Cam

Cam


10 SKYE

Página 12 de 39

 

10


SKYE

 

 

A brí la llave de la ducha y dejé que el agua caliente mojara mi cuerpo llevándose todo el cansancio y la pesadez de la noche. El trabajo en el bar resultaba agotador. Lavé mi cabello, que debía oler a humo y a quién sabe qué otras cosas. Pasé las manos por los cortos mechones y recordé la época en que lo llevaba largo; a decir verdad, no lo extrañaba, lo había cortado al pensar en mi disfraz, pero pronto me convencí de que resultaba más cómodo de esa forma. Además, era agradable cuando Cam jugueteaba con él para despeinarme. Eso me hizo pensar en su extraña actitud de unos minutos atrás, últimamente era así a menudo, a veces no estaba segura de lo que pasaba por su cabeza, aunque con él siempre era difícil saberlo.

Con un suspiro resignado, cerré la llave y me envolví en una toalla. Al salir del baño, mi piel se erizó y la sensación de ser observada me embargó, miré a todos lados e incluso de forma tonta lo hice debajo de la cama. La imagen de lo que había visto en el bar me llegó como un flash, no estaba segura de lo que era, y cuando Cam aseguró no haber visto nada, me convencí a mí misma de que tal vez lo había imaginado. Me reprendí cuando caí en cuenta de que estaba actuando como una niña asustada, así que me puse la enorme camiseta y el bóxer que usaba como pijama. Me metí en la cama, apagué la lámpara de la mesa de noche y cerré los ojos dejando que el sueño me envolviera.

—Skye, esta vez no podrás escapar.

Me senté sobresaltada, segura de haber escuchado esa voz susurrándome, encendí la lámpara y miré a todos lados. Mi corazón latía agitado, aquel susurro había sido como una advertencia. Sentí como si alguien estuviera respirando en mi cuello y mi piel se erizó. Di un grito ahogado y de un salto salí de la cama, sabía que no podría dormir ahí, no con el terror que estaba sintiendo. Tomé mi manta favorita y mi almohada, y salí corriendo a la habitación de Cam. Llamé a su puerta con urgencia y él abrió con solo una toalla rodeando de forma precaria en sus caderas, su cabello estaba mojado como si acabara de salir de la ducha.

—Enano, ¿qué haces aquí? —preguntó mirando mis pertenencias.

—Creo que hay bichos en mi cama y no me dejan dormir —respondí pasando por debajo de su brazo, que sostenía la puerta—. Así que dormiré en tu sofá.

Mientras hablaba, acomodé mi almohada, mi manta y me acosté. Él me observó todo el tiempo con una ceja enarcada.

—A veces actúas como un niño —comentó riendo. Desde mi posición lo estudié mientras se acercaba a mí y se ponía en cuclillas para quedar a mi altura—. ¿Estarás bien ahí? —interrogó y me sorprendió la ternura en su voz.

—Sí, estoy bien, gracias por dejarme dormir aquí.

—Cuando quieras.

Se puso de pie y caminó hacia su armario, abrió uno de los cajones y sin ningún pudor dejó caer la toalla al suelo mientras se inclinaba un poco para meter sus piernas en un bóxer. Mi garganta se secó cuando aprecié su desnudez; no era la primera vez, él a menudo se quedaba desnudo frente a mí. Sentí la excitación recorrer mi cuerpo y un ligero cosquilleo en medio de mis piernas; aspiré una bocanada de aire y me moví tratando de aliviar mi incomodidad. Cuando se metió bajo sus sábanas, cerré los ojos antes de que descubriera que lo miraba de forma pecaminosa y pudiera notar en mi rostro el hambre que despertaba en mí.

 

En la mañana todo parecía normal. Decidí no hablarle a nadie de lo sucedido, sobre todo porque ni yo misma tenía una explicación al respecto. Si mencionaba que estaba escuchando voces y viendo una sombra, seguro iba a terminar encerrada en el mismo manicomio del cual había escapado Emily.

Me encontraba en la cocina preparando mi desayuno y mientras cortaba tomate para hacer un sándwich, le daba vueltas en la cabeza a aquella extraña voz. 

—Vaya, te levantaste temprano.

Di un grito y los tomates cayeron al piso haciendo un desastre.

—Mierda, Ángela, avisa que estás entrando —la regañé.

—Lo siento, no sabía que estabas tan distraída.

Me incliné para recoger el desorden y tirarlo a la basura, después busqué otros tomates en el refrigerador.

—Discúlpame tú, es que no te escuché llegar.

—¿Estás bien? —preguntó poniendo una mano en mi frente para medir mi temperatura.

—Sí, es solo que no dormí muy bien.

—Estoy pensando en hablar con Tarek y Alexy para que no tengas que trabajar todas las noches en el bar, eso no es bueno para ti.

Negué mientras continuaba con mi desayuno.

—No, está bien, si no trabajo me aburriré.

—¿Estás segura? Sé que si se los pedimos ellos no tendrán problema.

—Estoy bien, de verdad, solo necesito descansar un poco más. En cuanto desayune regresaré a la cama y dormiré otro rato.

—Como quieras, pero te estaré vigilando, si veo que te pones mal, así tenga que obligarte te sacaré del bar. —Sonreí negando—. Voy a llevarle el biberón a Gunnar, cada vez come más y mi leche ya no es suficiente.

—Será un gigante igual a su padre —comenté con cariño.

Era cierto, el pequeño Gunnar a sus cuatro meses tenía el tamaño de un bebé del doble de su edad.

—Sí, amo que se parezca tanto a Tarek —expuso con orgullo—. Nunca imaginé que podría encontrar un hombre como él, que me amara de la misma forma que lo hago yo.

—¿Por qué no ibas a hacerlo? Eres una buena chica, además de hermosa.

—Papá siempre me dijo que yo era poco atractiva —confesó con tristeza.

—No te ofendas, pero el tío George estaba tan lleno de basura —solté con odio. A pesar de que estaba muerto no podía evitar sentir repugnancia cada vez que era mencionado.

—¿Alguna vez me contarás todo lo que pasó? —interrogó.

—Eso ya no importa, está muerto y con él los malos recuerdos. Yo los dejé ir, haz tú lo mismo.

—Tal vez tengas razón y sea mejor dejarlo ir, intento hacerlo, olvidar todo lo que pasó y continuar con mi vida. Por eso no le he preguntado a Tarek cómo fue que murieron mis padres; en el fondo sé que ambos tuvieron lo que merecían.

—Así es, y ese es el motivo por el cual tampoco voy a hablarte de lo que pasó, eso ya no importa, hay que seguir adelante.

—Seguir adelante, esas son las dos palabras a las que tendremos que aferrarnos siempre.

Asentí; aun sabiendo que algunos aspectos del pasado no se iban nunca, estaba de acuerdo.

 

Cuando me quedé sola, terminé de prepararlo todo. Una vez listo, tomé mi sándwich, mi taza de café y fui a sentarme a la mesa. Apenas había dado un par de mordiscos cuando apareció Cam.

—Buenos días, enano, eso parece bueno —comentó y lo arrebató de mis manos.

—Oye, imbécil, no te comas mi desayuno —grité cuando lo vi caminar hasta la encimera mordiendo mi sándwich mientras se servía un vaso de jugo.

—Tómalo como el pago por dejarte dormir en mi habitación —dijo sentándose a mi lado.

—Tú has dormido en la mía muchas veces y yo no te cobro por eso.

—No es mi culpa que no sepas negociar —Se encogió de hombros.

—Idiota —bufé alcanzando una manzana.

—¿Así que… estabas muy feliz porque Nithael regresó? —preguntó sacando el tema sin ningún motivo aparente.

—No sé si feliz es la palabra correcta —respondí—. Solo me pareció bueno que él y Medhan volvieran, Nithael es agradable.

—¿Y desde cuando son “tan” amigos? —interrogó, alargando la palabra como yo lo hacía a veces.

Arrugué el entrecejo sin comprender a que se debía el interrogatorio.

—Pues no somos “tan” amigos como dices, solo lo conozco un poco. Cuando ustedes fueron a rescatar a Aidan, él se quedó y fue amable, no solo conmigo, también con las chicas.

Soltó un bufido y estaba a punto de comerse el último trozo de mi sándwich cuando se lo quité y me lo metí en la boca. Me miró entornando los ojos y comenzó a negar.

—No me digas, el tipo batió sus pestañas enseñándoles sus maravillosos ojos y todos, incluido tú, cayeron bajo su encanto —exclamó haciendo una imitación bastante mediocre de batir pestañas.

Solté una carcajada y lo empujé con el hombro.

—Eso es algo estúpido, no puedo creer que lo dijeras, además, Nithael no es el único que tiene ojos bonitos.

—Ah, ¿no? ¿Y quién más los tiene?

Abrí la boca para decirle que los suyos me gustaban más, cuando caí en cuenta de lo que estaba a punto de decir.

—No sé, ¿qué quieres que te diga? Eso de fijarse en los ojos de la gente es cosa de chicas, deja de ser raro.

—¿Raro? Lo dice el tipo que llegó corriendo anoche a mi habitación como una niña pidiendo dormir en mi sofá porque su cama tenía bichos —se burló.

—Yo no corría como niña —me quejé.

—Como sea, espero que no te dejes engatusar por las pequeñeces de Nithael, eso sí sería raro.

Al tiempo que hablaba se puso de pie y fue al refrigerador. Lo observé mientras sacaba ingredientes y preparaba más sándwiches, cuando terminó regresó a la mesa con dos platos depositando uno frente a mí. Lo comí con una sonrisa tonta. A veces, sin que se diera cuenta, Cam tenía detalles que me hacían sentir especial.

—Esta noche saldremos a hacer una ronda —comentó.

—¿Hay problemas de nuevo?

—No, todo parece muy tranquilo, pero eso es lo que preocupa a los demás. Tanta calma no es buena.

—¿Con quién irás?

—No lo sé, Alexy no me dijo si iríamos solos o en parejas.

—¿Qué pasa si voy contigo? Corine puede hacerse cargo de la barra.

—Olvídalo, es peligroso.

—Tonterías, recuerda que yo también he matado demonios —le recordé, inflando el pecho con orgullo.

—Digamos que esa vez tuviste suerte.

—Vamos, Cam, te prometo que me mantendré alejado de los problemas y te dejaré matar tú solo a cualquier sanguijuela que aparezca.

—Voy a pensarlo —dijo levantándose—. Y tú lavas los platos.

En cuanto se fue, me puse a planear la salida de esa noche. Aún conservaba la pequeña espada que había usado en casa de Aidan; cuando descubrió mi fascinación por las cosas antiguas, me permitió conservarla. La llevaría conmigo, porque estaba decidida a ir con Cam, así tuviera que torturarlo todo el día con mis ruegos.

 

***

 

Esperé a Cam afuera de su puerta, recostada en la pared y con los brazos cruzados, en una pose despreocupada que mostraría cualquier chico. Me pasaba todo el tiempo estudiando el comportamiento de los hombres, queriendo parecer uno de verdad. Sentía el peso de la espada escondida debajo de mi camiseta y me moví para intentar acomodarla mejor.

—¿Qué haces ahí? —me preguntó al salir.

—¿Qué parece que hago? —respondí con sarcasmo—. Pues esperarte para ir contigo.

—Yo no dije que podías ir —respondió pasando por mi lado.

—No seas un aguafiestas, ya te dije que me mantendré lejos de los problemas —supliqué caminando, casi corriendo para alcanzarlo.

—Es peligroso, enano, tendré que estar doblemente preocupado, por cuidarte y por matar sanguijuelas.

—Yo no necesito que me cuides, puedo hacerlo solo.

—Sí, claro, como lo hiciste la noche del concierto, ese demonio estaba a punto de mandarte a una cita cara a cara con la parca.

Hice una mueca y me estremecí al recordarlo.

—Solo porque nos tomaron desprevenidos y la chica aquella estaba gritando impidiéndome pensar con claridad.

—Sí, claro.

—Por favor —supliqué por última vez cuando ya nos encontrábamos afuera del bar, donde estaba estacionada su motocicleta. Estaba perdiendo la esperanza al verlo subirse en ella.

—¿Sabes que eres muy molesto para ser tan pequeño? —preguntó mirándome ceñudo—. Sube —ordenó señalando la parte trasera y me apresuré a hacerlo antes de que cambiara de idea.

En cuanto puse mis manos en sus costados para sostenerme, su espalda se tensó y lo escuché respirar con fuerza.

—¿Está todo bien? —interrogué, inclinándome hacia un lado para tratar de ver su rostro.

—Sí, solo deja de hablar tanto y sostente fuerte.

El viaje fue emocionante, nunca antes había subido en su motocicleta, y en ese momento me pareció que era la experiencia más arrolladora. Si tan solo hubiera podido recostar mi cabeza en su espalda y abrazarlo por completo… Pero ya tenía más de lo que incluso merecía.

 

La adrenalina corrió por mi cuerpo cuando, luego de recorrer varios lugares de la ciudad, por fin encontramos a un demonio. Cam detuvo la motocicleta y se lanzó a la calle, quitándose la camiseta en el proceso. Me bajé detrás de él, pero me mantuve alejada, dispuesta a cumplir mi promesa de no buscar problemas. Lo seguí con la mirada cuando saltó sobre su presa tomándola desprevenida. El demonio siseó y lanzó sus garras en dirección a Cam y tuve que contenerme para no comenzar a gritar; verlo pelear me aterraba, odiaba la idea de pensar que podría salir herido. Este demonio no parecía tan fácil de vencer como los del parqueadero, era más fuerte y bloqueaba cada ataque con facilidad, pero Cameron se veía tranquilo, como si solo estuviera jugando con su víctima, haciéndole creer que tenía una oportunidad.

 

Ir a la siguiente página

Report Page