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CAMERON

 

 

M e moví, rodeando a la sanguijuela, que gruñía, furiosa. Pensaba que podía conmigo y yo lo dejaba creer que así era, no obstante, iba a disfrutar cortando su jodida cabeza. Cada vez que me enfrentaba a un demonio recordaba la noche en que Raven murió, era como si matarlos significara de alguna forma vengar a mi amigo. Como si de esa manera compensara un poco su partida, aunque en el fondo sabía que nunca nada lograría repararlo. Raven ya no estaba y eso me pesaba cada día.

La boca de mi adversario se abrió con un rugido que a los humanos podría sonarles aterrador, pero que a mí solo me resultó molesto. Me detuve y permanecí inmóvil estudiándolo y esperando su siguiente movimiento, su posición me dijo que intentaría alcanzar mi costado derecho, que era donde se encontraba Steven, y sonreí cuando comprendí que no estaba equivocado. Un demonio hambriento es bastante predecible, pues en ese estado solo quieren alcanzar su comida a costa de lo que sea. Cuando sus garras se movieron en mi dirección, solo tuve que apartarme unos cuantos centímetros y, girando, lo atrapé por la espalda, derribándolo al tiempo que apresaba sus brazos. Se retorció, rugiendo e intentando liberarse de mi contención, sus garras alcanzaron a rozar la piel de mi vientre, pero el daño no fue grave. Entonces levanté la cabeza y mi mirada se cruzó con la del enano, que parecía expectante ante el desenlace de la lucha, aferrando la pequeña espada con ambas manos.

—¿Quieres intentarlo? —pregunté, haciendo un gesto hacia la cabeza del demonio.

—¿Quieres decir que yo… que yo?

—Sí, que vengas a cortar su maldita cabeza, que me estoy aburriendo de estar aquí.

Ni siquiera lo pensó, para ser un humano y uno tan pequeñito, el enano era valiente. Se apresuró en llegar a mi lado y apenas se apartó un poco cuando la sanguijuela gruñó en su dirección. Con la decisión brillando en sus ojos, levantó su arma y la descargó justo en el cuello de mi presa, por supuesto, no tenía la fuerza que se necesitaba para desprender la cabeza del cuerpo, así que lo volvió a intentar. El demonio se retorcía y rugía, furioso, pero esto no logró amilanar a Steven. Lo intentó una vez más causando otro poco de daño, aunque no todo el que se necesitaba.

—En serio, amigo, tienes que darte prisa, voy a quedarme dormido aquí esperando que consigas decapitar al bastardo.

—No me presiones, esto no es tan sencillo —se quejó, sin cesar en su empeño. Al cuarto intento por fin lo consiguió y saltó, esquivando la cabeza que rodó en su dirección—. ¡Mierda! —exclamó.

—Vaya, pensé que nunca ibas a conseguirlo, eres un debilucho.

—Puedo ser debilucho, pero muy persistente, ya ves, conseguí que me permitieras venir y, además, me dejaste matar a un demonio —comentó con suficiencia.

—Sí, bueno, no te acostumbres a mi bondad.

El rugido de una motocicleta nos sorprendió y apenas tuvimos tiempo de reaccionar cuando Alexy se detuvo a un lado de la acera. Sin pronunciar una palabra estudió a la víctima y luego a Steven, quien aún sostenía su espada en la mano.

—Asumiré por el estado del cadáver que su cabeza no fue cercenada de la manera habitual —dijo con falsa tranquilidad, pero yo lo conocía como para saber que en realidad estaba molesto. Nuestras garras hacían un corte limpio, y este cuerpo presentaba varios cortes imprecisos, debido a que, en sus cuatro intentos, el enano no había logrado encajar su espada siempre en el mismo sitio—. No debiste traer a Steven y menos permitirle participar en tu lucha. Esto no es un juego, Cameron, él podría resultar herido… o muerto —me reprendió con voz fría.

—Fui yo quien quiso venir —intervino mi amigo.

Alexy le dirigió una mirada reprobatoria.

—Entonces no deberías ser tan irresponsable contigo mismo, puedes ponerte en peligro y, de paso, a Cam —lo regañó.

La furia me invadió cuando vi al pequeño bajar la cabeza, sabía que Alexy podía ser intimidante, pero que me condenaran si dejaba que lo hiciera con Steven.

—Yo puedo cuidar de ambos, no necesitas estar vigilando cada paso que doy —gruñí y de forma imperceptible lo vi sobresaltarse, la irritación fue obvia en mi tono de voz—. No vuelvas a hablarle así, no tienes derecho.

—Solo me preocupo por ustedes —declaró, sonando más tranquilo y observándome como si supiera algo que yo no.

—Entonces te lo agradezco —respondí, sarcástico—. Vámonos, enano. —Y me encaminé a mi motocicleta cambiando de forma en el proceso.

Escuché que Steven me seguía y cuando me acomodé, él subió detrás. De nuevo, al sentir sus manos posarse en mis costados, una extraña corriente bajó por mi espina dorsal; no sabía descifrar la sensación que me provocaba y la verdad era que tampoco quería buscar respuestas, pues en el fondo les temía bastante.

 

Conduje hasta salir de la ciudad, crucé de largo el puente Golden Gate, y tomé la primera salida que conducía a la colina que llevaba al mirador Battery Spencer. El lugar estaba desierto y ese era el motivo por el que me gustaba visitarlo en la madrugada.

—¡Guau! —exclamó Steven cuando detuve la motocicleta para permitirle bajarse. Sabía lo que estaba pensando, desde allí la vista del puente era impresionante con las luces de la ciudad detrás de él.

—¿Nunca habías venido aquí? —pregunté extrañado. Aquel era el sitio preferido de turistas y lugareños, casi siempre estaba atestado de personas.

—La verdad es que no, nunca estuve aquí antes —respondió sin apartar la vista de las brillantes luces—. ¿Tú vienes a menudo? —indagó, viéndome sentarme en el piso, e imitándome.

—A veces me gusta venir a esta hora, porque está solo aquí.

—Sí, es muy tranquilo.

Nos quedamos en silencio, solo enfocados en los autos que cruzaban el puente de un lado a otro.

—Lamento que Alexy se molestara contigo por mi culpa —dijo un rato después.

—En realidad no fue tu culpa y no le prestes mucha atención a todo lo que diga Alexy, haber vivido más de quinientos años lo hace algo paranoico.

—¿Qué se siente? —preguntó, confundiéndome.

—¿Perdón?

—Sí, ¿qué se siente al no ser humano?

Medité un momento en su particular pregunta.

—La verdad es que no es algo en lo que haya pensado, es como si yo te preguntara a ti: “¿Qué se siente ser humano?”.

—La respuesta es sencilla —declaró con un extraño brillo en sus ojos. Parecía triste y eso no me gustó; Steven tenía el poder de hacerme sentir feliz por cualquier motivo, era como si él mismo fuera un faro andante—. Se siente frágil. Si yo fuera como tú, a Alexy no le habría importado que me trajeras contigo, pero es verdad lo que dijo, soy frágil, como lo somos todos los seres humanos; a diferencia de ustedes, la vida no es algo que podamos dar por sentado.

—Nosotros tampoco damos la vida por sentada, enano, técnicamente no somos inmortales, solo un poco más resistentes, pero si un demonio logra poner sus garras en nuestro cuello, estaremos tan muertos como cualquiera.

Eso lo hizo sonreír.

—Asegúrate de mantener tu cuello lejos de ellos, no me gustaría que murieras —dijo en voz baja mirando directo a mis ojos.

Su declaración me tomó por sorpresa y por varios minutos no pude apartar la mirada de él. Era Steven, el mismo chico que veía a diario, con el cual llevaba compartiendo el último año, sin embargo, era demasiado consciente de que algo comenzaba a cambiar. Carraspeé, dirigiendo mi atención de nuevo a la vista del puente y la ciudad, intentando que lo que fuera que se agitaba en mi pecho no me siguiera asfixiando de la forma que lo estaba haciendo.

 

 

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