Cam

Cam


6 SKYE

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SKYE

 

 

C aminé o más bien corrí por el pasillo rumbo a mi habitación para usar el baño. Nunca, ni muerta, usaría el de los clientes, a pesar de que Cam se burlaba de mí diciendo que parecía una nena. A la mierda él y sus burlas, no pensaba poner un pie en ese sitio por nada del mundo, todavía no superaba la semana que tuve que pasar limpiando luego de que hiciéramos una apuesta y yo perdiera, aunque estaba segura de que el idiota hizo trampa. Ni siquiera podía pensar en las cosas asquerosas que encontré sin sentir deseos de vomitar.

 

Abrí la puerta que conducía al sótano y lo primero que noté fue el cabello rojo de Emily, que se encontraba sentada al final de la escalera. Bajé las gradas de dos en dos hasta llegar a ella y le puse la mano en el hombro para llamar su atención. Levantó la cabeza con violencia y pude notar que sus ojos estaban rojos y unas lágrimas bajaban por sus mejillas.

—¿Pasa algo? —Moví las manos al tiempo que me sentaba a su lado. Una triste sonrisa se dibujó en sus labios antes de negar.

—Acabas de preguntar si me duele el estómago —dijo y tuve que hacer una mueca.

El lenguaje de señas era algo que me resultaba complejo, si bien todos habíamos intentado aprenderlo, los hombres lo consiguieron más fácilmente. Cam se burlaba de mí cada vez que usaba el gesto equivocado y decía una cosa cuando en realidad quería decir otra totalmente diferente.

—¿Pasa algo malo? —volví a preguntar, esta vez intentando no equivocarme.

Ella se limpió las lágrimas con la manga de su suéter antes de responder.

—Ángela me pidió que cuidara a Gunnar mientras ella y Alana cocinaban. —Hasta ahí no vi el problema, siempre nos turnábamos para cuidar al pequeño, a todas nos gustaba hacerlo, éramos como las tías consentidoras—. Entonces él se quedó dormido, yo me recosté a su lado, y sin darme cuenta me dormí también. El problema fue que se despertó y se puso a llorar. —Bajó la cabeza con un suspiro antes de volver a hablarme—. No sé cuánto tiempo lloró, ni siquiera me percaté, cuando desperté, Ángela estaba a mi lado con el pequeño en brazos, él tenía su carita roja y el rostro bañado en lágrimas, ¿te das cuenta? Yo no lo estaba escuchando llorar, no lo ayudé.

—Emily, eso pudo pasarle a cualquiera.

Negó moviendo la cabeza con fuerza.

—No, ustedes lo habrían escuchado y se hubieran despertado enseguida. Yo no lo hice, y entonces pensé que, si alguna vez pudiera embarazarme, como lo hizo Ángela, y tuviera un bebé, no sería capaz de cuidar de él. Yo no podría ser una buena madre. —Un río de lágrimas volvió a cubrir su rostro haciéndome sentir mal por ella. Nunca daba muestras de que su discapacidad fuera un problema, siempre era la más alegre, la que nos animaba todo el tiempo—. Amo a Marcus, él es mi mundo entero y no sé cómo es el sonido de su voz —dijo, con un gesto de tristeza.

Alcancé a ver algo con el rabillo del ojo y giré un poco para encontrarme con el aludido, que tenía la vista fija en las manos de Emily mientras estas se movían, y un brillo de dolor dibujado en su rostro. Marcus parece odiar al mundo la mayor parte del tiempo, es frío e inexpresivo, pero eso es hasta que su mirada encuentra a su esposa, entonces descubres que en realidad en su interior se ocultan un montón de sentimientos guardados solo para ella.

—No te sientas mal por eso —dije, tratando de hacerla sentir mejor—. Nosotros podemos escuchar y aun así no conocemos mucho su voz tampoco.

Esto consiguió una pequeña sonrisa. Sentí los pasos y me hice a un lado, Marcus se inclinó tomando a Emily por sorpresa, y la levantó en brazos, acunándola como un bebé. Hacía eso todo el tiempo, la llevaba de un lado a otro cargada. Los observé perderse en el pasillo que iba a su habitación y me quedé sentada con la espalda recostada en la pared, sintiendo una pequeña punzada de envidia. Deseaba alguna vez encontrar a un hombre que me amara de esa forma.

—Oye, enano, ¿qué haces ahí perdiendo el tiempo? —gritó Cam abriendo la puerta—. Mueve el culo que tenemos trabajo que hacer.

—Que te jodan —dije enseñándole el dedo medio.

No, yo no tendría un amor como el de Emily, porque la verdad era que estaba enamorada de un imbécil que pensaba que era su mejor amigo.

 

Luego de usar el baño regresé al bar y me encontré a Cam apoyado en la barra coqueteando con una de las bailarinas.

—Oye, idiota, ¿qué haces ahí perdiendo el tiempo? —le dije dándole un puño en el hombro que él apenas notó y a mí me dolió bastante.

La mujer le sonrió y se alejó para comenzar con su baile.

—Amigo, mira eso, ahí tienes una verdadera mujer —comentó mirándola mientras ella se movía sobre la tarima vestida solo con un diminuto tanga y acariciaba sus pechos provocando a los clientes.

—Si tú lo dices —respondí con indiferencia mientras le servía un trago a uno de ellos.

—Estoy por creer que en serio no te gustan las chicas —dijo sin apartar la mirada de su presa.

—No seas imbécil, claro que me gustan, solo que de otro tipo —mentí.

Me había convertido en una experta mentirosa, incluso comenzaba a pensar que había olvidado cómo era antes de empezar a vestirme de chico. Por un momento recordé los motivos que me llevaron a hacerlo y de nuevo un nudo se formó en mi estómago, sacudí la cabeza queriendo apartar los desagradables recuerdos.

—¿Cómo las de tu iglesia? —se burló.

Estaba tan perdida en mis pensamientos, que por un momento olvidé de qué hablaba.

—¿Ah? —pregunté confundida.

—¿Qué si te gustan las chicas como las de tu iglesia? —preguntó, esta vez mirándome.

Cada vez que lo hacía, sentía que iba a derretirme, aunque también sentía un puñal clavándose en mi corazón cuando lo veía ir a una de las habitaciones con cualquier mujer.

—¿Qué tienen de malo las chicas de la iglesia? —cuestioné molesta.

—Amigo, en serio estás mal de la cabeza cuando ni siquiera les das un vistazo a estas —declaró, señalando las mujeres que se paseaban sirviendo tragos o bailando.

—Eso tal vez se debe a que cuando pienso lo hago con la cabeza y no con mi pene.

El maldito tuvo la osadía de reírse.

—Chico, eres un romántico sin remedio, por favor, no me digas que sigues siendo virgen porque estás esperando que aparezca la mujer correcta, eso me haría perder la fe en la población masculina del mundo entero. —Lo miré comenzando a perder la paciencia, y odiando que en realidad no estuviera tan alejado de la realidad: aún seguía siendo virgen. Había tenido dos novios, uno en mi último año de preparatoria y otro en el primero de la universidad, pero ninguno de ellos fue lo suficiente especial como para que considerara dar el siguiente paso. Cuando no respondí, creyó confirmar sus sospechas—. No puedo creerlo —dijo con un gesto de asombro—. Debes ser el único hombre que conozco que no ha tenido sexo.

—Yo no veo nada de malo en querer esperar para hacerlo con la persona indicada, además, qué te importa a ti si tengo sexo o no, contigo esparciendo esperma por todas partes es suficiente, no necesitamos más de esa mierda por ahí —me defendí.

—Jodido infierno, suenas como una chica —exclamó soltando una carcajada.

Hice una mueca, a veces no podía evitar ser yo misma.

—Y tú suenas como un cavernícola sin cerebro.

En ese momento la canción terminó y él regresó su atención a la mujer, ella se bajó de la tarima y lo buscó con la mirada.

—Como quieras, mientras tú esperas por la mujer indicada, yo disfrutaré de todas las que pueda, atiende la barra por mí —ordenó, dándome un golpe en el hombro que me hizo derramar el contenido de un vaso que acababa de servir.

Luego saltó por encima y se abrió paso entre los clientes hasta llegar a donde lo esperaba la mujer con una sonrisa. Lo vi decirle algo al oído y a ella mover las pestañas en un gesto de claro interés, debía de ser masoquista, pues me quedé con la mirada fija mientras Cam metía la lengua hasta la garganta de su compañera de la noche, luego comenzaron a caminar hacia el pasillo de las habitaciones. Al pasar por mi lado me guiñó un ojo mostrando su sonrisa, le lancé una mirada fulminante y me giré para seguir sirviendo.

—Eres un estúpido —dije, aunque sabía que no me escuchaba.

—Oye, tú, pequeño, sírveme otro trago —gritó uno de los borrachos que se encontraba sentado al otro lado de la barra.

—Pequeño tu pene —dije en voz baja —. Estás buscando que escupa en tu bebida.

—Eso sería un poco asqueroso.

Di un respingo y giré para encontrarme a Marcus mirándome fijamente.

—Amigo, debes dejar de aparecer como si fueras un fantasma —le recriminé.

—Las mujeres son un poco susceptibles —dijo sin ninguna expresión en su rostro.

Lo miré de forma especulativa, intentando descifrar la trampa oculta tras sus palabras. Al igual que los demás, Marcus nunca había dado muestras de saber que yo era una chica, así que enseguida deseché la idea de que supiera la verdad que escondía. Él no era de los que se interesan en sus semejantes, podría decir con certeza que, si el mundo se extinguiera, le daría exactamente lo mismo, siempre y cuando pudiera tener a su lado a su amada Emily.

—Entonces es una suerte que yo no sea mujer —dije girándome para atender al cliente.

—Sí, una verdadera suerte —comentó a mi espalda—. Por cierto, si vas a escupir en su bebida, asegúrate que sea un gran escupitajo, el cabrón se lo merece.

Hice una mueca de desagrado ante la idea y contuve una sonrisa, era la primera vez que lo escuchaba hablar tanto y debía reconocer que, aunque no fuera su intención, resultaba divertido. Continué sirviendo y entregando tragos.

—Lo tendré en cuenta.

—Solo vine a darte las gracias por ayudar a Em —declaró antes de desaparecer tan silencioso como había llegado.

Unos minutos después apareció una mujer, se acercó al mostrador y apoyó los codos en él. Vestía unos ajustados jeans y un top que dejaba al descubierto un piercing en su ombligo. Su estatura y belleza me dejaban claro que pertenecía a la raza demonials.

—Sírveme una cerveza —dijo con una voz como las que escucharías en algún servicio de línea caliente.

Tomé la botella y un vaso, y los deposité frente a ella.

—No eres de por aquí —dije, segura de no haberla visto antes.

—Acabo de llegar a la ciudad, estoy buscando un poco de acción y aquí parece haber mucha —comentó abriendo los ojos cuando vio a Alexy acercarse.

Debía reconocer que él era impresionante, moviéndose con esa gracia felina en medio de un grupo de hombres, caminaba seguro y decidido. Vestido con ropa de cuero negra y cubierto de tatuajes, su largo cabello suelto se movía a cada paso.

—Steven, ¿has visto a Cam? —preguntó al llegar hasta el mostrador.

La mujer se inclinó más, dejando a la vista una gran porción de sus pechos y se lamió los labios. Negué queriendo reír de su intento por llamar la atención de su objetivo.

—Está en una de las habitaciones —respondí, limpiando algo de líquido que se había derramado sobre la superficie lisa.

Él hizo una mueca de fastidio y movió la cabeza.

—Cuando regrese, dile que lo estoy buscando, que lo espero en mi oficina.

—Se lo diré.

Al ver que se giraba para irse, la mujer se irguió esperando que esta vez la notara, pero pasó por su lado sin prestarle la más mínima atención.

—Pierdes tu tiempo —dije con una sonrisa y volteé para atender a otro cliente que estaba pidiendo una botella de vodka.

—Ah, ¿sí? ¿Y eso por qué? —interrogó ella, aún con la vista fija en Alexy, que ya se perdía en medio de la multitud.

—Porque tiene una compañera de la que está perdidamente enamorado, yo diría que casi besa el piso por donde ella pasa, resumiendo, podrían encontrarse ustedes dos solos en una habitación de dos por dos metros y tú estar desnuda, que igualmente él no te notaría —respondí con suficiencia y algo de satisfacción al ver que su sonrisa se borraba por completo ante mi declaración.

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