Capital

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2. Estrellas

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2. Estrellas

 

Seguimos

hablando del chico librero del capítulo anterior. Como recordaréis, llegó su

parada y abandonó ese metro donde se encontraban esa chica tan sonriente y esa

gente tan silenciosa. Pues bien, el chico ha subido unos tres tramos de

escaleras mecánicas, sale a la superficie y se encuentra en una céntrica y

enorme calle de Madrid, la cuál es casi infinita. Pero sin embargo, su hogar no

está en la calle infinita, si no que se encuentra cerca, muy cerca. Sólo ha de

caminar un poco, cruzar un pequeño paso de cebra y ya está.

Por

la calle se cruza con diferentes tipos de personas. Algunas llevan tanta prisa

como él, puede que por el tiempo, puede que por el frío ―se ha levantado

un poco de aire―, o cierto es que la mayoría de personas que pueblan esas

céntricas calles tienen bastante prisa. Hombre y mujeres con los hombros

encogidos, mirando al suelo mientras se esquivan en un frenético baile al son

de los coches y autobuses que casi llegan a rozar por la estrechez de las

calles. Sin embargo, hay gente que  no tiene hogar, que, usando sus habilidades

de invención, crean hogares en rincones oscuros. Les acompañan chicos y chicas

que pasean  tranquilamente entre las esquinas. No miran a las estrellas, no

miran al asfalto. Miran a sus semejantes buscando victimas de sus oscuras

intenciones. En mitad de esta red de asfalto y metal se encuentra el chico

librero llegando a su hogar. Sigámosle.

Una

vez en su casa, el chico se desnuda en el salón sin preocuparse por las

persianas medio subidas. Deja media ropa tirada en el suelo, media ropa tirada

en el sillón. Eso sí, la ropa interior la mete en el cubo de la ropa sucia. Se

dirige al cuarto de baño y entra en la ducha. Nada más reconfortante que una

tibia limpieza tras una dura jornada de trabajo para eliminar la suciedad

corporal.

Silencio-

Antes de que este chico llegase a su casa había silencio, y ahora que por fin

ha llegado, sigue habiendo silencio. El sonido de la ducha lo rompe y,

rápidamente, los pensamientos regresan alegremente a su mente. ¿Qué

pensamientos tendrá este joven madrileño? Dinero, amigos, familia, chicas, más

chicas, sigue pensando en chicas… comida, la temperatura del agua, dinero,

chicas, amigos, dinero… hay que ver la de cosas que piensa este chico y sin

embargo el cansancio no le viene a la cabeza. ¿O será que el cansancio se puede

transformar?

Este

chico ya se ha duchado, así que empieza a secarse con una de las toallas que

tiene apiladas en el baño. Son de diversos colores: rojo, azul, verde, gris… Se

pone la ropa interior y mira a las estanterías del baño. Todo está

perfectamente colocado, por colores, por utilidades. Digno del mejor escaparate

de Madrid.

¿Y
quién lo va a ver?

¿Qué

fue eso? ¿Quién ha pensado eso? ¿Ha sido el chico?

Con

este chico podemos deducir de todo, es muy fácil de estudiar. Creo que con este

pensamiento que nos ha llegado podemos saber que se siente solo, que necesita a

alguien que le haga compañía, que hable con él ―o que venga a ver lo bien

colocadas que tiene las estanterías―. Aunque él no sepa rezar y piense

que rezar o recitar una serie de frases u oraciones es cosa de tontos, él, en

mitad del baño, en calzoncillos, está rezando, está suplicando al cielo, a

nosotros, a los que no le vemos, a los que no le oímos. Nos está pidiendo algo,

con esa sensación extraña que sólo el que lo vive sabe describir. Él sabe

rezar, aunque no lo sepa.

Ahora

toca seguir vistiéndose. Pijama, zapatillas... y ya. Pues no quedaba mucho por

ponerse-

Ha

llegado la hora de cenar. Ya nos hemos alejado bastante de aquél claustrofóbico

túnel de metro para encontrarnos compartiendo mesa con este chico tan ordenado.

Por lo que vemos, también sabe apañárselas perfectamente en la cocina. ¿Llevará

mucho tiempo solo? ¿Ayudó a cocinar en su hogar materno? ¿Acabará de mudarse?

¿No

os gusta ninguna de las propuestas anteriores? Podemos decir muchas más, pero

como prefiero seguir viendo qué cosas hace el individuo, os invito a que

mentalmente rellenéis la siguiente línea con vuestra pregunta personal sobre

este chico y su situación personal:

¿______________________________?

Se

ha preparado un delicioso plato de pasta con salsa de cuatro quesos. Lo

acompaña con un trocito de pan y una lata de refresco. Ahora mismo podemos ver

que su mente se encuentra entre medias del mundo presente y el mundo de

fantasía. Podríamos describirlo como una serie de diapositivas al son de la

música clásica que más os guste: el trabajo, alguna chica que le llamase la

atención, la salsa de cuatro quesos, el cansancio, el tacto de las zapatillas

en sus pies, recuerdos de su infancia…

Por

fin ha terminado de cenar. Recoge los platos y cubiertos y los deja en el

fregadero. Toma las sobras y las tira dentro del cubo de la basura.

Ya

tiene bastante sueño, por lo que se dirige sin más demora a su cuarto. Antes de

nada, incluso antes de limpiar la cama de su cartera y abrigo, toma su teléfono

móvil y lo deja cargando. Es una especie de ritual que se ha impuesto con el

tiempo. Seguidamente toma un despertador y lo programa a una hora en concreto:

las diez de la mañana.

Ahora

sí, toma su abrigo y lo deja en el armario, y su cartera la deja en la mesilla

de noche. Es hora de dormir. Apaga la luz y se tumba. Antes de dormir, su mente

divagará unos minutos, no sabemos cuántos. Los pensamientos llegan y se van, y

vuelven a llegar. Por cierto, quedan pocos días para Navidad.

 

Dejamos a solas

al ordenado librero y su ejército de pensamientos. Nos situamos en otro punto

no muy lejano. Un lugar tan grande como Madrid puede parecer inmenso, pero

gracias a la comunicación que existe nos encontramos inmediatamente en

cualquier punto de la ciudad. Esto que acabo de decir es válido para los seres  como

tú, querido lector, que ha de ir lentamente de un lugar a otro. Para eso tienes

los metros, los trenes o los coches. Para no tener que ir lentamente a todos

los sitios.

Aunque

piénsalo bien. Si tuvieras que llegar rápidamente a todos los lugares,

seguramente habrías nacido tan rápido como una gacela, o con las alas del mejor

pájaro del mundo. Pero no, en tus viajes te acompañan tus dos piernas ―o

en su defecto una silla de ruedas, unas muletas, piernas ortopédicas―.

Estás destinado a tener que ir lentamente de un punto a otro. ¿Qué finalidad

puede tener? ¿Qué sentido tiene ir lentamente de una calle a otra? ¿Qué

objetivo puede tener andar tranquilamente por un parque? No voy a negar que los

medios de transporte sean muy necesarios, pero en otros casos son excesivos.

Pido

perdón. Siento haberme distraído tanto con este monólogo. Creo que es mejor que

volvamos a ese lugar no tan lejano.

 Vemos

un paso de peatones por el cual la gente cruza. Ellos sienten como el frío roza

su piel a pesar de ir muy bien abrigados. Entre tanto tumulto, un hombre con

una gran barba blanca se queda paralizado en mitad del paso de peatones, justo

en el momento en el que el semáforo es de color verde para los coches. Sin

pensárselo dos veces, los coches arrancan y aceleran. Pasan alrededor del

hombre barbudo, que se encuentra muy tranquilo. Los peatones que lo observan

piensan que es un lunático. Comentan entre ellos e intentan razonar posibles

causas de su comportamiento ―del mismo modo que hacían los pasajeros del

vagón de metro―. Algunos coches pitan para llamar su atención. Mientras,

una chica aparece en el momento idóneo.

El

semáforo es verde para los peatones. La chica sale corriendo y se detiene

delante del hombre barbudo. Se trata de la chica sonriente, la chica del metro.

―¡Yo

sí que lo he hecho! ¡Sí, lo he hecho! ―grita alegremente.

El

hombre barbudo la sonríe levemente y comienza a andar. La chica sigue su camino,

en dirección contraria, y el ordenado librero, que lo está observando todo,

también se va.

Mientras,

en la oscura noche siempre hay tinieblas sobre la ciudad. Los más cuidadosos se

ocultan en sus hogares, abrazados por el cariño de su familia o del televisor.

Los más desafortunados han de viajar en trenes y autobuses para viajar a

cualquier sitio de ese mar de luces y asfalto. En las sombras de las esquinas y

pasadizos puede llegar a sentirse la respiración de un ser, una sombra, algo

indescriptible que a todo el mundo llega a asustar. ¿Será la existencia de algo

que pueda dañar nuestra vida? ¿Será algo que pueda trastocar nuestros planes de

futuro?

Algo

más aterrador que eso es la soledad.

Sólo

uno, tú y nadie más. Una plaza en la céntrica ciudad de Madrid. Esta plaza

tiene diferentes máscaras. Por el día es un lugar de paso, una especie de sala

de reunión donde diferentes personas se miran, se cruzan o hablan. Ahora, por

la noche, es un desierto aterrador dónde la inexistencia de personas nos

intranquiliza, a pesar de que sus cuatro esquinas están perfectamente

iluminadas. Todos nosotros tenemos un sexto sentido. Yo también. Se le puede

llamar intuición, confianza, temor, precaución… Se siente algo en el ambiente,

una alteración en el olfato, en la vista. Percibimos algo que nos hace

desconfiar de un lugar, de una persona o situación concreta. Del mismo modo,

podemos llegar a tener confianza en alguien nada más conocerlo.

¿Nunca

os ha pasado? Yo conozco a gente que sí le ha pasado.

Miramos

la plaza de Madrid, la cual no sé deciros cuál es. Eso no es importante. Lo

importante es que hay una chica tumbada en mitad de la plaza (exactamente en la

mitad. No hay estatuas o fuentes que le impidan tumbarse justo en la mitad de

la plaza, así que ya se podrían descartar unas cuantas plazas de Madrid). Ella

mira al cielo, y no hay nubes. Ella mira al cielo y, sin embargo, tampoco hay

estrellas. ¿Porqué no hay estrellas en el cielo de Madrid? Creo que es por la

excesiva iluminación, o puede ser que las estrellas se hayan ido y ahora mismo

estén en otro lugar. En el cielo no hay estrellas, y la chica nos dice:

―Es

precioso.

¿Quién

es esa chica? ¿Es la chica sonriente del metro? ¿Por qué sonreirá tanto?

¿Quién

es el hombre barbudo? ¿Estará loco de verdad? ¿Conocerá de algo a la chica

sonriente? ¿Les volveremos a ver en la historia?

¿Dónde

está en realidad el chico librero? ¿Cómo se llama el chico librero? ¿Cómo iba

vestido el chico librero esta última vez que le hemos visto?

¿Qué

opinas de tu ciudad? ¿Qué opinas de la gente silenciosa? ¿Qué opinas de las

madrigueras de topos?

 

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