Carmina Burana

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<Dido y Eneas>

De nuevo el tema de Dido y Eneas. Dido aparece como ejemplo de las consecuencias de un amor desenfrenado. Existe una segunda parte, que se considera de autor diferente (cfr. ap. crítico de la edición de Schumann, op. cit., p. 133), en la que Eneas justifica su amor y eleva a Dido —cosa inaudita en la literatura medieval— a los Campos Elíseos, es decir, al cielo. Estrofas rítmicas de tres versos monorrimos.

1

Del altanero Paris el irreflexivo juicio

y la belleza de Helena, amada de modo excesivo,

causaron la caída de Troya, quedando Ilión[260] destruido.

2

Eneas afligido busca la salvación

y, emprendiendo las azarosas fatigas de la navegación,

llega a Cartago, donde Dido tiene su nación.

3

En su reino le recibe la sidonia[261] Dido

y, herida por un amor no comedido,

sin demora quiere tenerlo como marido.

4

¡Oh amor cruel, así todo lo dominas,

así con tu poder todo lo debilitas

y son tus alegrías a la muerte vecinas!

5

Así pues, Eneas recibe de mala gana una reprimenda

y de dirigirse a Italia recibe la encomienda,

por lo que, al oírlo, la amante Dido así le increpa:

6

«¿Eneas, mi señor, qué es lo que escuchan mis oídos?

¿Entregarás a la muerte a la desgraciada Dido?

¡Qué duro premio por mis beneficios!

7

Te había acogido desnudo, carente de todo;

a los dioses había contrariado nuestro matrimonio.

No sé qué hacer; la muerte es mi decisión.

8

¿Qué es lo que oigo, Ana, hermana querida?

Ya navegan veloces las naves por la costa vecina.

Termina con mano fiera esta desgraciada vida[262]».

9

† La noble Dido desdeñada es abandonada

y por el tálamo de Lavinia clama[263]

y Ana con premura a por una maga es enviada.

10

«¡Oh espada del traidor, con fuerza en mis entrañas

penetra y con mis lamentos acaba!

¡Amantes desdichados, temed tales desgracias!»

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