Casino

Casino


Casino » Tercera parte: La retirada » 21

Página 28 de 31

21

«Me acabo de tirar a Tony Spilotro.»

Como cuenta Murray Ehrenberg:

Frank estaba muerto de miedo. Era una persona bastante reservada. Nunca quería mostrar sus sentimientos. Jamás lo hizo. Se encerraba siempre en sí mismo, a excepción de la noche en que me llamó para pedirme que fuera a verle. Fue la primera vez que noté el pánico en su voz. «Ven —dijo— y trae un arma». Dijo que necesitaba protección, que, por lo que fuera, no quería estar solo. Quería a alguien con él. Le dije que tal vez precisara un testigo o algo.

—No te preocupes, voy enseguida. Voy a coger el rifle de caza de mi hijo.

Cuando lo vi, comprobé que estaba realmente conmocionado. Nunca lo había visto en aquel estado y había trabajado con él durante años.

En cuanto llegué, se tranquilizó y permanecimos allí sentados medio amodorrados mucho rato hasta que oímos un ruido. Nos levantamos de un salto, salimos y nos encontramos con que llegaba Geri. Llevaba una buena curda. Tenía la mirada extraviada. Estaba fuera de sí. Completamente desmadrada. Chocó frontalmente con la puerta del garaje. Abolló el coche. Yo estaba allí delante y por poco me aplasta el pie. Ni esperó a que subiera la puerta. Le dio de frente.

—Ha estado fuera toda la noche.

Según El Zurdo:

La oí a través de las ventanas cerradas. Decía: «¿Dónde están mis hijos, cabrón?».

Geri no solía hablar así. Otra razón por la que pensé que le sucedía algo. ¿Copas? ¿Pastillas? ¿Drogas? No podía precisarlo.

Le dije que bajara un poco el cristal, y lo hizo en un par de centímetros; me acerqué tanto como pude a ella y le pedí que se calmara.

—¿No podríamos discutirlo? ¡Cuidado!

—¡A tomar por culo! —chilla de nuevo, pone el coche en marcha y le da de lleno a la puerta del garaje.

Los vecinos se han despertado, se han reunido en la calle y aparecen un par de coches de la poli. Veo a dos polis. Los conozco.

Geri dice que quiere entrar en casa. A freír espárragos, pienso yo. Pero soy consciente de que tengo pocas alternativas. Me tiene atado. La encantadora esposa de un famoso hombre de casinos, de un jugador relacionado con el hampa. El no va más. Van a hacerme picadillo en el tribunal.

Con todo, respondiendo a su pregunta, le formuló otra:

—¿Dónde está el gilipollas de tu novio?

—¿Qué novio? —dice, impasible.

—Sabes bien quién —preciso.

Geri se dirige a los polis y les pide que consigan que yo la deje entrar en casa. La mitad de la casa es mía, dice.

Los dos polis son anti Frank Rosenthal. Queda clarísimo. Yo soy el de la mala fama.

—¡Eh, Frank! —dice uno de ellos—. ¿Por qué no la dejas entrar? Abre y así nos podremos marchar.

Les digo que voy a dejarle la llave si me promete que no se quedará más de cinco minutos. ¿Por qué no? El dinero, las joyas y los niños ya no están. Ya no tiene nada que vender.

Al cabo de tres minutos, ya está fuera. Yo estoy en la senda con Murray Ehrenberg y la pasma. Sale con las manos a la espalda.

Se acerca a mí, a unos tres metros, se da una rápida vuelta y me encuentro con que me apunta a la cabeza con una pistola. La poli desaparece. Nunca había visto a nadie correr de aquella forma. Fueron a esconderse detrás de sus coches.

—Quiero mi dinero y mis joyas o te mato —me dice Geri mirándome fijamente.

Está agitando la pistola.

Y aparece la que faltaba: Nancy Spilotro.

Se ponen a hablar las dos y Nancy toma partido por Geri.

—Oye, Nancy, esto no es problema tuyo —le digo—. Ya tienes suficientes en casa.

Por el rabillo del ojo veo que Tony Spilotro viene en coche a toda pastilla. Lleva una gorra y una barba.

La pasma le dice a Geri que deje el arma. Nancy le dice a Geri que deje el arma.

—Geri, no dispares —le digo—. Supongo que no querrás acabar en la silla eléctrica.

Aquello es tan disparatado que casi hace reír.

De pronto, Nancy agarra el brazo de Geri y los polis salen de detrás de los coches y la esposan. A mí aquello me turba la cabeza. Veo a Geri esposada y gritando:

—¡Cariño, me hacen daño! ¡No permitas que me hagan daño! ¡No les dejes!

Digo a los polis que la dejen tranquila. Insisto en que no presentaré cargos contra ella y que disponemos de permiso de armas.

Estoy agotado. Creo que lo que intentaba era salvar algo allí. No lo sé. Visto con frialdad, no tenía ninguna lógica. Nada de aquello tenía lógica.

En fin, cuando se fue la poli, entramos todos en casa: Geri, yo y Murray Ehrenberg.

INFORME DE LOS AGENTES DEL DEPARTAMENTO DE POLICÍA DE LA CIUDAD DE LAS VEGAS

REGISTRO DE DISTRITO 80-72481

09-08-80 0900 HORAS

LOCALIZACIÓN DEL INCIDENTE... 972 Vegas Valley Drive, Las Vegas, Nevada. Urbanización Country Club.

INCIDENCIAS:

El 09-08-80, a las 9 horas aproximadamente, el abajo firmante, agente Archer, junto con el agente Brady Frank, fuimos enviados a la Urbanización Country Club, al 972 de Vegas Valley Drive, Las Vegas, Nevada, en relación a un altercado doméstico que estaba tomando unas proporciones alarmantes según el servicio de seguridad del Country Club.

Al llegar a la puerta de seguridad este, acudió a nosotros la señora de Frank Rosenthal, terriblemente alterada, quien expresó su deseo de acceder a su domicilio, en el 972 de Vegas Valley Drive, y recuperar sus pertenencias personales.

Estaba a su vez comentando que los agentes de seguridad no la acompañaban hasta casa y que quería contactar con el FBI.

Mientras intentábamos obtener información de la señora de Frank Rosenthal, llegó una tal Nancy Spilotro en un Oldsmobile de color azul, matrícula Ut (Utah) NLE697. La señora Rosenthal conducía un Mercedes cupé color tostado, matrícula CWN014, NV.

La señora Spilotro advirtió a estos agentes que había acudido allí para recoger a la señora de Frank Rosenthal, que se encontraba terriblemente alterada e histérica, pero que la señora Rosenthal se negó a subir al vehículo con ella y salió con su Mercedes a toda velocidad.

La señora Spilotro advirtió a estos agentes que se había iniciado una gran pelea y que pretendía intervenir en un intento de interrumpir el altercado entre marido y mujer.

Nos dirigimos todos al 972 de Vegas Valley Drive, y allí encontramos al señor Frank Rosenthal en la senda junto con su esposa; ésta chocó con su coche, un Mercedes, contra la parte trasera del Cadillac de él en el interior del garaje, causándole daños menores.

Conseguimos parar el vehículo y la señora de Frank Rosenthal empezó a discutir con su marido, si bien no aceptó la ayuda de los agentes y manifestó que no era más que un altercado doméstico y que iba a resolver la situación.

Nancy Spilotro ayudó también a Frank Rosenthal cuando intentaba calmar a su esposa y evitar molestar a los vecinos. En este momento, preguntaron a estos agentes si todo estaba en regla y dijeron que podían marcharse.

Dichos agentes se disponían a abandonar el lugar cuando la señora de Frank Rosenthal entró corriendo a la casa situada en el 972 de Vegas Valley y dejó a su marido, Frank, fuera.

Luego, la mujer salió por una puerta lateral de la residencia con las manos en el estómago. Gritaba algo sobre joyas, que Frank se había quedado las suyas y que las exigía. También reclamaba dinero.

Estos agentes no se dieron cuenta de que llevaba un arma hasta que se situó frente al 972 de Vegas Valley Drive, momento en que estos agentes observaron que sacaba una 38 especial cromada del interior de la blusa.

La mujer hacía oscilar el arma y estos agentes pidieron ayuda. Seguidamente, Nancy Spilotro se acercó a la señora de Frank Rosenthal intentando tranquilizarla y cuando aquélla estaba de espaldas contra el edificio, la señora Spilotro agarró a la señora Rosenthal por los brazos, peleando por tumbarla en el suelo, momento en que estos agentes se acercaron y ayudaron a Nancy Spilotro a arrebatar el arma a la señora de Frank Rosenthal.

El arma en cuestión era una Smith & Wesson cromada, de cañón corto calibre 38 «Especial Damas», serie #37J508. Llevaba grabado en la empuñadura de nácar el nombre de Geri Rosenthal. Llevaba un cargador de cinco balas del calibre 38. La primera había sido disparada, si bien estos agentes no pueden precisar si se disparó en el interior de la casa o en otro lugar. Se hizo cargo de la custodia del arma el agente A. Archer.

Durante todo el altercado familiar, la señora de Frank Rosenthal estuvo repitiendo a su marido que iba a acudir al FBI. Él respondía: «Adelante, soplona». Añadía que, de hacerlo, ella también tendría problemas. El señor Frank Rosenthal se encargó de su esposa en cuanto el agente, junto con Nancy Spilotro, recuperó el arma; los dos volvieron hacia la zona del garaje de su domicilio. Posteriormente cerraron las puertas del garaje y estos agentes quedaron en el exterior del edificio.

Según Ehrenberg:

Estábamos en la cocina. Nancy se había ido a casa. Geri empezó a fregar los platos. Como si nada hubiera sucedido. Permanecía allí de pie. Había vuelto a la normalidad. Geri se vuelve, como si buscara el paquete de tabaco, y él le dice:

—¿Qué?

Y sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, ella responde:

—Me acabo de tirar a Tony Spilotro.

—¿Cómo dices? —preguntó Frank.

—Que me acabo de tirar a Tony Spilotro —dijo ella.

—Cierra la boca —respondió él; no se exaltó de la forma que podía haberlo hecho el marido típico. No dijo nada de: «Te voy a pegar una patada en el culo, puta más que puta». Se limitó a lo de:

—Tú, a cerrar la boca.

La verdad es que aquello podía haber representado un duro golpe para él. Con su ego y todo lo demás. Geri podía haber dejado planchado a cualquiera menos a él. Luego ella dijo que tenía que hacer una llamada pero que no quería utilizar ningún teléfono de la casa. Cogió el coche y aceleró tan a fondo que oímos los botes que pegaban las ruedas en las bandas de frenado.

Una vez se hubo marchado, permanecimos un rato allí sentados y de pronto él tuvo un sobresalto: se dio cuenta de que ella se iba al banco.

Me dijo que me metiera en el coche y yo, como un imbécil me metí en el coche. Se puso al volante. Iba lanzado pues el banco estaba en el Strip.

DEPARTAMENTO DE POLICÍA DE LAS VEGAS

80-72481 9-08-80

Continuación del informe redactado por el agente A. Archer PN489 el 9-08-80 sobre un altercado familiar ocurrido en el domicilio de los Rosenthal, situado en el 972 de Vegas Valley Drive.

INCIDENCIAS:

A las 10,30 minutos aproximadamente, yo mismo, el agente B. Frank, junto con el agente A. Archer, fuimos enviados por razón de un altercado familiar a la Urbanización Las Vegas Country Club. La persona que nos requirió, la señora Rosenthal, especificó que los agentes debían reunirse con ella en el puesto de vigilancia de la urbanización, sito en la avenida Karen.

Yo formaba parte de la primera patrulla que llegó al lugar de los hechos, la 2-J-2, y establecí contacto con la señora Rosenthal, que se hallaba al teléfono en dicho puesto de control.

Al cabo de un minuto poco más o menos, aún con el auricular en la mano, la señora Rosenthal se dirigió a mí para pedirme que hablara con el individuo con quien ella estaba conversando, un tal señor Bob Ballou, de quien dijo era director de la sucursal que tiene el First National Bank en el Strip.

Hablé pues con el individuo, señor Ballou, quien afirmó que se habían puesto en contacto con él el señor Rosenthal y también la señora Rosenthal por separado en el curso de la noche anterior y primeras horas de la madrugada por razón de unos valores propiedad de los Rosenthal depositados en cajas de seguridad en sus oficinas.

Afirmó asimismo que había advertido a cada uno de ellos que los valores depositados en las cajas de seguridad estaban a nombre indistinto y que si uno de ellos deseaba retirarlos, podía hacerlo a la hora de apertura del banco, es decir, a las diez horas de la mañana del lunes día 9-08-80.

Al parecer, habían formulado solicitudes para retirar distintos valores ingresados en las cajas de seguridad ambos integrantes del matrimonio Rosenthal antes de la apertura de las diez de la mañana. El señor Ballou me comunicó que la señora Rosenthal había afirmado que se dirigiría a la sucursal mencionada anteriormente y que probablemente sería pertinente que a su llegada se encontrara allí un agente, a causa del altercado familiar que se había producido antes. Respondí que si la señora Rosenthal lo solicitaba, yo mismo podía acompañarla al banco para salvaguardar el orden en la oficina bancaria. Seguidamente colgué y la señora Rosenthal me pidió que la acompañara, siguiendo su vehículo hasta el banco, pues iba a retirar unos valores de las cajas de seguridad del FNB, sito en el 2780 de Las Vegas Boulevard South.

Acto seguido comuniqué a control que iba a seguir a la señora Rosenthal, que conducía un Mercedes cupé de color tostado, con matrícula de Nevada CWN014 desde la entrada de la urbanización hasta el FNB del Strip. Me advirtió que iba a recoger sus pertenencias de unas cajas de seguridad. Le advertí que yo iba para salvaguardar el orden y que lo que ella hiciera en el banco era asunto suyo personal.

En el interior de la sucursal, la señora Rosenthal discutió con el señor Ballou, quien al parecer es subdirector de dicho establecimiento. La señora Rosenthal presentó creo que fueron dos o tres llaves de cajas de seguridad, las cuales fueron trasladadas por la propia señora Rosenthal y unos empleados del banco a un mostrador, donde ella extrajo lo que yo calificaría una gran cantidad de dinero en efectivo. Manifestó asimismo que iba a retirar joyas de dichas cajas y al parecer extrajo también algunos documentos. La señora Rosenthal había comunicado a este agente, cuando se hallaba en la entrada del puesto de control de la urbanización y de nuevo al llegar al banco, que este agente podía quedarse con el dinero en efectivo de las cajas de seguridad, pero este agente le advirtió que no iba a aceptar efectivo alguno bajo ninguna circunstancia. Luego, la señora Rosenthal salió del banco y se dirigió a su coche.

Mientras la señora Rosenthal y este agente abandonaban la sucursal, apareció el sargento Greenwood en el aparcamiento situado frente al banco. Estos agentes estuvieron hablando con la señora Rosenthal mientras ella colocaba los valores mencionados anteriormente, es decir, dinero en efectivo, joyas y documentos, en el maletero de su Mercedes, y aproximadamente un par de minutos después, la señora Rosenthal, mirando hacia Las Vegas Boulevard, dijo: «Ahí está Frank».

Se metió en el coche de un salto y se alejó a considerable velocidad en dirección Sur por Las Vegas Boulevard. Entonces llegó el señor Rosenthal y otro hombre (de raza blanca), que había estado también presente en el altercado doméstico que había tenido lugar aquella misma mañana; dicho señor Rosenthal conducía un Cadillac amarillo que había estado aparcado junto a la casa durante el altercado.

El sargento Greenwood habló unos minutos con el señor Rosenthal mientras este agente permanecía a unos metros de ellos. El señor Rosenthal y el individuo de raza blanca que le acompañaba entraron en el banco y salieron unos minutos después. Se metieron en el Cadillac amarillo y abandonaron también la zona, momento en el que el sargento Greenwood y un servidor reemprendimos la patrulla.

Según testimonio de Murray Ehrenberg:

Paramos junto a la acera y vimos policía por la zona. No dejaban salir a Frank del coche. Decían: «Intentamos evitar problemas».

Frank se sulfuró muchísimo. Intentó pasar a la fuerza pero lo detuvieron. Se apoyaron contra las puertas del coche y no pudimos salir. Él quería conseguirlo a empujones.

—Tranquilo, Frank —le dije.

Pero él, mirando fijamente a los polis, exclamó:

—¡Apartad esas cochinas manos del coche! —Se lo decía a los polis.

—¡Me está robando el dinero! —gritaba. Pero los polis no lo dejaban salir. Lo retuvieron hasta que Geri arrancó y luego le dijeron: —Vale, ya puedes salir.

Todo aquello lo habían tramado la pasma y ella.

Según el Zurdo:

Aquella noche Geri llamó desde Beverly Hills. Eran más de las doce de la noche.

—Geri, eso no está bien —le dije—. Puedes quedarte con tus joyas, pero yo quiero mi dinero y las mías.

Un clic como respuesta. Colgó.

Luego recibo una llamada de Tony.

—Me he enterado de lo que ha sucedido —dice—. ¿Puedo ayudarte en algo?

Tengo la impresión de que no sabe si estoy al corriente de los suyo con Geri, y por lo tanto me callo. Me hago el loco.

Le digo que no, que llevamos una mala racha.

Entonces Tony me dice que quiere verme. Las célebres palabras de despedida. No me interesa quedar con él. Sé lo que puede suceder.

Le digo que le montaré una cita pero que no quiero que nadie nos vea, por lo que le doy el nombre de otro abogado —no el de Oscar— y quedamos allí.

—¿Puedo hacer algo? —pregunto otra vez.

Respondo que si por casualidad puede hablar con Geri le diga que me devuelva lo que es mío.

Tony se da cuenta de que las cosas han tomado un mal cariz. A buen seguro está pensando: «¡Madre mía, vaya error!».

Sonrío. Mi colega de toda la vida. No lo entendía. Yo que no había deseado nunca nada de él. No me entraba en la cabeza que deseara a mi mujer. No lo podía digerir.

En el despacho del abogado me mostré tranquilo. Sabía que no corría peligro alguno. Él sabía que si se enteraban mis amigos de Chicago de lo que había hecho estaba perdido. Si las cosas van a mayores, puede despedirse. Él lo sabe perfectamente. Precisamente por esto tenía que andar con tanto tiento.

—Gracias por acudir —le digo.

—Espero que funcione —responde.

Entonces Geri llama a Tony.

—Oye, será mejor que escuches a Frank —le dice Tony—, de lo contrario van a liquidarnos a los dos.

Eso lo sé porque Geri me lo dijo más tarde.

—¿Y qué quieres que haga, enano de mierda? —dice Geri.

—Le devuelves la mitad del dinero, doscientos cincuenta mil dólares, y sus joyas —dice Tony—. Te lo ordeno yo.

La verdad es que aquello es lo más parecido a la orden de un capo; cuando Geri me lo repitió más tarde, estaba hecha un basilisco.

Según Geri, ella le respondió:

—¡A tomar por culo!

Luego Geri me llamó.

—Me ha llamado el puto enano de tu amigo dándome órdenes —dice.

—Geri, estás con el agua al cuello —respondo.

—¿Tienes a alguien para que recoja el dinero y las joyas? —pregunta—. Si te lo devuelvo, ¿prometes dejarnos tranquilos?

Respondo que sí y mando a un amigo a Los Ángeles a recogerlo. Pero ella le entrega sólo doscientos mil dólares y las joyas. Más tarde me contó que Tony le había robado cincuenta mil dólares del coche cuando fue a su casa a descansar tras marcharse de la sucursal.

Rosenthal presentó la demanda de divorcio el 11 de setiembre de 1980, tres días después de que Geri acudiera al banco. Al cabo de tres días, él recibió una llamada del Departamento de Psiquiatría del Harbor General Hospital de Torrance, California. Le dijeron que su esposa, Geraldine McGee Rosenthal, había sido detenida por el Departamento de Policía de Los Ángeles cuando intentaba desnudarse en Sunset Boulevard. Estaba bajo los efectos del alcohol y las drogas.

El Zurdo se fue en avión a Torrance.

Llegué al hospital, entré en su habitación, llevaba camisa de fuerza. Me pidió que se la quitara pero le dije que no podía hacerlo. Empezó a chillar contra mí. Estaba histérica.

El psiquiatra sugirió que Geri permaneciera quince días en Torrance. Teniendo en cuenta lo que vi, estuve de acuerdo con él. Tomé un avión para Las Vegas aquella misma noche, y un par de días después descubrí que le habían dado el alta en el hospital y que su padre y su hija hacían gestiones para conseguirle atención psiquiátrica.

Presenté la demanda de divorcio. No hubo oposición.

El Zurdo consiguió lo que deseaba: la custodia de sus hijos. Como compensación, accedió a pasarle una pensión alimenticia de 5.000 dólares mensuales y a concederle el derecho a visitarlos. Geri se quedó con el millón de dólares en joyas y el Mercedes con el que se marchó.

En palabras de Murray Ehrenberg:

Prácticamente todo el mundo lo habría dejado correr. En realidad, la mujer está enferma y se ha marchado. Él consigue el divorcio. Obtiene la custodia. Ya ha recuperado la mitad del dinero y todas sus joyas. Geri se quedó tan sólo con unos cien mil dólares y sus propias joyas. Cualquiera se hubiera considerado afortunado quitándosela de encima, pero Frank no.

Con todo lo que ha llegado a tocar los cojones, decide presentar una demanda contra el Departamento de Policía de Las Vegas por detención arbitraria y seguidamente presenta otra contra los policías que nos impidieron salir del coche en el banco, por valor de seis millones de dólares. No son más que polis. No tienen una perra gorda. Una locura. Y, evidentemente, no ganó. Todo lo que consiguió fue que los periódicos repitieran hasta la saciedad los detalles del maldito culebrón.

Ir a la siguiente página

Report Page