Capital
8. Más Mensajes
Página 10 de 16
8. Más Mensajes
¿Qué
hace que seas una “persona”? ¿Qué hace que sigas vivo cuando te duermes y
despiertas? Estaremos de acuerdo en que las personas tienen dos partes, una
física y otra mental, y las dos interactúan entre sí en ciertas ocasiones, por
no decir de continuo.
Físicamente, se vive por que el corazón
bombea sangre de forma natural para que los pulmones cojan oxígeno, que se
usará para hacer diferentes reacciones con los alimentos y líquidos que se
ingieren, los cuáles darán nutrientes que ayudarán al cuerpo humano. Además, el
cuerpo está preparado para desechar todo lo tóxico e inútil que se produce,
además de renovarse continuamente, ya que las células que tenemos hoy no son
las mismas que hace dos años ni las mismas que hace veinte. Del mismo modo, el
ser humano cambia de aspecto desde que nace hasta que muere ―aunque
algunos parezcan jóvenes cuando son ancianos y les queden cinco años de
vida―.
Por otro lado ―mi favorito― tenemos
el lado mental del ser humano, que es el que nos hace sentir vivos de verdad,
ya sea de una forma más o menos espiritual. Aquí es donde el ser humano se
siente más realizado. Podremos tratar de sentirnos felices tratando de copiar
un físico que nos atraiga, pero todo son meras ilusiones. Son cosas que no
vienen dadas por naturaleza, si no que hemos sido nosotros solitos ―y no
Dios ni nadie por el estilo― los que hemos impuesto unos cánones de
belleza que modifican comportamientos que difieren bastante de la realidad de
la naturaleza.
Yo mismo. Sé si algo es bonito o feo por
una serie de razones. Por ejemplo, puedo saber que un chico o una chica son
físicamente bonitos por una serie de parámetros que se han fijado en mi memoria
gracias a la educación que hemos recibido desde que somos bebés. En otras ocasiones,
habrá gente que se sienta atraída por alguien por medio de una fuerza
“paranormal” que no se llega muy bien a explicar ―hay gente que lo llama
“química” ―.
Blanco y negro. Masculino y femenino.
Claro y oscuro. Bonito y feo. Son las dos caras de una misma moneda, la moneda
de la vida. Es precioso darse cuenta de esta polaridad, ya que una vez que
llegamos a comprender la esencia de esta polaridad, desaparece.
Aún
puedo añadir algo más. Aunque haya mencionado que existe una parte física y una
psíquica de nuestro ser, puedo asegurar que existe una tercera parte. Pero creo
que es mejor que no hable de ello ahora mismo ―o tal vez es mejor que
directamente no hable de ello. Sería entrar en un tedioso debate sobre la
espiritualidad―.
Me estoy divirtiendo bastante en este
capítulo extra del séptimo capítulo, ya que cada párrafo trata de un tema
diferente al anterior. Habrá gente que espere que al final se saque una
conclusión final. Sigamos.
Observemos la naturaleza de las cosas.
Por ejemplo, una hoja de un árbol no existe por si misma, porque a ella le
hayan entrado ganas de existir. Han ocurrido anteriormente diferentes
acontecimientos hasta llegar a la hoja del árbol. De este mismo modo, un humano
no llega a ser médico porque él tenga ganas de ser médico, si no que antes
tienen que pasar diferentes cosas. Un asesino en serie no se convierte en
asesino gracias a un reloj interno que le diga cuál es el día exacto para
empezar a matar, si no que ese tipo ha tenido que vivir diferentes sucesos
―muchos incontrolados e incluso terroríficos― que le han convertido
en un asesino.
Existen demonios, pero no sólo en la
Biblia o en otros textos sagrados, también en nuestro interior. Los de la mente
son los peores, ya que nos hacen llegar a ver una realidad diferente a la del
resto de los humanos. En muchos casos, esa realidad ilusoria tiene su base en
la ignorancia de la esencia de la verdadera realidad. Para entender esto no hay
que ser un santo ni tener un conocimiento supremo de la vida.
Por ejemplo, si un compañero de trabajo
al que tienes cariño y con el cual tienes mucho contacto se muestra arisco
contigo sin motivo alguno, puedes llegar a pensar que se ha abierto un frente
de guerra contra tu persona. Si de verdad tomas como cierta dicha hipótesis,
empezarás a generar diferentes sentimientos negativos, y sin embargo, tu
querido compañero de trabajo pudo tener un mal día, un problema con su pareja, con
la familia… cualquier cosa ―incluso que el metro se detuviera cinco
minutos en mitad de un túnel―. Si supieras esa información, ya no tendría
sentido el odio hacia su persona, pero, como no lo sabes, lo mejor será
resolver tú problema de una forma limpia y sin manchar a nadie.
Del mismo modo que nos alegramos y nos
llenamos de amor cuando alguien nos dice que nos aprecia y que nos tiene
cariño, nuestra mente, ya sea por estímulos externos o internos, es capaz de
albergar sentimientos de ira, odio, apego, deseo, vanidad, envidia… si dejamos
que esos “demonios” mentales vivan en nuestra mente, llegará el día en que se
hagan residentes permanentes, de tal forma que pasarán inadvertidos para
nosotros. Participarán en la toma de decisiones y modificarán el camino que
andemos en la vida.
Del mismo modo, cuando un sentimiento
negativo permanece mucho tiempo activo o inactivo en nuestra mente, una vez nos
hayamos percatado de él, nos será difícil despedirnos de él. Le habremos cogido
un cierto cariño.
Pero por mucho “amor” que sintamos a ese
sentimiento, por mucho que nos hayamos acostumbrado a sus decisiones, si
queremos vivir en plena felicidad hemos de eliminarlo de nuestro interior.
Ahora nos puede venir a la mente una pregunta: ¿Y qué pasa si ese sentimiento
se estimula por algo exterior a nosotros? Bien, eso es discutible. A pesar de
ello, recomiendo que lo primero de todo sea deshacernos de ese invitado,
expulsarle de la mente. Una vez tengamos la mente vacía, hemos de fortalecernos
para posibles ataques.
¿Cómo podemos deshacernos de él? De una
forma sencilla. Por un lado hemos de ver lo absurdo que es estar enfadados. Solamente
nos hacemos daño a nosotros mismos, ya que es nuestra persona la que alberga
ese sentimiento, no el chico o chica que nos haya hecho enfadar.
Por otro lado, hemos de intentar cambiar
el punto de vista con el que miramos una determinada situación. No nos podemos
limitar a creer lo que nos viene bien a nosotros. Hay ocasiones en las que
observar algo desde otro punto de vista nos muestra lo tontos que podemos
llegar a ser.
En tercer lugar y a un nivel más
universal, podemos ver que somos parte de una gran cadena humana, en la que la
acción-reacción del eslabón anterior repercute directamente en nosotros, y
nosotros lo haremos en el siguiente eslabón. Si existe el deseo mundial de ser
felices y vivir en paz y armonía con el resto del mundo, debería ser deber
nuestro el trabajar en conjunto para que la cadena de amor no se detenga. Si en
algún momento todo lo recibido lo transformamos en odio, la siguiente persona
reaccionará de forma inesperada, seguramente enviando ese odio en todas las
direcciones.
¿Qué hacer si no somos nosotros los que
albergamos odio? Supongamos que es el eslabón anterior el que nos da el odio.
Podemos aceptarlo y colaborar a crear una cadena de odio, o podemos rechazarlo
y transformarlo en amor. Sin embargo, hay ocasiones en las que eso es difícil,
por lo que recomiendo que coloquemos nuestro eslabón en una posición más
adecuada a nuestros intereses.
Como veis, la mente llega a jugar un
papel bastante fundamental. La mente es maravillosa. Es capaz de hacer cosas
inimaginables. Por ejemplo, es capaz de reproducir casi a la perfección alguna
situación pasada, llegando a simular una sensación de dolor, alegría, tristeza…
Se toma algo inexistente en el presente, algo perteneciente al pasado, y lo
repite lo mejor que puede para volvernos hacer pensar sobre ello y en ciertos
casos, volver a sentir esas sensaciones. Una discusión con tus padres, ver una
muerte en televisión, tu trigésimo cumpleaños, tu primer beso… Al revisar la
biblioteca de tus recuerdos, se crea una ilusión, ya que no existe nada de lo
que piensas en ese momento.
Y si lo piensas bien, muchos recuerdos
son muy subjetivos. Se olvidan detalles, se recuerdan otros, se añaden nuestros
propios detalles, se exageran cosas que nos interesen.
Peor es cuando imaginamos el futuro, ya
que como no existen recuerdos futuros, sólo podemos “revivir” el futuro gracias
a nuestra biblioteca de recuerdos, dejando a nuestra mente total libertad de
creación y diversión ―eso puede ser muy peligroso―.
Querido lector, hay algo que sé y que me
ha servido mucho: no se puede construir el presente basándonos en las
falsedades e ilusiones pasadas fabricadas de abstractos recuerdos ―en su
mayoría inservibles)―.
¿Cuánto tiempo vamos a estar vivos en el
presente?
¿Vamos a desperdiciarlo?