Cam

Cam


27 CAMERON

Página 29 de 39

 


27


CAMERON


 

 

E l silencio que siguió a mi pregunta se me hizo ensordecedor, no me importaba si tenía que ir al infierno o a algún lugar cercano, iba a hacerlo por ella, por mi Skye.

—¿De verdad estás pensando en enfrentarte a la muerte? —demandó Nithael incrédulo.

—Por supuesto que vamos a hacerlo —se apresuró a responder Alexy.

—Alexy, no… —comencé a negarme, él levantó la mano deteniéndome.

—Cameron, ninguno de nosotros ha hecho nunca nada solo, cada cruzada que libramos y de la que conseguimos salir victoriosos fue porque el brazo de nuestros hermanos estuvo allí, listo para prestar batalla junto a nosotros. ¿Qué te hace pensar que esto lo harás solo?

—Alexy tiene razón —agregó Tarek—. Nosotros no somos un singular, Cam, somos un equipo y como tal trabajaremos.

—Apoyo —fue todo lo que dijo Marcus.

Miré a cada uno de ellos con profundo agradecimiento, aunque al mismo tiempo temeroso de lo mal que podía salir todo.

—Buenas noches —se escuchó la voz de Aidan desde la puerta. Ya me extrañaba que Alexy no le hubiese dicho nada—. Lamento llegar tarde —se disculpó mientras entraba con su esposa tomada de la mano—. Henry tuvo un inconveniente y se retrasó para ir a cuidar a Kevin, pero ya estamos aquí. —La pequeña Abby le sonrió a Skye cuando vio mi brazo anclado en sus hombros. Todos respondieron el saludo y yo me preparé para el interrogatorio—. ¿Qué es exactamente lo que está pasando? —preguntó con su marcado acento escocés.

Antes de que alguien más se adentrara en detalles innecesarios, decidí responder.

—En resumen, un maldito guardián de la muerte, o Mágoras, como lo llaman Nithael y Medhan, está detrás de mi mujer.

—¿Mágoras? ¿Están seguros de eso?

—¿Tú lo conoces?

—No en persona, pero si escuché a Razvan una vez mencionarlo. ¿Y qué vamos a hacer? —preguntó sin dirigirse a nadie en particular.

—¿Vamos?

—Por supuesto, Cam, tú eres mi hijo y todo lo que te afecte me afecta, así que “vamos” es la palabra correcta.

Dejé caer los hombros sabiendo que el asunto se había convertido en un problema colectivo. Un pesado silencio descendió sobre nosotros, Medhan y Nithael aún no respondían a mi pregunta de si había alguna forma de parar a Mágoras y mi paciencia se estaba agotando.

—Gunnar se acaba de despertar —le dijo Tarek a su esposa.

—Voy a ir a verlo. Chicas ¿qué les parece si me acompañan y de paso preparamos algo de café?

Las otras se movieron, pero Skye se mantuvo a mi lado.

—Vamos, Skye, ven con nosotras —la invitó Abby, extendiendo una mano en su dirección.

Les agradecí que quisieran llevársela, pues no quería que nada de lo que se dijera pudiera alterarla.

—Yo…

—Por favor, ve con ellas —le pedí.

—De nuevo me estás echando cuando el tema que están tratando también me involucra —me reclamó.

—No te echo, es solo que tus hermanas quieren estar contigo —mentí.

Dejando salir un suspiro exasperado se apartó para irse. Antes de que diera dos pasos, la atrapé y la atraje para besarla. Tomé su boca de forma posesiva, dejando claro ante todos que me pertenecía—. Te amo.

—Yo también te amo.

—Veo que solucionaron sus diferencias —dijo Aidan sonriendo—. Felicidades, hijo. —Me dio un corto abrazo y luego se inclinó hacia Skye—. Felicidades a ti también, pequeña. —Besó su frente de forma paternal antes de retirarse para mirarla a la cara—. Ahora también tengo una hija.

Ella lo miró como si acabaran de salirle tres cabezas, lo que me hizo reír.

—¡No te pases, amigo! —exclamó en voz alta y los demás también rieron cuando escucharon sus palabras—. Eres el marido de una de mis mejores amigas, casi mi hermana, por lo tanto, eso te convierte en mi cuñado y es lo máximo a lo que puedes aspirar. No te ofendas, pero no voy a decirle “papi” a un sujeto que aparenta solo unos pocos años más que yo. Ya somos una familia bastante rara para que sigamos aumentando las rarezas.

Una carcajada escapó de mis labios seguida de las de los demás. Incluso el propio Aidan rio con fuerza.

—Está bien —concordó—. Cuñado entonces.

—Me gusta que nos entendamos —expuso dando una suave palmada en su brazo antes de pasar por su lado e irse—. Tú marido es raro —la escuchamos susurrarle a Abby mientras salían.

—Lo sé —respondió esta, también en un susurro, como si hubiesen olvidado que de todos modos podíamos escucharlas—, pero aun así lo amo con locura.

—Eso es porque también eres rara —agregó Skye.

—Ella me gusta —me dijo Aidan, sonriendo, cuando las chicas se hubieron ido. Ni siquiera pareció molestarle que le dijeran raro o a su mujer.

—Sí, a mí también —declaré con orgullo.

—Y ya que dejamos claro que Aidan no puede ser el papá de nadie, porque en apariencia no tiene la edad suficiente, ¿qué tal si regresamos al tema que nos ocupa? —propuso Nithael retornando a la seriedad que por un momento habíamos olvidado.

—Solo necesito que me digan cómo detener a Mágoras —pedí.

—¿Sería mucho pedir que el sujeto esté dispuesto a tener una charla amistosa, tipo “amigo, puedes dejar en paz a mi mujer que yo la quiero más que tú”? —comentó Tarek desde su lugar, apoyado en la pared con los brazos cruzados.

—Que te jodan —ladré, al no encontrarle gracia a su broma.

—Es lo único que desearía esta noche, a mi mujer bien dispuesta; pero ya ves, tú decidiste joder con la muerte y aquí estamos —respondió.

—La única forma de detenerlo es matándolo, pero hasta el momento no conozco a nadie que lo haya intentado o, para el caso, siquiera considerado —manifestó Medhan.

—Pues yo lo haré —afirmé.

—Para eso tendrías que encontrarlo primero —explicó.

—¿Se supone que tengo que esperar que vuelva a aparecerse?

—No es así como funciona, tienes que buscar su forma física, lo que Skye ve es solo su esencia, él no se transporta en cuerpo fuera de su morada.

—¿Eso quiere decir…?

—Que tendrás que ir por él hasta el purgatorio —respondió antes de que terminara la pregunta.

—Bien, entonces que así sea.

—Ni siquiera te preguntaste cómo hacerlo —dijo mirándome con un extraño brillo de respeto.

—No me lo pregunto porque no me importa cómo, voy a llegar a donde sea para proteger a mi mujer.

—Cam, nosotros nunca hemos cruzado el límite que separa la tierra de otros mundos, por lo que no sabemos exactamente cómo llegar hasta Mágoras, lo único que conocemos al respecto, por las enseñanzas que recibimos de nuestro padre, es que es la misma ruta que conduce al infierno, conduce al purgatorio, lo que me lleva a suponer que si encontramos la forma en que los demonios salen de este, también sabremos cómo entrar. Sin embargo, hay algo que debes tener en cuenta: si por error te equivocas y sobrepasas el límite, en lugar de en el purgatorio terminarás en el infierno, y de allí no podrás salir jamás.

—¿Y cómo lo haremos? —preguntó Alexy.

—Tal vez si, en lugar de matarlos, los vigilamos —propuso Tarek.

—Eso sería complicado, en cuanto nos acerquemos a ellos y sientan nuestra presencia, o van a enfrentarnos, o a huir —dije y los vi asentir—. Se me ocurre otra cosa. ¿Por qué mejor no atraparlos vivos y ver si logramos que nos digan cómo salen?

—Esa es una buena idea, después de todo eres bastante inteligente —comentó Nithael—. Ahora entiendo por qué Skye se quedó contigo.

Le lancé una mirada amenazante que no logró borrar su sonrisa burlona.

—¿Qué? No puedes quejarte, tienes a la chica. Por cierto, de nada.

Ignoré su sarcasmo y volví mi atención a los demás.

—¿Entonces qué estamos esperando? —preguntó Aidan mostrándose listo para la acción—. Tenemos que comenzar esta misma noche.

—Esperen —gruñó Marcus, hablando por fin desde que habíamos llegado—. Primero tenemos que determinar un lugar a donde podamos llevar a los demonios. No voy a traer ninguna maldita sanguijuela cerca de mi Em.

—Ninguno de nosotros los quiere cerca de nuestras mujeres —estuvo de acuerdo Alexy.

—No se preocupen por eso, tengo una bodega vacía en Tenderloin, podemos llevarlos allí y acabar con ellos cuando ya no nos sirvan sin problema —añadió Aidan.

—¿Hay algo que no tengas, highlander? —demandó Tarek, burlón.

—Sí, imbécil, tu estúpida cabeza vikinga adornando la pared de mi sala —respondió este y le enseñó el dedo medio. 

—No se puede tener todo en la vida —le dijo el rubio.

Unos minutos después teníamos un plan armado, atraparíamos a los demonios y los conduciríamos a la bodega, allí los obligaríamos a hablar. Rogaba por que el plan funcionara, ya que los demonios no eran conocidos por ser muy colaboradores con nosotros y jamás habíamos necesitado mantener a alguno vivo.

—Creo que tenemos todo listo —dije apartándome del grupo—. Voy a despedirme de mi chica y salimos.

—Nosotros debemos hacer lo mismo —comentó Alexy.

Él, Tarek, Marcus y Aidan me siguieron hacia donde se encontraban ellas: en la habitación de Tarek rodeando al bebé. Gunnar era un pequeño afortunado, tenía cinco mujeres derretidas por él. En cuanto me vio, Skye se levantó y fue directo a mis brazos.

—Ven, vamos a hablar un momento —le dije sacándola de la habitación para llevarla a la nuestra.

Cuando cerré la puerta detrás de nosotros, la empujé contra la pared para besarla, y como siempre me devolvió el beso sin reservas. Agarré su trasero con mis manos, y la levanté para hacer que rodeara mi cintura con sus piernas. Sabía que me estaban esperando y que no tenía mucho tiempo, pero eso no me importó cuando la tuve en mis brazos. Con uno las sostuve y con el otro, sin demora, levanté su camiseta y sujetador liberando sus pechos. Mi palma acunó uno de ellos y mis dedos juguetearon con su pezón, que ante mi toque se levantó, erecto. Bajé la cabeza deseando probarlos, primero uno y luego el otro, los mordisqueé y succioné desfrutando de la sensación de tenerlos en la boca.

—Cam —mi nombre escapó de sus labios, acompañado de un jadeo.

La necesitaba, nada más importaba en ese instante. Rasgué sus pantalones apartando la odiada tela que me impedía tenerla y después alcancé el botón de los míos, lo desabroché y bajé un poco, liberando la erección que gritaba por ella. La penetré con fuerza y ambos gemimos ante la intrusión.

—Lo siento, pequeña, tengo que ser rápido. Afuera me están esperando.

—No me importa si es rápido, te necesito —sollozó, enterrando sus uñas en mis hombros, lo que envió un cosquilleo por toda mi espalda.

Moví mis caderas entrando y saliendo de mi propio paraíso, del lugar que sería mi hogar por siempre. Quería que fuera tan bueno para ella como lo estaba siendo para mí, así que, alargando la mano entre nuestros cuerpos, llegué hasta su clítoris, que comencé a frotar en círculos. Sus piernas apretaron más el agarre en mi cintura y supe que estaba llegando. Mi cuerpo se tensó y luego exploté, vaciándome por completo en su interior un segundo después de que ella terminara gritando mi nombre.

 

Sin separarnos, la conduje a la cama, donde la recosté sobre su espalda. Despacio salí de su interior y una vez más me sentí maravillado cuando la miré, con sus ojos brillando por la pasión compartida, los labios hinchados por mis besos y las mejillas sonrojadas. Su camiseta enrollada dejaba al descubierto sus pechos y el resto de su cuerpo desnudo, excepto por sus pies, donde seguía llevando las zapatillas.

—Tengo que irme —dije acomodando como pude a mi amigo dentro del pantalón y volviendo a subir la cremallera.

—¿A dónde? —preguntó sentándose para bajar su camiseta, cosa que lamenté, pues ya no podía ver las pequeñas cumbres que tanto me gustaban.

—Vamos a ir a cazar demonios.

—¿Ahora?

Me puse de cuclillas para quedar a su altura, apoyando las palmas de mis manos en sus rodillas desnudas y obligándome a no mirar su sexo, pues sabía que no saldría de allí nunca si volvía a hacerle el amor.

—Tenemos que conseguir que nos digan cómo llegar a Mágoras.

—Está bien, espérame, busco algo de ropa y voy contigo —declaró, empujándome para ponerse de pie.

Por un momento me entretuve viendo su bonito trasero, hasta que me di cuenta de lo que había dicho.

—Espera —me apresuré a detenerla—. Tú no puedes ir.

—¿Por qué no? La vez pasada me llevaste y todo salió bien, ¿era más sencillo llevar a Steven porque era hombre?

—No es eso y lo sabes, pero hoy no puedo llevarte, cielo, esto es peligroso, no vamos a matar a los demonios, sino a capturarlos vivos.

—Pero…

—Skye, por favor, confía en mí en esto, necesito que estés segura para poder hacerlo —supliqué tomando su rostro en mis manos y mirándola directo a los ojos—. Te necesito a salvo.

—Y yo te necesito a salvo a ti —dijo con un gesto derrotado—. No puedo estar sin ti, Cam.

—No lo estarás, al menos no por mucho tiempo, solo serán unas horas, incluso puedes esperarme en la cama para que continuemos —propuse con picardía pasando un dedo por su centro y sintiendo la humedad que había dejado nuestra sesión de sexo rápido.

Ella se pegó más a mí ante mi gesto y odié tener que irme.

—Te esperaré entonces —dijo acercando su rostro para que la besara, cosa que hice sin dudar.

 

***

 

 

—¿Qué te llevó tanto tiempo? —preguntó Tarek burlón cuando por fin salí.

—Al menos yo tuve algo en que entretenerme —respondí enseñándole el dedo medio.

—Bien, ya que estamos todos, lo que haremos será lo siguiente —comenzó Alexy, que era el líder indiscutible y quien siempre dictaba lo que iba a hacerse sin que nadie lo pusiera en duda—: Cam y yo iremos en las motocicletas mientras Aidan nos sigue en su camioneta. Nosotros formaremos un grupo. Medhan y Nithael el otro y, finalmente, Tarek y Marcus. La premisa es atrapar a los demonios vivos, no importa cómo lo hagan, pueden desmembrarlos si quieren, siempre y cuando todavía conserven la capacidad de hablar.

Cuando estuvimos de acuerdo, partimos a nuestra búsqueda. Por primera vez hallar un demonio no era solo una forma de disminuir un poco el mal que estaba azotando la tierra, al menos para mí se convirtió en un acto de pura necesidad, por lo que estuve atento debatiéndome entre la ansiedad y la desesperación a medida que las horas pasaban y ninguna sanguijuela aparecía.

—Vamos a encontrarlos —dijo Alexy percatándose de mi zozobra.

—Tienen que aparecer, los hijos de puta no pueden esconderse justamente hoy.

La madrugada llegó y apenas nos quedaban unas tres horas antes del amanecer. Apreté la dirección de mi motocicleta perdiendo la esperanza, pero con la convicción de que volvería a salir esa noche en cuanto cayera el sol y todas las noches siguientes hasta hallar alguno. La fortuna estuvo de mi lado, pues cuando estaba a punto de encaminarme de regreso al bar, vi a uno salir de un callejón, parecía que acababa de alimentarse, por lo que seguro se dirigía a donde fuera que se ocultaran durante el día. Aceleré para llegar a él y cuando se dio cuenta, intentó huir; pisé el acelerador y me lancé a la acera sin molestarme en estacionar mi moto y escuché el ruido que hizo esta al impactar con el pavimento cuando se giró y cayó. Corrí tras el demonio que parecía ir a la velocidad del viento, a punto de girar en una esquina, lo intercepté, derribándolo. Alexy y Aidan llegaron detrás de mí y me ayudaron a inmovilizarlo. La criatura gruñía enseñándonos los dientes y levantó la cabeza, escupiendo su espesa baba sobre Aidan.

—Hijo de puta, acabas de arruinar mi traje —bramó y lo pateó.

El demonio luchó por escapar de mi agarre, pero me aseguré de mantener sus brazos atrapados en su espalda, cuidándome de no ser alcanzado por sus garras.

—Creo que para lo que necesitamos, algo le sobra —dije moviéndome para buscar una mejor posición.

—¿Algo como qué? —preguntó Alexy apoyando la bota en su cabeza e inmovilizándola contra el sucio asfalto.

Sin responder, permití que mis garras se alargaran y corté sus brazos de un tajo. El demonio rugió y se retorció de dolor.

—Es mejor que nos apresuremos a llevarlo a la bodega, falta poco para que amanezca —dijo Aidan yendo hasta su camioneta, donde habíamos dejado algunas cuerdas y un trozo de lona. Eso por sí solo no era suficiente para mantenerlo inmóvil, por lo que tendríamos que usar nuestra fuerza y mantenernos lejos de sus afilados dientes hasta llegar al lugar indicado.  Lo envolvimos en la lona y atamos con las cuerdas, la falta de brazos disminuía su capacidad de lucha y eso facilitó nuestro trabajo cuando tuvimos que meterlo en la parte trasera de la camioneta de Aidan. Subí con él para asegurarme de que no se desatara, mientras que Alexy corría por su motocicleta. La mía no me preocupó, tenía algo más importante en mente.

—Llamaré a Henry para que se ocupe de tu moto y la lleve al bar —dijo Aidan. Era bueno que siempre tuviese una solución para todo.

El demonio se retorcía con violencia haciendo el camino hasta la bodega algo trabajoso, no obstante, conseguimos llegar allí sin mayores contratiempos. Alexy y yo lo bajamos mientras Aidan se apresuraba a abrir el portón para dejarnos pasar. Lo arrastramos dentro y lo dejamos caer en un rincón.

—¿Qué se supone qué es este lugar? —pregunté mirando alrededor.

Era una construcción de aspecto antiguo con altas paredes y vigas de acero en el techo. Algunas palomas habitantes del lugar desplegaron el vuelo cuando escucharon el ruido que estábamos haciendo.

—Es el viejo almacén donde Razvan guardaba las armar con las cuales traficaba —respondió Aidan, quitándose su chaqueta con una mueca de asco y lanzándola al piso—. Puto demonio, era mi traje favorito.

—Seguro debes tener otros veinte trajes favoritos, no te preocupes —dije inclinándome para asegurarme de que la sanguijuela no se desataba. Unos minutos después escuchamos los motores de las motocicletas de Tarek y Marcus, que acto seguido entraron llevando cada uno un demonio. Las recién llegadas sanguijuelas parecían más muertas que vivas: les faltaban las extremidades y tenían varias heridas en sus cuerpos.

—Alexy dijo que no tenían que estar enteros —explicó Tarek con un encogimiento cuando los miré con una ceja enarcada.

Lanzaron los dos despojos al lado del que acabábamos de traer. Justo detrás de ellos llegaron los hermanos. Ellos no parecían tener problemas con su captura, pues, aunque lo traían a empujones, entró caminando por su cuenta.

—¿Qué demo…? —No terminé de formular la pregunta cuando el sujeto rugió y se proyectó en dirección a Medhan, quien sin ningún problema lo derribó.

El prisionero levantó la cabeza dejando ver su nariz sangrante y lanzando una mirada que prometía venganza. Cuando sus ojos se cruzaron con los míos, eran como el color de la plata fundida con destellos brillantes. Su cabello, que más que rubio era blanco, estaba cortado al rape a ambos lados de su cabeza y largo en el centro. Vestía unos simples jeans de color azul claro, camiseta blanca y botas de motociclista. Un piercing adornaba su ceja derecha.

—Él no es un demonio —declaré.

—¿En serio? —preguntó el aludido con sarcasmo—. Parece que tus amigos no son tan inteligentes como tú.

—¡Silencio! —demandó Medhan usando la autoridad que milenios de vida le conferían—. No pongas a prueba nuestra paciencia —advirtió—. Puede que no seas un demonio, pero eso está más en tu contra que a tu favor, recuerda que los ángeles caídos son técnicamente humanos una vez que los expulsan del cielo, te convendría recordar eso cuando intentes enfrentar a alguno de nosotros.

—¿Cómo diablos terminaron ustedes con un ángel caído? —indagué, estudiando al hombre que, despacio, se puso de pie.

En efecto, estos se convertían casi en humanos cuando perdían todos sus poderes angelicales y lo único por lo que se distinguían era por su estatura, igual a la nuestra, además de sus rasgos físicos.

—Parece que aquí nuestro nuevo “mejor amigo” —respondió Nithael haciendo la señal de comillas— se portó mal en su casa y por eso lo echaron, entonces buscó refugio en casa del amigo mala influencia, o sea, el infierno. Y ya que salió de su guarida a darse un paseo por la tierra sin ningún otro objetivo que seducir a chicas humanas, pensamos que podría hacer algo más productivo y señalarnos la forma de entrar a su morada de acogida.

—Vaya, parece que ahora del infierno dejan salir a cualquiera —comentó Tarek acercándose al ángel y dándole un repaso que prometía una muerte lenta y dolorosa si intentaba algún truco.

—Con las puertas de ese maldito lugar abiertas gracias a Razvan, agradece que no estamos de mierda de demonio hasta el cuello —agregué.

Un gruñido se escuchó a la izquierda y escasamente tuvimos tiempo de girarnos para ver que la sanguijuela que había traído con Alexy y Aidan se había liberado. Apenas un segundo después de que lograra ponerse de pie, de un zarpazo y a una velocidad que ninguno habría tenido tiempo de detener, Marcus le cortó la cabeza.

—Mierda, hermano, ¿qué te pasa? —bramé furioso.

—Estaba gruñéndome, ningún puto demonio me gruñe —respondió y se alejó de nosotros.

—Teníamos que haberlo dejado en casa —comentó Aidan, moviendo la cabeza a ambos lados en negación.

—Todavía tenemos tres opciones —dijo Tarek mirando a sus presas. Uno de ellos estaba tendido en un charco de su sangre, parecía que todo el líquido vital había abandonado su cuerpo—. O tal vez solo dos.

Negué encaminándome al ángel caído, el único que parecía poder darnos información, y cuando lo alcancé, no tuve reparos: lo aferré por el cuello y lo estampé contra la pared. Era apenas uno o dos centímetros más bajo que yo, aun así, lo levanté sin problema, dejando que sus pies colgaran a varios centímetros del suelo.

—No me pondré con rodeos, así que ahora mismo vas a decirme cómo entrar al infierno.

Una sonrisa burlona apareció en sus labios.

—¿Qué te hace pensar que tengo que hacerte favores?

—El hecho de que no te lo estoy pidiendo, solo te estoy dando la oportunidad de sufrir mucho o muy poco dolor, porque créeme, no tendré reparos en romper cada hueso de tu cuerpo y abrirte una zanja desde el cuello hasta el ombligo por el simple placer de hacerlo.

Era cierto que el sanguinario del grupo era Tarek, pero estaba dispuesto a ocupar su lugar si con eso conseguía lo que necesitaba, nada iba a detenerme de salvar a mi cielo. Él no pareció intimidado por mis palabras, de hecho, me sostuvo la mirada con tanta frialdad como era posible. Tuve que darle crédito por eso, era solo un hombre, casi humano, en medio de siete que no lo éramos y se mantuvo firme.

—¡Habla! —ordené permitiendo que mis ojos cambiaran al color rojo y que mis garras se alargaran cortado su piel. Un hilo de sangre descendió manchando el borde de su camiseta blanca. Apenas parpadeó.

—Bien, amigo, parece que quieres ponerte difícil —comentó Alexy ubicándose detrás de mí—. Verás, frente a ti tienes a un hombre desesperado por salvar a su mujer, por lo que te aseguro que no se detendrá ante nada. Contrario a lo que puedas pensar, nosotros solo asesinamos demonios y tenemos motivos, por lo que no estamos interesados en acabar con tu vida; pero no pienses ni por un momento que no lo haremos si con ello conseguimos lo que necesitamos.

Esto lo hizo reaccionar un poco, y moviendo su cabeza, centró su mirada en mí.

—¿Es cierto lo que dice? ¿Estás haciendo esto por tu mujer?

—Así es —respondí sin aflojar mi agarre.

—Bien, aleja tus malditas garras de mí y voy a decirte lo que quieres.

Lo estudié un momento para asegurarme de que no se trataba de ninguna treta y lentamente fui abriendo mi garra para liberarlo. Cuando lo hice, se llevó la mano al cuello y luego miró sus dedos manchados de sangre.

—El hecho de que no tenga un lado demoniaco no me hace menos peligroso, te convendría recordar eso la próxima vez.

Ante su amenaza, gruñí, acercándome de nuevo dispuesto a atacarlo.

—Detente, Cam —intervino Alexy, empujándome a un lado.

El hombre nos ignoró y con deliberada parsimonia comenzó a quitarse su camiseta para limpiarse la sangre que continuaba manando de su cuello, diciéndome con ese gesto que, si bien iba a colaborar, lo haría en sus propios términos.

Ir a la siguiente página

Report Page