Cam

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CAMERON

 

 

S alí de la cocina con la furia bullendo en mi interior, sintiéndome como un toro a punto de embestir a cualquiera que se pusiera frente a mí. Pasé por el lado de Marcus y Tarek, sacudiendo sus hombros e ignorando sus quejas. En ese instante lo único que deseaba era golpear algo y podían ser ellos los elegidos si se atrevían a pronunciar alguna palabra.

—¡Cameron, espera! —gritó Alexy.

No hice el intento de detenerme, en ese momento lo último que necesitaba era su mierda de compasión. Me dirigí a mi habitación y cerré la puerta en su cara cuando logró alcanzarme.

—¿Se puede saber qué está pasando? —escuché que preguntaba Tarek.

No me importaba qué respuesta recibiera, lo único que deseaba era descargar toda la furia que estaba sintiendo. Golpeé con fuerza la pantalla de la televisión haciéndole un agujero justo en medio; luego comencé a patear la mesa de centro, que se rompió en pedazos; descargué mis puños contra la pared haciéndole varias perforaciones. Un par de brazos me rodearon y lanzando la cabeza hacia atrás, logré asestar un golpe en la nariz de quien se hubiese atrevido a interrumpirme.

—¡Maldición, Cam! —se quejó Alexy—. Deja de hacer eso.

Cuando giré estaba sosteniendo su nariz, que sangraba manchando su barbilla.

—¡Lárgate! —le gruñí dispuesto a golpearlo de nuevo si no se alejaba.

—Detén tu mierda ahora —ordenó Tarek y esta vez enfoqué mi ira en él.

—Fuera de aquí los tres —demandé.

Estaba dispuesto a atacarlos, no me importaba saber que seguro saldría perdiendo. Marcus se mantuvo alejado, como si no le importara nada de lo que estaba pasando, lo cual agradecí, ya era suficiente tener a Alexy y a Tarek entrometiéndose.

—Vamos a irnos cuando alguien me explique por qué enloqueciste —declaró mi hermano vikingo—. Se supone que aquí el puto loco que enloquece y nos ataca a todos es Marcus, así que a menos que esa mierda sea contagiosa, vas a hablar.

—Porque descubrió que Steven es mujer —respondió Alexy por mí—. Ella lo engañó y de paso hizo que nuestras mujeres nos engañaran a nosotros.

—¿Qué demonios? Dulce no me mentiría nunca —expresó Tarek seguro.

Enarqué una ceja y me hubiese reído de su seguridad de no estar tan enfadado y dolido al mismo tiempo.

—Tengo noticias para ti, amigo, es una mentirosa igual que su supuesto primo, que ve tú a saber quién es realmente —le dije, acercando mi cara a la suya.

Tarek pareció que iba a decir algo y luego sus ojos se abrieron con reconocimiento.

—La prima del parque, Steven es la maldita prima del parque. ¿Por qué motivo en el infierno nos engañaron? Marcus, ¿Emily no te lo dijo tampoco? —preguntó mirando al hermano que no se había movido de su sitio.

Este negó con la cabeza antes de hablar.

—No era necesario que me lo dijera, “el puto loco que enloquece y los ataca a todos” ya lo sabía —declaró.

Una nueva ola de furia subió por mi espina dorsal. Mis garras se alargaron y sentí como si mis ojos quemaran.

—Dame una razón para no patear tu estúpido culo ahora mismo —exigí enseñándole afilados dientes.

—¿Porque yo patearía el tuyo de vuelta? —preguntó con su misma expresión vacía de siempre.

Me lancé hacia él dispuesto a desgarrar sus entrañas, pero Tarek logró interceptarme y me derribó antes de que pudiera alcanzarlo. Marcus ni se inmutó, su posición no cambió ni un milímetro.

—Tranquilo —dijo el vikingo sin soltarme—. Matándonos entre nosotros no solucionamos nada.

—Tal vez no, pero seguro que me haría sentir mejor. —Me moví para quitármelo de encima y salté para ponerme de pie—. No puedo creer que no hayas dicho nada —le reproché a Marcus.

—No era mi secreto.

—Esa es una excusa de mierda.

—¿De verdad eres tan tonto que no te diste cuenta? —preguntó. Antes de que pudiera responderle, continuó, parecía estar en uno de esos lapsus donde lográbamos que pronunciara todo un párrafo de corrido—. Nuestras mujeres son solo unas chicas humanas, nosotros somos mitad demonios, hemos vivido veinte veces más de lo que han vivido ellas, conocemos todas las cosas oscuras del mundo, el odio, la venganza, la mentira… —Esto último lo dijo con parsimonia, dejando que la verdad calara en nosotros—. Si quieren saber lo que pienso, creo que en realidad no mintieron, solo dieron una información que todos decidimos aceptar con gusto. Era obvio que Steven tenía algo extraño, pero fueron ustedes quienes consintieron en creer que era un hombre y lo hubiesen seguido creyendo así la chica se hubiera paseado desnuda frente a sus ojos, solo porque sus mujeres, las que aman y en las que confían, dijeron que era hombre. ¿En qué los convierte eso?

—En unos completos imbéciles —respondió Tarek.

Apreté los puños y los dientes tan fuerte que parecía que iban a romperse, pero no sin cierta reticencia, tuve que reconocer que Marcus tenía razón. En el fondo siempre supe que Steven, o como sea que se llamara, escondía algo, pero preferí ignorarlo y fingir que todo estaba bien. Eso no evitaba que me sintiera herido y engañado, mi sangre aún hervía.

—Necesito que los tres salgan de aquí, no quiero seguir escuchando su mierda.

—¿Cam?

—Alexy, no quiero volver a golpearte, no me siento muy bien ahora mismo por haberlo hecho, así que no aumentes mi culpa, solo vete de una jodida vez y déjame en paz.

Lo vi asentir y salir con una mano cubriendo su sangrante nariz. Tarek no dijo nada y solo lo siguió. Marcus, en cambio, permaneció un poco más.

—¿Qué? —ladré cuando no hizo el intento de irse.

—No te estaba engañando a propósito —explicó—. Solo pensé que debería darle a la chica la oportunidad de decírtelo ella, sabía que en algún momento lo haría. 

No respondí, porque sabía que en ese momento cualquier cosa que saliera de mi boca sería un insulto. Solo esperé a que se fuera y cuando al fin me quedé solo, permití que de nuevo aflorara mi furia. Miré la cama en la que dormimos la noche anterior, recordando el momento en que pensé que estaba con la persona correcta. Mis garras se alargaron y destrocé las sábanas y el colchón de paso, quería borrar todo rastro del engaño al que había sido sometido, no solo por la persona a la que creía amar, sino también por mi mejor amigo.

—Cam, por favor, detente.

Como invocado por mis más oscuros pensamientos, allí estaba él —o ella, ni siquiera sabía que pronombre usar—, con sus pequeñas manos aferrándose a mi camiseta. Rugí y me giré con tanta violencia que su cuerpo cayó de forma aparatosa encima de los restos de la mesa de centro. Me quedé paralizado y por varios minutos mi furia se transformó en culpa, al pensar que la había lastimado. Olvidándome de la ira, corrí a su lado. Su rostro estaba bañando en lágrimas, y sus ojos y nariz eran de color rojo. Mi estúpido corazón se sintió dolido y por un instante quise abrazarla.

—¿Estás bien? —pregunté, intentando que mi voz sonara lo más fría posible.

En lugar de responderme, sus manos aferraron mi rostro y su boca se pegó a la mía. Estaba tan desconcertado que la dejé besarme, incluso debo reconocer que le devolví el beso, permitiendo que me envolviera en su calor. Eran los mismos labios suaves que había besado antes, su textura y calidez no habían cambiado, pero algo si lo había hecho, y cuando lo recordé, me alejé.

—No vuelvas a tocarme, la próxima vez no seré amable contigo, solo mantente lejos —advertí, retrocediendo.

—Cam, por favor, escúchame, y si hay algo en lo que puedas creer, cree que te amo, en eso nunca te mentí.

—De ti no creo nada y lo único que quiero es que desaparezcas de mi vista.

Apreté los puños y me concentré en respirar mientras la veía ponerse de pie luciendo derrotada; comprendía la sensación, porque así mismo me sentía yo. No supe qué me poseyó para hacerlo, pero antes de que se fuera, le hice una última pregunta, tal vez porque en medio de tantas mentiras, necesitaba que algo fuera cierto.

—¿Cómo demonios te llamas?

Se detuvo con la cabeza baja y despacio giró en mi dirección, luego levantando la mirada posó sus ojos en mí.

—Skye, me llamo Skye.

 

Un rato después, cuando en mi habitación no quedaba nada por destrozar, me paseaba de un lado a otro maldiciendo que aún no fuera de noche. Tenía que salir de allí, el lugar parecía demasiado pequeño y me estaba asfixiando. Me dirigí al bar, esperando no encontrarme con nadie, no estaba de humor para aguantarlos. Pensé que era hora de irme y conseguir mi propio lugar, esa estupidez de la gran familia feliz no me estaba ayudando en ese momento. Tomé una cerveza y me senté en una de las mesas, la bebí de un solo trago y fui a buscar otra.

—Es una lástima que no nos podamos emborrachar cuando lo necesitamos. ¿Verdad? —escuché preguntar a Alexy un rato después, cuando frente a mí tenía al menos seis botellas de cerveza y dos de vodka vacías.

—Sí, una mierda total, en estos momentos envidio un montón a los humanos.

—Así es, sería tan bueno poder desconectarse de todo, aunque fuera solo un rato —comentó, mientras conseguía su propia cerveza.

—Discutiste con Alana.

No era una pregunta y su mueca fue toda la respuesta que necesité. Sabía que eso lo estaba matando, jamás había visto a Alexy siquiera mirando de mala manera a su mujer, ella era el centro de su mundo.

—Lamento que mi mierda te haya salpicado y, sobre todo, lamento la forma en que te traté hace un rato. No debí golpearte, aunque haya sido de forma accidental, eso no me hace sentir mejor.

—No digas estupideces —bufó—. Nada de esto es tu culpa, tú eres la víctima y por eso estoy tan molesto. Eres mi hijo, Cameron, y Alana sabe que cualquier cosa que te lastime me lastima también.

Permanecimos en silencio, él seguro rumiando en su interior la pelea con su esposa, yo tratando de alejar la opresión que sentía en mi pecho.

—¿Quieres ir a la oficina? —preguntó de pronto.

—¿Por qué?

—Falta poco para abrir el bar y no sé si quieres estar por aquí esta noche.

Me puse de pie enseguida, seguro como el infierno de que no quería nada estar ahí. Agarré una botella de vodka que estaba por la mitad y lo seguí a su oficina, allí me dejé caer en el sofá y cerré los ojos.

—¿Qué piensas hacer? —interrogó.

Negué y terminé lo que quedaba en la botella.

—No tengo ni puta idea. Ahora mismo lo único que quiero es salir de aquí. Voy a pedirle a Tarek las llaves de su cabaña y quedarme allí unos días.

—¿Estás seguro de que quedarte solo es una buena idea?

—Hoy todo me parece una mala idea.

Escuché su exhalación, sabiendo que Alexy se preocupaba por mí y deseando que no lo hiciera; quería cuidar de mí mismo y resolver mis problemas solo.

—Creo que iré ahora mismo a hablar con Tarek, quiero salir lo más pronto posible, si necesitas algo, solo llámame.

—Lo haré, no te preocupes.

Decidí que tenía que huir del bar, pensando, o más bien sabiendo, que la distancia no arreglaría nada. Aun así, no me detuve, porque en ocasiones huir es mejor que enfrentarte a la realidad.

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