Cam

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SKYE

 

 

C ontuve el llanto todo el camino hasta mi habitación, temerosa de encontrarme a alguien y tener que dar explicaciones. Cuando por fin estuve segura en mi guarida, dejé que el llanto explotara. Me lancé a la cama bocabajo y enterré mi rostro en las sábanas, sintiendo mi mundo caerse a pedazos. No había forma de evitar la catástrofe que estaba por suceder, era hora de confesar la verdad y perder a Cam. Pensar en eso me estaba matando, pero seguirlo engañando me hacía sentir el peor ser humano del mundo. Merecía su odio y su desprecio.

—¿Skye? —Escuché la voz de Ángela y luego sentí su mano apoyarse en mi hombro—. ¿Qué te pasa? —Lloré con más fuerza, incapaz de dar voz a la confesión enferma que tenía que hacerle—. Skye, háblame, me estás asustando.

—Soy un monstruo —sollocé.

—Cariño, no sé por qué estás diciendo eso, pero…

—Cam piensa que está enamorado de Steven y yo le permito creerlo, él y yo… —Me interrumpí sin saber cómo explicarle lo que le había hecho a Cam en dos ocasiones.

—Tarek me contó que los vio besarse. ¿Ustedes han estado más cerca de… lo normal?

A pesar del dolor que estaba sintiendo, no pude contener la risita que afloró en mis labios, Ángela no podía evitar ser algo mojigata al hablar, aunque no la culpaba por ello, toda una vida de maneras aprendidas dentro de la iglesia resultaba difícil de cambiar.

—No besamos y yo… yo le hice… —Iba a soltarlo así no más, pero decidí no ser tan directa para no herir su sensibilidad.

—Ya —dijo comprendiendo a dónde iba—. Y ahora no sabes cómo confesarle la verdad.

—Voy a decírselo, tengo que hacerlo.

—Lo sé, y creo que es la mejor decisión; no te preocupes, yo estaré contigo. Trata de calmarte y pensemos en una forma de hacerlo, ya que en este asunto no serás la única que tendrá que dar un montón de explicaciones.

Mi estómago se anudó, sabía a lo que se refería, ella y las demás iban a tener que aclarar por qué me ayudaron a mentir.

—Lo lamento, Ángela, lo lamento tanto, nunca debí venir ni pedirte ayuda y mucho menos que mintieras por mí, ni tú ni las demás.

—Tú no nos pediste que mintiéramos, nosotras quisimos ayudarte por voluntad.

—¿Y si no les dicen que ustedes sabían?

Una sonrisa triste apareció en sus labios y acarició mi cabello de forma maternal.

—No voy a mentirle más a Tarek, además, tampoco me creería que no supiera lo que eres en realidad. Aunque sí podemos decirles a Alana, Abby y Emily que ellas decidan si quieren fingir que no lo sabían.

—Ellas no lo harán, una cosa es que guarden silencio y otra que mientan deliberadamente a sus esposos.

—Tienes razón, así que ahora todas estamos en un lío. —Eso hizo que llorara de nuevo—. Deja de llorar y mejor vamos a buscar a Alana y Emily, para comunicarles la decisión que tomaste, así tendrán tiempo de prepararse para encontrar una excusa.

Asentí, poniéndome de pie y la seguí, encontramos a las chicas mientras se dirigían a la lavandería.

—¿Estás bien, Skye? Parece que estuviste llorando —preguntó Alana en cuanto me vio.

—Decidí que hoy mismo voy a hablar con Cam y decirle la verdad.

El alivio fue evidente en su expresión.

—Creo que es lo mejor que puedes hacer. —Limpié las lágrimas que se derramaron por mi mejilla y asentí—. ¿Qué tal si vamos a la cocina y nos tomamos algo? Esto amerita un trago, así sea uno de esos tés para los nerviosos de Emily.

La aludida asintió y dejó caer la canasta con ropa que llevaba en sus manos. Amaba a esas chicas, a veces pensaba que de haber tenido hermanas de sangre seguro no hubieran sido tan buenas como ellas. Nos dirigimos a la cocina, donde Emily se apresuró a poner una tetera con agua para el té. Las demás nos sentamos en la mesa y esperamos a que ella terminara su labor.

—¿Deberíamos avisarle a Abby? —preguntó Ángela.

Alana negó.

—Creo que no es necesario, esperemos a que Skye se lo diga a Cam y ya veremos cómo resulta todo. Saben que ellos van a estar muy molestos, ¿verdad? —preguntó, con una mirada significativa.

De nuevo me sentí culpable, mis acciones las estaban salpicando a todas.

—Hace rato le dije a Ángela que podrían decir que ustedes no sabían nada, es mejor si yo solo cargo con la culpa.

La mirada de Alana se suavizó y una sonrisa se dibujó en su bonito rostro, haciéndola ver aún más joven de lo que era.

—Una cosa es que hayamos callado y otra mentirles deliberadamente. Eso nunca lo haremos, ninguna tiene el corazón para engañar al hombre que ama y luego mirarlo a los ojos con tranquilidad como si no pasara nada. Así que vamos a enfrentarlos y decirles la verdad, y luego, si es necesario, cada una de nosotras rogará por su perdón.

—No saben cuánto lamento haberlas metido en esto. —Hice una pausa, porque en ese momento Emily se acercó con una bandeja que contenía cuatro tazas. Depositó una frente a mí y le sonreí al percatarme de que, en lugar de té, la mía contenía café—. Gracias. —Ella respondió con un asentimiento—. Les decía que estoy muy apenada por todo esto, nunca debí involucrarlas.

Bajé la cabeza sintiendo que mi garganta se apretaba y los ojos me picaban por las lágrimas no derramadas. Una mano se posó en mi barbilla, haciéndome levantar la cabeza de nuevo y cuando lo hice, me encontré con la mirada compasiva de las chicas.

—Tú no nos involucraste —comenzó a decir Emily, moviendo sus manos—. En realidad, fue nuestra elección, nadie nos obligó a ocultar lo que estaba pasando, solo quisimos ser solidarias contigo, seguro tú habrías hecho lo mismo por nosotras. Por algo somos hermanas, ¿no?

Sonreí, sintiéndome un poco mejor con sus palabras, estiré mis brazos para rodearla con ellos y luego Alana y Ángela se unieron al abrazo grupal. Si, era cierto, yo haría cualquier cosa por ellas, después de todo eran mi familia.

 

Pasado un rato, me encontraba paseándome de un lado a otro bajo su atenta mirada. La calma había pasado y de nuevo me hallaba ante el hecho de que en poco tiempo iba a perder a Cam de forma definitiva. Eso era algo que tenía demasiado claro y que me estaba destrozando.

—¿Puedes dejar de hacer eso? —pidió Ángela—. Nos estás poniendo nerviosas.

—Es que no sé qué hacer, ¿cómo le explicas al hombre que amas más que a tu vida que le estuviste mintiendo durante un año? ¿Qué permitiste que creyera que estaba enamorado de otro hombre? —Sus gestos me dieron todas las respuestas que necesitaba, ellas sabían que no había forma de que aquello saliera bien—. ¿Ven? Ustedes también lo saben.

Ángela se levantó de su lugar y se acercó a mi lado, poniendo sus manos en mis hombros.

—Skye, al final no hay una buena forma de decirlo, como sea que lo hagas sonará mal, lo que tienes que hacer es buscar la manera de que Cam te perdone.

Me aparté suspirando con fuerza y pasé la mano por mi cabeza, tirando de las puntas de mi cabello y despeinándolo.

—¿Entonces qué debo hacer? ¿Solo pararme frente a él y decirle: “Mira, Cam, lo lamento, no era mi intención mentirte, pero en realidad soy una chica”?

—¿Cómo? —Esa voz me dejó paralizada. Nunca tuve tanto miedo en mi vida como cuando giré y vi a Cam de pie en la puerta con un gesto de consternación. Detrás de él se encontraba Alexy—. ¿Qué demonios acabas de decir?

—Cam, yo… —Me acerqué, alargando un brazo para alcanzarlo, pero retrocedió como si la sola idea de que lo tocara le resultara repulsiva.

—Dime que eso que acabo de escuchar es una maldita broma.

—Cam, por favor, yo no… —Mi voz tembló.

—¡¿Tú qué?! —gritó con la furia reflejada en su voz.

—Yo quería decírtelo.

—Tuviste mucho tiempo para hacerlo, pero preferiste tratarme como a un imbécil.

—No, eso no es cierto. —El desprecio con el cual me miró fue más fuerte que cualquier golpe, sin decirme nada se giró para irse y corrí para aferrarme a su brazo—. Por favor, te lo suplico, déjame explicarte.

—¡Suéltame! —gritó y cuando lo hizo sus ojos cambiaron a un profundo color rojo.

Nunca lo había visto de esa forma y saber que su ira estaba enfocada en mí me asustó. Lo dejé ir con la esperanza de que una vez calmado quisiera escucharme, pero esta murió cuando escuché las siguientes palabras de Alexy.

—Recoge tus cosas, te quiero fuera de aquí.

—¿Alexy? —intervino Ángela.

Él le lanzó una mirada fría.

—Ahora mismo no pienso hablar contigo, con ninguna de ustedes —declaró de forma severa, dándonos un repaso a todas.

—Mi amor. —Esta vez fue Alana la que intentó hablarle, se acercó a él, pero su gesto adusto la detuvo.

—Dije que no quiero escuchar a ninguna, Alana, eso te incluye.

Jamás lo había visto molesto con su esposa y ver el dolor de la pequeña chica me hizo sentir aún peor. Un pesado silencio cayó sobre nosotras cuando nos quedamos solas, nadie dijo nada, pero la pena y la vergüenza pintadas en sus rostros eran un reflejo de cómo me sentía yo misma. Emily se acercó para abrazarme y acepté un consuelo que no merecía, aunque lo necesitaba demasiado.

 

 

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