Cama
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Ni Lou ni yo escuchamos el nombre de Mal demasiado a menudo. Está siempre ahí, pero como con el volumen al mínimo, de fondo, suave, igual que el traqueteo de los trenes desde una casa frente a la estación.
Conocí a mi hijo en la playa; su abuelo (el padre de Lou) lo sostenía en brazos. Me metí con él en el agua. Ninguno de los dos nos habíamos metido antes en el mar.