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CAMERON

 

 

D esde mi posición, recostado en la cama con los brazos detrás de la cabeza, observé a Steven reír con una escena tan sangrienta que cualquiera hubiese gritado de miedo. El chico podía ser un lunático a veces, pero la verdad era que me gustaba pasar tiempo con él, teníamos los mismos gustos cinematográficos y musicales, y solíamos hablar de cualquier tema sin problema, incluso podría decir que había llegado a confiar más en él de lo que alguna vez lo hice en mi antiguo amigo Raven. Por un momento me embargó la loca idea de que lo único que le faltaba a Steven para ser perfecto era convertirse en una chica. Negué, apartando de mi mente el pensamiento estúpido, y seguí viendo la película.

—No puedo creer que la gente de verdad se asuste con esa mierda, en serio, es tan falso —dijo acomodándose mejor y dejando los pies colgados por un costado del sillón donde se encontraba.

—Deberías dejar de matar la emoción —exclamé lanzando un cojín a su cabeza.

—No entiendo dónde está la emoción en ver a un tipo con una sierra descuartizando personas.

—Pues justamente en eso —dije riendo—. A Raven le habrías gustado, eres casi tan cínico como él —comenté, pensando en las veces en que mi amigo se quejó de lo mismo.

—¿Lo echas de menos? —preguntó, apartando su atención de la pantalla.

Lo pensé un momento. Había conocido a Raven veinte años atrás, al principio era un tipo tan huraño que resultaba difícil incluso estar cerca de él, pero con el tiempo comenzó a ceder y pudimos trabar amistad. Él no tenía la seriedad de Alexy, ni la socarronería de Tarek y mucho menos la oscuridad de Marcus. Podía parecer un sujeto frío y serio, pero en el fondo era bastante inseguro, tenía miedo de confiar demasiado y en ocasiones parecía que intentaba desconectarse del mundo. Le costaba superar lo sucedido con la mujer humana de la cual se había enamorado y que lo traicionó; por eso, aunque me fue difícil creer a Marcus cuando me dijo que pensaban que se pasaría al lado oscuro, luego comprendí que esa era una posibilidad bastante grande.

—Supongo que sí, aunque lo que de verdad me carcome es saber que está muerto por mi culpa —confesé, sabiendo que nunca iba a poder superarlo.

—No seas tan duro contigo mismo, no sé qué pasó exactamente, pero estoy seguro de que Raven no lo vio como un sacrificio. Ustedes saben que cada vez que se enfrentan a los demonios corren el riesgo de morir, simplemente esa vez le tocó el turno a él.

Quise que sus palabras me hicieran sentir mejor, pero la culpa no era algo de lo que me pudiera desprender fácilmente, de hecho, parecía una llaga que crecía cada vez más. Asentí, volviendo mi atención a la pantalla y dando el tema por terminado.

—¿Cómo fueron las cosas con Aidan? —preguntó y me sentí aliviado de que no mencionara más a Raven.

Me erguí, y quedé sentado, con la espalda apoyada en el cabecero y los brazos en mis rodillas.

—Fueron bien, supongo, la verdad es que me resulta complejo lo que está pasando, no me entiendas mal, Aidan es un tipo genial, pero la mayor parte del tiempo no sé cómo actuar cuando estoy cerca de él. A eso agrégale que insiste en llamarme Craig cuando le he dicho que mi nombre es Cameron.

—Dale un respiro —me regañó—, el pobre te perdió cuando eras un bebé y te estuvo buscando todo ese tiempo, imagina cómo se sentirían Ángela y Tarek si alguien se llevara a Gunnar y no volvieran a verlo por siglos.

Moví la cabeza, sabiendo que tenía razón.

—Lo sé, si te soy sincero, pienso que he puesto un muro para impedirle a Aidan entrar, pero lo hago más bien porque no quiero que de alguna forma Alexy se sienta traicionado.

Terminé por confesar lo que me había estado guardando desde el momento en que supe que Aidan era mi padre. Steven me sonrió, tranquilizador, y me hizo sentir bien haber compartido con él mis sentimientos.

—Alexy es el sujeto más centrado que conozco y parece conocernos a todos mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos; ten por seguro que no va a sentirse mal de ninguna forma porque tú quieras acercarte a tu padre. Deberías aprovechar que, en lugar de uno, ahora tienes dos, no todos podemos darnos ese lujo —dijo con la voz cargada de emoción.

—Extrañas a los tuyos —afirmé más que preguntar.

—Mi vida ya nunca fue la misma desde que ellos se fueron, acabar viviendo con el loco de mi tío fue el peor de los infiernos.

Cuando terminó de hablar, su expresión siempre afable había adquirido un gesto de amargura. No conocía su historia, nunca mencionaba el tiempo que pasó con la familia de Ángela, era extraño, parecía como si antes de llegar al bar, Steven no hubiese existido.

—¿Qué te parece si vamos mañana al concierto de esa banda que te gusta? —propuse, intentando aligerar el ambiente—. Cuando veníamos en el avión me di un paseo por la red y descubrí que se presentan mañana en la noche en el Chase Center.

—No podemos, los boletos ya se agotaron, lo vi la semana pasada en la televisión.

—Enano, me ofende que desconfíes de mis habilidades —exclamé con fingido enfado.

Busqué mi computadora y la abrí tecleando con rapidez, me observó un momento con una ceja enarcada y luego, como si de verdad creyera que era imposible, volvió a fijarse en la película que estaba por terminar. Varios minutos después di por finalizado el trabajo y llamé su atención cuando golpeé mis palmas juntas.

—Hecho, mañana un mensajero vendrá a traerlos.

Sus ojos se abrieron y se levantó del sillón como un resorte.

—¿En serio lo conseguiste? No lo puedo creer.

—Yo siempre consigo lo que me propongo, amigo. —No agregué que acababa de gastar una pequeña fortuna para lograr que el tipo que los tenía me los vendiera.

—Entonces tal vez deberías proponerte dejar de ser un idiota la mayor parte del tiempo —dijo riendo.

—Imposible, eso hace parte de mi encanto —exclamé, estirándome en la cama.

—Guau, genial, será divertido, eso sin contar con que será lo último que hagamos estos días; si de verdad deciden reabrir el bar ya no tendremos mucho tiempo libre.

—Muero por que abran el bar, de verdad necesito alguna noche intensa con una de las chicas, tal vez debí llamar a Corine. Ahora mismo todos están teniendo sexo salvaje mientras tú y yo estamos aquí como un par de perdedores viendo sangre en una pantalla.

—Siempre estás pensando en el sexo —me gruñó, volviendo a sentarse enfurruñado.

—Y tú deberías hacer lo mismo, ya va siendo hora de que encuentres una chica con la cual puedas usar a tu amigo, en serio, se te va a morir si no lo usas —me burlé y lo vi tensar la espalda. Por alguna razón, el tema de las mujeres con Steven siempre parecía una especie de tabú.

—Deberías estar agradecido por no poder contraer enfermedades, si no, seguro ya habrías muerto de sífilis o algo.

—Lo agradezco, enano, no sabes cuánto. —Me reí a carcajadas, lo que logró que él también riera.

—Eres un cerdo —dijo en medio de risas.

—¿Ahora quién es el idiota? —pregunté.

—Sí, bueno, al menos yo tengo que esforzarme, a ti, en cambio, te sale natural.

Terminamos de ver la película y cuando comenzaron a salir los créditos, se puso de pie bostezando.

—Creo que ahora sí me voy a dormir, que descanses —dijo caminando hacia la puerta.

—Hasta mañana, enano.

Me dejé caer sobre la almohada con la mirada clavada en el techo. Era cierto que me alegraba estar de regreso, aunque, por otro lado, volver a pasar las veinticuatro horas con Steven y de nuevo experimentar esa sensación extraña al tenerlo cerca era algo que me ponía nervioso. Me giré y puse otra almohada sobre mi cabeza, reprendiéndome a mí mismo por ser un estúpido. Steven se había convertido en mi mejor amigo y no iba a arruinarlo solo porque a veces me asaltaban pensamientos ridículos.

 

***

 

A la mañana siguiente, un ambiente festivo inundaba la casa. Las chicas habían preparado el desayuno y los hombres mostraban unas sonrisas de imbéciles de las que no resultaba difícil adivinar la razón.

—Tarek, Marcus y yo pensamos que tal vez en una semana podríamos reabrir el bar —comentó Alexy.

—Alabado seas —dije metiéndome un trozo de pan a la boca—. Necesito regresar ya.

—¿A qué se debe la urgencia? —preguntó, con una mirada significativa.

—A que me aburro sin hacer nada —respondí restándole importancia.

Lo que no podía reconocer en voz alta era que necesitaba estar rodeado de mujeres y tal vez llevarme alguna a la cama, eso sin contar con que el ambiente de decadencia que reinaba en el bar de alguna forma me hacía sentir tranquilo.

—¿Qué hay de ustedes? —preguntó Alexy dirigiéndose a Aidan.

—Abby, Kevin y yo regresaremos al apartamento, creo que por ahora lo mejor será tratar de retomar nuestras vidas, al menos hasta que tengamos noticias de Medhan y Nithael.

—Sí, eso es justo lo que necesitamos, regresar a algo de la normalidad en que vivíamos —intervino Tarek.

—Buenos días —saludó Steven entrando en ese momento.

Vestía uno de esos pantalones que le quedaban dos o tres tallas más grandes y una camiseta que casi le llegaba hasta la rodilla. Terminaba su atuendo una gorra de béisbol de color negro. Se sentó a mi lado y alargó el brazo para tomar un pan.

—Se te pegaron las sábanas —le dije, quitándole la gorra y volteándola hacia atrás.

—En realidad no dormí mucho —respondió dando un sonoro bostezo.

—Bueno, más te vale descansar, no sea que te quedes dormido en el concierto.

—¿Piensan salir? —preguntó Aidan mirándonos.

—Ajá —respondí con la boca llena.

—Hoy se presenta una banda que me gusta —contestó Steven—. Cam consiguió los boletos y pensábamos ir, ¿hay algún problema si salimos?

—No lo creo, por ahora todo está tranquilo —le respondió Alexy.

—Solo tengan cuidado —agregó Aidan con ese tono paternal que me ponía nervioso.

En ese momento, Alana le preguntó a Steven por la banda y enseguida el tema se dirigió allí.

—Abby y yo nunca hemos ido a un concierto —comentó con pesar.

—Nosotras nunca hicimos cosas de chicas —respondió la aludida—. Ni siquiera conozco la banda de la que hablan.

Vi el ceño de Aidan fruncirse y mirar a su mujer con algo parecido al dolor.

—¿Te gustaría ir, mo chridhe? —le preguntó besando su mejilla.

Por alguna razón que luego me pareció egoísta, rogué porque ella dijera que no, y cuando la vi negar, dejé salir el aire que no sabía que estaba conteniendo.

—En realidad no, no sé nada de esas cosas y las multitudes me ponen nerviosa, era solo curiosidad.

—Deberían venir —propuso Steven. Le di un golpe con mi bota debajo de la mesa; me lo devolvió haciendo una mueca y luego actuó como si no pasara nada—. Podrían hacer cosas de chicas alguna vez, ya saben, como ir a un concierto o salir con amigas.

—Nosotras no somos esa clase de chicas —declaró Alana—. Creo que las demás están de acuerdo conmigo en que preferimos pasar tiempo con nuestros esposos.

—Sí, eso sin contar con que tengo un bebé que cuidar —dijo Ángela—. Y que ya tuvimos bastantes conciertos cuando teníamos que escuchar el coro de la iglesia —terminó con una sonrisa.

—Cielos, no me recuerdes eso —se quejó Steven—. Todavía me duelen los oídos de solo pensarlo.

—Por cierto —se escuchó la voz de Tarek—. ¿Qué pasó con esa prima tuya? —preguntó en dirección a su esposa.

Ella se puso tensa y a mi lado Steven escupió el jugo que estaba bebiendo, empapando su lugar en la mesa. Le entregué una servilleta para que se limpiara sin comprender su exagerada reacción.

—¿Prima? —preguntó Ángela de vuelta tomando un sorbo de agua de su vaso. Me fijé en que su mano temblaba un poco.

—Sí, aquella chica un tanto rara que te ayudó a sacar tus cosas de la casa cuando huiste, la que vimos en el parque. Es extraño, pero creo que nunca me dijiste su nombre o simplemente no presté atención y por eso no lo recuerdo.

—Ah, esa prima.

Por alguna inexplicable razón, ella se veía muy nerviosa. Miré a Steven, que la observaba con los ojos muy abiertos y la servilleta apretada en un puño.

—Bueno, en realidad no sé, se fue de la casa después que yo y no he vuelto a saber nada de ella —respondió por fin bajando la mirada.

—¿También era prima tuya, enano? —pregunté, pensando que nunca había mencionado que tuviera más familia.

—¿Cómo?

—¿Qué si también era tu prima? —insistí, dándole un leve empujón en el hombro para que reaccionara.

Al menos yo pensaba que era leve, porque estuvo a punto de caerse de su silla. Se sostuvo del borde de la mesa acomodándose de nuevo y me lanzó una mirada asesina.

—No, éramos parientes lejanos, yo no la conozco mucho —dijo y se llenó la boca de comida, en un claro gesto de que no quería seguir hablando.

Lo dejé pasar pensando que tal vez tuvo algún enamoramiento con la chica mencionada y era por eso que no quería hablar de ella ni se fijaba en nadie más.

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