Cam
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SKYE
L a oscuridad, esa que de forma irremediable se instala en el corazón y en el alma de las personas, me estaba arrastrando lejos de los brazos de mi amado Cam. Luchaba por salir de ella con todas mis fuerzas, pero sentía que se me estaban agotando.
—Él viene y entonces va a morir —decía la voz.
—Él es más fuerte que tú —deseé responder, pero la mía se había perdido. Sabía que estaba viva, pues era imposible que muerta lo escuchara hablar, no obstante, mi cuerpo no respondía.
—Él morirá —declaró dejándome ver su rostro, que parecía flotar sobre mí mostrando una sonrisa siniestra de dientes puntiagudos y aterradores ojos de color amarillo.
No, Cam no moriría, nunca creería en eso, porque hacerlo significaría que el guardián de la muerte había ganado y entonces la oscuridad me tragaría por completo para nunca más dejarme salir.