Cam

Cam


24 SKYE

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SKYE

 

 

F regué el piso con fuerza, aunque no era necesario, pues este ya no podía estar más limpio. Mi obsesión por el orden había empeorado en los últimos días, casi no dormía y me sentía por completo fuera de control. Aquella odiada voz me seguía persiguiendo, cada vez parecía hacerse más fuerte y estar más cerca, haciéndome sentir que en cualquier momento de verdad me llevaría al infierno.

Las cosas con Cam no habían cambiado, él seguía actuando como si yo no existiera y aunque no lo había visto irse a alguna de las habitaciones con ninguna mujer, sí parecía hablar mucho con Lila, cada vez que lo veía sonreír a algo que ella decía, era como si un trozo de mi corazón se desprendiera.

Escuché un ruido en la puerta y di un grito, llevándome la mano al pecho retrocedí, chocando con el cubo del agua y haciendo que se volcara y derramara todo su contenido. Cuando mi mirada fue en esa dirección, allí estaba, como invocado por mis pensamientos o tal vez como una respuesta a mis súplicas.

—¡Mierda, Cam! Casi me matas del susto —exclamé, viéndome de pie en medio de un charco de agua sucia.

Él no respondió nada, y yo tampoco esperaba que lo hiciera, no me había dirigido la palabra en lo que parecía ya mucho tiempo. Entró en la cocina y lo seguí con la mirada hasta que se acercó a la encimera y puso la cafetera. Me sorprendió, porque Cam odiaba el café, pero a lo mejor había decidido cambiar de gustos. Se mantuvo de espaldas a mí, lo que me dio oportunidad de estudiarlo: su ropa se veía mojada, y algunas líneas de sangre bajaban por la manga de su camiseta, manchando sus brazos. Seguro había salido y encontrado algún demonio. También noté que la camiseta que tenía puesta era la que le había regalado algunos meses atrás. Fue una vez que salí con las chicas, y al pasar por una tienda, la vi y enseguida pensé en él. Sin dudarlo la compré, el problema llegó cuando quise entregársela y tuve que inventar un pretexto para justificar el hacerle un regalo sin causa aparente. Terminé diciéndole que la había comprado para mí, y por error me quedaba demasiado grande, excusa estúpida teniendo en cuenta que Cameron medía casi cuarenta centímetros más que yo, por lo que su ropa tenía, al menos, cinco tallas más que la mía, no había forma de equivocarse. Pero él, sin darle mucha importancia, la aceptó.

 

Resuelta a ignorarlo como él estaba haciendo conmigo, comencé a recoger el desastre que había causado. Lo bueno era que tenía que limpiar de nuevo, lo que me mantendría ocupada un rato más. Lo escuché moverse y seguí escurriendo el trapero para quitar los restos de agua, de pronto se acercó a la mesa y depositó en ella una taza de humeante café.

—Son las tres de la mañana, no sé qué haces limpiando a esta hora. —Era la frase más larga que me había dicho desde que me sacó de la casa de Medhan—. Tómate el café y vete a dormir.

A pesar de la orden implícita en sus palabras, por un momento una pequeña llama de esperanza se encendió en mi interior, aunque se apagó rápidamente cuando vi que su rostro continuaba inexpresivo.  No lo estaba haciendo porque quisiera acercarse a mí de nuevo, era solo que no podía evitar ser amable, era parte de su naturaleza.

—Gra… gracias —dije en un susurro.

Tragué el nudo que se formó en mi garganta y parpadeé para intentar alejar las lágrimas. Mantuve la cabeza baja, procurando que no se diera cuenta de cuánto me afectaba tenerlo cerca y al mismo tiempo sentir que estaba a miles de kilómetros de mí. Lo escuché exhalar con fuerza y esperé con el corazón acelerado a que dijera algo más, sin embargo, no lo hizo. Comenzó a alejarse hacia la puerta y esta vez fue como si el último trozo de esperanza que me quedaba se rompiera. Cuando se hubo ido, me dejé caer de rodillas y apoyé las palmas de las manos en el piso sin importarme quedar empapada de agua sucia y lloré.

Por segunda vez esa madrugada me vi sobresaltada cuando una palma se posó en mi hombro. Ahogué un grito cuando levanté la cabeza con violencia y me encontré con el rostro frío de Marcus.

—Asumiré que resbalaste y caíste en el charco, y estabas llorando debido al golpe —dijo.

Quise reírme, aunque, como siempre, sabía que no estaba haciendo un chiste. Marcus era incapaz de decir algo gracioso o bromear, de hecho, nunca lo había visto siquiera sonriendo, así que asumí que solo intentaba ayudarme a mantener mi dignidad. Me limpié las lágrimas con el brazo y me puse de pie.

—Esa será la versión oficial —declaré, tomando el balde y poniéndolo a un lado, mientras Marcus iba al refrigerador y sacaba el envase de jugo para llenar un vaso—. ¿Por qué tú no estás molesto conmigo como los demás? —pregunté.

A pesar de que me permitían quedarme en el bar, no era como si me hubiesen perdonado; además de la frialdad de Cam, tenía que lidiar con las miradas desconfiadas de Tarek y Alexy. Marcus era el único que seguía actuando igual, aunque él siempre se mantenía lejos de todos, así que era difícil notar algún cambio en su actitud.

—¿Por qué debería estarlo? —preguntó sin girarse mientras bebía.

—Por haberlos engañado —respondí, en un tono que decía que debería ser obvio.

—Solo se pude engañar a quien te permite hacerlo —contestó y esta vez se volteó, apoyándose en la encimera, y se cruzó de brazos—. Tú me recuerdas a mi hermana, Darline, también solía vestirse de chico. Siempre estaba usando mi ropa.

Su confesión me tomó por sorpresa, yo no conocía su historia, solo uno que otro retazo que los demás dejaban salir de vez en cuando. Por su parte, Marcus jamás compartía nada de su vida con nadie, ni hablaba con libertad de lo que fuera que hubiera pasado con su familia.

—Darline debió de ser una chica increíble —dije, sintiéndome un poco conmovida porque hubiese decidido hablarme de su hermana.

—Lo era —fue lo último que dijo antes de salir de la cocina, dejándome con la sensación de que acababa de darme lo que para él significaba un montón de información.

 

Regresé a mi habitación luego de dejar la cocina brillando. Con desconsuelo miré el reloj que apenas marcaba la cinco de la mañana, el maldito tiempo comenzaba a convertirse en mi enemigo. Dormir no era una opción en ese momento, por lo que decidí buscar uno de mis libros. Nunca le había explicado a Cam mi predilección por la historia, aunque él se la pasara diciendo que no entendía mi fascinación por las épocas pasadas, pero mi madre, que era historiadora, me había inculcado el amor por todo lo antiguo, incluso cuando le dije que quería estudiar licenciatura en Historia, me apoyó, feliz, y esa era la carrera que estaba siguiendo cuando mis padres murieron y tuve que dejarlo todo.

Me hubiese gustado compartir todo eso con Cam, pero además de que pocas veces mencionaba a mis padres, no podía contarle mucho sobre mí, porque, a diferencia de Skye, Steven no tenía un pasado ni una historia que contar.

Me cambié de ropa y me puse el pijama, luego me metí en la cama dispuesta a enfocarme en la lectura. Si el demonio quería venir a buscarme, al menos me encontraría despierta.

 

***

 

Puse la basura en el contenedor que estaba en el callejón y haciendo una mueca de asco giré para regresar al interior. Entonces fue cuando vi la figura que se acercaba corriendo. Era Nayleen y parecía que llevaba mucha prisa, cuando estuvo cerca noté, además, que su rostro estaba cubierto de lágrimas.

—Nayleen, ¿qué te pasa? —pregunté poniéndome frente a ella.

Por un momento pareció confundida de verme.

—Stev… tú

—Soy Skye, pero esa es una larga historia.

Asintió mirando por encima de mi hombro como si buscara algo.

—¿Dónde está Alexy?

—Creo que le escuché decir que iba a casa de Medhan.

—Por favor, dime dónde es, yo necesito encontrarlo, él tiene que ayudarme. —Estaba hablando tan rápido que se me dificultaba comprender lo que decía.

—Oye, tranquila, yo te acompaño.

Sin decir nada me tomó de la mano y me arrastró. Ella era varios centímetros más alta que yo, por lo que me costaba seguirle el paso y casi tuve que correr.

—¿Puedo saber qué está pasando?

—Mi madre —fue su única respuesta.

No sabía que tuviera una madre, ella era tan extraña y reservada que no teníamos idea de dónde vivía o con quién.

Cuando llegamos a casa de Medhan, llamé a la puerta y fue Nithael quien abrió, y me dedicó una sonrisa amable.

—¿Está Alexy? —pregunté—. Nayleen lo necesita.

Su mirada fue directo a la chica y la estudió enarcando una ceja.

—¿Así que esta es la famosa Nayleen? —fue más un comentario que una pregunta—. Pasen, ellos están…

No terminó de hablar, cuando Alexy y Medhan se precipitaron a la sala. La chica pasó por mi lado casi chocando con Nithael en el proceso y para sorpresa de todos, en lugar de buscar refugio en su hermano, se lanzó hacia Medhan y lo abrazó por la cintura.

—Nayleen, ¿qué sucede? —interrogó Alexy.

—Mi madre, por favor ayúdenme —sollozó sin apartar los brazos de un asombrado Medhan, que al final terminó por devolverle el gesto.

—¿Tu madre? —indagó Alexy con el ceño fruncido.

Parecía que el hermano tampoco conocía la existencia de la madre en cuestión.

—Por favor, por favor, ayúdenme —seguía suplicando la chica.

—Tranquila —dijo Medhan, suavizando su gesto y pasándole la mano por el cabello—. Llévanos a donde está ella.

Nayleen aceptó moviendo la cabeza y cuando se separó de él, no lo dejó ir del todo, y le sujetó la mano. Los tres, Medhan, Alexy y Nayleen salieron de la casa y yo me quedé con Nithael, sin saber qué era lo que acababa de pasar.

—Ella es una chica extraordinaria, nunca había visto a alguien así —comentó Nithael.

—Sí, es muy linda —concordé—. Aunque no olvides que tu hermano está enamorado de ella.

Su risa llamó mi atención y cuando lo miré, tenía un gesto burlón en el rostro.

—No lo decía por eso, la belleza no es algo que importe mucho para nosotros.

—Supongo que cuando algo te sobra, porque lo tienes a montones, no le das mucha importancia —comenté con sarcasmo.

En lugar de molestarse, rio aún más.

—En cualquier caso, cuando dije que nunca había visto a nadie como ella, me refería a un híbrido.

—¿Híbrido?

—Así es, Nayleen es mitad humana, mitad demonio, eso es algo extraño incluso para nosotros.

—Oh, cierto, no lo había pensado, es que cuando te acostumbras a convivir con las rarezas, ya nada te sorprende —dije, dándole un empujón con mi hombro.

—No estoy seguro de si sentirme halagado o insultado de que me hayas dicho raro —respondió con una sonrisa.

Me agradaba Nithael, no en el sentido romántico —mi corazón ya estaba ocupado por Cam y estaba segura que sería así por el resto de mi vida—, pero sí en el fraternal. Él era lo más cercano que tenía a un amigo.

—Ya tengo que regresar al bar, nos vemos luego.

—Nada de nos vemos luego, yo te acompaño, no es bueno que una diminuta humana ande sola por la calle a esta hora.

—En mi caso, consideraré eso de diminuta humana como insulto.

Caminamos por la acera despacio y en silencio, no tenía mucha prisa por llegar y a él no parecía molestarle mi parsimonia.

—Así que, ¿cuál es tu historia? —pregunté para tener algo de qué hablar.

—¿Por qué supones que tengo una?

—Un sujeto que ha vivido casi veinte mil años no solo debes tener una, sino miles de historias, pero esta vez me conformaré solo con una.

De nuevo esa sonrisa, que podría conseguir que una mujer se arrancara el corazón y lo pusiera en una bandeja para él, apareció en sus labios.

—No sé qué contarte, solo pregunta lo que quieras saber.

—Está bien, iré por la más obvia, ¿por qué no tienes una compañera?

Su rostro se ensombreció y un manto de dolor cubrió sus brillantes ojos.

—La tuve.

—¿La tuviste en el pasado?

Por toda respuesta, hizo un leve movimiento de cabeza.

—Estuvimos juntos por más de doscientos años.

—Vaya, eso sí que es toda una vida, comparado con los matrimonios humanos que la mayoría solo duran unos meses, ustedes sí que se toman eso de juntos por siempre de forma literal.

—Los humanos suelen ser muy volubles en cuanto al amor —comentó.

—¿Qué pasó con tu compañera?

—Murió.

—La extrañas. —No fue una pregunta, era obvio por el cambio en su semblante y tono de voz que aún le dolía. Ahí estaba la verdad de Nithael, su secreto guardado, seguía amando a una mujer que no existía.

 

Cuando llegamos a las puertas del bar, me detuve quedando frente a él.

—Gracias por la compañía.

—Eso suena como que ya me estás despidiendo, tal vez quiera tomar una cerveza o algo. —Torcí la boca y miré detrás de mi espalda, pensando si dejarlo entrar era una buena idea—. Te preocupas mucho por lo que piense Cam y él sigue siendo un tonto —declaró, sorprendiéndome—. Vamos adentro, a veces algunas personas solo necesitan un empujón para saber cuál es la dirección correcta. —Dicho esto, rodeó mis hombros con su brazo y me instó a entrar en el bar.

—¿A qué te refieres con eso del empujón? —pregunté, insegura de querer conocer la respuesta.

—Ya lo verás, por cierto, no tendrás que agradecerme luego, tómalo como un obsequio de tu nuevo mejor amigo.

—¿Y quién te otorgó ese título?

—Yo mismo, no necesito que nadie me dé nada, solo tomo lo que quiero.

Su enorme cuerpo me mantuvo lejos de las manos indeseadas de los clientes con complejo de pulpo, como los llamaba Cam, pero a Nithael nadie lo salvó de las mujeres que, sin su permiso, acariciaban sus brazos o le destinaban sonrisas invitadoras. Él se mantuvo estoico, como si los demás no existieran. Cuando llegamos a la barra, se sentó en uno de los bancos.

—¿Puedes darme una cerveza? —pidió con un brillo travieso.

Sabía que maquinaba algo y me hubiese gustado saber lo que era para estar preparada.

Corine, que estaba en ese momento a cargo de servir los tragos, actuó como si yo no hubiese llegado. Nunca fui santo de su devoción siendo Steven, pero como Skye parecía que me había declarado la guerra. Sin permitirle amedrentarme, tomé una cerveza y la puse frente a Nithael. 

—¿Así que cuál es tu plan? —pregunté, apoyando mis brazos en la superficie lisa.

—¿Plan? La gente pierde demasiado tiempo haciendo planes, sin saber que las mejores cosas son las que surgen de la espontaneidad, porque son las que de verdad salen del corazón. —Bebió un sorbo y me hizo un guiño.

—Vaya, ahora resulta que eres poeta —me burlé.

Ignorando mi comentario, siguió hablando.

—Por ejemplo, si ahora mismo me acercara a ti y te besara, eso te tomaría por sorpresa y sería mejor que si te avisara. —Mientras decía eso, aproximó su rostro al mío. Una sensación de pánico se apoderó de mí, yo no quería ser besada por nadie que no fuera Cameron—. No te alejes —ordenó aferrando mi mano cuando comencé a retroceder. Su rostro estaba apenas a unos centímetros y temí que mi corazón, que latía agitado, se detuviera en cualquier momento. De pronto, levantó la vista por encima de mi hombro y una sonrisa un tanto malvada se pintó en sus labios—. Parece que ya nos vio —dijo, volviendo a poner sus ojos en los míos.

—¿Ya nos vio quién? —Apenas terminé de formularle la pregunta, cuando algo lo separó bruscamente de mí. Por un momento me quedé sin saber qué estaba pasando, cuando me di cuenta de que Cam lo tenía aferrado por el cuello mientras Nithael yacía en el suelo sobre el montón de astillas de una mesa—. ¡Mierda! —exclamé y corrí para tratar de detener lo que estaba sucediendo—. Cam, detente —grité, agarrándolo de la camiseta, pero eso era como querer mover un tren usando un trozo de soga. Cuando vi que no funcionaba, salté sobre su espalda rodeando su cuello con mis brazos—. Cam, por favor, déjalo ir, él te estaba provocando a propósito.

Eso pareció hacerlo reaccionar y se puso de pie. En lugar de soltarlo, abracé su cintura con mis piernas, quedando colgada de él como un mono.

—Te advertí que no te acercaras a ella —dijo con un tono de voz que incluso a mí me asustó.

Sin embargo, Nithael, que no parecía tener instinto de supervivencia, sonrió.

—¿Por qué no puedo acercarme? No hay nada ni nadie que lo impida, ¿o sí? —Pude ver en sus ojos que estaba retando a Cam deliberadamente, lo que no sabía era por qué.

—Nithael, cállate, no busques que sea yo quien te golpee —amenacé y su sonrisa se amplió.

—Dríade, sabes que siempre haré lo que tú quieras.

Cam rugió y maldije a mi amigo por hacer eso.

—Cameron, vámonos, por favor, solo ignóralo.

—Esta es mi última advertencia, si te vuelvo a ver cerca de ella, te mataré. —Levantando sus brazos, me giró, sorprendiéndome que, a pesar de su enojo, fuese delicado al bajarme de su espalda y ponerme sobre mis pies—. Vete —ordenó.

—Pero…

—Ahora, Skye, sal de aquí. —Su tono me dijo que no admitiría ninguna réplica por mi parte.

—Si comienzas una pelea y acabas con el bar, Alexy se va a enojar mucho —traté de razonar.

—No voy a matar a nadie, al menos no hoy, así que puedes irte tranquila.

Abrí la boca queriendo decirle algo, pero sus ojos cambiaron de rojo a verde de forma intermitente, lo que hizo que me detuviera. Giré dispuesta a alejarme, y antes de hacerlo le eché un vistazo a Nithael, que estaba limpiándose un hilo de sangre que le brotaba del labio y me sonrió, haciéndome un guiño. Estúpido, ese había sido su maldito plan, ahora no sabía si sentirme aliviada porque quisiera ayudarme o matarlo yo por joderlo todo. Aunque, técnicamente, mi situación no se podía joder más de lo que ya estaba.

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