Cam

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SKYE

 

 

M i sueño se vio interrumpido por un fuerte estruendo proveniente de la sala, seguido de voces, me pareció que una de ellas era la de Cam y, apartando las sábanas, me puse de pie con rapidez. Me dirigía a la puerta, cuando escuché el gruñido de Winter, al mirarlo, vi que tenía el pelaje del lomo erizado y enseñaba los dientes. Un extraño escalofrío recorrió mi cuerpo cuando miré en la dirección en la que el lobo gruñía. Allí estaba la sombra que creía haber imaginado. No sabía describir con exactitud su forma, solo que, aunque su cuerpo tenía un aspecto humanoide, su rostro era aterrador. Sus ojos de un color amarillo brillaban, sus dientes afilados quedaban expuestos, y en lugar de nariz tenía dos agujeros. Dos cuernos sobresalían de sus mejillas y dos más de su frente.

—El tiempo se acaba… el tiempo se acaba —repetía una y otra vez.

De pronto me tomó por sorpresa al aumentar de tamaño. Winter dejó salir un aullido y yo grité cuando la presencia se lanzó sobre mí. No registré que la puerta se abriera y cuando sentí unos brazos rodeándome, grité con más fuerza y me retorcí, intentando liberarme del agarre.

—Shhh, tranquila, soy yo, Cam.

Esa voz, susurrada en mi oído, fue todo el bálsamo que necesité, mis piernas dejaron de sostenerme y me derrumbé, por fortuna mantuvo su agarre y dejándome resbalar, me retuvo en sus brazos hasta que quedé de rodillas, con él rodeando mi cuerpo de forma protectora. Traté de llevar aire a mis pulmones, pero no lograba respirar con normalidad, mi cuerpo temblaba de forma violenta y una sensación de fatalidad me embargaba.

—¿Skye? Háblanos —escuché que decía Nithael y luego su rostro apareció frente a mí—. Tranquila —comenzó, alargando la mano en mi dirección solo para que esta fuera apartada de un tirón.

—No te atrevas a tocarla —amenazó Cam.

—El… el demonio —alcancé a decir en medio del castañeo que producían mis dientes—. Él estaba aquí, vino por mí.

—Cariño, aquí no hay ningún demonio —explicó Nithael y escuché el gruñido de Cam a mi espalda—. ¿Puedes dejar de comportarte como un imbécil posesivo?

—¿Y tú puedes dejar de intentar acercarte a mi mujer antes de que arranque tu maldita cabeza?

—Los dos tienes que tranquilizarse —intervino Medhan y entonces fue cuando noté que también estaban Alexy y Aidan—. Skye, creo que tuviste una pesadilla, los demonios no pueden entrar aquí, si hubiese uno, todos los habríamos sentido.

Comencé a negar, no sabía cómo explicar lo que estaba pasando. Lo había visto y estaba convencida de que Winter también, aunque el testimonio del lobo no servía de mucho en ese momento. Todo me resultaba confuso, cerré los ojos e intenté proyectar una imagen de lo sucedido, sabiendo que Medhan podría verlo, pero por alguna razón todo estaba en blanco.

—Es mejor que regreses a la cama y trates de descansar —propuso Nithael.

—Ella se va conmigo —declaró Cam poniéndose de pie y levantándome en sus brazos.

—Al menos podrías dejarla decidir qué quiere —expresó, con la furia bullendo en sus ojos—. ¿Dríade, quieres ir con él?

El agarre de Cam sobre mí se ajustó y supe que, si decía que iba a quedarme, se desataría una pelea y no quería eso. Nithael y Medhan me habían acogido en su casa durante los últimos tres días y me habían hecho sentir cómoda allí, por lo que no podía agradecer su hospitalidad causando una disputa.

—Voy a irme con Cam —le respondí y pude ver la decepción en su rostro.

—Está bien, pero si necesitas un refugio, no dudes en llamarme.

—Lo haré, gracias por todo.

Antes de que pudiera decir algo más, Cam salió de la habitación cargando conmigo.

—Déjame en el piso, puedo caminar. —Siguió caminando como si no me hubiese escuchado y eso me molestó—. ¿Podrías dejar de actuar como un completo idiota? No puedo solo irme así, necesito la maleta con mis cosas.

—Aidan, Alexy, ya que fueron tan amables de venir conmigo, ¿podrían encargarse de sus cosas? —gritó por encima del hombro.

Cuando alcanzamos la calle sentí como si estuviera en un déjà vu de la noche en que llegué. Un torrencial aguacero caía sin piedad, Cameron se inclinó para cubrirme con su cuerpo y evitar que me empapara. Recorrió el camino tan rápido que en un minuto estábamos en la puerta de Medhan y en el siguiente atravesábamos la del bar.

—Skye —escuché la exclamación de Ángela y no tuve tiempo de responderle. Mi transporte pasó frente al grupo de asombradas chicas, se dirigió por el pasillo en dirección a la vivienda, luego abrió la puerta de mi antigua habitación y me lanzó sobre la cama.

—No se te ocurra volverte a ir, y menos meterte de nuevo en la cama de Nithael —advirtió.

Bueno, ahora no solo estaba desconcertada, también furiosa por su insinuación.

—Vete a la mierda, Cameron, yo no me metí en la cama de nadie, él me prestó su habitación porque no tenía otro lugar a donde ir. ¿Acaso piensas que soy como tú que te acuestas con cualquiera? —grité deseando poder estampar mi puño en su bonita cara.

 —Sí, y por acostarme con cualquiera fue que casi termino haciéndolo con Steven, ¿y qué crees? Resultó ser una completa farsa.

Eso dolió, más que cualquier golpe.

—Cam…

Antes de que pudiera decirle algo más, salió cerrando la puerta detrás de él con fuerza. Al momento siguiente las chicas entraron en una pequeña estampida.

—¿Qué fue todo eso? —preguntó Alana.

—Adoptaré la frase favorita de Tarek: “Que me condenen si lo sé” —respondí y volví a fijar mi atención en la puerta.

—Debiste haberlo visto, se puso hecho una furia cuando supo que estabas en casa de Nithael —explicó Abby—. Estaba como un loco celoso.

—Cam no estaría celoso por mí —dije, negándome a tener alguna esperanza.

—Claro que lo estaba —agrego Alana—. Y con toda la razón.

Cuando todas volteamos a verla de forma interrogante, levantó los hombros de forma despreocupada.

—¿Qué? No me digan que ninguna se ha fijado en Nithael —acusó y las demás nos miramos unas a otras antes de comenzar a asentir.

—Por supuesto —fue Abby la que habló—. No me malinterpreten, amo a Aidan, ese hombre es mi mundo y pienso que es el más guapo que puede existir, pero es imposible mirar a Nithael y Medhan y no reconocer su atractivo.

—Exacto —continuó Alana—. Abby sabe a lo que me refiero, yo también amo a Alexy más que a mi vida, pero no estoy ciega.

—Ninguna lo está —señaló Emily con una sonrisa.

—Y, de todos modos, ¿cómo fue que terminaste en la casa de los hermanos? —preguntó Abby—. Ángela dijo que te habías ido a Chicago.

Apreté los labios, molesta al recordar el motivo por el cual no alcancé a llegar al aeropuerto y terminé en el lugar menos esperado.

—El estúpido taxi que pedí nunca llegó, por lo que intenté conseguir otro, pero estaba cayendo un diluvio, un auto que pasó muy rápido terminó empapándome, así que Nithael solo apareció, como los héroes de las películas y me invitó a quedarme en su casa. Cuando recordé que debía llegar al aeropuerto, ya era tarde, y había perdido mi vuelo, me quedé esa noche pensando que podía conseguir otro al día siguiente, pero no había ninguno disponible.

—Menos mal que estaba allí, no quiero imaginar lo que te habría pasado en la calle y sola en la noche —comentó Ángela.

—Sí, fue bueno que apareciera, él y Medhan fueron muy amables y me trataron bien. Y su enorme lobo blanco, llamado Winter, durmió conmigo todo el tiempo.

—Lo conozco —dijo Emily—. Es realmente lindo.

—¿Qué dijo? —preguntó Abby, como hacía cada vez que se perdía algo de lo dicho por Em. Cuando le explicamos, miró a la pelirroja con un gesto de disculpa—. Lo lamento, Emily, te prometo que pondré más empeño en aprender el lenguaje de señas.

La otra correspondió con una sonrisa. Un suave toque en la puerta nos interrumpió y luego esta se abrió. Alexy se asomó y depositó mi maleta a un lado.

—Creo que vas a necesitar tus cosas —dijo y luego de lanzar un beso a su esposa, se fue.

Ella suspiró, soñadora, como hacía cada vez que él estaba cerca.

—Parece que ustedes se reconciliaron —comenté sintiéndome más tranquila.

—Lo hicimos —respondió con una sonrisa—. Y si no fuera porque me asusté mucho pensando que iba a dejarme, te daría las gracias, la reconciliación estuvo de lo mejor.

—Ya lo creo —intervino Ángela—. Se pasaron toda la noche encerrados en la oficina, diría que tendrás suerte si para este momento no tienes ya un pequeño Alexy ahí —dijo señalando el estómago de la rubia.

Ella abrazó su torso suspirando.

—Qué más quisiera, pero parece que yo no tengo la suerte que tuviste tú.

—¿Estás pensando tener un bebé? —pregunté curiosa.

Asintió sin dudarlo.

—Me encantaría, sueño con tener un hijo de Alexy y que se parezca a él, sería la cosa más bonita.

Todas nosotras éramos tan jóvenes, que de alguna forma me parecía extraño que pensáramos en hogar con hijos y esas cosas. La mayor era Ángela que tenía veintitrés, luego yo que cumpliría veintidós en pocos meses y Emily que acababa de cumplir veintiuno. Alana y Abby apenas llegaban a los diecinueve, a la última todavía le faltaban unas semanas para cumplirlos.

—Yo, en cambio, no pensaré en tener más hijos hasta que Gunnar sea adulto, a veces me siento tan cansada.

—¿Qué hay de ustedes, piensan en hijos? —interrogué a Abby y Emily.

—Yo no, al menos no por el momento, tengo casi diecinueve y he sido madre desde que cumplí siete cuando nació Kevin, eso es más de la mitad de mi vida. Sin contar con que Aidan apenas acaba de encontrar a Cam y todavía sigue buscando la forma de acercarse a él, además de estar criando a Kevin como suyo. Lo que quiere decir que ya tenernos hijos suficientes, por suerte tenemos toda la vida para tener otros.

Llegó el turno de Emily, yo conocía su miedo a no ser buena madre y esperé para ver si lo diría a las demás.

—No lo sé, no he pensado en eso, a veces creo que no lo haría bien y eso me asusta —confesó, moviendo las manos despacio para que entendiéramos, al tiempo que Alana iba traduciendo para que Abby se enterara de lo que estaba diciendo—. No es que no quiera tenerlos, pero no creo que sea el momento, quiero ser un poco egoísta y tener a Marcus para mí sola un poco más.

Todas sabíamos que para la pelirroja no había nada más en el mundo que su marido.

—Es bueno que tengan todo el tiempo, así que ahora o dentro de cien años, será igual —les dije, alegrándome porque cada una de ellas era feliz.

Continuamos hablando un rato más hasta que se hizo demasiado tarde. Abby y Ángela abandonaron mi habitación, la primera tenía que regresar a su casa y mi prima debía alimentar al bebé. Emily y Alana se quedaron un poco más, hasta que Marcus apareció buscando a su esposa y ella corrió a sus brazos encantada. Luego de esto, Alana también se despidió y se fue.

 

***

Al día siguiente no lograba animarme a salir de la habitación, si bien era cierto que Cam me había traído de regreso, no era tan ilusa como para pensar que eso significaba que ya me había perdonado. Pasadas varias horas, me convencí a mí misma de que no podía estar escondida como un conejo en su madriguera; si iba a quedarme en el bar, tenía que hacer algo, por lo que, dándome ánimo, salí en busca de Alexy para pedirle que me permitiera regresar a trabajar. Por fortuna no tuve que ir muy lejos, pues lo encontré bajando la escalera que llevaba a la vivienda.

—Hola —saludé de forma tímida.

—Hola, Skye —respondió y me pregunté si para él resultaba tan extraño usar mi verdadero nombre como para mí escuchárselo—. No puedo creer que no nos hayamos dado cuenta de que eras mujer, no hay un solo rasgo masculino en ti —comentó de pronto.

—De nuevo lo lamento y te aseguro que no lo hice con mala intención.

—Supongo que no —fue su escueta respuesta.

—Me preguntaba si tal vez podría hablar contigo —comenté dubitativa, poniendo las manos detrás de mi espalda.

—Por supuesto, ¿quieres ir a la oficina?

—En realidad lo que quiero decirte no es muy privado, solo quería preguntarte si es posible que vuelva a trabajar en el bar, ya sé que ustedes están molestos y que no merezco que me acepten, pero ahora mismo no sé qué otra cosa hacer.

Se quedó estudiándome un momento, de una forma que me hizo sentir incómoda. Alexy era de esa clase de personas que nunca expresan en su rostro lo que están pensando, así que cualquier cosa que dijera te caía de sorpresa.

—Es cierto que estamos molestos contigo, sin embargo, también es cierto que fue Cam quien decidió traerte de regreso, y yo no pienso discutir sus decisiones. Ya que vas a quedarte, pues no veo problema en que retomes tu empleo.

—Muchas gracias —exclamé recuperando un poco la tranquilidad que había perdido en días pasados.

—Depende de ti ganar de nuevo la confianza que se te dio una vez —dijo antes de pasar por mi lado y alejarse.

Suspiré sabiendo que en muchas ocasiones la confianza es como un jarro de porcelana que se rompe y por más que se intente unir las piezas, estas nunca vuelven a encajar de forma exacta. Al menos tenía mi trabajo y eso sirvió para animarme un poco.

 

Esa noche, de regreso en el bar, fue como estar en casa; era extraña la forma en que aquel lugar me resultaba familiar y acogedor. No había visto a Cam, así que asumí que habría salido de caza. Corine era quien estaba en la barra, ella y las demás me miraron como un bicho raro cuando aparecí vestida de mujer. Todas comenzaron a soltar exclamaciones, algunas afirmando que siempre sospecharon que yo no era hombre y otras, como Lila, la amante de Cam, comentando que era obvio que había algo extraño en mí. Ignoré sus comentarios y me dediqué a lo mío.

Me encontraba atendiendo una de las mesas, cuando sentí que alguien rodeaba mi cintura con un brazo y me atraía a su regazo. Solté un grito cuando me percaté de que era uno de los clientes, un sujeto con el cabello largo hasta los hombros y cubierto de tatuajes, que tomó mi barbilla con su mano haciendo tanta presión que me causó dolor e intentó pegar su boca a la mía. Antes de que lo consiguiera, estampé mi puño en su cara. A pesar del ruido del bar, el rugido que surgió de la nada fue audible y cuando logré quitar las manos del sujeto de mí, Cam apareció a mi lado. Lo tomó por el brazo con el cual me estaba sosteniendo y lo dobló en su espalda, sabía que no estaba haciendo mucha fuerza, aun así, el tipo aulló de dolor y cayó de rodillas.

—¿No conoces las reglas, imbécil? No se puede tocar a las mujeres que trabajan aquí —le gritó—. Ahora quiero que te largues y si te vuelvo a ver, romperé cada uno de tus malditos huesos.

El hombre solo asintió y cuando Cam lo liberó, se puso de pie y casi salió corriendo.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —me gritó, enfocando su furia en mí.

—Trabajando, ¿qué más iba a hacer?

—Eres una mujer, no deberías estar paseándote en medio de todos esos borrachos.

—¿Por qué no? Las demás lo hacen.

—Ellas tienen la fuerza suficiente para matar un hombre de esos con un solo golpe, en cambio tú eres…

—Una simple humana —terminé por él.

—No me refería a eso, además, no puedes creer que simplemente vas a salir viéndote así y ellos te van a pasar por alto.

Me miré sin comprender de qué estaba hablando, estaba vestida con unos jeans azul claro con rotos en mis rodillas, una camiseta de tirantes y mis Converse, ni siquiera usaba maquillaje para que no creyera que intentaba llamar la atención.

—Eso que acabas de decir es demasiado machista, sobre todo viniendo de ti —lo acusé, molesta.

—No lo estaba diciendo en ese sentido —se defendió.

—Ah, ¿no? Entonces explícame, ¿cuál es tu problema con la forma como me veo?

Se pasó la mano por la cabeza en un gesto que lo hacía lucir exasperado.

—Vas a hacerme decirlo, ¿verdad? Pues bien, el problema es que te ves jodidamente caliente y malditamente linda, pero esto tú ya lo sabes, así que no jodas conmigo y si vas a trabajar aquí, al menos mantente detrás de la barra o vete a la bodega, de paso nos haces un favor a todos y te quedas lejos de los imbéciles cabrones con complejo de pulpo.

Su declaración hizo que mi pulso se acelerara, una enorme y tonta sonrisa se dibujó en mis labios.

—¿Tú crees que soy linda? —interrogué.

Su ceño se frunció y me lanzó una mirada fría.

—No te hagas ilusiones, no te estaba declarando mi amor eterno, solo constatando un hecho, aún sigo pensando que eres una maldita mentirosa.

Me quedé de pie viéndolo marcharse, molesta y a la vez dolida, no entendía por qué había querido traerme de regreso si era obvio que mi presencia lo incomodaba.

 

 

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