Capital
2. Estrellas
Página 4 de 16
2. Estrellas
Seguimos
hablando del chico librero del capítulo anterior. Como recordaréis, llegó su
parada y abandonó ese metro donde se encontraban esa chica tan sonriente y esa
gente tan silenciosa. Pues bien, el chico ha subido unos tres tramos de
escaleras mecánicas, sale a la superficie y se encuentra en una céntrica y
enorme calle de Madrid, la cuál es casi infinita. Pero sin embargo, su hogar no
está en la calle infinita, si no que se encuentra cerca, muy cerca. Sólo ha de
caminar un poco, cruzar un pequeño paso de cebra y ya está.
Por
la calle se cruza con diferentes tipos de personas. Algunas llevan tanta prisa
como él, puede que por el tiempo, puede que por el frío ―se ha levantado
un poco de aire―, o cierto es que la mayoría de personas que pueblan esas
céntricas calles tienen bastante prisa. Hombre y mujeres con los hombros
encogidos, mirando al suelo mientras se esquivan en un frenético baile al son
de los coches y autobuses que casi llegan a rozar por la estrechez de las
calles. Sin embargo, hay gente que no tiene hogar, que, usando sus habilidades
de invención, crean hogares en rincones oscuros. Les acompañan chicos y chicas
que pasean tranquilamente entre las esquinas. No miran a las estrellas, no
miran al asfalto. Miran a sus semejantes buscando victimas de sus oscuras
intenciones. En mitad de esta red de asfalto y metal se encuentra el chico
librero llegando a su hogar. Sigámosle.
Una
vez en su casa, el chico se desnuda en el salón sin preocuparse por las
persianas medio subidas. Deja media ropa tirada en el suelo, media ropa tirada
en el sillón. Eso sí, la ropa interior la mete en el cubo de la ropa sucia. Se
dirige al cuarto de baño y entra en la ducha. Nada más reconfortante que una
tibia limpieza tras una dura jornada de trabajo para eliminar la suciedad
corporal.
Silencio-
Antes de que este chico llegase a su casa había silencio, y ahora que por fin
ha llegado, sigue habiendo silencio. El sonido de la ducha lo rompe y,
rápidamente, los pensamientos regresan alegremente a su mente. ¿Qué
pensamientos tendrá este joven madrileño? Dinero, amigos, familia, chicas, más
chicas, sigue pensando en chicas… comida, la temperatura del agua, dinero,
chicas, amigos, dinero… hay que ver la de cosas que piensa este chico y sin
embargo el cansancio no le viene a la cabeza. ¿O será que el cansancio se puede
transformar?
Este
chico ya se ha duchado, así que empieza a secarse con una de las toallas que
tiene apiladas en el baño. Son de diversos colores: rojo, azul, verde, gris… Se
pone la ropa interior y mira a las estanterías del baño. Todo está
perfectamente colocado, por colores, por utilidades. Digno del mejor escaparate
de Madrid.
“¿Y
quién lo va a ver?”
¿Qué
fue eso? ¿Quién ha pensado eso? ¿Ha sido el chico?
Con
este chico podemos deducir de todo, es muy fácil de estudiar. Creo que con este
pensamiento que nos ha llegado podemos saber que se siente solo, que necesita a
alguien que le haga compañía, que hable con él ―o que venga a ver lo bien
colocadas que tiene las estanterías―. Aunque él no sepa rezar y piense
que rezar o recitar una serie de frases u oraciones es cosa de tontos, él, en
mitad del baño, en calzoncillos, está rezando, está suplicando al cielo, a
nosotros, a los que no le vemos, a los que no le oímos. Nos está pidiendo algo,
con esa sensación extraña que sólo el que lo vive sabe describir. Él sabe
rezar, aunque no lo sepa.
Ahora
toca seguir vistiéndose. Pijama, zapatillas... y ya. Pues no quedaba mucho por
ponerse-
Ha
llegado la hora de cenar. Ya nos hemos alejado bastante de aquél claustrofóbico
túnel de metro para encontrarnos compartiendo mesa con este chico tan ordenado.
Por lo que vemos, también sabe apañárselas perfectamente en la cocina. ¿Llevará
mucho tiempo solo? ¿Ayudó a cocinar en su hogar materno? ¿Acabará de mudarse?
¿No
os gusta ninguna de las propuestas anteriores? Podemos decir muchas más, pero
como prefiero seguir viendo qué cosas hace el individuo, os invito a que
mentalmente rellenéis la siguiente línea con vuestra pregunta personal sobre
este chico y su situación personal:
¿______________________________?
Se
ha preparado un delicioso plato de pasta con salsa de cuatro quesos. Lo
acompaña con un trocito de pan y una lata de refresco. Ahora mismo podemos ver
que su mente se encuentra entre medias del mundo presente y el mundo de
fantasía. Podríamos describirlo como una serie de diapositivas al son de la
música clásica que más os guste: el trabajo, alguna chica que le llamase la
atención, la salsa de cuatro quesos, el cansancio, el tacto de las zapatillas
en sus pies, recuerdos de su infancia…
Por
fin ha terminado de cenar. Recoge los platos y cubiertos y los deja en el
fregadero. Toma las sobras y las tira dentro del cubo de la basura.
Ya
tiene bastante sueño, por lo que se dirige sin más demora a su cuarto. Antes de
nada, incluso antes de limpiar la cama de su cartera y abrigo, toma su teléfono
móvil y lo deja cargando. Es una especie de ritual que se ha impuesto con el
tiempo. Seguidamente toma un despertador y lo programa a una hora en concreto:
las diez de la mañana.
Ahora
sí, toma su abrigo y lo deja en el armario, y su cartera la deja en la mesilla
de noche. Es hora de dormir. Apaga la luz y se tumba. Antes de dormir, su mente
divagará unos minutos, no sabemos cuántos. Los pensamientos llegan y se van, y
vuelven a llegar. Por cierto, quedan pocos días para Navidad.
Dejamos a solas
al ordenado librero y su ejército de pensamientos. Nos situamos en otro punto
no muy lejano. Un lugar tan grande como Madrid puede parecer inmenso, pero
gracias a la comunicación que existe nos encontramos inmediatamente en
cualquier punto de la ciudad. Esto que acabo de decir es válido para los seres como
tú, querido lector, que ha de ir lentamente de un lugar a otro. Para eso tienes
los metros, los trenes o los coches. Para no tener que ir lentamente a todos
los sitios.
Aunque
piénsalo bien. Si tuvieras que llegar rápidamente a todos los lugares,
seguramente habrías nacido tan rápido como una gacela, o con las alas del mejor
pájaro del mundo. Pero no, en tus viajes te acompañan tus dos piernas ―o
en su defecto una silla de ruedas, unas muletas, piernas ortopédicas―.
Estás destinado a tener que ir lentamente de un punto a otro. ¿Qué finalidad
puede tener? ¿Qué sentido tiene ir lentamente de una calle a otra? ¿Qué
objetivo puede tener andar tranquilamente por un parque? No voy a negar que los
medios de transporte sean muy necesarios, pero en otros casos son excesivos.
Pido
perdón. Siento haberme distraído tanto con este monólogo. Creo que es mejor que
volvamos a ese lugar no tan lejano.
Vemos
un paso de peatones por el cual la gente cruza. Ellos sienten como el frío roza
su piel a pesar de ir muy bien abrigados. Entre tanto tumulto, un hombre con
una gran barba blanca se queda paralizado en mitad del paso de peatones, justo
en el momento en el que el semáforo es de color verde para los coches. Sin
pensárselo dos veces, los coches arrancan y aceleran. Pasan alrededor del
hombre barbudo, que se encuentra muy tranquilo. Los peatones que lo observan
piensan que es un lunático. Comentan entre ellos e intentan razonar posibles
causas de su comportamiento ―del mismo modo que hacían los pasajeros del
vagón de metro―. Algunos coches pitan para llamar su atención. Mientras,
una chica aparece en el momento idóneo.
El
semáforo es verde para los peatones. La chica sale corriendo y se detiene
delante del hombre barbudo. Se trata de la chica sonriente, la chica del metro.
―¡Yo
sí que lo he hecho! ¡Sí, lo he hecho! ―grita alegremente.
El
hombre barbudo la sonríe levemente y comienza a andar. La chica sigue su camino,
en dirección contraria, y el ordenado librero, que lo está observando todo,
también se va.
Mientras,
en la oscura noche siempre hay tinieblas sobre la ciudad. Los más cuidadosos se
ocultan en sus hogares, abrazados por el cariño de su familia o del televisor.
Los más desafortunados han de viajar en trenes y autobuses para viajar a
cualquier sitio de ese mar de luces y asfalto. En las sombras de las esquinas y
pasadizos puede llegar a sentirse la respiración de un ser, una sombra, algo
indescriptible que a todo el mundo llega a asustar. ¿Será la existencia de algo
que pueda dañar nuestra vida? ¿Será algo que pueda trastocar nuestros planes de
futuro?
Algo
más aterrador que eso es la soledad.
Sólo
uno, tú y nadie más. Una plaza en la céntrica ciudad de Madrid. Esta plaza
tiene diferentes máscaras. Por el día es un lugar de paso, una especie de sala
de reunión donde diferentes personas se miran, se cruzan o hablan. Ahora, por
la noche, es un desierto aterrador dónde la inexistencia de personas nos
intranquiliza, a pesar de que sus cuatro esquinas están perfectamente
iluminadas. Todos nosotros tenemos un sexto sentido. Yo también. Se le puede
llamar intuición, confianza, temor, precaución… Se siente algo en el ambiente,
una alteración en el olfato, en la vista. Percibimos algo que nos hace
desconfiar de un lugar, de una persona o situación concreta. Del mismo modo,
podemos llegar a tener confianza en alguien nada más conocerlo.
¿Nunca
os ha pasado? Yo conozco a gente que sí le ha pasado.
Miramos
la plaza de Madrid, la cual no sé deciros cuál es. Eso no es importante. Lo
importante es que hay una chica tumbada en mitad de la plaza (exactamente en la
mitad. No hay estatuas o fuentes que le impidan tumbarse justo en la mitad de
la plaza, así que ya se podrían descartar unas cuantas plazas de Madrid). Ella
mira al cielo, y no hay nubes. Ella mira al cielo y, sin embargo, tampoco hay
estrellas. ¿Porqué no hay estrellas en el cielo de Madrid? Creo que es por la
excesiva iluminación, o puede ser que las estrellas se hayan ido y ahora mismo
estén en otro lugar. En el cielo no hay estrellas, y la chica nos dice:
―Es
precioso.
¿Quién
es esa chica? ¿Es la chica sonriente del metro? ¿Por qué sonreirá tanto?
¿Quién
es el hombre barbudo? ¿Estará loco de verdad? ¿Conocerá de algo a la chica
sonriente? ¿Les volveremos a ver en la historia?
¿Dónde
está en realidad el chico librero? ¿Cómo se llama el chico librero? ¿Cómo iba
vestido el chico librero esta última vez que le hemos visto?
¿Qué
opinas de tu ciudad? ¿Qué opinas de la gente silenciosa? ¿Qué opinas de las
madrigueras de topos?