoco podía seguir viendo año tras año como alumnos de Shyzengard se sacrificaba por su dragón. ¡No eran más que críos! ¿Y todo para qué? ¿Por qué podíamos obligarles? ¿O por el miedo que teníamos a perder el poder?

Emryn bramó algo, pero Oizys no se detuvo.

—Los seguímos matando a pesar de que hace ya mucho tiempo que los dragones dejaron de ser una amenaza.

Sonaron unos pasos.

—Akir, no la toques —amenazó Hoth.

—¡Guardias, sujetadle! —ordenó la voz de Emryn.

—¿Cuántos sois? —preguntó la voz de Akir ajena a los gritos.

—Puedes evitar una guerra Akir, está en tu mano pararlo —rogó Oizys—. No hace falta mantener la servidumbre, no es necesario. Además, sé con seguridad que Khandalyce aceptará un trato justo. He estado allí, no es venganza lo buscan.

—¿Has estado allí? —repitió Emryn con incredulidad—. ¿Hace cuánto que eres una de esas ratas? ¡Desde cuándo!

—¡Emryn, cálmate! —vociferó Akir y luego suspiró.

El padre de Ixchel rompió el breve silencio.

—¿Cuántos sois?

—Akir… —empezó, pero entonces Oizys soltó un quejido.

Supuse que la había apretado su agarre.

—No lo repetiré una tercera vez, Oizys.

Oizys hizo un sonido ronco con la garganta.

—Más de los que puedas imaginar. Sigues siendo un Celestial, bien, disfruta de ello, no lo serás por mucho tiempo —contestó, saboreando cada una de sus palabras—. Habéis perdido la guerra antes de empezar.

Sonaron unos pasos, Akir se separaba de Oizys.

—Zeoden, ¿me oyes? —preguntó la voz de Zalen—. ¿Zeoden?

Algunas veces, el desconocimiento podía ser la peor de las torturas.

—Lo estoy oyendo todo —contestó Zeoden—. Ykar ya está en libertad.

—Tenemos que hacer algo, van a matarlos —intervino Leiza al borde del ataque.

—No podemos hacer nada por ellos —sentenció Zeoden.

—Espero que estés dispuesta a pagar el precio de tu traición —vociferó Akir acompañado por el sonido de unos pasos rápidos.

Luego se escucharon muchos más.

—¡Oizys! —gritó Lyone.

—Vamos Celestial —dijo la voz de Akir—, hora de la función.

—¿A dónde me lleváis? —preguntó la Celestial.

Miré a Zalen y sus ojos se reflejaron en los míos.

—A estas alturas de tu vida, Oizys, deberías saber que yo nunca pierdo —dijo Akir justo antes de dar la orden—. Emryn, mátalo.

—¡No! —suplicó Leiza.

—¡No! ¡Emryn espera! No lo hagas.

Pareció detenerse el tiempo.

El grito de Oizys sonó justo antes de que lo hiciera el disparo, ambos quedarían grabados para siempre en mi cabeza.

Escuchamos un cuerpo caer al suelo. Emryn lo había hecho.

Nadie dijo nada más. Ni siquiera Oizys quien, estaba segura, de que había visto lo que nosotros no. El transmisor de la Celestial se quedó en la sala vacía y no volvimos a oír ni una palabra en el momento en que los pasos desaparecieron.

Hoth Lyone estaba muerto.

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