Casablanca

Casablanca


5. Todo el mundo va a Rick’s

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Capítulo 5

TODO EL MUNDO VA A RICK’S

En los años cuarenta, todos los estudios hacían uso de la estrategia publicitaria llamada «casting especulativo», la práctica consistía en anunciar los nombres de las estrellas de un proyecto cuando éste todavía estaba en ciernes, con el único fin de generar interés por la producción correspondiente. La primera referencia oficial al reparto de Casablanca se realizó mediante un anuncio aparecido en “The Hollywood Reporter” el 5 de enero de 1942. Dos días después, la noticia volvió a publicarse en forma de comunicado de prensa titulado «Sheridan, Reagan y Morgan protagonizarán Casablanca». El breve anuncio decía así:

Warner Brothers emparejará a Ann Sheridan y Ronald Reagan por tercera vez en Casablanca, la historia de unos refugiados de guerra en el Marruecos francés. Ambas estrellas coincidieron por primera vez en Kings Row, aún por estrenar, y volvieron a trabajar juntos en Juke Girl, cuyo rodaje acaba de terminar.

Dennis Morgan será el tercer miembro del trío de estrellas de Casablanca. La película se basará en “Everybody Comes to Rick’s”, obra de teatro inédita de Murray Burnett y Joan Allison.

Pero unos días después de anunciar el casting, Warner envió otro comunicado diciendo que Ronald Reagan, Ann Sheridan, Dennis Morgan y George Tobias habían sido trasferidos a otro proyecto, Shadow of Their Wings (Sheridan y Morgan protagonizarían finalmente esa película, rebautizada Wings for the Eagle). El reparto de Casablanca quedó así en suspenso, buen recurso para mantener en ascuas a la afición.

El anuncio de “The Hollywood Reporter” ha desconcertado a los admiradores e historiadores de la película de todas las décadas. ¿A quién se le ocurrió la peregrina idea de dar a Ronald Reagan el papel de Rick? El imberbe protagonista de películas como Amarga victoria o Kings Row no daba precisamente el tipo del antihéroe cínico y curtido por la vida. La incoherencia de tal idea ha alimentado la creencia de que Casablanca fue concebido en su origen como un proyecto de serie B destinado a la propaganda bélica.

Pero esta leyenda no es cierta. Hal Wallis no era precisamente un productor de serie “B”, y a Reagan, Sheridan y Morgan se les estaba preparando para el estrellato. Reagan había impresionado a sus fans en la piel del joven George Armstrong Custer de Camino de Santa Fe y en Kings Row disfrutó de un papel de lucimiento. Sheridan también había intervenido en esta producción de prestigio y había triunfado individualmente en Torrid Zone, en un papel que alimentaba su imagen de “Oomph Girl”. Y Morgan había triunfado en el papel del aristócrata pusilánime enamorado de Ginger Rogers en Kitty Foyle.

Si nos fijamos, el anuncio no precisa en absoluto qué actor iba a hacer cada papel. Por la posición que ocupaba cada uno de ellos en aquel momento en la industria, cabe la posibilidad que, como han sugerido algunos historiadores, el papel de Victor estuviera destinado para Reagan y el de Rick para Morgan… si es que alguna vez alguno de ellos tuvo alguna posibilidad real de intervenir en el proyecto.

En realidad, nunca hubo ninguna posibilidad de que Ronald Reagan protagonizase Casablanca. Reagan era segundo teniente en la reserva de la Caballería de los U.S., a la espera de servicio activo, y el ejército podía llamarlo a filas en cualquier momento. El estudio había estado escribiendo cartas de aplazamiento para él desde septiembre de 1941, y en noviembre logró su objetivo por sus problemas de vista, pero con la guerra en marcha, el estudio sabía que no había posibilidad de un nuevo aplazamiento. Warner ya había incluido al actor en el reparto de Desperate Journey, que iniciaría su producción el 2 de febrero, y apenas iban a poder retenerle el tiempo suficiente para finalizar la cinta en abril. Sin embargo, el 23 de marzo “The Hollywood Reporter” publicó que Warner estaba preparando un guión titulado Buffalo Bill que tendría a Reagan en el papel principal.

Hoy, casi todos los actores tienen su propio agente de prensa y al estudio sólo le interesa promocionar sus películas, porque el actor estará trabajando para otro estudio al mes siguiente. En 1942, el departamento de publicidad de Warner trataba de mantener los nombres de sus actores bajo contrato constantemente a la vista del público. Ann Sheridan y Ronald Reagan fueron unidos en el dossier de prensa de Casablanca probablemente porque acababan de hacer dos películas juntos, Kings Row y Juke Girl, y la primera de ellas estaba a punto de estrenarse. Un equipo de éxito siempre valía unos cuantos dólares extra en el box office.

«Nunca fue una cosa seria», dijo Reagan años después. «De hecho, no recibió mensaje alguno de Steve Trilling», el director de reparto de la Warner, para entrevistarse con él y hablar del papel. «Nunca tuve el menor presentimiento de que alguien hubiese siquiera pensado en mí para ese personaje».

Aparte del comunicado de prensa, la única alusión a Reagan y Morgan en relación con Casablanca se refiere a la búsqueda de un actor que pudiera dar la réplica a una de las actrices que iban a realizar una prueba para el papel protagonista femenino, pero todos los actores de la casa tenían la obligación, cuando no estaban rodando, de colaborar en este tipo de pruebas, aunque no fueran a participar en el proyecto en cuestión.

Hay una explicación muy sencilla para el anuncio del “Reporter”. Es posible que al productor le corriera prisa dejar sentados sus derechos sobre el título Casablanca, elegido para subrayar las similitudes del proyecto con Argel. Como aún no tenían apalabrado a ningún actor protagonista, es posible que Wallis o alguien del departamento de publicidad decidiera utilizar el anuncio para que los nombres de algunos de los actores más prometedores del estudio salieran en los papeles. Pero Wallis sabía muy bien a quién quería para el papel protagonista. Casablanca era el vehículo perfecto para lanzar a Humphrey Bogart a las más altas cimas del estrellato.

Años atrás, Jack Warner había rechazado la idea de dar a Bogie papeles protagonistas porque, en su opinión, su famoso ceceo le hacía hablar «como un hada». Según la leyenda, cuando Wallis sugirió el nombre de Bogart para Casablanca, Warner replicó así: «¿Quién podría querer besar a Bogart?». Según otra leyenda menos plausible, Ingrid Bergman estaba presente en esta conversación y saltó: “Yo misma”.

Otro de los mitos más difundidos a propósito de Casablanca es que el papel de Rick fue a manos de Bogart porque George Raft lo rechazó. Wallis cuenta esta historia en su autobiografía. En contra de esta afirmación tenemos el hecho de que, pese a que casi todas las decisiones relativas a la elección del reparto de Casablanca están bien documentadas, no existe ningún documento que apoye la supuesta propuesta dirigida a Raft. Lo que sí hay es una nota interna de Warner a Wallis, fechada el 2 de abril, que dice así:

¿Qué te parece si metemos a Raft en Casablanca? Sabe que vamos a hacerla y está presionando para conseguir un papel.

La respuesta que dio Wallis al día siguiente indica que Raft nunca tuvo muchas posibilidades de llevarse el papel.

He considerado seriamente tu propuesta de meter a George Raft en Casablanca, y lo he hablado con Mike [Curtis], y los dos pensamos que Raft no debe participar en este proyecto. Nuestro hombre es Bogart, y el guión se está escribiendo para él, y creo que deberíamos olvidarnos de Raft para este proyecto.

Raft, dicho sea de paso, no ha hecho una sola película en este estudio desde que yo era niño; no veo por qué deberíamos permitirle meter la mano en cualquier proyecto que se le antoje en el momento en que se le antoje.

Lo que si fue una suerte para Bogart es que Joan Alison no fuese la encargada del reparto. Alison, una atractiva divorciada con mucho dinero y diez años mayor que Burnett, su colaborador, tenía una idea muy precisa del aspecto de Rick: «Mis dos maridos eran anchos de hombros y excelentes atletas, y Rick era mi ideal de hombre atractivo. Clark Gable. Aborrecía a Humphrey Bogart. No veía en él más que a un vulgar borracho».

Sea cual sea la realidad de los hechos, el caso es que Michael Curtiz, ya designado como director, se mostró de acuerdo con Wallis, y Warner acabó cediendo. El día 10, el estudio anunció a la prensa que Bogart haría el papel principal de Casablanca y no Ronald Reagan, como se había anunciado. La razón que se dio fue que el joven actor iba a incorporarse a filas, y de hecho no tardó en hacerlo. Después de años de lucha, Bogart tenía por fin un papel hecho a la medida, y no un traje confeccionado, aunque fuese de buena calidad, que otros se habían probado ya antes de rechazarlo. En esta época, la fecha fijada para el comienzo de rodaje pasó de finales de abril a principios de mayo, por incompatibilidad con otras producciones.

EN BUSCA DE ILSA

El problema de la actriz protagonista fue más difícil de resolver. En su autobiografía, Hal Wallis afirma que siempre quiso a Ingrid Bergman para este rol. Pero las notas internas de su estudio no lo confirman así. De las tres intérpretes mencionados en el primer anuncio público de Casablanca, la única que realmente tuvo posibilidades de hacerse con el papel fue Ann Sheridan. En una nota del 7 de febrero de 1942, Wallis solicitaba que se sometiera a la actriz a una prueba. Una semana después, el productor pidió al director de casting Steve Trilling que resolviera los trámites necesarios para que Sheridan y Bogart entraran en el proyecto.

Por otro lado, en ese mismo momento se hablaba de llevar al personaje por otros derroteros. Durante los primeros días de la preparación del filme, Casey Robinson mantenía relaciones con una bailarina rusa de cabellos negros, Támara Toumanova. Robinson aseguró más tarde que su relación con la artista le dio la idea de dar a la protagonista del filme nacionalidad europea, de forma que su futura esposa pudiera interpretar el papel.

La idea encajaba perfectamente en la película. Rick sería el norteamericano hastiado y neutral, un hombre que ha resuelto rechazar cualquier tipo de compromiso en la vida hasta que alguien que sabe lo que significa ver su patria sojuzgada le impulsa a volver a entrar en el juego. En la misma nota en que Wallis pedía una prueba para Sheridan, el productor decía que a Toumanova la iban a hacer una prueba. Días después de tomar la decisión de utilizar a Sheridan, Wallis ya se había hecho a la idea de convertir a la protagonista de la película en europea, como queda demostrado en una carta de los Epstein sin fechar, aunque sabemos que fue escrita en febrero o marzo:

Mientras nosotros nos ocupamos del problema extranjero desde aquí, tú intenta conseguir a una chica extranjera para el papel. Una americana con buenas tetas también nos valdría.

Besos y abrazos, Julie & Phil

Como la protagonista femenina aún estaba por elegir, y las posibilidades de Ann Sheridan iban disminuyendo conforme subían las de cualquier actriz de nacionalidad europea, se añadieron varios nombres a la lista de aspirantes. Las primera candidata del viejo continente fue Hedy Lamarr. La actriz austríaca, protagonista de Argel, la película que estaba sirviendo de modelo al proyecto, formaba parte de la plantilla de la Metro-Goldwyn-Mayer. Louis B. Mayer consideraba a Lamarr su descubrimiento personal y quería que su estudio pasara a la Historia como el creador de la estrella (hasta que sus películas empezaron a pinchar en taquilla; en ese momento se olvidó de ella). Resultado: no estaba disponible.

A estas alturas, los guionistas ya habían decidido que la protagonista femenina debía ser una mujer europea de reputación intachable. Jack Warner era de la misma opinión y pensaba que Ingrid Bergman, aquella sueca recién llegada a Hollywood, podría encajar a la perfección en el papel. En aquellos momentos, Ingrid, actriz en nómina de Selznick, se dedicaba a batallar por el papel de María en ¿Por quién doblan las campanas? Aunque tenía posibilidades de conseguirlo, Selznick no tenía intención de involucrar a su actriz en un segundo proyecto ajeno. De forma que el artífice de Lo que el viento se llevó evitaba a Hal Wallis.

Entre tanto, Wallis sopesaba los nombres de otras dos actrices: Edwige Feuillière y Michelle Morgan. La actuación de Feuillière en el filme francés Sarajevo le había causado muy buena impresión, pero la «primera dama de la pantalla francesa», como llamaban a la actriz gala, se había instalado en Europa hasta el fin de la guerra.

Por su parte, Miss Morgan había triunfado en el papel de una joven inocente que entra en la Resistencia en Joan of París, de la RKO, pero pedía 55.000 dólares por sus servicios, un coste algo excesivo. Así y todo, el 9 de abril hizo una prueba para el papel. El equipo de Casablanca se aseguró de que Selznick tuviera noticia de esta circunstancia. Después de la prueba, Curtiz hizo saber que en lo que a él concernía, Morgan tenía el papel. Es posible que todo esto no fuera más que una maniobra para obligar a Selznick a decir algo definitivo respecto a la Bergman.

Harto de las evasivas de Selznick, Wallis comenzó a seguir a su colega a todas partes, hasta que logró acorralarlo en el Hotel Carlyle de Nueva York. Para entonces, el papel protagonista de ¿Por quién doblas las campanas? ya había sido asignado a la bailarina noruega Vera Zorina, y Bergman estaba desesperada por meterse en un proyecto, cualquier proyecto. En esta situación, Selznick permitió que los Epstein le contaran la historia de Casablanca.

—Contadle la historia —indicó Wallis a los guionistas.

—Todavía no tenemos una historia —le recordó Julius a su jefe.

—No importa. ¡Inventadla!

Los hermanos llegaron a la mansión de columnas blancas en Culver City —que era el cuartel general de David O. Selznick Productions— un poco nerviosos, pues sólo tenían un tercio del guión y aún no habían cambiado la nacionalidad de la protagonista. Pero la fe de Wallis en la capacidad de improvisación de sus dos guionistas se demostró certera. La escena que siguió se ha convertido en parte de la leyenda de Hollywood.

A los gemelos se les hizo pasar al despacho del todopoderoso Selznick, donde se hallaba el productor, con su cabeza de búfalo y su masa de rizos untados de brillantina inclinada sobre el almuerzo.

«Estaba sorbiendo la sopa», explicaba Julius Epstein. «No levantó la vista para mirarnos ni una sola vez. Y yo empecé a contar la historia, dando color al relato con frases y episodios que ya traía pensados. “Bueno…, se trata de Casablanca, y los refugiados de allí, que tratan de escapar, y están las cartas de tránsito, y hay un tipo que las tiene y llega la policía y lo captura…”

»Y de pronto me di cuenta de que llevaba veinte minutos hablando y de que ni siquiera había mencionado el personaje de Bergman. De manera que dije: “Bueno, ¡qué demonios! Será una parida, igual que Argel”. Y Selznick levantó la cabeza y asintió. Así fue como conseguimos a Bergman».

El 14 de abril, Selznick ya había accedido a alquilar los servicios de Ingrid a la Warner Brothers por 25.000 dólares. A cambio, haría uso de Olivia de Havilland por el mismo precio. Selznick acabó vendiendo sus derechos sobre Havilland a la RKO, donde la actriz rodó la olvidable comedia Government Girl junto a Sonny Tufts.

El acuerdo se cerró el 24 de abril. Bergman se alegró al enterarse. Por entonces vivía en Rochester (Nueva York), con su marido, que estudiaba Medicina, llevaba un tiempo sin trabajar y aquella vida de provincias comenzaba a aburrirla. Incluso empezaba a temer que su carrera de actriz hubiera terminado. A finales de abril recibió la primera versión del guión y empezó a estudiarla con toda aplicación. En este momento, la protagonista femenina ya era europea y se llamaba Ilsa.

Ingrid salió para Hollywood el 2 de mayo, dejando en Rochester a su marido e hija, Pia. Alquiló un piso en Beverly Hills [3] y empezó a preparar su papel. Parte de esta preparación consistió en ver varias veces la última película de Bogart, El halcón maltés, para familiarizarse con el estilo interpretativo del que iba a ser su galán en pantalla, y así, como la actriz explicó más tarde, «no estar tan asustada cuando le conociera». Uno de los problemas a los que se enfrentaba era el de la edad. Ella tenía 26 años y Bogie 43. Además, era un poco más alta que Bogart, aunque esto se solucionó fácilmente poniendo unas alzas en los zapatos del actor. Pero las preocupaciones de Ingrid, lejos de solucionarse, iban en aumento según leía nuevas versiones del guión. «La película se llama Casablanca y realmente no sé de qué va», escribió Ingrid a Ruth Roberts después de leer el cuarto borrador.

La actriz seguía sin comprender la confusa lógica de la historia: necesitaba entender a la mujer antes de darle vida. Desesperada, solicitó una reunión confidencial con Wallis, Curtiz, Warner y Selznick, ante los cuales planteó todas sus dudas. ¿Quién era exactamente esa Ilsa Lund? ¿Cuál era el trasfondo emocional de una mujer que se enamora de una forma tan apasionada de dos hombres distintos? ¿Hasta qué punto experimenta la confrontación entre amor y deber? ¿Cuál era el significado de esa frase detrás de esa mirada, y de esa otra unas páginas más adelante?… Preguntas que carecían de respuestas, toda vez que los guionistas seguían tecleando sin descanso en sus máquinas de escribir.

EL TERCER VÉRTICE DEL TRIÁNGULO

Conseguir a Ingrid Bergman fue difícil, pero encontrar a Victor Laszlo fue una misión casi imposible. Wallis pensaba en dos actores: Philip Dorn, que había rodado Underground en la Warner, y Paul Henreid, intérprete de la RKO que Wallis había tomado prestado para una película de Bette Davis, La extraña pasajera. Los dos actores presentaban problemas. El 14 de abril, Wallis recibió la noticia de que la Metro-Goldwyn-Mayer, el estudio de Dorn, tenía intención de incluir a su actor en un melodrama de Greer Garson y Ronald Colman, Niebla en el pasado. Henreid estaba disponible, pero no manifestaba ningún interés.

En su autobiografía, Wallis afirma que Henreid aborrecía el personaje de Victor porque «un líder clandestino que aparece enfundado en un traje blanco tropical con sombrero a juego en un conocido local nocturno y que habla en público con gente nazi es un personaje ridículo y propio de una comedia musical». [4] Además, Henreid se hallaba firmemente encauzado en el camino del éxito gracias a su intervención en Joan of París, de inminente estreno. El actor pensaba, con razón, que su personaje era secundario al de Rick, y que el papel supondría un obstáculo en la progresión de su carrera. [5]

Ante esta negativa, Wallis barajó todas las opciones que se le ocurrieron. Intentó hacerse con los servicios de Nils Ashter, que había intervenido en La amargura del general Yen en calidad de caudillo oriental al lado de una misionera interpretada por Barbara Stanwyck. Pero Ashter ya se había comprometido a hacer una serie de películas para Pine-Thomas, una empresa que producía proyectos de serie B en concierto con la Paramount.

Jean-Pierre Aumont, actor francés recién llegado a Estados Unidos, también fue sometido a una prueba —el 17 de abril— a petición de Wallis. Aumont era un apuesto héroe de guerra que después de recibir la Croix de Guerre de la Francia Libre se había hecho actor. Pero era prácticamente un desconocido para el público norteamericano y también era demasiado joven para el papel.

El productor pensó luego en Joseph Cotten, otro actor de Selznick, que acababa de hacer Lydia junto a Merle Oberon, aunque no hay prueba documental de que las gestiones de Wallis pasaran de informarse del sueldo que exigía Cotten en aquellos momentos. El día 22 de abril, el productor advirtió a Michael Curtiz que, a falta de alguien mejor, iban a tener que conformarse con uno de esos secundarios tan solventes como aburridos: Herbert Marshall, Dean Jagger, Ian Hunter… Entonces intervino la Historia.

Desde la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno norteamericano se había lanzado a la caza del enemigo extranjero. Los ciudadanos de origen japonés fueron confinados en campos de internamiento, mientras que los nacidos en Alemania se vieron obligados a demostrar su lealtad a la bandera para evitar ser deportados. Dado que Austria había aceptado, oficialmente al menos, su anexión al Tercer Reich, el austríaco Henreid se vio obligado a firmar un contrato con un estudio que tuviera influencia suficiente para evitar su repatriación. El actor ya había firmado con la RKO, pero su trabajo en La extraña pasajera y la mediación de su agente, Lew Wasserman, con siguieron que la Warner comprara parte de su acuerdo. Se firmó un contrato que permitía a la productora emplear a Henreid en tres películas al año y a la RKO en una. Wallis volvió a proponerle el guión de Casablanca.

Wasserman hizo notar a su cliente que, siendo como era enemigo extranjero, interpretar este papel antinazi podría ayudarle a asegurarse sus derechos de residencia en Estados Unidos. Además, en los últimos tiempos había hecho dos papeles de nazi, en The Englishman’s Home (1939) y Night Train (1940), dos películas rodadas en Inglaterra. El agente advirtió a Henreid que corría peligro de encasillarse como villano nazi. El actor vio razonable este argumento y decidió postularse para el papel. Sólo había un problema. Henreid estaba rodando La extraña pasajera (1942) y no estaría libre hasta mediados de junio.

Wallis estaba tan interesado en Henreid que decidió esperarle, aunque el rodaje comenzaría sin él. Llegaron a un acuerdo por el que el actor obtenía un hueco junto a las dos estrellas principales en los títulos de crédito, un generoso contrato por siete años con la Warner y la garantía de que Henreid se llevaría a la chica en esta y otras películas. [6] Acto seguido, el 1 de mayo de 1942, anunciaron a la prensa que Henreid sería el Victor Laszlo de Casablanca.

El resto fue fácil, pues para completar el reparto de una película de refugiados europeos, no había mejor lugar que Hollywood, donde docenas de actores llegados de Europa figuraban en la nómina de los estudios. Y a la stock company de la Warner Bros le sobraban los centroeuropeos que Wallis necesitaba.

UN REPARTO INTERNACIONAL

Lo más sorprendente en el casting de Casablanca es que sólo Humphrey Bogart y Sydney Greenstreet estaban bajo contrato con Warner Bros. Wallis sacó plena ventaja del contrato que había firmado en enero de 1942, según el cual el estudio tenía que intentar darle los actores que él pidiese. Esta libertad pronto se volvió irritante, y en marzo de 1943, Jack Warner estaba intentando quitarle al productor el control de los actores. Afortunadamente, no lo logró.

Excepto Dooley Wilson, ninguno de los actores de Casablanca fueron requeridos durante los primeros días de la producción. Incluso antes de que las tres estrellas de la película fueran contratadas, Hal Wallis ya estaba preocupado por los papeles secundarios, y tenía razón en estarlo, porque la asignación de los mismos le iba a provocar muchos sudores. Eso sí, el resultado fue espectacular. Pocas veces se ha visto un elenco tan perfecto. Parte de esta perfección la da la convivencia de acentos: el educado tono teatral de Sydney Greenstreet, la dicción británica de Claude Rains, el deje húngaro de S. Z. Sakall… El departamento de Publicidad de la Warner aseguró que el conjunto de actores procedía de treinta y cuatro nacionalidades distintas.

En representación de Inglaterra se encontraba Claude Rains, actor de la Warner desde 1935 y el único nombre que se consideró en relación con el papel del capitán Renault. [7] Rains también había sido capitán en la vida real: en el Ejército inglés, durante la Primera Guerra Mundial. En aquel año de 1942, Claude ya era todo un veterano de la interpretación: había rodado más de treinta películas. A sus cincuenta y dos años, también era veterano en otra esfera de su vida: iba por su cuarto matrimonio (de los seis que contrajo). Rains caía bien a casi todos sus compañeros, pero en sus rodajes a veces era un poco pelmazo. Tenía una granja en Pensilvania y le privaba hablar de agricultura. Y como pueden imaginarse, la gente de Hollywood no se distinguía por sus inquietudes agrícolas.

La carrera de Rains no respondía a un patrón fijo: se movía fácilmente entre los papeles protagonistas (El fantasma de la ópera, César y Cleopatra) y los de villano o político corrupto.

Pero Claude podía robarle una película a cualquier estrella. Esto era en parte por su encanto y la forma en que encarnaba al personaje, siempre más sardónico, cínico o loco de lo que indicaba el guión; y en parte por su voz, insinuante, seductora.

Fue su voz la que le dio a Rains su primer papel en una película en 1933. Rains, que tenía entonces cuarenta y cuatro años, había llegado a Hollywood reclamado por la Universal para hacer una prueba. El resultado fue desastroso, y fue enviado de vuelta a Nueva York, donde era actor protagonista con el Theatre Guild. Unas semanas después, alguien del estudio estaba viendo su prueba cuando, en la sala de al lado, el director James Whale la escuchó y decidió que esa era la voz que quería para El hombre invisible. Rains interpretó el papel cubierto de vendas, y su cara sólo se vislumbra en el momento de su muerte. Desde entonces, se dedicó a crear una galería de personajes que iban del ambicioso fiscal del distrito de They Won’t Forget, al petulante Príncipe John en Robin de los bosques, del senador corrupto de Caballero sin espada al amoroso padre de Four Daughters, Four Wives y Four Mothers.

Precisamente, Four Daughters le había dado a Julius Epstein su primera nominación al Oscar como guionista, y después de eso consideraba a Rains como su amuleto. Aún así, Epstein no se alegró cuando supo que Rains iba a interpretar al Capitán Renault. “Hay muchos buenos actores franceses. Por qué contratar a un inglés”, dijo. Pero Wallis, que había trabajado muchas veces con Rains, nunca consideró a otro actor.

Una de las grandes ironías de Casablanca es el hecho de que el villano teutón —el mayor Strasser— fuera interpretado por uno de los más destacados representantes de la oposición al régimen nazi en Hollywood: Conrad Veidt. A ojos del interesado, sin embargo, la elección no tenía nada de ofensiva. En realidad fue él quien se empeñó en dar vida al elegante y gélido mayor de la gestapo que sabe cuáles son las mejores cosechas de champán y le gusta el caviar muy frío. En la pantalla encarnaba la amenaza hitleriana (el actor había interpretado a maliciosos alemanes desde mediados de los años treinta). [8] En la vida real era un hombre amable y muy querido, a quien sus amigos llamaban don Demócrata.

Nacido en Berlín (Alemania) en 1893, Conrad se había convertido en una estrella en 1919 como el sonámbulo de El gabinete del doctor Caligari. En 1926, John Barrymore insistió para que fuese a Hollywood a trabajar con él en The Beloved Rogue. Conrad estuvo bajo contrato con la Universal durante dos años antes de que la llegada del sonoro y su imperfecto inglés le mandasen de vuelta a Alemania en 1929. Como su tercera esposa era judía, tuvieron que huir a Inglaterra en 1933, y después de adquirir la nacionalidad británica para evitar los tentáculos del régimen nazi —empeñado en disfrutar de su presencia en su país natal—, Veidt llegó a Estados Unidos en 1940 para intervenir en El ladrón de Bagdad. Le gustó la experiencia y se quedó. A finales de mayo, Warner alquiló sus servicios a la MGM durante cinco semanas a razón de 5.000 dólares por semana.

Era un momento en que la situación bélica había incrementado la demanda de actores alemanes, necesarios para representar al enemigo a batir. De hecho, cuando Veidt firmó su contrato con la MGM, solicitó la inclusión de una cláusula en la que se estableciera que sólo haría papeles de malo. El encanto y refinamiento europeos que imprimía a sus malignos personajes, en contraste con otros compatriotas más rudimentarios en sus composiciones, le ayudaron a dejar en la cuneta a Otto Preminger, ex socio de Burnett y Allison, en la liza por el papel del mayor Strasser. Los cinco mil dólares a la semana que la Metro exigió a la Warner por los servicios de su actor le convirtieron en uno de los intérpretes mejor pagados del reparto de Casablanca.

El 29 de abril, un mes antes de que la cinta entrase en fase de producción, el cast estaba formado por Humphrey Bogart (Rick Blaine), Ingrid Bergman (Ilsa Lund), Claude Rains (Renault), Conrad Veidt u Otto Preminger (Strasser) y Peter Lorre (Ugarte), si Casablanca no interfería con un compromiso que el actor tenía con la Universal. Victor Laszlo aún no tenía rostro. Clarence Muse fue provisionalmente acreditado como Sam. Curt Bois iba, también provisionalmente, a ser Carl el camarero, papel que acabó interpretando S. Z. Sakall. Fydor, el camarero del Rick’s Café (cuyo nombre se cambió después a Sacha), iba a ser encarnado por Mikhail Rasumny, Michael Delmatoff o George Tobías. Los demás papeles estaban abiertos.

Uno de los personajes secundarios más importantes era el señor Ferrari, rey del mercado negro y propietario del “Loro Azul”, una especie de versión oscura de Rick. El rol requería a un actor capaz de aunar una fachada encantadora y jovial con un alma negra.

Hal Wallis sabía que Sydney Greenstreet era el actor perfecto para el personaje, pero estaba dispuesto a contratar a J. Edward Bromberg si Greenstreet no aceptaba. Para incentivarle, el productor cedió a sus exigencias económicas (3.750 dólares a la semana) y pidió a los Epstein que alargaran su papel para hacer pleno uso del talento del corpulento actor inglés. Aunque su intervención seguía siendo pequeña, Sydney aceptó por el dinero. Su imponente presencia le convertía en uno de los pocos actores que podían hacer frente a Bogart. Lo había demostrado en El halcón maltés y Across the Pacific, y volvería a probarlo en Pasaje a Marsella y Retorno al abismo. En estos momentos era, después de Claude Rains, la segunda estrella de carácter mejor considerada de la Warner Brothers.

Greenstreet debutó en el cine a los 61 años como “el Gordo” Casper Gutman en El halcón maltés. Desde entonces, las cartas de los fans que llegaban a Warner Bros, iban dirigidas simplemente a “el Gordo”. Recuperando el tiempo perdido, Greenstreet hizo 24 películas entre 1941-1949. En la mayoría de ellas era codicioso, pero su corrupción siempre estaba oculta por sus buenos modales.

Antes de debutar en el cine, el obeso actor había pasado cuarenta años en los escenarios, la mayoría de ellos como comediante. En 1904 estaba de gira por América con la Ben Greet’s Shakesperian Repertory Company, y en 1909 se estableció permanentemente en Estados Unidos. En los años treinta recibió varias llamadas de Hollywood, pero siempre las rechazó para trabajar en el Theatre Guild. En el verano de 1941, la gira de There Shall Be No Night se suspendió durante una temporada para que los actores se tomasen unas vacaciones. La última parada del tour era Los Ángeles, y Greenstreet no pudo negarse a hacer una película, El halcón maltés, mientras esperaba a que la gira arrancase de nuevo. Cuando Casablanca iba a estrenarse, Jack Warner anunció que pretendía convertir a Sydney en una estrella, y de hecho, su nombre fue añadido a la lista de estrellas del estudio en 1943.

Casi todo el mundo fue llegando a Rick’s de manera parecida, y el reparto disfrutó de una mezcla de nacionalidades sin precedentes en el Hollywood de 1942. Peter Lorre, nacido en Hungría, había tenido el valor, siendo judío, de satirizar a los nazis en sus primeros tiempos de actor en Berlín, antes de iniciar una carrera en el cine encarnando a nazis y a otros psicópatas. Su interpretación como el asesino de niñas de M, el vampiro de Dusseldorf (1931), fue uno de los mejores debuts cinematográficos de todos los tiempos. Lorre rechazó docenas de películas de terror después de aquélla e hizo varias comedias antes de que su satírico sentido del humor le causase problemas con el régimen nazi y le enviase a Inglaterra, donde interpretó al villano en la película de Hitchcock El hombre que sabía demasiado. Luego, aceptó un contrato con Columbia, pero Harry Cohn no sabía qué hacer con él y se lo prestó a la MGM para interpretar a un doctor que enloquece de amor en Las manos de Orlac. En 1937 fue el invulnerable detective japonés Mr. Moto en la película de la Fox Think Fast, Mr. Moto. El actor había aceptado el papel para dejar de interpretar a locos, pero tuvo tanto éxito que acabó haciendo ocho películas sobre el personaje.

Cuando Lorre ingresó en la nómina de la Warner, el estudio no tenía grandes planes para él. Le quería para que hiciera de matón típico, y ni siquiera le dio muchas ocasiones para ello, porque el actor se hallaba demasiado encasillado en el papel de Mr. Moto. Entonces llegó el director John Huston con el papel de Joel Cairo, el asesino amanerado de El halcón maltés (1941), aquel clásico del cine negro que además le sirvió para conocer al actor con quien mejor se iba a compenetrar en pantalla, Sydney Greenstreet, y al hombre con quien mejor iba a beber en la vida real, Humphrey Bogart.

Después de trabajar de nuevo junto a Bogie en A través de la noche (1942), su inclusión en el reparto de Casablanca era inevitable, aunque, a semejanza de Greenstreet, el actor húngaro también pidió más dinero: 1.750 dólares a la semana. Hay que reconocer que el papel de Ugarte, parecía haber sido creado para él: un hombrecillo demasiado ansioso por ser apreciado para parecer peligroso.

A mediados de mayo, cuando Greenstreet y Lorre se sumaron al reparto de Casablanca, la película estaba a menos de una semana de entrar en producción. Había una docena de papeles menores sin llenar, pero esto no era inusual. Y Wallis tenía que estar satisfecho. Había conseguido a sus primeras opciones para la mayoría de los papeles.

Para cubrir la función cómica en medio del drama, el productor recurrió a otro refugiado de la Europa hitleriana, S. Z. Sakall, actor de comedia cuyos adorables y quisquillosos personajes cinematográficos acabaron valiéndole el apodo “Cuddles”. [9] Las iniciales S. Z., por cierto, no precedían del nombre de pila de Sakall, Eugene Gero, sino de su nombre artístico en Europa, “Szöke”, cuando se hizo escritor de gags para un cómic de Budapest. De ahí pasó a los guiones y después empezó a protagonizar sus propias obras. Fue una visita al set de la famosa película de su íntimo amigo Michael Curtiz Sodoma y Gomorra, en 1922, lo que le hizo querer actuar en el cine.

El actor húngaro debutó en Hollywood en 1940, con It’s a Date, junto a Deanna Durbin. Cuando le ofrecieron el papel de Carl en Casablanca, no le gustó nada y lo rechazó. Lo mismo hicieron otros actores de comedia, entre ellos el cómico alemán Félix Bressart. Cuando Curtiz gritó “¡Acción!”, aún no había intérprete designado para este papel. En esta situación de urgencia, Curtiz insistió en Sakall para encarnar al camarero jefe de Rick’s. Al hacer el casting para los papeles menores, Wallis quería contratar actores baratos y utilizarlos el mínimo de días posible. La mayoría de estos papeles no habían sido asignados el 25 de mayo cuando Casablanca entró en producción, y Wallis y Curtiz discutieron sobre el plan del director de mantener a estos actores en nómina durante varias semanas.

El productor perdió la mayoría de estas batallas. Una vez que las cámaras empezaron a rodar, Curtiz mostró una firmeza que no había tenido durante las semanas de preproducción. Wallis aceptó pagar a Sakall 1.750$ semanales, pero sólo por un máximo de dos semanas, mientras éste se mantenía en su habitual garantía de cuatro semanas. El director, que estaba desesperado por tener a Sakall para añadir un contrapunto cómico al melodrama, convenció a ambos para que aceptasen una garantía de tres semanas. El actor húngaro, omnipresente en el Rick’s Café, tiene un papel mayor que Peter Lorre o Sydney Greenstreet.

Casi todos los actores de Casablanca tenían antecedentes singulares. Para el papel del camarero Sascha, el personaje que ayuda a Sakall en la función cómica, Wallis pensó en varios actores, entre ellos George Tobias, un intérprete que más tarde intervino en la serie de televisión “Embrujada” en el papel del vecino Abner Kravitz. Finalmente se inclinó por Leonid Kinskey. Este actor cómico también era refugiado, pero de la Revolución rusa. Su primera película fue Un ladrón en la alcoba (1932), de Ernst Lubitsch. A continuación dio aroma internacional a títulos como Sueño de amor eterno (1935), Les Miserables (1935), El general murió al amanecer (1936) y Aquella noche en Río (1941).

El departamento de publicidad de la Warner Brothers dio mucho color a la nacionalidad sudamericana de Corinna Mura, la actriz contratada para encarnar a Andrea, la cantante del “Rick’s Cafe”. Pero el estudio se olvidó de especificar de qué país procedía exactamente Mura, y la causa es muy sencilla: Corinna no era sudamericana. La cantante y guitarrista, apellidada en realidad Wall, había nacido en San Antonio, Texas, de padre anglo-español y madre escocesa. Sus progenitores deseaban que se dedicara a la música, pero su decisión de cantar pop en vez de ópera los desconcertó hasta tal punto que la internaron en una casa de reposo en Connecticut. La actriz aprendió a tocar la guitarra española gracias a otro residente, habilidad que irónicamente encaminó sus pasos hacia el circuito de los locales nocturnos. Protagonizó su propio programa de radio, “The Corinna Mura International Salón”, antes de debutar en el cine cantando en Call Out the Marines. Casablanca fue su segunda película.

Para los papeles de Jan y Annina Brandel (en la primera versión se apellidaban Viereck), la joven pareja que impulsa a Rick a entrar en acción, Wallis eligió a Helmut Dantine y a Joy Page. Dantine, austríaco, era otro fugitivo de Hitler y acababa de triunfar en el papel del piloto alemán derribado en La señora Miniver. Page era una incorporación reciente en la nómina de la Warner y tenía cierto “enchufe” con el jefe: Jack Warner se acababa de casar con su madre. Casablanca fue el comienzo de su breve carrera cinematográfica, que llegó a su fin cuando se casó con Bill Orr, futuro directivo de la Warner.

En cuanto al papel de la chica rechazada por Rick, Yvonne, Wallis contrató a Madeleine LeBeau, una refugiada francesa de diecinueve años que había debutado en el cine en Si no amaneciera (1941). En esta película también participaban el alemán Curt Bois, que hizo el lucido carneo del carterista apodado “El Europeo Oscuro”, y el canadiense John Qualen, que se metió en la piel del resistente Berger, contacto de Victor Laszlo en Casablanca. Qualen llevaba mucho tiempo haciendo de inmigrante en películas como La calle (1931) y El pan nuestro de cada día (1934), además de participar en dos títulos de John Ford, The Long Voyage Home (1940) y Las uvas de la ira (1941), aunque su personaje más conocido fue el condenado a muerte salvado por Rosalind Russell y Cary Grant en Luna nueva (1940).

La plantilla del café de Rick se completaba con Dan Seymour, un actor de más de 130 kilos que se vendía a sí mismo como “el joven Sydney Greenstreet”, en un papel de árabe, Abdul, el portero y guardaespaldas de Rick, y con el prestigioso actor francés Marcel Dalio, el crupier, protagonista de dos películas de Jean Renoir, La gran ilusión y La regla del juego. Dalio había estado a punto de morir en la invasión alemana de Francia, pero consiguió huir y se enteró de que sus padres habían fallecido en un campo de concentración cuando vivía en Hollywood como refugiado de guerra. [10]

Del papel de la señora Leuchtag se ocupó Ilka Gruning, que también había intervenido en un drama antinazi de la Warner, Underground (1941). El vendedor que intenta estafar a Ilsa en el bazar fue interpretado por el italiano Frank Puglia, cantante de ópera cuya carrera en el cine americano había comenzado con Las dos huérfanas (1921), de D. W. Griffith. Y Mr. Leuchtag, el amigo refugiado de Sakall, recayó en Ludwig Stossel, que en el año del estreno de Casablanca encarnó al padre de Gary Cooper en El orgullo de los yanquis (1942).

Hemos dejado para el final el importante papel de Sam, el pianista del “Rick’s Cafe”, que tardó semanas en adjudicarse y que luego haría famoso a un rollizo, jovial y desconocido cantante de minstrel llamado Arthur “Dooley” Wilson. Pero hay películas que nacen con suerte. Y una de las suertes de Casablanca fue que Wallis no siguiera su primer impulso, porque entonces Wilson nunca hubiera encarnado al inolvidable personaje.

Durante un viaje a Nueva York, Wallis quedó impresionado con la actuación en el Cafe Uptown Society de la cantante y pianista Hazel Scott. El 5 de febrero, el productor escribió a Steve Trilling proponiendo que Sam se convirtiera en una mujer negra. Se habló de las cantantes Lena Horne [11] («Gran talento; una chica de color muy bonita y con piel muy clara»), Ella Fitzgerald y Hazel Scott, pero dar a Sam personalidad femenina hubiera supuesto complicaciones argumentales.

Por un lado, hacer del mejor amigo de Rick una mujer habría desenredado la película emocionalmente. Imaginen a Bogart desmoronándose en los brazos de Hazel Scott cuando lee la carta de despedida de Ilsa en la estación de tren de París. Y por otro, en aquellos tiempos no era de recibo que un hombre blanco (Rick) viajara de París a Casablanca en compañía de una mujer de color. De otro modo, se podría interpretar que su relación iba más allá de la amistad, una ocurrencia absolutamente impensable en la América segregacionista de los años cuarenta.

No sabemos exactamente cuándo ni por qué, pero Wallis acabó renunciando a la idea. Cuando se decidió que Sam siguiera siendo varón, aparecieron sobre la mesa del productor los nombres de Clarence Muse, William Gillespie, Napoleón Simpson, Fred Skinner y Elliot Carpenter, que acabaría tocando el piano para Sam en la película. Wallis dejó claro que prefería a Muse, uno de los talentos de color más solicitados de Hollywood. Se trataba de un buen barítono con más de cuarenta películas en su filmografía. Para guardarse las espaldas, el productor añadió otro nombre: Dooley Wilson.

El 20 de abril, Curtiz dirigió las pruebas de los candidatos. A Wallis le gustaron las dos, pero opinó que el director había hecho la escena de Wilson demasiado jocosa. Y había un problema más grave: Wilson tocaba la batería, no el piano. Después de diversas deliberaciones y de someter a prueba a otros cuatro artistas, el jefe del departamento jurídico del estudio, R. J. Obringer, emitió una circular —el 3 de mayo— en la que informaba que Wilson haría el papel de Sam. No hay ningún documento que explique el porqué de esta decisión. Puede que la Warner no llegara a un acuerdo con la Metro, el estudio para el que trabajaba Muse.

Wallis afirma en su autobiografía que decidió no utilizar a Muse porque su interpretación le pareció demasiado estereotipada. También es posible que, después de decidirse por Muse, prestara oído a la opinión de algún colega del estudio. Howard Koch, por ejemplo, que ya estaba revisando el guión de Casablanca, tenía fama de concienciado en cuestiones raciales, como había demostrado en su tratamiento de los personajes negros interpretados por Ernest Anderson y Hattie McDaniel en Como ella sola. [12]

El caso es que el papel acabó en manos de Wilson. La Warner se comprometió a pagar a la Paramount quinientos dólares a la semana por los servicios de Wilson durante siete semanas. De estos quinientos semanales, el actor se embolsó únicamente ciento cincuenta. Nacido Arthur Wilson, Dooley recibió su apodo porque se había especializado en papeles de irlandés, que interpretaba con la cara pintada de blanco.

LOS CHICOS DE LA BANDA

En enero, cuando el casting de Casablanca estaba lejos de ser una realidad, Hal Wallis empezó a mover las piezas para elegir un director. Aunque este proyecto sería el tercero de sus filmes independientes en entrar en producción, y su mayor preocupación ese mes era la primera, Descerate Journey, le preocupaba este tema. El 5 de enero envió copias de la obra a Michael Curtiz, Vincent Sherman y William Keighley. En cuanto la leyó, Sherman le dijo al productor que quería hacer la película, pero le terminaron encargando la nueva cinta de Ida Lupino, The Hard Way.

A pesar de su amistad, Wallis no se decidió en un primer momento por Curtiz. Su primera elección fue William Wyler, considerado entonces el símbolo del prestigio. A principios de febrero le envió la obra, pero no recibió respuesta. Tras comprobar que Wyler no estaba disponible —o no estaba interesado—, Wallis posó la vista, lógicamente, sobre Curtiz, el director más apreciado de la Warner.

El cineasta magiar ya había emitido una opinión favorable sobre el guión de Casablanca, y su propia experiencia vital como emigrante húngaro en la Primera Guerra Mundial le convertía en la persona idónea para relatar las vivencias de un grupo de refugiados. Todavía tenía familia en Hungría. Durante una de sus vacaciones anuales en Europa, Jack Warner visitó a estos parientes a petición del director para comprobar que estaban bien y para animarles a emigrar a Estados Unidos. Curtiz era uno de los pocos empleados de la casa que podían permitirse solicitar semejante favor del presidente del estudio.

Wallis quería que James Wong Howe fuera el director de fotografía de Casablanca. Pero el operador ya estaba asignado a otro proyecto, The Hard Way, y no hubo forma de convencer al director de producción, Tenny Wright, de que le dejara libre. Wright sugirió los nombres de otros dos veteranos de la Warner, Tony Gaudio y Sol Polito, pero a Wallis no le parecieron bien. Finalmente, el productor se decidió por Arthur Edeson, un veterano —con más de treinta años de oficio a sus espaldas— capaz de reflejar todo el misterio y la intriga de la vida en Casablanca.

Edeson, que medía poco más de metro y medio y era apodado “el pequeño Napoleón”, se inició como fotógrafo retratista en Nueva York, su ciudad de origen, y empezó a trabajar como operador de cámara en 1911. A mediados de aquella misma década ya era director de fotografía y uno de los fundadores de la American Society of Cinematographers. Obtuvo sus primeros éxitos con varias cintas de aventuras de Douglas Fairbanks —Robin Hood, El ladrón de Bagdad—, pero no se hizo notar en la industria hasta 1929, el año del rodaje de En el viejo Arizona, primera película sonora rodada en escenarios naturales. Edeson se instaló cómodamente en la Universal, donde filmó otro hito del primer cine sonoro, Sin novedad en el frente. También trabajó en algunas de las mejores películas del director James Whale, como Frankenstein, El caserón de las sombras y El hombre invisible. Después de rodar una superproducción oscarizada, Rebelión a bordo, para la Metro, Edeson se pasó a la Warner, donde colaboró en They Won’t Believe Me, con Claude Rains, y Each Dawn I Die, con James Cagney. También filmó dos películas para John Huston, El halcón maltés y Across the Pacific.

En 1942, aún le gustaba cargar y manejar la cámara él mismo, aunque la American Society of Cinematographers lo desaprobaba. A diferencia de la mayoría de los directores de fotografía, que sólo estaban interesados en las imágenes, Edeson estaba continuamente al tanto de la historia que estaba fotografiando. En su opinión, «los factores principales son siempre la historia y los actores». Este énfasis añadiría una dimensión extra a Casablanca.

Al lado de Edeson se encontraba otro pionero del cine de Hollywood, el maquillador Perc Westmore, que entró en el oficio en 1921, el año en que Adolphe Menjou se quedó sin la mitad de su mostacho característico por un accidente de afeitado y Perc le fabricó uno nuevo. En Casablanca, Westmore se vio enfrentado a un problema especialmente peliagudo: ayudar a Ingrid Bergman a aparecer radiante sin inundarla de glamour ni sacrificar el estilo natural que la había hecho famosa.

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