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CAMERON

 

 

-H

ora de irnos —grité al otro lado de la puerta de la habitación de Steven, que salió apurado acomodándose su gorra.

—Estoy listo —dijo y ambos nos encaminamos a la salida.

Cuando entramos al salón, nos encontramos con Aidan y Alexy sentados conversando.

—Ya nos vamos —dije a modo de despedida.

—Toma, llévate la camioneta —gritó Aidan a mi espalda lanzándome las llaves, las alcancé y las puse en mi bolsillo.

—Maldición, estoy tan emocionado —exclamó Steven un rato después cuando nos acercábamos al sitio donde se llevaría a cabo el concierto. Tuvimos que estacionar varias calles más lejos, con tanta gente fue imposible encontrar un lugar libre cerca—. Espero que no lo rayen —dijo mirando el auto—. Aidan nos matará si lo llevamos con algún rasguño.

Hice un gesto restándole importancia, un auto no era problema para Aidan, podría comprar diez más como ese si quisiera.

Nos mezclamos con el río de gente y cuando por fin logramos ingresar, el lugar estaba abarrotado. Steven saltaba de arriba abajo como un niño pequeño. Nos hicimos campo en medio de la gente y nos acomodamos listos para disfrutar del espectáculo.

 

Una hora después todo era una locura, la banda tocaba y el lugar estaba a reventar, los asistentes gritaban y cantaban las canciones a modo de coro, Steven no había parado de cantar. De pronto sentí una mano apoyarse en mi brazo y giré para encontrarme a una chica que me sonreía mordiéndose el labio.

—Creo que la vista aquí es mejor que la del frente —dijo recorriéndome con la mirada.

Le sonreí de vuelta guiñándole el ojo.

—¿Tú crees? —pregunté dándole un repaso.

Era linda, con unos shorts cortos y un top ajustado, su cabello estaba recogido a un lado dejando un bonito cuello al descubierto.

—Podría jurarlo —respondió pegándose más a mí.

Le permití pensar por un momento que correspondía a sus avances, pero lo cierto era que nunca me había acostado con ninguna humana, no porque tuviese algo en contra, sino más bien porque pensaba que eran demasiado frágiles y a mí me gustaba el sexo duro. Sentí un codazo y cuando giré, Steven negaba con una sonrisa.

—Ella es tan obvia —dijo alargando la palabra.

Él conocía mi regla de no humanas en mi cama. Reí dejando caer la cabeza hacia atrás, sabiendo que la chica esperaba que la invitara a ir conmigo al final del concierto, cosa que no sucedería, por supuesto.

 

Durante el resto del concierto, la chica siguió insistiendo, no paraba de acariciar mi brazo y hacer comentarios sobre lo guapo que le parecía. En medio del gentío, sin darme cuenta me fui alejando de Steven, quien se encontraba tan inmerso en la música que apenas si notó que ya no estaba a su lado. Por fortuna mi estatura me ayudaba a sobresalir por encima de los demás y eso me ayudaba a mantener un ojo puesto en él, al tiempo que intentaba librarme de la indeseada mujer que no se daba por aludida cada vez que ignoraba uno de sus avances.

La banda por fin terminó de tocar y se despidieron de los asistentes, el problema vino cuando la multitud se movió y perdí a Steven por completo, grité su nombre, pero sabía que no iba a escucharme en medio de tantas voces. El río comenzó a arrastrarme a la salida y dando algunos empujones me abrí paso buscando a mi amigo, que no se veía por ninguna parte, lo bueno fue que también perdí de vista a la acosadora. Comencé a ponerme nervioso sin saber si el enano estaba bien, pero luego se me ocurrió que él era lo bastante inteligente como para salir por sus propios medios, así que tomé la decisión de esperarlo cerca de donde habíamos dejado el auto.

La masa de personas se movía tan lento que deseé poder cambiar de forma y desplegar mis alas para volar por encima de ellos y salir pronto de ahí. Les gruñí a algunos que estaban demasiado borrachos para apartarse a la velocidad que necesitaba y luego los alejé de mi camino sin miramientos. Una vez fuera, respiré aliviado, giré la cabeza en todas las direcciones para ver si Steven se encontraba cerca y luego me dirigí al lugar donde estaba el auto y me detuve allí a esperarlo. Pensé en llamarlo, pero cuando busqué mi teléfono, no lo encontré por ningún lado. Lancé una maldición por mi descuido.

Pasaron quince minutos sin que apareciera y fue entonces cuando supe que algo no andaba bien. Corrí a una velocidad superior a la que sería aceptable para un humano, pero no me importaba, solo necesitaba saber que mi pequeño amigo estaba bien. Regresé al lugar del concierto y solo algunos permanecían todavía allí, fui en la dirección contraria y me alejé unas cuantas calles sin que todavía diera señales de vida. Di la vuelta a la manzana y fue cuando escuché los sonidos que provenían del estacionamiento de uno de los edificios aledaños, que quedaba en la parte baja en un sótano. Me incliné para mirar por unas de las pequeñas ventanas que daban acceso a la calle, y desde ahí pude distinguir las figuras de dos demonios. Maldije cuando me vi en la encrucijada de si dejarlos y continuar buscando a Steven, pero entonces uno de ellos se movió y me dio un vistazo de mi amigo.

Sin perder tiempo, rompí el cristal y me lancé dentro. Uno de los demonios me escuchó y giró para enfrentarme. Me quité la camiseta y cambié de forma, le enseñé mis colmillos y gruñí en su dirección. No esperé a que atacara, levanté el brazo haciendo un barrido y él saltó hacia atrás, pero logré hacerle un tajo en el pecho, rugió y quiso devolverme el ataque, así que me elevé alejándome de su alcance y eso lo desorientó un momento, dándome tiempo de volverlo a herir. Esta vez clavé las garras en su espalda, haciendo que se doblara hacia atrás y corté su cabeza. Volteé hacia el que acechaba a mi amigo y estaba tan concentrado en su presa que ni siquiera me prestó atención.

—Quiero tu alma, humano —lo escuché decirle.

—Púdrete, sanguijuela —le respondió Steven sin el menor asomo de temor en su voz.

Esta vez no hubo una pelea, solo me acerqué por detrás y corté su cabeza, salpicando el rostro del enano con su sangre en el proceso.

—¿Estás bien, amigo? —pregunté y por fin vi el miedo en sus ojos.

—La chica —dijo señalando un cuerpo que se encontraba en el piso y en el cual no había reparado antes.

Caminé hasta llegar a su lado y fue cuando me di cuenta de que era la acosadora del concierto.

—¿Por qué estabas aquí? —pregunté sin molestarme en tomarle el pulso, era obvio que estaba muerta.

—Te perdí de vista, luego la encontré a ella y me dijo que sus amigos la habían dejado sola, me pidió que la acompañara a su auto. Te estuve llamando, pero creo que olvidaste tu teléfono en la casa o en el auto.

—Mierda, sí, lo dejé en casa.

—¿Ella está…?

—Sí, debemos irnos —dije recogiendo mi camiseta del piso.

—No, tenemos que llamar a la policía —sugirió, mirando el cuerpo con horror.

—Enano, no podemos hacer nada. Llamar a la policía sería involucrarnos en esto y ya sabes que no nos metemos en asuntos humanos, déjala, ya la encontrarán cuando amanezca.

—¿Y los demonios? ¿Qué pasa si alguien los encuentra antes de que se desintegren?

—Sus cuerpos se descompondrán pronto, no creo que alguien venga por ahora.

Lo vi mirar a la chica reacio y lo tomé del hombro para obligarlo a moverse. Caminamos hacia la puerta de salida y todo el tiempo se mantuvo en silencio. Se detuvo para limpiarse la cara con su camiseta y continuó caminando a mi lado sin decir nada.

—¿Estás bien? —pregunté cuando ya nos encontrábamos en el auto rumbo a la casa.

—Esa chica no parecía mucho mayor que yo, su familia debe estar esperándola en casa.

—No pienses en eso, tú también estabas ahí y pudiste correr su misma suerte.

Negó y se pasó la mano por el corto cabello desordenándolo, su gorra se había perdido en algún lugar.

—Los demonios aparecieron de la nada, ella comenzó a gritar, lo escuché pedirle que le entregara su alma y le dije que no lo hiciera, pero estaba tan histérica que no me hizo caso.

—Ellos habrían encontrado la manera de que ella se las diera de todos modos.

—Lo sé, y yo solo pude quedarme ahí viendo como él drenaba su vida, dejándola como un cascaron vacío.

—Lamento haberte dejado solo —me disculpé.

Se encogió de hombros.

—No fue tu culpa.

—¿Quieres que te dé mi camiseta? —pregunté, mirando la suya manchada de sangre de demonio.

—No, gracias.

Su respuesta fue enfática, por alguna razón que desconocía, Steven era reacio a quitarse la camiseta frente a mí, a pesar de que me había visto desnudo en varias ocasiones. Supuse que se trataba de alguna especie de timidez debido a que su cuerpo era menudo y delgado. En realidad, para tener veintiún años se veía bastante pequeño.

 

Cuando llegamos a la casa eran las cuatro de la mañana, estacioné el auto y ambos bajamos al mismo tiempo, comenzamos a caminar y él lo hacía con la cabeza baja. Sin meditar en mis acciones solo puse la mano en su cuello, lo atraje hasta dejarlo pegado a mi pecho, y lo atrapé con mis brazos.

—Todo está bien, enano.

—Gracias —respondió rodeando mi torso con sus brazos.

Ninguno hizo el intento de moverse, y me negué a pensar en la razón por la cual abrazar a mi mejor amigo se sentía tan bien. Un carraspeo proveniente de la puerta nos sacó de nuestra burbuja y nos separamos tan rápido que parecía que hubiéramos sido descubiertos cometiendo algún crimen.

—¿Cómo les fue en el concierto? —preguntó Aidan de pie con las manos en los bolsillos de su pantalón.

—¿Qué haces ahí a esta hora? —interrogué sin responder a su pregunta.

—Solo quería asegurarme de que llegaban bien.

Dejé salir un bufido y pasé por su lado, molesto.

—No necesito que me vigiles como si fuera un niño —le dije cuando nuestros hombros casi chocaron.

 

***

 

Salí de la ducha con una toalla envuelta en la cintura y me detuve, sorprendido, cuando me encontré a Alexy sentado en mi cama con la espalda apoyada en el cabecero.

—¿Qué haces? —pregunté yendo al cajón de la ropa interior para encontrar unos bóxers. Me los puse y lancé la toalla al cesto de la ropa sucia mientras buscaba unos jeans.

—Quería saber cómo les fue a ti y a Steven en el concierto.

—Nos fue bien —respondí sin dar más detalles.

—¿Solo así? ¿Bien sin más?

—¿Qué es lo que en realidad quieres preguntar? —demandé, mirándolo a los ojos. Conocía bien al hombre que me había criado como a un hijo; ciento cincuenta años a su lado me ayudaban a saber cuándo quería tocar un tema que sabía que no era de mi agrado.

—Lo que quieras contarme —dijo, fingiendo despreocupación.

—Bien —comencé, cruzándome de brazos—, había mucha gente, la banda tocó de puta madre, Steven estaba más feliz que gato estrenando bola de lana nueva y una chica humana coqueteó conmigo todo el tiempo.

—Vaya.

—Oh, sí, por cierto, también aparecieron dos demonios, atacaron a Steven y a la chica, y le robaron su alma, así que la pobre ahora debe de estar tirada en algún estacionamiento de mierda esperando que alguien encuentre su cuerpo y avise a su familia.

—¿Cómo? —Su reacción fue inmediata, se puso de pie enseguida, acercándose—. ¿Tú estás bien?

—¿Por qué no preguntas si Steven está bien? ¿O por la chica humana muerta? Soy un puto demonials, Alexy, como tú y los demás, puedo enfrentar a los demonios igual que ustedes, pero parece que a ti y a Aidan se les va de las manos el papel de padre obsesivo.

—Yo sé que Steven está bien, lo vi hace un rato y no parecía herido, en cuanto a la humana, ¿qué quieres que te diga, que lo lamento? Pues no, era solo una humana.

—Tu mujer es humana, al igual que las de tus hermanos.

—Ellas son las únicas que me importan, y tal vez sea porque son nuestra familia y no pienso en ellas como humanas. Cam, no esperes que oculte lo que soy o que cambie mi naturaleza, que, por cierto, es también la tuya. El simple hecho de permanecer todo el tiempo en el bar y mezclarte más con los humanos no te convierte en uno de ellos; esto es lo que somos, en algún lugar de nuestro interior también tenemos una parte oscura y esa es la que no nos permite sentir compasión por la humanidad.

—¿Cuál es tu punto aquí? No creo que hayas venido a hablarme de mi alma negra, ¿verdad?

—No, es cierto, en realidad quería hablar sobre Aidan, me dijo lo que pasó en la madrugada cuando llegaron. —Me tensé, pensando que iba a mencionar lo de haberme encontrado abrazado con Steven—. Me explicó que reaccionaste mal cuando lo encontraste esperándote en la puerta.

—Eso es porque me molestó, no soy un niño, ¿por qué les cuesta tanto entenderlo?

Al parecer Aidan mantuvo solo para él la parte que involucraba al enano, cosa que le agradecí.

—Nosotros no te vemos como un niño, Cam, ¿por qué sigues empeñado en no ver que Aidan solo busca que le des una oportunidad?

—Y yo solo quiero que deje de asfixiarme —grité frustrado.

—Ahora te comportas como un imbécil inmaduro y pretendes que te tratemos como un adulto.

—¿Qué es lo que quieren de mí? —pregunté, dejándome caer en el borde de la cama.

Alexy se sentó a mi lado y dejando salir un sonoro suspiro, se inclinó, apoyando los codos en sus rodillas.

—Cameron, yo solo quiero que estés bien, puede ser que no te haya engendrado, pero eso no te hace menos mi hijo y como padre solo busco que encuentres un lugar en el mundo. Y eso mismo es lo que quiere Aidan, él no busca presionarte.

—Lo sé.

—¿Entonces por qué sigues levantando barreras entre ustedes?

—No estoy seguro, a veces creo que lo hago de forma inconsciente, o tal vez…

—Tal vez piensas que al aceptarlo a él me estás rechazando a mí —terminó por mí. Él acababa de poner voz a las palabras que rondaban en mi cabeza y yo no sabía cómo expresar. Era bueno que me conociera tan bien, pues eso me aliviaba de tener que decir cosas que no me atrevía a verbalizar—. Eso es algo que nunca se me ocurriría y deberías saberlo —dijo, poniendo una mano en mi hombro—. ¿Acaso tú te sentirías rechazado por mí si alguna vez ocurre el milagro de que Alana se embarace como lo hizo Ángela? ¿Piensas que te amaría menos si tengo otro hijo?

—Claro que no —declaré rotundo. Había sido receptor de su cariño durante tanto tiempo que sabía cuán incondicional podría llegar a ser.

—Entonces ahí tienes tu respuesta, aunque te acerques a Aidan, yo seguiré siendo tu padre y estaré allí cuando lo necesites.

—A veces te pones demasiado cursi cuando das esos discursos sentimentales de mierda, lo sabes, ¿verdad?

Soltó una carcajada que pocas veces le había visto y esto ayudó a aligerar el ambiente tenso en que nos habíamos visto envueltos unos minutos atrás.

—Te recordaré eso la próxima vez que necesites un consejo para levantar tu lamentable culo de algún lugar donde lo hayas dejado caer.

Me acerqué y rodeé con mis brazos al hombre que durante toda mi vida me había hecho sentir seguro y me había enseñado cuán fuerte podía ser.

—Gracias.

—Cuando quieras —dijo poniéndose de pie.

Me quedé viéndolo mientras se marchaba y cuando estaba en la puerta, me decidí a hacerle una pregunta a la que le había dado vueltas durante varias semanas.

—¿Alexy?

—¿Sí? —preguntó girándose para enfrentarme.

—Esa noche, cuando murió Razvan, yo estaba viéndolo todo y sé que fuiste tú el que finalmente acabó con su vida, te observé mientras cortabas su cabeza, ¿tú…? ¿Es decir tú…?

—¿Quieres saber cómo me siento al respecto? —Asentí, esperando su respuesta—. No siento nada, ni pena, ni felicidad, solo un absoluto vacío y tal vez un poco de tranquilidad por haber salvado al mundo de una basura como él. No me siento afectado por haberle dado muerte, porque hay algo que siempre tuve claro y es que, aunque Razvan me engendró, él nunca fue mi padre.

—Comprendo —dije y lo vi salir y cerrar la puerta detrás.

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