Casablanca

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12. Antes que el cine fue el teatro

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Capítulo 12

ANTES QUE EL CINE FUE EL TEATRO

Toda historia posee sus héroes anónimos, y Casablanca no es una excepción. Sólo que aquí se trata de un héroe y una heroína. Se llamaban Murray Burnett y Joan Allison y eran los autores de la obra de teatro “Everybody Comes to Rick’s”. Sin su intervención la película probablemente no existiría.

Cuando se juntan los numerosos fans de Casablanca, una de las cuestiones que con más frecuencia salen a relucir es hasta qué punto la película está en deuda con la obra de teatro de Murray Burnett y Joan Allison. En los más de cincuenta años que han transcurrido desde que la cinta se estrenó, poco se ha dicho, relativamente hablando, del manuscrito original. La mayoría de los autores prefieren centrar su atención en las batallas relativas a la elaboración del guión, la elección del reparto y el rodaje.

En algunos casos, las circunstancias han contribuido a oscurecer la importancia de la obra original. Howard Koch, uno de los tres autores acreditados del guión de Casablanca, nunca llegó a ver el libreto, pues trabajó únicamente a partir de las primeras versiones del script. Debido a esta circunstancia, cuando en años posteriores le preguntaban la razón del éxito de la película, el guionista solía minimizar la importancia de la obra de Murray y Burnett. Koch no desagravió a la pareja de dramaturgos hasta muchos años después, en 1991, cuando una protesta de Burnett publicada en “The Los Angeles Times” impulsó a Koch a emitir una disculpa.

Autores hay que han afirmado con toda rotundidad que Casablanca es uno de los pocos clásicos del cine que cuentan con guión original. Por su lado, el biógrafo de Humphrey Bogart, Nathaniel Benchley, ha dicho que la obra «murió antes de llegar a Broadway», comentario que impulsó a Burnett y Allison a interponer una querella por difamación, que no prosperó. Ya en la época del estreno de la película, la pieza teatral no gozaba de mucha consideración. El crítico James Agee dijo en “The Nation” que la película «mejora ostensiblemente una de las obras de teatro peores del mundo». A saber cómo llegó a esta conclusión, habida cuenta de que la obra no se montó en los escenarios hasta 1946, en Rhode Island.

Aunque ni el crítico más complaciente se atrevería a calificar “Everybody Comes to Rick’s” de obra maestra, tampoco es una pieza completamente deleznable. Y al margen de la opinión que nos merezca el texto, las similitudes que guarda con la película respecto a diálogos, personajes, elementos argumentales y hasta escenas enteras son innegables. Pero empecemos por el principio.

En 1937, Murray Burnett era un joven de veintiséis años que se ganaba la vida como profesor de formación profesional en Nueva York, pero que aspiraba a trabajar como dramaturgo. El primer texto que redactó narraba la vida de (adivinen) un profesor de formación profesional. Mientas trabajaba en “An Apple for the Teacher”, conoció a una joven llamada Joan Allison que también tenía ambiciones teatrales. Ella le presentó a un productor amigo que, para sorpresa de Burnett, compró los derechos sobre su inacabada obra. El productor instó a Burnett y a Allison a componer una nueva versión. Parece que el productor no quedó complacido con su trabajo y dejó que caducasen sus derechos.

En el verano de 1938, Burnett y su mujer decidieron tomarse unas vacaciones en Europa. Alemania estaba en plena concentración militar y a la señora Burnett le preocupaba la suerte de unos parientes que tenía en Austria, país que el Tercer Reich acababa de anexionarse. El matrimonio quería ver la ocupación nazi con sus propios ojos. Cuando llegaron a Viena, los Burnett asistieron a una semana de violencia antisemita, al continuo resonar de las botas altas de los militares y a la incesante repetición del himno nazi conocido como “la canción de Horst Wessell”: «Hitler había invadido Austria y los vieneses estaban encantados».

En la capital austríaca, Murray oyó hablar de la ruta de los refugiados —de Marsella a Marruecos, de Marruecos a Lisboa y de allí a Estados Unidos—, una realidad que acabó formando parte esencial de la trama de “Everybody Comes to Rick’s”. Poco podían hacer Burnett y su mujer por sus parientes europeos, así que pasaron al sur de Francia. Allí estuvieron en un pequeño bar llamado La Belle Aurora, en el que un cantante y pianista negro atraía multitudes de todas las nacionalidades, muchos de los cuales se hallaban en la primera etapa de su viaje como refugiados. [39] Tan interesante como ellos era la estrella del espectáculo, un norteamericano de raza negra que había dado con sus huesos en la Costa Azul.

Como todo buen dramaturgo, Burnett empezó a preguntarse: ¿cómo llegó este hombre hasta aquí?, ¿qué le va a ocurrir a toda esta gente?, ¿cómo ha llegado a juntarse esta caterva tan dispar?, ¿qué ocurrirá con todos ellos? Burnett se volvió a su mujer y afirmó: «¿Sabes?, creo que este sería un escenario fantástico para una obra de teatro».

Sin embargo, cuando regresó a Nueva York, Burnett llamó a Joan Allison y juntos se pusieron a trabajar en una obra titulada “One in a Million”. Estaban decididos a denunciar la amenaza nazi por medio de una historia de espionaje. El héroe iba a ser una metáfora para unos Estados Unidos todavía neutrales; y el mensaje, afirmar que la neutralidad no existe. Su texto llamó la atención del director vienes Otto Preminger, que, horrorizado ante lo que los nazis estaban haciendo a su patria y al pueblo judío, andaba buscando un proyecto antinazi. Pero en medio de sus reuniones con el cineasta vienes, el matrimonio empezó a derivar su atención hacia otra pieza inspirada en su viaje a Europa. El proyecto de Preminger acabó por anularse, pero la pareja ya tenía planeada la otra obra.

En el verano de 1940, Burnett y Allison modificaron su texto y escribieron “Everybody Comes to Rick’s”. Como Alemania acababa de invadir Francia, decidieron trasladar la acción al Marruecos francés y a una ciudad llamada Casablanca, última escala del camino de los refugiados donde éstos podían ser detenidos por el Tercer Reich. El músico de jazz negro se convirtió en el empleado de un misterioso expatriado americano que intenta olvidar un desengaño amoroso. La obra se desarrollaba en el salón principal del bar del americano, el “Rick’s Cafe”. El título “Everybody Comes to Rick’s”, explicaba Murray, servía para indicar el tema básico: «Se trata de un sitio de moda, pero debajo, subyacente, está el hecho de que todo el mundo, antes o después, tiene que tomar una decisión».

“EVERYBODY COMES TO RICK’S”

Cuando se alza el telón de “Everybody Comes to Rick’s”, el artista negro, Sam el Conejo, está tocando para una clientela de varias nacionalidades. Ugarte —«un hombre de unos cuarenta años, distinguido, con reconfortante aire de solidez y dignidad»— entra y habla con Rick. Éste se niega a sentarse a la mesa de Ugarte; nunca bebe con los clientes. Su conversación se ve interrumpida por un avasallador parroquiano inglés llamado Forrester-Smith, que protesta de que no se le admita en la sala de juegos. Rick le acusa de haber dejado un reguero de cheques sin fondos desde Honolulú hasta Calcuta y advierte: «Dé gracias de que le admitamos en el bar».

La siguiente escena entre Rick y Ugarte nos informa del robo de dos visados de salida a dos correos alemanes que han muerto durante el asalto. Ugarte describe los documentos como «salvoconductos firmados por el mariscal [francés] Weygand. No pueden ser rescindidos ni investigados». La escena también expone el desdén que Rick siente por Ugarte («Me recuerda usted a un chulo que de repente se viera enriquecido. Cuando deja el negocio, lo siente por las chicas»). Pese al desprecio que le muestra Rick, éste es el único hombre en el que confía Ugarte, así que el ladrón le pide que le guarde los visados hasta que lleguen sus clientes.

En ese momento entra en escena un hombre de uniforme que informa a Rick de que el célebre líder de la Resistencia Victor Laszlo ha llegado a Casablanca y está buscando un visado de salida. Rick apuesta cinco mil francos a que Laszlo conseguirá llegar a Lisboa. Rinaldo informa a Rick de que Laszlo viaja con una dama y a continuación habla del pasado de Rick:

(Saca un librito negro del bolsillo, lo abre y lo hojea). Ah, aquí está usted. Richard Blaine, americano. Edad (seré discreto), en tiempos famoso abogado en París. Casado con la hija de Alexander Kirby. Dos hijos. Marchó de París en 1937 porque… (En este punto Rick se pone rígido y hace un gesto casi amenazador. Rinaldo le echa una mirada de inteligencia). Esto lo pasaremos por alto. Su mujer obtuvo el divorcio en Reno, en 1939, y tiene la custodia de sus hijos.

Aquí entra en escena Yvonne (una rubia muy vistosa) e interrumpe la escena manifestando en tono ebrio su amor por Rick. En la siguiente escena, el Sr. Martínez, dueño de un local de la competencia llamado Blue Parrot, acude a hablar con Rick. Martínez se ofrece a comprar el bar de Rick o al menos el contrato de Sam. Rick llama a Sam para que oiga la oferta de Martínez e informa al pianista de que deja en sus manos la elección. Pero, aunque Martínez se ofrece a doblar su sueldo, el Conejo rechaza la propuesta.

El siguiente personaje que aparece es «un joven con uniforme alemán… lozano, de tez clara y saludable, ojos color azul oscuro y el pelo cortado a cepillo típico de los prusianos». Es el capitán Strasser, nuevo agregado del consulado alemán. Strasser y Rick hablan de la guerra en una conversación que da a este último la oportunidad de demostrar su neutralidad cuando dice que sus «opiniones políticas no interfieren con la gestión de este café. Cuando lo hagan, capitán Strasser, estaré encantado de contestar a todas las preguntas que usted me haga». Seguidamente, Strasser explica la misión que se le ha encomendado: impedir que Victor Laszlo abandone Casablanca.

Victor Laszlo estuvo publicando las mentiras más viles en sus periódicos de Praga hasta el mismo día en que entramos en la ciudad. Y aún ahora sigue imprimiendo panfletos en una bodega. […] Consiguió salir de Praga mientras nosotros nos acercábamos a la ciudad. En París sigue ejerciendo sus actividades en la prensa francesa. Allí estuvimos a punto de atraparlo, pero volvió a escurrírsenos de entre los dedos y le perdimos la pista. ¡Hasta ahora!

Ugarte sale de la sala de juegos y Strasser se lo lleva, mientras Sam apacigua los ánimos animando al público a cantar con él “Old Man Mose”. Rick sube a la habitación que posee encima del bar. Cuando termina la canción, Victor Laszlo —«esbelto, menudo, intenso, con cara de poeta»— entra en escena con Lois Meredith. Ella es «una mujer extraordinariamente bella, morena, alta y grácil, con espectaculares ojos azules y tez de alabastro. Lleva un espléndido traje blanco, con capa hasta los pies de la misma tela. Sus joyas son fabulosas. Es tan hermosa y tan chic que concentra todas las miradas».

Victor se entera de la detención de Ugarte por Rinaldo. Strasser explica que Victor no podrá salir de Casablanca a menos que ceda su fortuna al Gobierno alemán. Victor se niega a hacer tal cosa y pide a Strasser que se marche. Entonces, Lois pide a Sam que toque una de sus canciones favoritas, “As Time Goes By”.

La música saca a Rick de su habitación, pero antes de que pueda ordenar a Sam que deje de tocar, ve a Lois. Rompiendo una costumbre bien arraigada, Rick se sienta en la mesa de Victor y Lois, provocando el siguiente comentario de Rinaldo: «Madame, acaba usted de hacer historia». Rick y Lois rememoran su último encuentro, en La Belle Aurore de París, y Rick desliza la llave de su piso en la mano de Lois. Los demás dejan a Rick a solas con Sam. Ya es tarde, y durante la escena el café se ha ido vaciando. En un diálogo muy parecido al de la película, Sam intenta convencer a Rick de que se vaya a pescar con él para alejarse de Lois y Victor. Rick se toma una copa —la primera de la obra— y dice inopinadamente: «¡Sam! ¡Ponte al piano!… ¡Tócala, cabrón imbécil!».

Acto Segundo. Escena Primera. A la mañana siguiente. Rick baja de su apartamento seguido de Lois, que lleva el mismo vestido de la noche anterior. Su rememoración del pasado deriva en discusión. Lois se maravilla de que su traición haya convertido a «Richard Blaine, abogado criminalista de París, defensor de las causas perdidas» en «Rick, suministrador de ocio para la ciudad de Casablanca». Él la acusa de ser culpable de esta transformación: «Tú te encargaste, cariño. ¿Te acuerdas? Tú me arrebataste todo aquello en lo que creía, lo apilaste en un pulcro montoncito y le prendiste fuego. Ya no queda nada. Está tan quemado como yo. No me queda ninguna causa en la que creer. Nada por lo que luchar».

Rick explica por fin qué es lo que destruyó su relación. Allá en París mantuvo una relación con ella durante un año, aunque tenía mujer y dos hijos. Ella sabía que él estaba casado, pero él no sabía que a ella la mantenía un hombre llamado Henri. «Y entonces, la noche del 12 de abril de 1935, entraste en La Belle Aurore. Con ese petimetre perfumado que se llamaba hombre». Le ha costado cuatro años, pero ahora que ha pasado la noche con ella, Rick se ha librado de Lois. A continuación, Lois explica qué ha significado para ella este reencuentro nocturno:

Me has contado tu sueño. Ahora vas a escuchar el mío. Un cuento de hadas con mal final. Érase que se era un hombre al que conocí en París… Saltaron las chispas. Cuando miraba al cielo no me sentía pequeña ni sola […] me sentía capaz de tocar las estrellas con mis propias manos. […] Él se fue y a veces soñaba qué pasaría si alguna vez volviera a encontrarle. Hasta que le encontré […] en un café de Marruecos […] y durante un momento me sentí de nuevo en París. Pero me estaba engañando, Rick. Al amanecer me encontré en Marruecos, en un bar de mala muerte con un hombre al que sólo le queda amargura.

Rick se derrumba por fin y confiesa que sigue queriendo a Lois. Sam entra en escena y los dos le cuentan su noche juntos y le pide que toque “As Time Goes By”. Rick propone a Lois volver a Estados Unidos los dos juntos y le revela que tiene los visados de salida. Pero ella quiere volver al hotel para recoger sus cosas y explicar la situación a Victor, con quien se siente muy en deuda:

Victor podría estar ya en Estados Unidos […] si no fuera por mí. […] Me puse enferma en el peor momento. En la locura de los días previos al armisticio, Victor no hubiera tenido ningún problema para salir de la ciudad. Pero se quedó. Cuando me restablecí, las cosas se habían puesto tan mal que nunca hubiera podido llegar hasta aquí sin él. ¿No crees que lo menos que puedo hacer es contárselo todo?

Rick informa a Lois de que Rinaldo y Strasser van a impedir que Victor salga de Casablanca. Lois ruega a Rick que le ayude, y Rick se deja convencer. Pero entonces entra Rinaldo en escena:

RINALDO: Tengo que disculparme con Madam… Verá, Rick, le dije a Madam que usted era el hombre más influyente de Casablanca, pero se me olvidó añadir que ni siquiera usted puede obtener un visado para Victor Laszlo. (Lois se queda de piedra, inmóvil, pálida. Rick se gira y camina con paso inseguro hasta la barra, donde busca a tientas una botella. Se sirve una bebida fuerte).

LOIS: (Entre dientes) Supongo que todo es inútil. Pero yo te quiero, Rick.

RICK: (Mirándola a través del espejo) ¡Zorra!

TELÓN

Acto Segundo, Escena Segunda, esa misma noche. El café está a rebosar. Rinaldo informa a Sam de que Ugarte ha muerto y le pregunta si sabe algo de los salvoconductos. Rinaldo intenta que Rick reconozca que los tiene él. También informa a Rick de que Lois pasó la noche con él a petición de Victor.

Rinaldo se marcha y Victor entra en escena. Rick acusa a Victor de prostituir a Lois para obtener los visados y se niega a escuchar sus argumentos. Lois entra en escena y Rick le propone que intente acostarse con Rinaldo, «que es mucho más susceptible que yo, y también, te lo aseguro, mucho más sensato». Rick se marcha y Laszlo asegura a Lois que la perdona por lo que pueda haber hecho la noche anterior.

Mientras tanto, dos oficiales alemanes obligan a Sam a dar acompañamiento al “Horst Wessel”, lo que provoca una situación incómoda para el propio Sam y los demás clientes. Cuando terminan, Victor se aproxima a Sam y le pide que toque “La Marsellesa”. Rick ha acudido al sonido y da permiso a Sam con un asentimiento de cabeza. Al principio Victor canta solo, pero poco a poco toda la concurrencia, salvo los dos oficiales alemanes, va uniéndose a él.

Rinaldo vuelve con Jan y Annina Viereck, una joven pareja búlgara que desea viajar a Lisboa. Rinaldo lleva a Jan a la sala de juegos y en una escena casi idéntica a la de la película, Annina pide consejo a Rick sobre si debe acostarse con Rinaldo a cambio de los visados.

Rinaldo vuelve a entrar con Jan y Rick se va. Rinaldo intenta ablandar a Annina con champán, pero acaba cansándose de las intromisiones de Jan y le advierte: «Si quiere un visado, no se entrometa». Rick vuelve a escena para ver a Jan golpeando a Rinaldo. Rick apaga las luces y cuando éstas vuelven, Jan y Annina han desaparecido. Sabiendo que Rick ha escondido a la pareja, Rinaldo manda cerrar el lugar. Antes de que las puertas vuelvan a abrirse, Rick asegura a Lois y a Victor que les llamará más tarde. Después de asegurarse de que Rinaldo se ha ido, Rick abre un panel secreto donde se ocultan Jan y Annina.

Cuando se abre el telón en el Acto Tercero, Sam está entregando unos billetes de avión a Rick. Rinaldo entra en escena y vuelve a ordenar a Rick que le entregue al matrimonio Viereck. Tras el mutis de Rinaldo, la pareja sale de la sala de juegos. Jan prefiere entregarse a permitir que Rick siga comprometiéndose por ellos, pero éste le asegura que ya se le ocurrirá algo. Después de considerar la situación, llama a Rinaldo por teléfono: «Venga aquí, tengo algo que de seguro le interesará».

Llaman a la puerta y los Viereck se esconden de nuevo en el casino. Entra Lois y asegura que, aunque pasó la noche con Rick con la intención de sacarle los visados, ha comprendido que sigue amándole y que quiere quedarse en Casablanca con él. Rick no la cree, pero le pide que le ayude a convencer a Rinaldo de que efectivamente están enamorados. Cuando llega el capitán de policía, Rick se ofrece a entregarle a Victor y uno de los salvoconductos a cambio de la libertad de los Viereck. Con Rinaldo a la escucha, Rick llama a Victor y le pide que venga a buscar los visados.

Rick llama a los Viereck, saca los visados de su escondite, dentro del piano, y les hace partir hacia el aeropuerto. Tras despedir a los gendarmes que están de guardia a la puerta del café, Rinaldo se esconde en el salón de juegos.

Llega Victor en busca de los visados. Pero cuando Rinaldo intenta detenerlo, Rick apunta a éste con una pistola y le informa de que ha perdido el juego. A continuación, Rick informa a Lois de que debe partir con Victor.

RICK (con dureza): Te vas a ir, Lois.

LOIS: ¡No, no, no! Tonto, he vuelto a enamorarme de ti. Es verdad que vine aquí por los visados, pero cuando te vi, las rodillas me empezaron a temblar… Yo…

RICK: Tú te vas, Lois. Aquí no hay nada para ti. Tú misma me dijiste que estoy acabado, que estoy quemado. Victor sigue luchando y te necesita, Lois.

LOIS: (histérica) No me importa. No…

RICK: Sáquela de aquí, Victor, por Dios…

VÍCTOR: (Empujando a Lois hacia la puerta) Rick, ¿está seguro de que vale la pena?

RICK: (Con firmeza): Estoy seguro. Usted tiene un trabajo que hacer.

VÍCTOR: (Arrastrando a Lois hacia la puerta): Gracias, Rick, y, aunque usted no lo crea así, aún sigue luchando.

Victor y Lois se marchan y Rick sigue apuntando a Rinaldo hasta que oyen despegar al avión de Lisboa. Entra Strasser y Rick se entrega al oficial alemán.

RICK: (Empieza a caminar hacia la puerta) Adiós, Sam. Si yo fuera tú, me iría al Blue Parrot. (Pasa ante Rinaldo, que no se ha movido).

RINALDO: ¿Por qué lo ha hecho, Rick?

RICK: (Deteniéndose) Por los billetes, Luis, por los billetes. Me debe usted cinco mil francos. (Rick sale con Strasser mientras cae el Telón).

EL CINE LLAMA A LA PUERTA

“Everybody Comes to Rick’s” atrajo la atención de dos productores de Broadway. Martin Gabel, marido de la actriz Arlene Frances, y la socia de aquél, Carly Wharton, adquirieron los derechos sobre la obra, pero durante meses no hicieron otra cosa que preocuparse por los problemas argumentales que presentaba la pieza y por la inexperiencia de los autores. Con permiso de Burnett y Allison, buscaron un dramaturgo de renombre que pudiera colaborar en las revisiones. Todos aquellos a quienes abordaron —entre ellos, autores tan respetados como Ben Hecht y Robert E. Sherwood— les aseguraron que la obra no necesitaba cambios importantes.

Por fin, Wharton expresó los temores que le ofrecía la pieza: Lois jamás se ganaría el respeto de los espectadores si se acostaba con Rick por los visados. Pero los autores se negaron a revisar este detalle. Así pues, los productores dejaron que expiraran sus derechos. Irónicamente, la noche de amor entre Lois y Rick fue una de las primeras víctimas del viaje de la pieza teatral hacia la pantalla grande.

La agente de Burnett y Allison, Anne Watkins, les sugirió que enviaran su obra a los grandes estudios de Hollywood, que, si no se decidían a comprarla, quizá quisieran contratar a sus autores. Éstos siguieron su consejo. Una empleada de la Warner, Irene Lee, descubrió el escrito durante un viaje a Nueva York para buscar material, y envió una copia a la sede del estudio en Burbank. En enero de 1942, Burnett y Allison firmaron un contrato en el que simplemente cedían su obra a la Warner por 20.000 dólares, la mayor suma jamás pagada por una obra no estrenada. Años después comprendieron que habían renunciado a todos sus derechos sobre el texto que dio base a una de las películas más populares de todos los tiempos.

Gracias a la inalterable popularidad de Casablanca, Murray Burnett y Joan Allison consiguieron que uno de sus sueños se hiciera realidad: “Everybody Comes to Rick’s” acabó montándose en los escenarios. En 1991, el productor británico Paul Elliott, el artífice de “Buddy”, musical sobre la vida de Buddy Holly que triunfó en los escenarios del West End, presentó “Rick’s Bar Casablanca” en el Whitehall Theatre de Londres. Con permiso de la Warner, redujo los tres actos de la obra a dos y la rebautizó como “Rick’s Bar Casablanca”. Pese a la presencia del actor británico Leslie Grantham, protagonista de la serie televisiva “Eastenders” (la actriz norteamericana Shelley Thompson fue Lois Meredith), las críticas no fueron buenas y la obra sólo se mantuvo en cartel durante seis semanas. Aun así, a Burnett le sirvió para recordar al público que su obra era la base de la película, a la que había legado mucho más que el marco de la acción.

Pocas películas han sido objeto de tantas parodias, variaciones y homenajes en cualquier formato en la historia del cine. La primera vez que Candice Bergen presentó el programa “Saturday Night Live”, la actriz dio vida a Ilsa y John Belushi a Rick. El espacio de humor “227” ofreció una versión bastante negra, con María Gibbs en el papel de Ilsa, Hal Williams en el de Humphrey Bogart y el cantautor Paul Williams en el de Sam. Y el personaje llamado Larry Mannitti de la serie de Tom Selleck “Magnum” se hacía llamar Rick y se pasaba un episodio entero embutido en un esmoquin blanco, a la espera de metamorfosearse en su ídolo.

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