Cam

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CAMERON

 

 

 

F altaba poco para abrir el bar, Steven y yo estábamos terminando de organizarlo todo. Mi amigo tarareaba tranquilo mientras bajaba las sillas y las acomodaba en las mesas. De pronto se paralizó con una de las sillas suspendida en sus manos.

—¿Enano? —lo llamé, pero parecía en estado de trance, sus ojos estaban muy abiertos y su boca se abría y cerraba como la de un pez—. Steven, ¿qué te pasa? —grité, y eso lo hizo reaccionar, pero cuando me miró en sus ojos había tal horror que yo mismo me asusté.

Un extraño hormigueo subió por mi espalda, y por un instante me pareció que había alguien más en el bar, pero un vistazo a nuestro alrededor me dijo que no había nadie.

—¿Qué fue eso? —preguntó con voz temblorosa.

—¿Qué fue qué? —interrogué, inseguro.

—Eso, la sombra…

—¿Sombra? ¿Cuál sombra? —Fruncí en ceño, intentando averiguar a qué se debía su extraña actitud.

—Era… era… ¿de verdad no lo viste? —volvió a preguntar girando la cabeza a todos lados como si buscara algo en particular.

—Amigo, tienes que dejar de ver esas películas de terror, estás imaginando cosas —dije, aunque no podía quitarme la sensación extraña de que unos minutos atrás había alguien más con nosotros.

Lo vi negar y bajar la silla; luego, mientras continuaba su tarea, varias veces levantó la cabeza, asustado, y eso era mucho decir del enano, que no parecía tener miedo a nada. Cuando tuvimos todo listo, se apresuró a abrir la puerta. Durante el resto de la noche lo observé para asegurarme de que no volvía a actuar de forma extraña, pero al parecer el incidente fue olvidado, pues se comportó de manera normal con los clientes.

 

A la madrugada, cuando faltaba poco para el cierre, vi aparecer a Medhan y Nithael, quienes llevaban varias semanas desaparecidos. El hermano mayor se dirigió a la mesa habitual de Alexy, Tarek y Marcus, mientras que el pequeño vino directo a la barra.

—¿Qué tal, Cam? —me saludó el sujeto, cuyos ojos violetas parecían brillar.

—Hey, Nithael, ¿qué tal su viaje? —pregunté alcanzando una cerveza y poniéndola frente a él.

—Bastante tranquilo, por la calma nadie diría que el infierno tiene sus puertas abiertas y en cualquier momento se desatará sobre nosotros.

Steven se acercó con una bandeja y se detuvo a un lado del recién llegado.

—Hola, tú —lo saludó sonriendo.

—Hola, Dríade —respondió.

Algo muy parecido a los celos se agitó en mi interior cuando escuché el apodo y lo vi clavar la mirada en el enano. En ese momento no me detuve a pensar en lo que significaba lo que le acababa de decir, no era raro que él y su hermano usaran palabras incomprensibles para los demás.

—Es bueno que hayan regresado —comentó mi amigo, limpiando la bandeja y sin prestar mucha atención al escrutinio al que lo estaba sometiendo Nithael.

—¿Eso crees? —preguntó, bebiendo un sorbo de cerveza y sin apartar los ojos del pequeño. Apreté los puños deseando estampar un golpe en su cara y obligarlo a cambiar de dirección su estúpida mirada.

—Claro que sí, me hace sentir más tranquilo pensar que si pasa algo malo estarán todos para resolverlo —contestó el aludido, pareciendo ajeno al aparente interés que despertaba en el otro.

Tomé una botella de whisky y la estampé con fuerza sobre el mostrador, sobresaltando a Steven. Nithael ni se inmutó.

—Lleva esto a la mesa del fondo —ordené en un gruñido.

Él asintió y tomándola, se giró para cumplir la orden. Fue entonces que escuché la risa de Nithael. Lo fulminé con la mirada perdiendo todo rastro de cortesía.

—¿Tanto te molesta que alguien más tome aquello que tú no te atreves? —preguntó con sorna.

—Vete a la mierda, no sé a qué te refieres ni me interesa.

Se puso de pie sin dejar de sonreír y se inclinó un poco sobre la superficie, taladrándome con sus ojos.

—Nunca dejará de sorprenderme la ceguera de quienes se niegan a aceptar la realidad —dijo antes de asentir ligeramente y marcharse para reunirse en la mesa con los demás.

La furia no me abandonó, a partir de ese momento fui brusco con los clientes, me molestaba que me pidieran algo e incluso le grité a Lila cuando se puso demasiado cariñosa. Culpé al imbécil de Nithael de mi mal humor y me sentí aliviado cuando, antes del amanecer, él y Medhan se fueron.

—Fue una noche agitada —comentó Steven bostezando.

—Ve a descansar, yo termino de limpiar —dije viendo que sus ojos casi se cerraban.

—¿Estás seguro?

—Claro que sí, enano, parece que vas a quedarte dormido ahí parado —comenté pasando la mano por su cabello para despeinarlo.

Él la atrapó entre las suyas y por unos instantes nuestros dedos terminaron enlazados. La fuerza de lo que sentí me asustó, al punto de hacerme retroceder.

—Está bien, nos vemos luego.

Cuando pasó por mi lado, su hombro rozó mi brazo dejando un extraño hormigueo en el lugar donde nos tocamos. Apoyé los codos en el mostrador, sosteniendo mi cabeza con las manos, ¿qué demonios me estaba pasando? Era Steven, el mismo chico que había visto durante un año, ¿por qué entonces se sentía como si fuera diferente? Sacudí la cabeza intentando alejar los insanos pensamientos. De no ser porque resultaba imposible, hubiera pensado que estaba volviéndome loco.

Me dediqué a limpiar tratando de alejar los pensamientos que comenzaban a consumirme. A veces golpeaba las sillas con demasiada fuerza buscando que el ruido los apagara y dejaran de girar en mi cabeza. Si no hubiera sido tan tarde, habría llamado a Lila para que pasáramos un rato juntos, tal vez tener el cuerpo desnudo de una mujer en la cama me ayudara.

 

 

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