Cam

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4 SKYE

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SKYE

 

 

L ancé la camiseta que sostenía en la mano. Odiaba la ropa de chico que tenía que usar, pero más odiaba ser una cobarde y no atreverme a decir la verdad. Tomé el pantalón e hice una mueca, en ese punto incluso extrañaba los horribles vestidos que nos obligaba a usar la mamá de Ángela cuando vivía en su casa. Y hablando de mi prima, en ese instante la puerta se abrió y ella entró como arrastrada por un fuerte ventarrón.

—Necesitas decir la verdad —soltó sin preámbulos.

—Ángela…

—Ángela nada, Skye —me interrumpió antes de que terminara—. No quiero seguir haciendo esto, no quiero engañar más a mi Tarek, cada vez que repito esa mentira siento como si estuviese masticando un enorme trozo de hiel.

—Lo lamento.

—No quiero que lo lamentes, quiero que digas la verdad de una vez por todas, si esperas más tiempo, tal vez las cosas no tengan remedio.

Mi prima era por lo general muy tranquila, pocas veces levantaba la voz y nunca la había visto molesta, pero en ese momento era obvio que apenas si podía controlar su temperamento.

—Lo haré —dije bajando la cabeza y sabiendo que en el momento en que abriera la boca y lo dijera todo, aquel dejaría de ser mi hogar y todos ellos mi familia.

—¿Skye? —Comenzó acercándose y posando sus manos en mis hombros—. Yo acepté mentir por ti porque sentía que te lo debía, cuando fuiste a vivir a casa con mis padres tuviste que soportar todo lo que sucedía allí, además de que papá te robó el dinero de tu herencia y te impidió continuar con tus estudios.

—Nada de eso fue tu culpa. —Le había repetido muchas veces lo mismo, pero no parecía comprenderlo.

—Tampoco fue culpa tuya lo que te pasó y lo que callaste para no herirme —comentó, mirándome directo a los ojos.

Mi espalda se tensó y traté de alejarme de su agarre.

—No te entiendo.

—Claro que me entiendes, ¿crees que no sé lo que él intentó hacerte, y que escapaste de casa no porque te estuviera obligando a casarte con ese anciano, sino porque quería aprovecharse de ti?

—Ángela, yo…

—Grigore me lo dijo cuando me llevó con él, me lo explicó de una forma tan desagradable y repulsiva que quise vomitar. Tú eres como mi hermana, debiste ser como una hija para mi padre y, en cambio, él no solo te despojó de todo, sino que además intentó algo tan bajo como violarte.

Las náuseas subieron por mi garganta cuando la imagen de lo sucedido aquella noche vino a mi cabeza.

 

El hermano Peter llegó a la hora de la cena diciendo que quería hablar conmigo sobre los detalles de la boda, una de la que yo no había tenido noticia hasta el momento en que lo mencionó. Enseguida me negué y le dije que se fuera al infierno, que era un viejo asqueroso y repugnante. Mis insultos murieron cuando la palma de mi tío impactó en mi mejilla lanzándome al piso, una vez allí me tomó por el cabello con fuerza y me abofeteó varias veces más hasta hacerme dudar de si no me habría aflojado los dientes. Entonces tomó la vara con la que tantas veces lo vi golpear a Ángela, gateé para ponerme de pie y huir del lugar, pero mi tía se interpuso en mi camino y detuvo mi escape, permitiéndole a su marido descargar su ira contra mí. La vara golpeó mi espalda y mis piernas tantas veces que los cardenales sangraban en varios sitios y quedé casi desmayada. Ese fue el único momento en que mi tía mostró un poco de piedad, cuando me ayudó a llegar a mi habitación, aunque me reprendió por mi mal comportamiento, antes de irse y dejarme sin siquiera prestarse a curar mis heridas. Por fin experimentaba en carne propia todo lo sufrido por Ángela y entendía por qué había decidido irse de aquel maldito lugar. Y yo haría lo mismo, en cuanto tuviese fuerzas para ponerme de pie me largaría lo más lejos que pudiera de aquel infierno.

Estaba dormida cuando sentí mi cama moverse, desperté sobresaltada para encontrar a mi tío cerniéndose sobre mí completamente desnudo. Me alejé de él, pateándolo y gritando por ayuda, en ese momento mi tía entró y solo se quedó en la puerta observando lo que sucedía sin hacer el menor movimiento, y cuando su esposo le gritó que se fuera, ella solo lo hizo, cerró la puerta y me dejó a merced del lobo. Salí de la cama como pude y corrí hacia el baño, donde logré encerrarme con seguro. Desde ahí lo escuchaba gritarme todas las cosas sucias que pensaba hacerme antes de entregarme al hermano Peter para que me convirtiera en su esposa, y de solo pensar en el anciano que podría ser mi abuelo me asaltaba la repulsión. Pasaron lo que parecieron horas y cuando por fin los ruidos cesaron, me atreví a abrir la puerta. Al ver que ya no estaba salí, empaqué las pocas cosas que tenía y hui de allí.

 

Regresé mi atención de nuevo al presente y al rostro de mi prima, nunca le contaría los detalles, ni cómo su madre de cierta forma participó en lo que su padre quería hacerme; ya era suficiente malo para ella que sus progenitores fueran unos monstruos en algunos aspectos.

—No quiero hablar de eso —dije, alejándome y dándole la espalda.

—Algún día tendrás que hacerlo, no solo hablar de lo que sucedió cuando me fui y te quedaste sola en casa, sino de la decisión que tomaste después de vestirte como chico y venir aquí con mentiras. Skye, en ese momento era comprensible porque tenías miedo de que papá te buscara y te hiciera daño de nuevo, pero él ya está muerto, ¿ahora a qué le temes?

—Le temo al odio de Cameron, él jamás va a perdonarme.

—Él es demasiado bueno, si alguno de ellos puede comprenderte, ese es Cam.

—Yo no estoy tan segura de eso, además, ni siquiera entiendo cómo es que no se han dado cuenta, ellos no son humanos, deberían ser más perceptivos.

—Y lo son, el problema es que su percepción se ve opacada por la confianza que tienen en nosotras y jamás dudarían de nuestra palabra. Si les decimos que eres un chico, ellos no lo van a dudar y no se preguntarán que hay de raro en ti.

—Lamento que te vieras metida en esto, todas ustedes, porque las demás también mienten por mí.

—Yo solo quiero que seas feliz —dijo abrazándome—. Y eso solo lo conseguirás cuando dejes de esconderte detrás de una imagen que no es la tuya.

—Lo sé —respondí sintiendo las lágrimas derramarse por mi rostro.

—Tú te mereces la felicidad que tenemos todas al lado de los hombres que amamos. Cam está ahí, a solo un brazo de distancia, no lo pierdas por tu necedad —comentó, secando mis lágrimas con sus dedos, luego besó mi mejilla y se fue, dejándome sola con mis pensamientos y dudas, y, sobre todo, con la certeza de haber perdido a Cam incluso antes de tenerlo.

 

Me puse frente al espejo y me despojé de la venda que cubría mis pechos y los ocultaba de los demás. Me quedé viendo la imagen desnuda que me ofrecía y comprendí que no me reconocía: Steven era un fantasma, alguien que no existía, y Skye se había perdido hacía mucho tiempo. Lo peor de todo era tener la certeza de que no podía culpar a nadie más que a mí misma, porque tal vez mi tío me obligó a huir de su casa, pero fui yo quien decidió mentir y mantener esa mentira.

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