Cam

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SKYE

 

 

 

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so fue divertido, gracias por permitirme ir contigo —le dije a Cam cuando regresamos al bar.

—Sí, lo fue, parece que después de todo sí puedes matar demonios —bromeó.

—Búrlate todo lo que quieras, pero con un poco más de práctica, seré imparable.

Su risa nos acompañó todo el trayecto hasta el sótano donde vivíamos.

—Que descanses —dijo antes de dirigirse a su habitación.

No tenía mucho sueño, así que en lugar de ir a dormir fui a la cocina. Cuando entré me encontré a Emily y Alana sentadas en la mesa.

—¿Qué hacen despiertas a esta hora? —pregunté sentándome con ellas.

—Esperamos a Alexy y Marcus —respondió Alana—. ¿Y tú qué haces levantada?

—En realidad acabo de llegar, salí con Cam.

Ambas mostraron sorpresa ante mi declaración.

—Vaya, ¿así que ustedes…? —comenzó Alana dejando la pregunta en el aire.

—Nosotros nada, yo sigo siendo Steven para él. Por cierto, vimos a tu marido, quien no estaba muy contento de que Cam me hubiera permitido ir —comenté, cambiando de tema.

—Alexy siempre se preocupa por todo ¿Quieres un poco de té? Emily lo preparó.

Hice una mueca en dirección a la aludida. Emily provenía de una clase social alta y tenía modales muy refinados, por lo que para nadie era extraño que pareciera una dama inglesa y bebiera té todo el tiempo. Incluso había contagiado su costumbre a Alana y Ángela, pero yo era una chica de café y no pensaba cambiar eso por nada.

—Lo siento, Em, pero ya sabes que prefiero el café.

Ella sonrió haciendo un gesto despreocupado con la mano.

Nos quedamos un rato charlando de nada en especial, hasta que sus esposos llegaron y me dejaron sola. Acababa de prepararme un café y estaba a punto de darle un sorbo, cuando escuché de nuevo la voz.

—Skye, tu tiempo se acaba.

Di un grito y la taza resbaló de mis manos, apenas si registré el sonido sordo que hizo al caer al piso y romperse, manchándolo todo de café. Corrí tan rápido como pude al único lugar y con la única persona que me sentía segura. Aporreé la puerta de Cam y cuando abrió, ni siquiera lo dejé hablar, solo me apresuré a entrar y acomodarme en su sofá.

—Enano, ¿qué mierda…?

—Bichos, en mi cama —dije con voz temblorosa. En realidad, todo mi cuerpo temblaba.

—¿Te sientes bien? Luces asustado.

—No me gustan los bichos.

No sabía por qué no le hablaba de lo que estaba sucediendo, tal vez era el miedo a que pensara que estaba perdiendo la razón, que era justo lo que yo misma estaba creyendo. Me tapé la cara con un cojín intentando calmarme y de pronto me sobresalté al sentir que algo me rozaba. Me senté de un salto y ahí estaba Cam, con una manta en las manos, intentando cubrirme.

—Lo lamento —dije tomándola y poniéndola sobre mi cuerpo.

—En serio, estás actuando muy extraño y comienzas a preocuparme.

—Estoy bien.

Me tapé hasta la cabeza pronunciando todas las oraciones que recordaba. No soy muy religiosa, pero sí creyente, y en esas circunstancias me hubiera aferrado a cualquier cosa que se llevara mi miedo. Pasado un rato y ya un poco más tranquila, me atreví a destaparme la cabeza. Con sorpresa, me di cuenta de que la lámpara de la mesa de noche de Cam estaba encendida, y él estaba sentado en el borde de la cama con su atención puesta en mí, como si me vigilara.

—¿Qué pasa? —pregunté.

—Eso es justo lo que quiero saber, ¿qué te pasa?

—Ya te dije que nada.

Me estudió un rato con una expresión que decía que no creía en mis palabras.

—Duérmete —ordenó.

—¿Tú no piensas dormir?

Negó, acomodándose mejor con la espalda apoyada en el cabecero de la cama, una rodilla levantada y el brazo estirado sobre esta.

—Me quedaré despierto.

No necesitó explicarme por qué lo haría y mi amor por él creció un poco más si era posible.

—Gracias —susurré cerrando los ojos.

 

***

 

Era noche de sábado y el bar era un caos; odiaba los fines de semana, parecía que los clientes consumían el doble de alcohol esos días. Estaba sirviendo varios tragos cuando por accidente derramé uno sobre un enorme sujeto barbudo que se encontraba sentado en la barra.

—Maldito estúpido —rugió, poniéndose de pie.

De un manotazo, derribó las botellas y vasos que estaban sobre el mostrador, intentando alcanzarme para golpearme. Su brazo se alargó en mi dirección y antes de que pudiera tocarme, algo lo lanzó lejos, haciéndolo caer sobre otros clientes que, molestos, lo empujaron a los lados. Volteé a ver a Cam, que lucía una expresión furiosa en su rostro.

—Sal de aquí antes que termines muerto —advirtió al hombre.

Este pareció que quería enfrentarlo, pero algo debió de ver en las profundidades de sus ojos —a pesar de mantener su color verde normal, parecían desprender fuego—, que lo hizo cambiar de idea, y abriéndose paso a empujones, abandonó el lugar. Los demás clientes no se inmutaron; las peleas eran normales y nadie parecía preocuparse por ellas.

—¿Te hizo daño, enano?

Negué mientras comenzaba a recoger los destrozos.

—Lo detuviste a tiempo, creo que ahora mismo estaría camino al hospital si el tipo logra atraparme —dije acercando un cubo para tirar los cristales rotos.

—No habría permitido que te golpeara —declaró con firmeza—. Putos borrachos, los mataría a todos con gusto.

—Y yo te ayudaría si no fuera porque nos quedaríamos sin clientes —agregué y escuché su carcajada.

Cuando terminé de recogerlo todo, fui a lavarme las manos, lo hice lo más rápido que pude, sabiendo que, si me quedaba mucho tiempo sola, la voz me atormentaría de nuevo. Salía secándome las manos en los jeans cuando vi acercarse a la mujer que días atrás había intentado coquetear con Alexy. Esa noche lucía un ajustado enterizo sin mangas de cuero negro, y su corsé era tan estrecho, que me pregunté como hacía para mantener sus pechos dentro de él.

Llegó a la barra y apoyó sus codos en ella, Cam estaba de espaldas y no la había visto. Contuve el aliento esperando que girara y la notara, y cuando lo hizo, sentí un nudo en mi estómago. Ella era tan despampanante que casi chocaba verla.

—Hola, ¿qué puedo servirte? —preguntó él, amable, aunque sin el tono coqueto que usaba normalmente con las chicas.

La mujer sonrió, pasándose la lengua por los labios antes de responder.

—¿Qué tal a ti desnudo?

Apreté los puños, furiosa, queriendo borrar su maldita sonrisa. No obstante, resignada a la derrota que me embargaba cada vez que lo veía con alguna mujer, me dispuse a seguir con mi trabajo; por eso me tomó por sorpresa su respuesta.

—¿Acaso tengo un letrero que dice “disponible para cualquiera”?

Giré, asombrada, y noté que la mujer tenía un gesto similar en su rostro, aunque se recompuso rápido y volvió al ataque.

—Claro que no, pero pareces de los que les gusta divertirse.

—Así es, pero hoy no estoy interesado —dijo y fue a alcanzar una cerveza que puso frente a la mujer—. Toma, esto va por cuenta de la casa, que te diviertas intentando encontrar un tipo dispuesto entre todos los que están aquí, pero te recomiendo que no lo intentes con esos tres que están en el rincón de allá —explicó señalando a Marcus, Tarek y Alexy—, pues te van a despachar más rápido y con peores modales de los que usé yo.

Ella tomó la cerveza y con un gesto airado nos dio la espalda y se marchó, perdiéndose en medio de la multitud. Lo único que pude hacer fue quedarme de pie con la boca abierta, sin saber qué demonios había pasado.

—Mierda, ¿estás enfermo? —pregunté cuando logré salir de mi estupor.

—¿De qué hablas? —interrogó.

—De ti rechazando a lo que tú mismo llamarías “una mujer de verdad”.

—No sé a qué te refieres, no es como si aceptara dormir con todas la que se ofrecen —declaró con el ceño fruncido—. Mejor ve a llevar esta botella de vodka a los tipos de la veinte —dijo, pasándome una bandeja.

 

Hice piruetas tratando de cruzar en medio de las demás mesas sin dejar caer lo que llevaba en las manos y estaba tan concentrada en mi tarea, que casi tropecé con alguien. Cuando levanté la cabeza para disculparme, me sorprendió ver a Nayleen; hacía semanas que no sabíamos nada de ella.

—Hola, chica, ¿qué haces aquí? —pregunté, viéndola mover la cabeza como si buscara algo.

—Hola, Steven, vine porque quería hablar con Alexy, ¿él se encuentra?

—Así es, está por allá —respondí haciendo un gesto en la dirección donde estaba sentado su hermano.

—¿Él está… está…?

—Está con Tarek y Marcus, Medhan no ha venido.

Su rostro fue una mezcla de decepción y alivio.

—Yo… comprendo, gracias.

—Tal vez deberías explicarle a Medhan por qué robaste su libro, eso podría ayudar.

Dejó salir un suspiro derrotado y sus hombros de hundieron.

—Lo haría si él quisiera escucharme.

—Tal vez podamos pedirle a los demás que nos ayuden a atraparlo y lo encerramos en una habitación contigo, así se verá obligado a escucharte.

Sus ojos se abrieron con horror.

—Santo cielo, no, yo no sería capaz de hacerle eso.

—Era una broma —expliqué, intentando tranquilizarla—. Sabes lo que son las bromas y el sarcasmo, ¿verdad?

—Oh, he leído sobre ello, sí.

—Leído no es igual a practicado, lo capto.

—¿Qué es lo que captas? —preguntó, aparentando inocencia. De no haber sabido que en realidad engañó “al gran Medhan” y robó el texto, pensaría que no había en ella un solo gramo de malicia.

—Es una forma de decir, de todos modos. ¿Cómo fue que conseguiste llegar aquí?

—Alana, ella me habló de este sitio alguna vez, así que decidí buscarlo. Llevo casi todo el día intentando encontrarlo, pero la ciudad es muy grande y las personas no sabían darme razón, ellos no me entienden mucho cuando hablo.

Sabía a lo que se refería y sentí un poco de pena por ella. Nayleen tenía el mismo acento rumano de Alexy, solo que más marcado, por lo que resultaba difícil entenderla cuando hablaba de corrido.

—Es mejor que vayas con Alexy, estuvo preguntando por ti, yo tengo que ir a llevar esto.

—¿Quieres que te ayude? —Estiró sus brazos, solícita, intentando tomar la bandeja.

—No, déjalo, estoy bien. Además, hay un montón de clientes borrachos que te están mirando como si fueras su festín de la noche y tu hermano los mataría a todos si te ponen la mano encima.

—Hermano, me gusta cómo suena eso, nunca tuve otra familia aparte de mi…

Se detuvo antes de terminar la frase y supuse que iba a mencionar a Razvan.

—Es bueno que ahora tengas a alguien más, nos vemos luego, no te pierdas tanto.

—No lo haré —dijo, haciendo un gesto de despedida con la mano.

—¿A qué vino Nayleen? —preguntó Cam cuando me vio regresar con la bandeja.

—Dice que necesita hablar con Alexy —respondí encogiéndome de hombros. En ese momento los aludidos pasaron por nuestro lado, supuse que rumbo a la oficina. Vi a Cam mirar a la chica con algo de recelo—. ¿Tú desconfías de ella?

—No lo sé, la mayor parte del tiempo no estoy seguro de qué esperar de esa hermana recién aparecida. Es difícil confiar en alguien que traiciona a la persona que creyó en ella.

Su respuesta me golpeó con la fuerza de un mazo, sentí el dolor atravesar mi pecho y tuve que tragar el nudo que amenazaba con ahogarme. Por fortuna, él no se dio cuenta de mi cambio de humor y continuó trabajando.

El resto de la noche fue tranquilo, por suerte, aunque no por eso menos agotador. Regresé a mi habitación temerosa, pero por esa vez la voz me dejó en paz y no tuve que correr a refugiarme en el sofá de Cam. Un rato después, cuando ya me hallaba en la cama, él abrió la puerta llevando varias mantas y una almohada bajo el brazo, y, sin pronunciar palabra, comenzó a improvisarse una cama en el piso.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté viéndolo recostarse.

—Vigilar que los “bichos” de tu cama no te asusten —respondió haciendo la señal de comillas con los dedos. Estuve a punto de decirle que se largara, pero me contuve a tiempo, su cercanía era lo único que me hacía sentir segura.

—Gracias —dije apagando la lámpara y tapándome con la manta.

 

 

 

 

 

 

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