Cam

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SKYE

 

 

 

E stábamos en la sala de televisión sentadas en el piso, nadie había mencionado nada, pero la preocupación era obvia en los rostros de todas. Ya había amanecido y no teníamos noticias de los hombres. Ninguno llamó ni respondieron sus teléfonos cuando intentamos contactarlos. En una improvisada cama que su mamá hizo para él a su lado, Gunnar dormía tranquilo, ajeno a los conflictos del mundo, y deseé con todas mis fuerzas que se mantuviera así siempre. Abby había llamado a Henry cada cierto tiempo para asegurarse de que su hermano se encontraba bien.

—No puedo más —declaró Alana, poniéndose de pie—. Tenemos que hacer algo.

—¿Y qué propones que hagamos? —pregunté siguiéndola.

Abby y Emily nos imitaron. La única que se mantuvo en su sitio fue Ángela, que estaba callada con una mano puesta sobre su pequeño hijo.

—No lo sé, Skye, no lo sé, yo solo quiero a mi Alexy, lo necesito aquí conmigo —gritó, desesperada.

—Emily y yo vamos a buscar el té para los nervios, creo que nos hace falta —declaró Abby tomando a la pelirroja de la mano.

—Alana, todas los necesitamos —dije, tomándola por los hombros para intentar tranquilizarla.

—¿Por qué nunca podemos estar en paz? —sollozó—. Siempre parece haber algo que nos quiere destruir.

—Oye, tranquila. —La abracé dándole consuelo—. Cuando decidimos entregar nuestros corazones a unos hombres que no eran humanos, sabíamos que nuestro camino no sería fácil, a pesar de ello, los amamos sin miedo. Por favor no dejes que tu temor te haga perder la confianza.

—¡Chicas! —gritó Abby mientras entraba corriendo seguida de Emily, que sostenía de forma precaria una bandeja con una jarra y varias tazas—. Acabo de hablar con Henry, Aidan lo llamó y ellos están bien. Dice que no hablaron mucho porque tenían muy mala recepción. El problema es que Henry iba camino a buscarlos y otro auto lo chocó, me llamó porque la policía llegó al lugar y lo retuvo, él necesita que nosotras lo hagamos.

—Entonces démonos prisa —declaró Alana moviéndose.

Me adelanté a recibir la bandeja que traía Emily y la ayudé a ponerla en la mesa.

—¿Vamos a ir todas? —preguntó Ángela poniéndose de pie.

—No —contesté—. Tú vas a quedarte cuidando del bebé.

—Pero…

—Pero nada, Ángela —intervino Abby—. Si sales de aquí con Gunnar y resulta peligroso para él, Tarek se enfadará, es mejor que tú te quedes, las demás iremos.

—Odio sentir que soy la más inútil de todas —manifestó con pesar.

—Tú no eres inútil —la animé—. Es solo que tienes otra responsabilidad, tal vez la más grande, Gunnar es nuestro futuro y tu misión es mantenerlo a salvo.

—Está bien, solo tengan cuidado.

Todas nos movimos, alistándonos para salir, entonces lo sentí: era el familiar escalofrío que recorría mi cuerpo desde los pies a la cabeza. El temblor que se apoderaba de mis manos y mis rodillas dificultándome el movimiento. La certeza de ser observada.

—Él no te salvará. —Escuché la voz que parecía salida del averno. Ninguna de mis amigas parecía darse cuenta, todas continuaban hablando sobre lo que haríamos a continuación sin percatarse de la oscuridad que se cernía sobre mí—. Él morirá si intenta cambiar tu destino, él morirá, él morirá. —La letanía se repetía como un eco.

—Déjame en paz, maldito —grité cubriendo mis orejas, en un vano intento de acallarlo.

—Él morirá y tú vas a seguirlo.

Giré buscándolo y lo encontré parado a unos pasos de Gunnar. El bebé se agitó un poco y la siniestra criatura bajó la cabeza, estudiándolo. Cuando volvió su atención en mi dirección, separó sus dientes afilados como cuchillas. Un fuerte dolor atravesó mi sien haciéndome tambalear.

—¿Skye? —escuché que dijo alguna de las chicas y luego los brazos de Ángela me alcanzaron para ayudarme a recuperar la estabilidad.

—¿Era él? —preguntó otra.

Apenas atiné a asentir un poco para evitar que mi cabeza explotara. El dolor lacerante parecía aumentar a cada segundo.

—Creo que debes quedarte con Ángela —dijo Alana.

—No —susurré, pues hasta abrir la boca para hablar me mataba.

—Henry envió una van que llegará en cualquier momento, debemos estar listas para partir enseguida.

—¿Skye? —La voz de Ángela estaba cargada de preocupación cuando nos dirigimos a la puerta.

—Voy a estar bien, todo lo que tengo que hacer es llegar a Cam —dije apoyándome en Emily, que era la más cercana.

Ella, al comprender mi malestar, pasó uno de mis brazos sobre sus hombros y rodeó mi cintura con el suyo. Cuando salimos del bar, en efecto, un van nos esperaba en la entrada. Vi a Abby acercarse al conductor y luego de intercambiar unas palabras con él, regresó con un gesto de preocupación.

—Él no va a conducir para nosotras, lo que nos deja en un lío, a menos que Emily o tú, Skye sepan hacerlo, ya que Alana y yo no.

Emily negó con un gesto de disculpa.

—Yo lo hago —declaré tomando un fuerte respiro, lo que me causó otra ráfaga de dolor.

—No parece que estés en condiciones —dijo Abby.

—Soy la única que puede y nada va a impedir que llegue con Cam, lo necesito. —Yo misma fui consciente del tinte desesperado en mi voz, pero por alguna razón sentía que iba a morir sin verlo.

—Entonces vamos, Henry me explicó dónde es el sitio, así que todo lo que tenemos que hacer es agregar la dirección en el GPS de la van.

 

Cuando nos subimos, quise gritar pues el ruido que causaron las puertas al ser cerradas, fue como si clavaran agujas en mi cerebro. Mi vista estaba un poco nublada, sin embargo, me las arreglé para encender el vehículo y comenzar a conducir. Lo estaba haciendo de forma errática y temí causar un accidente, lo que casi consigo en un semáforo. Alana tuvo que gritarme para que frenara y escuché los bocinazos de los otros autos cuando lo hice y los neumáticos chirriaron contra el asfalto.

—Skye, estás muy pálida y tus manos están temblando.

—Él va a morir. —La voz de Alana o Abby, no estaba segura de cuál de las dos hablaba, se mezcló con la que seguía sonando en mi cabeza.

Volví a poner el auto en marcha, seguí las instrucciones de Abby y aunque tardamos más tiempo del requerido, por fin llegamos.

—Ahí, Skye, dobla en esa esquina, Henry me dijo que teníamos que ir por la puerta trasera. —Obedecí usando las pocas fuerzas que me quedaban, aunque al hacerlo rocé la pared con el frente de la van, causando un agudo chillido. —Todo está bien —dijo, poniendo su mano sobre la mía, que seguía fija en el cambio de marchas—. Vamos por nuestros hombres.

Asentí y quitándome el cinturón de seguridad, abrí la puerta para bajarme, en cuanto lo hice mis rodillas se doblaron y hubiese caído de no ser porque logré sostenerme. Una vez más, Emily corrió a mi lado para ayudarme, mientras Abby nos conducía hacia la entrada. Ninguna de nosotras dudó de lo que estábamos haciendo, todas teníamos un propósito que cumplir. La puerta hizo un molesto chillido al abrirse y varias palomas volaron sobre nuestras cabezas dejando un rastro de plumas en el aire. Pasamos en medio de un montón de cajas vacías e hicimos a un lado lo que parecía ser una cortina de plástico.

—¿Qué demonios hacen ustedes aquí? —rugió alguien.

—¿Cam? —dije en voz baja.

—¿Skye? —Su voz me llegó amortiguada y mis ojos comenzaron a cerrarse, estaba perdiendo la conciencia. El dolor se hizo más intenso y aquella maldita cosa no se callaba. —Cielo. —Unos brazos conocidos me sostuvieron y suspiré sabiendo que si moría era con él. —Háblame por favor —suplicó acariciando mi mejilla.

—No se calla, no quiere callarse y ya no lo soporto.

—Aquí estoy pequeña, te prometo que haré que se vaya. —Sus cálidos labios tocaron mi frente y fue como un bálsamo.

—Duele mucho.

—¿Dónde te duele? —Su tono estaba cargado de desesperación. Sus manos palparon mi cuerpo como si buscara alguna herida.

—Mi… mi cabeza va a explotar —dije sintiendo que la oscuridad me arrastraba.

—Skye, no te quedes dormida, ¡mírame! —ordenó.

Quise decirle que nada deseaba más que pasar el resto de mi vida mirándolo, que si esa fuera la única cosa que pudiera hacer sería feliz, no obstante, sentía que una fuerza superior tiraba de mí hacia las tinieblas. Intenté levantar mi mano para tocarlo, pero pesaba demasiado.

—… amo… —fue lo último que alcancé a decirle antes de que la oscuridad me envolviera por completo apartándome de mi corazón.

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