Carthage

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Primera parte Joven desaparecida » 8. La carta del cabo

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La había guardado en un cajón de la cómoda que tenía en su dormitorio, debajo de sedosa ropa interior de satén. La carta que su prometido le había entregado antes de salir en dirección a Iraq:

—Ábrela solo si no me vuelves a ver.

Había sabido al instante lo que Brett quería decir.

Se apoderó deprisa del sobre, de manera que nadie lo viese.

Le había dado un beso de despedida. Lo había abrazado, lo había besado y había apretado contra el de Brett su rostro surcado por las lágrimas.

—¡Por supuesto que voy a volver a verte! No digas semejante cosa.

Ahora, en la noche del 13 de octubre de 2005, cuando por todo Carthage se empezaba a saber que el joven cabo del que desde hacía varios meses se sospechaba que había asesinado a Cressida Mayfield se había confesado culpable; ahora, cuando los Mayfield sabían ya que Cressida se había ido para siempre y nunca les sería devuelta, y que también Brett Kincaid estaba muerto para ellos, Juliet entró sin hacer ruido en su dormitorio, fue hasta la cómoda, abrió el cajón y sacó el sobre que había escondido casi dos años antes con la esperanza de no tener nunca que buscarlo y menos aún abrirlo y leer la carta.

En el piso bajo, un murmullo de voces. Familiares y amigos estaban reunidos para consolar a la familia.

¿Cómo llorar a Cressida, ante una muerte tan incorpórea?

Desaparecida para siempre.

Se organizaría de todos modos una ceremonia religiosa de algún tipo: un funeral por la desaparecida. A Arlette, tan desesperada, no se la podía consolar de otra manera.

En el sobre estaba escrito, con la cuidadosa letra de Brett, ligeramente inclinada hacia atrás: JULIET MAYFIELD, MI PROMETIDA.

Con los ojos cegados por las lágrimas se dispuso a abrir la carta. Estaba sentada en el borde de la cama mientras se peleaba con el sobre.

Querida Juliet:

Si estás leyendo esta carta es que algo me ha sucedido.

Imagino que no te volveré a ver. ¡Te quiero tanto!

A veces creo en la «vida futura», donde nos reuniremos de nuevo. No siempre es posible creerlo, pero lo estoy intentando.

Algo nos sucederá a todos cuando llegue el momento. En realidad

no es una gran desgracia perderme ahora en vez de más adelante. Juliet, si lees esto, no vuelvas la vista atrás. Si puedes evitarlo.

Es extraño cómo saber algo debería darnos la fuerza para hacerlo, pero a veces no se tiene la fuerza suficiente. Dios no siempre nos hace lo bastante fuertes.

Haz el bien… Ama a tu prójimo.

No matarás.

Si eres soldado, tienes que hacer ciertas cosas que no harías si tuvieras capacidad de elección.

Tienes que contar con que quizá no regreses sano y salvo a tu hogar y con los tuyos.

Mi querida Juliet, tengo la esperanza de encontrar un día, cuando ya estemos casados, esta carta escondida en un sitio del que te habrás olvidado. Y yo la volveré a dejar donde estaba y no diré una sola palabra.

Porque es mucho lo que te quiero, Juliet. Esa es la única verdad de la que estoy seguro. Ya no me siento joven. Creo que soy viejo en el fondo del corazón.

No servirá de nada tratar de acompañar a Ethel en su dolor. Mi madre sufrirá a su manera, furiosa y sola. Tu madre y tú no tenéis que tratar de ayudarla, eso la molestaría.

Mira ya hacia el futuro. Cásate con alguien que se merezca tu amor y ten los hijos que habríamos tenido nosotros (sé que es una locura pensarlo, no hablo en serio realmente). Que Dios te bendiga y sobre todo sé feliz, mi adorada Juliet. No olvides que nunca dejaré de pensar en ti.

Me pregunto dónde estaré en el momento en que leas esto.

Te quiero. Siempre serás mi adorada Juliet, cariño mío.

Besos y abrazos,

Brett

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